Declaración de las organizaciones de la LIT-CI en Europa

Ante la crisis financiera de 2007/2008, los principales países imperialistas europeos, para evitar la quiebra financiera, el desplome del euro y la caída en la depresión, recurrieron  al salvamento público de los bancos y al saqueo de la periferia, e iniciaron en  algunos países centrales como Gran Bretaña fuertes ataques a las conquistas sociales.

Los países deudores de la periferia, intervenidos por la troika, fueron sometidos a una cura de caballo. Sus presupuestos públicos fueron expropiados y se les impusieron salvajes planes de ajuste y contrarreformas, que han instalado en ellos un nuevo patrón de explotación y han acentuado su dependencia, llegando al extremo de modificar el estatuto nacional de países como Grecia y Portugal, reducidos a semicolonias del imperialismo alemán y europeo.

Crisis estructural y ofensiva contra la clase trabajadora y la periferia

Pero el expolio de la periferia no bastó. La recuperación en los países imperialistas centrales de la UE fue anémica y todos los problemas de fondo persisten, con la economía europea atrapada en la onda descendente que se abrió en 2008, con crecimientos débiles y especulativos y recesiones profundas.

Por eso, el gran capital europeo, al tiempo que mantenía la ofensiva en la periferia, ha debido atacar ya de frente a la clase trabajadora en los países centrales, empezando por Francia. Este es el significado de la reforma del código laboral del gobierno Hollande, que Macron quiere llevar aún más lejos, con el fin de cambiar el patrón de explotación de la clase trabajadora francesa. Es también la andanada contra el «modelo social belga», el pesado ataque contra los derechos laborales en Italia o la ofensiva capitalista en Gran Bretaña (con el Servicio Nacional de Salud y los servicios municipales salvajemente golpeados  y con» contratos cero horas» que llegan a  7.1 millones).

La ampliación del foso entre los diferentes países ha ido de la mano de un gran salto en la desigualdad social en cada país. Entretanto, Alemania se ha convertido, desde la implantación del euro, en la gran potencia industrial y financiera europea y ha reafirmado su aplastante hegemonía, política e institucional.

En este proceso, la UE se ha mostrado como una máquina de guerra del capital financiero europeo contra la clase trabajadora y los pueblos de Europa. Su actuación ante la crisis de los refugiados y los migrantes sin papeles y sus medidas en los países «rescatados», en particular en Grecia, forman parte de la historia de la infamia.

Su actuación más reciente es la imposición (con la complicidad de Tsipras, enfrentado a su sexta huelga general) del llamado «cuarto memorando» griego: el último y brutal paquete de medidas exigido por la troika, que incluye un nuevo hachazo a las pensiones públicas (¡y ya van 13! ), una nueva subida de impuestos, afectando de lleno a los sectores con menores ingresos, y nuevos recorte a las prestaciones sociales y a los derechos laborales. El expolio se completa con nuevas ventas a precio de saldo de lo que queda del patrimonio público nacional y el traspaso a “fondos buitre” extranjeros de los créditos morosos de la banca griega.

El presidente electo francés, Macron, ha anunciado que piensa aprobar para antes del verano, por decreto, sin debate ni aprobación en la Asamblea Nacional, una nueva reforma laboral y otras medidas de choque contra la clase trabajadora francesa.

Brexit y Trump: todo queda patas arriba

El gran capital europeo, capitaneado por Alemania, rediseñó su proyecto ante la crisis acentuando la estrategia aplicada hasta el momento. El «informe de los cinco presidentes»  de 2015 hablaba de «refundar» la UE en 10 años, centralizando más competencias e impidiendo cualquier «desviación» de ningún gobierno así como sometiendo por completo a la periferia. Esta política se combinaba con el TTIP, el tratado de «libre comercio» a firmar con EEUU, que eliminaba las restricciones al acceso de las multinacionales europeas y americanas a los servicios y contratos públicos y blindaba sus derechos en tribunales privados.

Pero el Brexit y la victoria de Trump lo han trastocado todo. El referéndum británico, fruto de un enfrentamiento interburgués, se celebró en medio de una profunda crisis social, con desempleo masivo en las ciudades del Norte, un alto grado de precarización laboral y ataques profundos a los servicios públicos fundamentales. Recogiendo una votación muy heterogénea, una mayoría se pronunció por el Brexit, golpeando duramente a la UE y fragilizándola: el abandono ha dejado de ser tabú.

Por su parte, la victoria de Trump pone en crisis la estrategia de apoyo a la «construcción europea» mantenida desde la II Guerra Mundial por el imperialismo norteamericano, apoyada en una alianza privilegiada con Alemania. Trump prefiere tratar con cada país por separado que con una Europa alemana.

En el 60 aniversario del Tratado de Roma, la UE vive su peor momento histórico, con una crisis que amenaza su propia existencia.

Gobiernos y regímenes en crisis

La crisis de la UE no es sólo la crisis del proyecto central del gran capital europeo sino también la del régimen político de países decisivos, donde se ha abierto un período de gran inestabilidad política. Es el caso de la Vª República francesa, en crisis abierta, con los principales partidos burgueses que la han sostenido (gaullistas y partido socialista) malheridos, con un extendido rechazo popular a un régimen donde la voz del pueblo no cuenta y una polarización social que se expresó en el voto a la ultraderecha del Front National y a Melénchon. La victoria de Macron es un balón de oxígeno temporal, pero no detiene esta crisis.

Es también el caso de Italia, donde Renzi perdió el referéndum constitucional y tuvo que dimitir. Su Partito Democrático, heredero del viejo PCI y sectores de la Democracia Cristiana, principal partido burgués del país, se halla sumido en una grave crisis, al igual que el partido de Berlusconi, con las encuestas dando a Grillo como ganador si hoy se celebraran elecciones, aunque con la actual legislación tendría grandes dificultades para formar gobierno.

Es asimismo el estado español, donde el gobierno Rajoy vive envuelto en un mar de escándalos de corrupción. En minoría, gobierna gracias a la conformidad del PSOE y de los sindicatos oficiales. Se enfrenta, además, al independentismo catalán, en un conflicto que pone en cuestión el corazón mismo del pacto de la transición que dio lugar al actual régimen monárquico.

La resistencia de los trabajadores

Hemos vivido poderosas luchas de resistencia, con picos como las grandes movilizaciones contra los recortes en el estado español entre 2012 y 2014, la gran lucha griega, con su momento culminante en el referéndum de julio de 2015 y, finalmente, la batalla de la clase obrera francesa contra la ley laboral de Hollande el primer semestre de 2016.

Estas movilizaciones, con un fuerte impacto en el continente, no fueron unificadas en cada país y quedaron nacionalmente aisladas a escala europea. La burocracia sindical jugó un papel decisivo para impedir la unificación de las luchas en huelgas generales que, junto a una movilización europea, habrían hecho posible echar atrás los ataques, derribar a los gobiernos y derrotar a la UE y la troika. Esta actuación nefasta de la burocracia sindical fue de la mano de la de la mayoría de la izquierda europea: ¿Alguien se imagina a los partidos «amigos del PASOK» y «amigos de Tsipras» llamando a una movilización europea en apoyo al pueblo griego?

Sin embargo, las luchas han demostrado la capacidad de lucha de la clase trabajadora europea y han evidenciado que, más allá de las disparidades nacionales, ésta no está dispuesta a aceptar resignadamente la ofensiva del capital y que, a pesar de los golpes recibidos, no está vencida y va a volver a salir a enfrentar los nuevos ataques.

Reformismo y neoreformismo: los amigos del Pasok y los amigos de Tsipras

Hay una aguda crisis y decadencia de los viejos partidos socialdemócratas, hace tiempo convertidos en partidos social-liberales, corresponsables de la ofensiva capitalista contra la clase trabajadora europea. El caso reciente más destacado es el del PSF de Hollande, con claros síntomas de «pasokización»: abandonado por sus bases, hundido en el descrédito popular por su beligerancia contra las conquistas obreras y con su ala derecha pasándose a Macron.

El ascenso de Corbyn en Gran Bretaña reflejó una crisis del partido laborista que viene de lejos, que incluye choques del aparato del partido con la burocracia sindical y, sobre todo, el repudio de gran parte de la clase trabajadora y la juventud británica hacia el «New Labour» instaurado por Blair. Sin embargo, a pesar de recuperar apoyo de sectores importantes de jóvenes y de trabajadores, Corbyn, desde que fue elegido líder del Labour, ha mostrado su rechazo a romper con el ala derecha del partido, ampliamente hegemónica en el grupo parlamentario y los cargos municipales.

Su programa electoral plantea reconstruir parcialmente el Estado del Bienestar subiendo impuestos a los más pudientes y proponiendo algunas nacionalizaciones limitadas, pero diciendo muy poco acerca de los miles de millones de libras saqueadas de los servicios municipales. Todo, por supuesto, sin cuestionar la propiedad de los bancos y grandes empresas, ni el régimen político británico y sus instituciones, ni los pactos y compromisos internacionales del capitalismo inglés (como la OTAN o el despliegue imperialista de tropas británicas a lo largo del mundo), ni siquiera el armamento atómico. Con respecto a la UE, busca un arreglo amigable en el marco del mercado único y la unión aduanera. Es un programa en busca de un «capitalismo (imperialista) de rostro humano», que sería aplicado de manera «pragmática y razonable», debidamente «supervisado por la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria».

Pero mientras el gran capital controle los principales resortes económicos y estatales no sólo los puntos sociales del programa de Corbyn carecerán de viabilidad sino que, en el caso de que fueran  impuestos por la presión social, su continuidad tendría los días contados. En realidad, no hay manera de recuperar las conquistas del Estado del Bienestar si no es expropiando al capital y asumiendo el poder la clase trabajadora. Después de todo, si se logró el Estado del Bienestar tras la Segunda Guerra Mundial no fue más que por el miedo de la burguesía a la revolución social.

Sin embargo, lo más sorprendente de todo es el alineamiento incondicional de la izquierda británica con Corbyn, que ha venido a salvar el Labour. Desde Left Unity y la Trade Union and Socialist Coalition (TUSC), pasando por el Socialist Party y el Socialist Workers Party, todos han renunciando a levantar una alternativa revolucionaria independiente. Para todos ellos, como dice Left Unity: “la reconstrucción del Partido Laborista como un partido socialdemócrata de masas es vital”.

Pero donde la evolución ha sido más fulgurante es con Tsipras-Syriza, a quienes el grueso de la izquierda europea (Podemos, Izquierda Unida, el Bloco portugués, Mélenchon, Die Linke…) había presentado como héroe de la lucha contra la austeridad y  modelo de referencia frente a una socialdemocracia al servicio de la troika y en caída libre. Sin embargo, al poco de llegar al gobierno, Tsipras y Syriza pasaron de ser la «izquierda radical contra austeridad» y el «azote» del PASOK a convertirse en su sustituto. Traicionaron al pueblo griego en el referéndum y se transformaron en los nuevos ejecutores de la troika, en los gestores de la política criminal de la UE contra los refugiados.

En Portugal, el Bloco de Esquerda integra (junto con el PCP y la burocracia de la CGTP) la base parlamentaria del gobierno del PSP, con el argumento de que es la única política posible para impedir la vuelta de la derecha. Con ello avalan la política de austeridad de la troika aplicada por Costa, anestesian al movimiento y alimentan la falsa ilusión de que es posible una salida para el país en el marco de la UE y por la vía parlamentaria.

En Alemania, Die Linke ya gobierna con el SPD en los lands deTuringia y Brandenburgo y aspira a convertirse en su socio menor en un improbable gobierno federal. En el estado español, Podemos, que ya ha perdido buena parte de las ilusiones que despertó, se muestra como un aparato electoral que asocia su futura entrada al gobierno a una coalición con el PSOE. En Francia, el programa de Melénchon, ex ministro de Jospin y candidato de «Francia Insumisa», tiene un sesgo marcadamente nacionalista (incluidas declaraciones xenófobas y también de sesgo imperialista en relación a la Guyana francesa en las pasadas elecciones presidenciales), no toca la propiedad de las grandes empresas y los bancos, ni tampoco rompe con la política imperialista francesa.

Todos ellos, Melénchon, Podemos, el Bloco de Esquerda, Die Linke o Syriza, no plantean ninguna ruptura con la UE, sino que proponen «modificar los tratados» para su «refundación».

Levantar una respuesta internacionalista a la ofensiva capitalista, trabajar para construir una alternativa a la burocracia sindical

Si hay algo que no se debe repetir más es que, ante situaciones como el referéndum griego o la movilización contra la ley laboral en Francia, no haya una respuesta europea del movimiento obrero, aunque de momento sea minoritaria.

Ahora mismo tenemos el “cuarto memorando” griego aún caliente, están los decretos anunciados por Macron para julio (radicalizando la contrarreforma laboral y atacando otras conquistas básicas del movimiento obrero francés) y las agresiones en marcha en los demás países.

Por eso es urgente que desde el sindicalismo combativo se pongan en marcha los preparativos para convocar una jornada europea de lucha que dé una respuesta unida a la ofensiva de la UE, arrope a la clase obrera francesa y al pueblo griego y unifique en cada país las luchas en curso, en confluencia con los movimientos unitarios de lucha existentes.

Hay que dar todo el respaldo al sindicalismo combativo y a los organismos unitarios de lucha que surgen en diferentes partes de Europa como las Marchas de la Dignidad en el estado Español o el Frente de Lucha No Austerity en Italia. Es necesario fortalecer a los sindicatos combativos y que se agrupen en la Red Sindical Internacional de Solidaridad y Luchas. Hay que trabajar sin descanso para levantar una alternativa sindical a las centrales burocráticas.

Necesitamos una respuesta solidaria contra las reformas que destruyen los derechos laborales y sindicales y arremeten contra el sistema público de pensiones; por el no pago de una deuda ilegítima; en defensa de servicios públicos gratuitos y de calidad; por el establecimiento un Salario Mínimo europeo digno; por planes de choque contra el desempleo basados en el reparto del trabajo sin disminución de salarios; por las reivindicaciones de la mujer trabajadora; contra la represión a las luchas y en defensa de las libertades democráticas atacadas.

Construir una Internacional revolucionaria en Europa

Para nosotros, la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT-CI), la lucha por organizar una respuesta internacionalista europea es indisociable de la lucha por construir una alternativa de dirección revolucionaria en Europa. Este es nuestro compromiso y nuestra batalla.

Tsipras ha demostrado que si uno se somete a la Unión Europea y al Euro, por muchas promesas y discursos que haga en la oposición, en cuanto llega al gobierno se convierte en el ejecutor de la troika. Repudiamos este neoreformismo que no va más allá de las elecciones y las instituciones burguesas y que se cubre con frases vacías sobre la «radicalización de la democracia» y la «refundación» de la UE…para acabar gobernando para el capital a costa de la miseria del pueblo.

La lucha y el compromiso de la LIT es construir un agrupamiento militante independiente de la burguesía, de la socialdemocracia y del neoreformismo, de los amigos del PASOK y de los amigos de Tsipras. Un agrupamiento clasista e internacionalista enfrentado a los gobiernos de la troika, estén formados por partidos de la derecha, por Hollande o Gentiloni, por Costa en Portugal o por Syriza en Grecia. Un agrupamiento para la revolución socialista europea, donde el trabajo institucional sea solo un elemento auxiliar de la lucha extraparlamentaria. Un agrupamiento cuya estrategia pase por romper con la UE y abrir paso a un nuevo régimen político y social basado en la democracia obrera y en la propiedad social de los grandes medios de producción, por una Europa de los trabajadores y los pueblos, es decir, unos Estados Unidos Socialistas de Europa.

Partito di Alternativa Comunista (PdAC

), Italia
Corriente Roja, Estado español
Em Luta, Portugal
Ligue Communiste des Travailleurs (LCT-CWB), Bélgica
International Socialist league (ISL), Gran Bretaña