Después de cumplir una condena de más de seis años de prisión, el dirigente de la izquierda abertzale Arnaldo Otegi ha sido finalmente excarcelado, aunque pesa aún sobre él una condena de inhabilitación. Otegi fue encarcelado por sus opiniones. Era un preso político, de la misma manera que lo es Díez Usubiaga, que todavía sigue en la cárcel.

Por Corriente Roja

Manifestamos, pues, nuestra alegría ante la liberación de Otegi y, al mismo tiempo, nuestra indignación ante la inhabilitación política a la que sigue estando sometido, así como ante el mantenimiento en prisión de Díez Usubiaga.

Otegi, Díez Usubiaga y todos los demás encausados por el caso Bateragune fueron condenados por «reconstruir ETA» justo cuando estaban en plena batalla para poner fin al terrorismo individual de ETA y encauzar la lucha de la izquierda abertzale por vías exclusivamente político-institucionales.

La excarcelación de Otegi ha puesto en evidencia un régimen al que «le llaman democracia y no lo es», en el que la independencia de la justicia ha brillado y brilla por su ausencia y donde ha reinado durante muchos años la monstruosidad jurídica de que todo lo que tenía que ver con la izquierda abertzale era ETA. Un régimen en el que se ha impuesto un doble rasero, por el cual Otegi estaba en la cárcel mientras se indultaba a policías condenados por tortura; donde grandes corruptos y corruptores están en la calle mientras meten a la cárcel a los «Titiriteros desde abajo».

Otegi era un preso político por mucho que bramen los portavoces del PP y de Ciudadanos y por mucho que lo niegue Pedro Sánchez, que coincide con ellos y que no ha dudado en defender la negra memoria del expresidente de los GAL.

La izquierda abertzale ha recibido a Otegi con un acto multitudinario en Anoeta, en el que el dirigente abertzale y secretario general de Sortu ha reivindicado la vía catalana y ha llamado a abrir un «segundo frente» por la independencia, y a construir una mayoría vasca por la autodeterminación. Sortu esperaba ansiosamente la liberación de Otegi y espera que su prestigio, agrandado por su condena a prisión, servirá para revitalizar a una izquierda abertzale sumida en una crisis profunda, una de cuyas manifestaciones más claras fueron los recientes resultados electorales del 20D.

Este otoño hay elecciones vascas y si finalmente Otegi consigue presentarse, la izquierda abertzale podría recuperar una parte de los votos que ha perdido. Pero la presencia de Otegi no va a solucionar una crisis cuyo origen no está en el carisma de sus jefes sino en la profunda integración de la izquierda abertzale en las instituciones y en una política cuyo eje es la búsqueda de la alianza estratégica con el PNV, un partido que es el principal representante de las patronales vascas y no tiene ningún interés en aventuras independentistas porque ya le está bien el concierto económico vigente.