Cada vez que hay una crisis importante del regimen del 78, desde un sector de la burguesia alimentan organizaciones que tras abstracciones como «cambio», «progreso», «consenso», «acuerdo entre todos», «superar las diferencias»,… intentan galvanizar a la población trabajadora para desmovilizarla; y, desgraciadamente, gracias a esas organizaciones hasta ahora lo han conseguido.

Por Roberto Laxe

En 1982, tras la crisis del partido que el franquismo había construido para «reformarse», la UCD, y las luchas contra el Estatuto de los Trabajadores, la agudización de las reivindicaciones nacionales con la DIADA, la manifestación contra el «aldraxe» en Galiza o las manifestaciones en Andalucía, reivindicándose como nacionalidad histórica; y, sobre todo, la amplitud del rechazo social a la incorporación a la OTAN, que cuestionaba todo el andamiaje de la burguesía española para incorporarse de pleno derecho al bloque atlantista y europeo, un sector de la burguesía impulsa el primer «cambio», bajo un lema: «OTAN de Entrada, NO», y como después se vio, de «salida, tampoco».

Ese «cambio» se tradujo en algunos cambios cosméticos de la situación española, cuyo símbolo fue la «movida» madrileña impulsada por el alcalde Tierno Galván. Una «movida» que fue un movimiento post moderno, reaccionario, despolitizador e individualista de la cultura frente a la cultura social que había tenido un papel importante contra el franquismo. Era la «marxista» Escopeta Nacional de Luis Berlanga contra la «posmoderna» Pepi Boom y la chicas del montón de Pedro Almodovar.

Pero en el fondo, y después en la forma (ley represiva de Corcuera, los GAL, etc.l), era una política reaccionaria al servicio de desmantelar la movilización social y de incorporar a la división del trabajo de la CEE (actual Unión Europea) en la estructura económica del estado español: desmantelamiento industrial a través de las sucesivas reconversiones, y reducción del aparato productivo al turismo y la construcción (¿suena?).

Que en 1997 ganara Aznar y el PP no era más que la conclusión de la desmovilización social fomentada desde el PSOE y la destrucción de todas las organizaciones de la izquierda. El activismo, unos, honestamente, otros por ansias de trepar en un aparato del estado en cambio, se incorporaron masivamente a un PSOE que en 1982 estaba necesitado de cuadros dirigentes, que no tenía: a lo largo del franquismo no había cumplido ningún papel de nada, el eje vertebrador de la lucha antifranquista fueron el PCE y las organizaciones a su izquierda (PT, ORT, MC, LCR, etc.). De aquí sacó el PSOE esos cuadros dirigentes, bien formados y con experiencia (¿suena?).

El segundo gran momento de la utilización de esas palabras de «progreso», «cambio», etc., fue tras la combinación de huelgas generales contra Aznar, Nunca Mais y la Guerra de Irak. Millones en la calle de nuevo, en las huelgas generales de Galiza del 2001 y la estatal del 2002 contra Aznar; cientos de miles contra el insulto del Prestige, y nuevamente millones contra la Guerra en Irak; que culminó con el 11M y la noche de las elecciones, con el semi levantamiento popular contra las mentiras de los atentados de Madrid.
ZP y el PSOE, nuevamente, al rescate del régimen. Ahora no había una potente izquierda, el PCE, y la extrema izquierda (los antes citados), sino unas fuerzas nacionalistas fuertes (ERC, BNG) y una izquierda socialdemócrata, IU. Bajo el lema de todos contra Aznar y el PP (¿suena?), el gobierno del PSOE encontró el apoyo de de esas fuerzas políticas, desde fuera… Sin entrar en el gobierno, facilitaron la desmovilización social, puesto que el objetivo ya estaba cumplido, echar al PP, y ahora tocaba «arrimar el hombro para tomar medidas progresivas». Y como FG antes, ZP adoptó algunas, retiró las tropas de Irak, para enviarlas al Líbano, aprobó la ley de matrimonios gay, la ley de la «desmemoria» histórica o la ley que privatiza el aborto; todo ello presentado por sus aliados como lo «posible». Más no se podía hacer; el lema reformista de Lula, de la «politica como el arte de hacer lo posible», frente a la política revolucionaria de la «política como el arte de hacer lo necesario».

Paralelamente en Galiza llegan a la Xunta, «os nosos», el bipartito, y concretamente, el BNG. La lógica, exactamente la misma, bajo la consigna de «hacer lo que se pueda», se adoptaron algunas medidas progresivas (cierre durante dos años del Gaias, banco de tierras, etc.), pero se mantuvieron las esencias de las políticas estatales que suponen la marginación y el atraso de Galiza: el caso más llamativo, el apoyo expreso del BNG a esa obra faraónica y semicolonial que es el AVE a Madrid, mientras se cerraban estaciones y lineas dentro de Galiza.

La desmovilización social, y las políticas abiertamente burguesas de ambos gobiernos condujeron a la decepción de amplios sectores de la población trabajadora, abriendo las puertas a la victoria del PP en ambos casos.

El PSOE, como siempre, como agente de desmovilización social sobre la base de las palabras «mágicas», y por ello abstractas, de «cambio», de «progreso», que desvían a la clase trabajadora al pantano de la inactividad política.

Y ahora, después de más de un año de desmovilización al servicio de un proyecto electoral, bajo las mismas palabras abstractas, de «cambio», de «progreso», nos encontramos en la misma tesitura; el PSOE al rescate del régimen.

Pero no nos equivoquemos, en ninguna de las tres ocasiones, el PSOE solo pudo hacer lo que hizo. En el primer caso, el PCE de Carrillo, que por militancia y estructuración social (no por votos) era el primer partido de la izquierda, y tenia la mayoría en las CCOO, no quiso llevar hasta el final las luchas obreras del momento, limitándose a acciones «propagandísticas» como la Asamblea de Delegados contra el Estatuto de los Trabajadores. El PCE y CCOO fueron parte de esa desmovilización pues fiaron todo a su éxito electoral; desviaron toda la fuerza de la movilización social al pantano de las elecciones (¿suena?), y cuando fracasaron, se abrió una crisis demoledora en el PCE (¿suena?).

En el segundo, ERC, el BNG e IU, apoyos externos del gobierno de ZP, fueron los que desde los movimientos sociales fomentaron la desmovlizacion social gráficamente expresada en Galiza con la frase «xa estan os nosos na Xunta», y con esos «nosos» no se refería la gente al PSOE, sino al BNG.

Nuevamente no fue el PSOE solo. Las ilusiones electoralistas vendidas por esas organizaciones, en que «os nosos» resolverían ya los problemas, hizo que la fuerza de Nunca Mais y contra la guerra, de las huelgas generales, … fuera despilfarrada, generando decepción, y ahora lo vemos, crisis devastadoras en dos de las tres organizaciones: IU y el BNG. ERC se está salvando por el proceso soberanista catalán.

El pasado año fue la cumbre de un ascenso de las movilizaciones sociales, que tiene dos fechas claves: el 22 de Marzo y la dimisión del Rey Juan Carlos, con las subsiguientes manifestaciones semi espontaneas por el derecho a decidir entre Monarquía o República.
Desde ese momento la lucha social cae a niveles pre crisis… El PP y el régimen respiran tranquilo porque la socialdemocracia ha vuelto «a su rescate», ahora bajo otra forma, PODEMOS, sus «confluencias» (vaya término más peyorativo) y demás expresiones. El PSOE estaba inhabilitado para cumplir su histórico papel de desmovilizar y desviar la lucha social al pantano de las elecciones; era preciso darle un tiempo para que se reciclara, encontrara caras nuevas que no estuvieran asociadas ni a los GAL ni a los recortes, es decir, ni a FG ni a ZP.

El tiempo lo han conseguido, y ahora, de nuevo, nos encontramos con las viejas palabras «mágicas»: «cambio», «planes de emergencia social», «consenso», «acuerdo entre todos», etc. para, de nuevo, galvanizar a la población trabajadora en un camino que solo conduce a una nueva decepción. Esperemos que a la tercera sea la vencida, y la población no haga como en los casos anteriores, que se fueron para sus casas y dejaron el campo abierto a la derecha más casposa, al PP. Porque ahora, con la crisis que azota el capitalismo, la cosa no esta para juegos.

Los que nos prometen «cambio», «agenda sociales», «consenso» o «planes de Emergencia social», tienen que explicar a la población cómo puede conquistarse ese cambio sin luchar contra la UE y el régimen.

En lo concreto, alguien que no sea un ingenuo o un mentiroso, puede creer que la patronal va a admitir sin pelear (como lo hacen ellos) la derogación de las reformas laborales, que les permite tener atada a la clase obrera.

Alguien cree que la UE va a admitir la derogación del articulo 135 de la Constitución, el que PP y PSOE pactaron contra los derechos sociales de todos y todas.

Alguien cree que las grandes aseguradores y empresas privadas de salud van a admitir de buen grado la derogación de la ley 15/97 que les da la sanidad para sus negocios.

Alguien cree que en plena guerra contra el terrorismo, declarada por Bush en el 2002 y ratificada por Hollande el pasado año, se va a derogar sin lucha la ley Mordaza.

Alguien cree que el régimen, sus instituciones centralizadas y la burguesía «castiza» que vive a su alrededor (ACS, ACCIONA, OHL, etc. etc) va a admitir el derecho a la autodeterminación de las naciones, es decir, la pérdida de control de las concesiones de servicios municipales y autonómicos.

Alguien cree que la OTAN va a admitir que uno de sus miembros más leales (Rota y Moron) se vaya como si tal cosa.

Los que nos dicen, «confiad en el cambio» que proponemos, votadnos, apoyadnos, «somos la gente», tendrán que explicar, primero que pactar con el PSOE es atarse de pies y manos ante un partido del régimen, de la UE y la OTAN, como demuestra la experiencia histórica: de FG a ZP, pasando por PS.

Segundo, aprendiendo de la experiencia (no digo la historia porque todavía es actualidad) de Grecia: si Syriza, que tenía más estructura social que nuestras «herramientas del cambio» no fueron capaces de resistir las presiones de la UE y hoy Syriza es ya parte del problema, de los ajustes y la reacción, estas «herramientas del cambio» ¿cuánto le durarían a Merkel y cia? Menos que nada, porque ya ni han gobernado y ya han rebajado su programa a niveles que a Syriza tuvieron que imponerle.

Tercero, alguien cree (o se cree tan «inteligente» y «líder máximo») que sin la movilización social en la calle es posible resistir y ganar ante las tremendas presiones que desde el régimen, la UE y la OTAN se van a desatar contra las aspiraciones de cambio que indudablemente hay en la sociedad española.

La mal llamada «agenda social» choca frontalmente con la «agenda política», porque ésta, sino se remueven hasta los cimientos las instituciones actuales, son un freno absoluto para la conquista de los derechos sociales y laborales. Separar una de la otra es una falacia que solo sirve para engañar a la población y justificar los pactos que se avecinan.

Lo que debemos estar haciendo es justo lo contrario, denunciar que tras las palabras «mágicas» solo hay el vacío; que esconden las verdaderas palabras que no quieren utilizar para no «asustar» a la población, provocando su reacción en forma de lucha y movilización: lo que realmente se viene desde el gobierno, el que sea, son más recortes, más austeridad, más privatizaciones, más reformas laborales, más represión y más guerra.

Esto es lo que hay que estar diciendo a la población trabajadora y que si no nos preparamos para luchar, nos van a coger desarmados… Y eso sería un desastre para lo que queda de nuestros derechos.

Las palabras «mágicas» son, simplemente, cantos de sirena para engañar y derrotar a la población. Y quien los use, es cómplice.