Los acontecimientos de Catalunya no son un «rayo en cielo sereno», ni como intentan enseñarnos desde los medios más beligerantes, un conflicto entre «algunos» catalanes radicales encabezados por un peligroso «bolchevique» disfrazado de Puigdemont y «España» (todos los españoles). Tampoco es un choque de trenes, como pretenden los «equidistantes», entre el nacionalismo burgués catalán y el nacionalismo burgués español, donde el pueblo trabajador aparece como un espectador o un simple peón

No es ni una ni otra cosa; el discurso del rey ayer demostró a las claras que la llamada crisis catalana no es más que un paso más en la profunda crisis que vive el régimen del 78, cuyas costuras constitucionales están tensándose y rompiendo por el eslabón más débil, Catalunya hoy.

De ahí la obsesión de ligar «constitución a democracia», como si esta constitución no fuera fruto de un régimen que nació de una trampa; las elecciones del 77 fueron presentadas como «no constitucionales», y al final se elaboró una constitución. Nos hurtaron hace 40 años el proceso constituyente y ahora les estalla en las narices.

Además, la llamada crisis catalana viene de atrás, no estalla en «cielo sereno». Por hacer una relación no exhaustiva de momentos claves en los que el régimen comenzó a hacer aguas.

– 1 de Diciembre del 2002, ante el accidente de un petrolero, el Prestige, el gobierno del PP lo convierte en un atentado político (del que era vicepresidente el que ahora es presidente del gobierno, el señor de los hilillos) y el estado reacciona con un gran desprecio por la población trababajadora gallega. Ese día cientos de miles de gallegos y gallegas toman las calles de Compostela, se autoorganizan para defender las rías de la marea negra que el Estado, a través de todos sus medios, negaba, como niega ahora el derecho a decidir del pueblo catalán. Ese día, a las 4 de la tarde, en la Facultad de Sociología de Compostela, más de 300 organizaciones sociales, sindicales y políticas constituyen la Plataforma Nunca Mais, con una discusión planeo sobre sus cabezas: «contra el Estado, que en los hechos había desaparecido, o exigir al Estado que cumpliera sus obligaciones».

De cómo se resolviera esta contradicción, la lucha iría en un sentido u otro… Es obvio qué política triunfó, puesto que tras la Gran Marcha a Madrid del 23 F de 2003 de 120 mil gallegos y gallegas, esa fuerza social se desvió hacia las elecciones, primero municipales y después autonómicas, culminando en una Xunta Bipartita que frustró la mayoría de las aspiraciones demostradas a lo largo de la lucha de Nunca Mais…

Y volvieron los que en las calles habían sido derrotados. Tanto volvieron, como que el sr de los Hilillos es el actual presidente del gobierno. Se equivocaron (¿algún día lo reconocerán?) los que desviaron la fuerza social de la calle al pantano de las elecciones.

– 11 Marzo de 2004. Los terribles atentados de Atocha son la máxima expresión de la crisis provocada por el gobierno de Aznar y el régimen, implicando al estado español en la guerra de Irak con la oposición de millones de personas en la calle. Esos días, entre el 11 M y las elecciones, el pueblo trabajador del Estado Español pasa de la «unidad frente al terrorismo», al «queremos saber la verdad», y culmina cuando se desoyen las ordenes del gobierno en funciones, la Junta Electoral Central (no olvidemos que en el momento electoral, el gobierno del Estado es la Junta Electoral y no el gobierno en funciones), de no salir a las calles. Miles de personas rompen el «silencio» del dia de reflexión bajo el grito de «mañana votamos, mañana os botamos».

El gobierno ZP, que retira las tropas de Irak (para mandarlas al Líbano), con el apoyo desde fuera de ERC, BNG e IU, dilapida toda la confianza que millones habían depositado en él. El famoso grito de «no nos falles», y ZP falla, comenzando con el «cepillado» de la reforma del Estatut, origen de la situación actual.

– 15 M de 2011. Cientos de miles de jóvenes, y no tan jóvenes, rompen abiertamente con el régimen al grito de «le llaman democracia y no lo es», «no nos representan», etc. En concreto rompen con el partido del régimen que los «había» representado durante todos estos años, el PSOE, que a partir de ahí se convierte en un corcho en una tormenta. El día de las elecciones de ese año, la población, como en el 2004, vuelve a desobecer las amenazas de la Junta Electoral Central, de que se disolvieran las acampadas y las asambleas.

– Junio de 2014. Dimisión del viejo rey. Tras huelgas generales estatales y nacionales (Galiza y Euskadi), manifestaciones y «mareas» en defensa de los servicios públicos, la situación de conflictividad social culmina con las Marchas de la Dignidad ese 22 M en Madrid, cuando cientos de miles desbordan a la Policía Nacional y se pone de manifiesto la debilidad del régimen, que ya no puede parar por vía represiva la que se viene.

En Junio, tras las elecciones europeas donde esa fuerza social se manifiesta electoralmente con Podemos en el Europarlamento, y acosado por sus propios «errores», el rey dimite (abdica).

El jefe del Estado cae fruto de una crisis; al rescate del régimen, de nuevo, como cuando Nunca Mais o tras los atentados de Atocha, aparecen los cantos de sirena electorales, con Podemos al frente.

Durante todos estos años el Estado Español vivió en una balsa de aceite electoral, como si la crisis ya estuviera resuelta con la presencia de Podemos en el Parlamento para negociar una reforma constitucional… como si el régimen del 78 fuera reformable.

La realidad, y el discurso del rey de ayer, es clara: el régimen se asienta en las instituciones que ha heredado del franquismo, el poder judicial, la Guardia Civil y la misma monarquía, para garantizar, uno la explotación de la clase obrera del conjunto del estado (reformas laborales, privatizaciones, desmantelamiento del Estado de Bienestar,… todas ellas llevadas a cabo con la sanción del rey), dos, la unidad de España por encima de cualquier cosa.

La constitución se redactó de tal manera que se convierte en irreformable en los hechos. Sus exigencias legales para la reforma (2/3 de las cámaras) convierten en irreales cualquier perspectiva de reforma; ante esa dureza solo cabe… lo que Nunca Mais, el 15 M, las Mareas y las Marchas de la Dignidad y ahora el pueblo catalán han hecho, salir a la calle.

La crisis del régimen es fruto de la acumulación de todos estos elementos, unidos por la profunda corrupción que lo atraviesa, desde la Casa Real (no llega con decir, ya no es de la Casa Real, Urdangarín era parte de ella) hasta el PSOE o la misma burguesía catalana (Pujol y el 3%), y que afecta a la «organización criminal» que es el PP.

Por eso, ni la lucha es de Catalunya y las naciones del estado contra «España», ni es un «rayo en cielo sereno»; es uno de los actos finales de un régimen que nunca debió existir, que fue fruto de un pacto social entre el aparato del estado del franquismo a través del último jefe del Movimiento (Adolfo Suárez) y el movimiento obrero (el PCE y el PSOE), sancionado por Juan Carlos, rey puesto por la dictadura.

La crisis económica ha dinamitado ese pacto social; las conquistas obreras y populares de estos años han sido abolidas a golpe de decreto, sancionados por el rey, del gobierno del PP, y ahora van a por las conquistas políticas de los pueblos sin estado.

La lucha en defensa de los derechos de los pueblos a decidir, es parte de la lucha por la recuperación de los derechos robados a los trabajadores y trabajadoras de todo el estado. Intentar separar uno del otro, solo puede conducir a nuevas derrotas.