Más de 250 personas han muerto en la ciudad siria de Alepo desde el 22 de abril. Ese día el régimen dictatorial de Bashar al-Assad desencadenó una brutal ofensiva militar con el apoyo de aviones y artillería rusas, contra los últimos bastiones rebeldes en esta ciudad, que fue a su tiempo una pujante metrópoli económico-financiera, la principal de Siria. Además de los muertos, organizaciones humanitarias como los White Helmuts y el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos han contabilizado cerca de 1.500 heridos, entre ellos muchas mujeres y niños. La catástrofe humanitaria en Siria parece no terminar nunca.

Por Gabriel Huland

Para llevar a cabo los ataques, el régimen difunde la falacia de que la ciudad es controlada por el Frente Jabat al-Nusra, grupo afiliado a al-Qaida y clasificado como terrorista por la Conferencia de Ginebra, lo que la deja fuera del alto al fuego negociado entre EEUU y Rusia, en vigor en el país desde el 27 de febrero. Los EEUU, cada vez más sometidos a la política de Rusia para Siria, no desmienten la afirmación. La ofensiva de Assad consiste en ataques a blancos indeterminados mediante los terribles y ya conocidos barriles explosivos, además de ataques aéreos y del cerco a la ciudad para evitar la entrada y salida de personas, alimentos y medicamentos.

La oposición siria niega que la ciudad esté bajo control del Frente al-Nusra. De hecho, tanto ISIS como el grupo vinculado a al-Qaida fueron expulsados de las zonas liberadas de Alepo y hay manifestaciones y protestas contra estos grupos periódicamente para evitar que vuelvan a fortalecerse. El objetivo central del régimen es eliminar, con el apoyo ruso y la complacencia norteamericana, cualquier vestigio de revolución y control democrático de las zonas liberadas por parte de grupos independientes, grupos que cuentan, además, con base de apoyo entre la población local.

Se calcula que en Alepo alrededor de 300.000 personas viven en zonas liberadas, mientras cerca de 1,5 millones viven en áreas controladas por el régimen sanguinario de Bashar al-Assad. Antes de la revolución la metrópoli tenía aproximadamente 4 millones de habitantes, siendo una de las ciudades más importantes y antiguas del Medio Oriente. Se trataba de un centro comercial e industrial importante. En la región se producía seda, algodón, jabón, cuero, alimentos procesados, así como artículos de oro y plata. La ciudad está ubicada en plena ruta de la seda, entre el valle del Éufrates y el Mediterráneo, lo que le confiere una posición estratégica.

La mayor parte de la información independiente a la que tenemos acceso proviene del Alepo Media Center (AMC, ver enlace abajo), un grupo de activistas y periodistas independientes que viene documentando la revolución y la guerra en la provincia desde sus inicios, en el 2011. Según información difundida por Al Jazeera, el régimen ha conseguido en los últimos días cortar la línea de suministro de los rebeldes entre Alepo y Turquía, lo que puede significar una catástrofe humanitaria, dado que las personas que viven en las zonas controladas por los grupos rebeldes corren el riesgo de verse imposibilitadas de acceder a alimentos y otros productos básicos. Assad utiliza la misma práctica que los sionistas en Palestina al utilizar la punición colectiva de civiles como arma de guerra.

La reconquista de Alepo significaría una victoria muy importante para el régimen, incluso más relevante que la toma de Palmyra u otras zonas recientemente conquistadas por las fuerzas leales a Bashar al-Assad. El control de Alepo puede cambiar el equilibrio de fuerzas entre los distintos grupos y abrir una nueva dinámica en la guerra. Sin embargo, no se trata de una batalla fácil para el régimen, pese el apoyo ruso, iraní y del Hezbollah, ya que las milicias rebeldes cuentan con el apoyo de la población local y están peleando calle a calle contra los soldados de Assad.

Indudablemente, se trata de una de las batallas más sangrientas y importantes de la guerra que ya dura cerca de cuatro años. La aviación pro Assad está atacando incluso hospitales y zonas residenciales. En uno de los últimos ataques, fue bombardeado un hospital administrado por la ONG Médicos Sin Fronteras en el que murió el último pediatra que se encontraba en las zonas rebeldes de la ciudad, aparte de otras 27 personas.

La Conferencia de Ginebra y las violaciones a la tregua pactada entre Rusia y EEUU

Distintos grupos opositores sirios denuncian que ha habido, sólo en marzo, más de 2000 violaciones al cese al fuego iniciado formalmente el 27 de febrero y más de 400 ataques con barriles explosivos, que han causado centenares de muertos y miles de heridos. Las negociaciones de Ginebra, retomadas recientemente, fracasarán una vez más, igual que los anteriores intentos, dado que la política de los EEUU es convencer a los grupos opositores para que acepten un gobierno de coalición que no cambie la estructura actual del régimen de Assad.

Incluso el futuro del dictador no es objeto de discusión, lo que deja el campo libre para la posibilidad de que el hijo de Hafez al-Assad se mantenga como pilar fundamental de un supuesto futuro gobierno de “transición”, algo totalmente inaceptable para un gran número de grupos opositores y la mayoría de la población siria. ¿Cómo aceptar ser gobernado por el responsable de la muerte de más de 400.000 personas? ¿No significaría lo mismo que firmar la propia sentencia de muerte? Eso es lo piensan innumerables sirios que no han dejado su país y siguen resistiendo como pueden. Las imágenes que llegan de Alepo son terroríficas y señalan como será el futuro de Siria si Assad gana la guerra.

En las zonas controladas por el régimen impera un estado de excepción dictatorial, donde no hay libertad de expresión, los servicios básicos son escasos, los puestos de control están por todas partes y la muhabarat (policía secreta del régimen) impone el miedo y el silencio. El ejército sirio cuenta actualmente con aproximadamente 60.000 efectivos, la mayoría de ellos, no obstante, no se encuentran en los distintos frentes, sino en las ciudades, asegurando el orden, reprimiendo y controlando la población. La fuerzas que están sobre el terreno, librando las batallas contra las fuerzas opositoras, están conformadas sobre todo por libaneses de la milicia chií del Hezbollah, soldados iraníes y milicianos afganos, que son obligados a ir a Siria debido a su situación de pobreza extrema, con la perspectiva de recibir un sueldo a cambio de luchar en el bando del régimen. Muchos ni siquiera saben por qué están luchando. Son mercenarios en todos los sentidos.

Assad realizó hace unas semanas unas elecciones legislativas totalmente ilegítimas, en las que solo pudieron votar aquellos que viven en las zonas controladas por el régimen, cerca de 60% de la población del país, en un 30% del territorio. Prácticamente ninguna organización internacional reconoció los comicios, que se llevaron a cabo con el objetivo de fortalecer el gobierno sirio ante la opinión pública en medio de las negociaciones de Ginebra y que, como se ha dicho antes, probablemente fracasarán, una vez que EEUU no plantará cara a Rusia en el tema de la permanencia o no de Assad en el poder.

Por otro lado, recientes filtraciones de documentos llevan a creer que la supuesta liberación de Palmyra de las fuerzas del ultra reaccionario ISIS fueron pactadas entre el régimen y el grupo fundamentalista. No sólo eso, además, hay documentos que prueban que hay intercambio comercial entre las dos partes, principalmente armas y petróleo. La “liberación” de Palmyra no pasó de una escenificación para la prensa mundial. Assad e ISIS son dos caras de la misma moneda.

Desgraciadamente, el respiro de los últimos meses de una tregua débil y que fue rota por el régimen en distintas ocasiones, se ha terminado. Las escenas de sufrimiento humano y destrucción vuelven a los noticiarios de todo el mundo. Como no podía ser distinto, el régimen vuelve a atacar cruel e impunemente. No hay salida al atolladero en el que se encuentra el país árabe, mientras Assad permanezca en el poder. La única forma de derrotarlo es apoyando a los grupos afiliados al Ejército Sirio Libre que mantienen una posición democrática e independiente, ya que no se han vendido directa o indirectamente a las distintas fuerzas que actúan en el conflicto. La entrega de armas a los rebeldes que luchan contra el régimen y contra los grupos que se dicen islamistas se debe hacer sin ningún tipo de condiciones previas. Todavía existen dichos grupos, la ofensiva actual de Alepo no es más que un intento de derrocarlos, de destruir uno de los pocos bastiones que quedan de la revolución siria.

La masacre de Alepo ha generado una enorme ola de solidaridad y conmoción internacional con el pueblo sirio, que se está reflejando en una serie de actos y concentraciones que tienen como lema Alepo arde y el color rojo. Miles de activistas han cambiado sus fotos de perfil en Facebook por un rojo macizo. Decenas de actos han sido convocados en ciudades como Berlín, Madrid, París, Londres y otras alrededor del mundo.

El apoyo a la revolución siria y la solidaridad con el pueblo de este país han dividido aguas en la izquierda mundial. Los grupos pro Assad siguen denunciando la revolución como un intento de desestabilizar la región por parte de EEUU. Este razonamiento no sobrevive a la más mínima confrontación con la realidad. EEUU y Rusia están juntos en el intento de derrotar la revolución y volver a estabilizar el país. Las negociaciones de Ginebra, los distintos encuentros entre John Kerry y Serguéi Lavrov, Secretario de Estado de EEUU y Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, así como las distintas declaraciones comunes lo atestiguan.

La intervenciones rusa e iraní no fueron cuestionadas por EEUU en ningún momento. Assad ha cruzado todas las líneas rojas posibles y a día de hoy, ya ni siquiera recibe reproches de la comunidad internacional. El consejo de seguridad de la ONU tendrá en los próximos días una reunión de emergencia para discutir la situación en Alepo y ya sabemos qué tipo de resolución se aprobará. Una genérica declaración por la paz a la que ni dios hará caso.

De nuestra parte seguimos reivindicando como legítima la lucha del pueblo sirio y su revolución por democracia y justicia social. Seguimos afirmando que la única manera de terminar con el conflicto es derrocando al gran responsable por las muertes y la destrucción causadas en Siria, es decir Bashar al-Assad y sus cómplices.

Viva la lucha del pueblo sirio!!!Página del Aleppo Media Center: http://www.amc-sy.net/