Cuando alguien quiere ocultar una intención suele disolver lo concreto en lo abstracto, lo particular en lo general; de tal forma que la realidad presente quede disuelta en una afirmación genérica que no compromete a nada.

Esto es lo que hace dos días hizo Trump ante los acontecimientos de Virginia donde resultó muerta una sindicalista a manos de un fascista, cuando condeno los que fomentan el odio, a «todos»; este es el método que signo la transición española, al condenar la «violencia venga de donde venga», y de esta manera disolver la violencia del régimen franquista en la violencia de los anti régimen; y esto es lo que está sucediendo con el «conflicto» entre Corea del Norte y los EE UU. Los medios occidentales están poniendo un signo igual entre Corea y los EE UU, como si fuesen dos iguales.

Corea del Norte es un país pobre, que salió de una guerra devastadora en los 50, provocada por los mismos que hoy andan amenazando con «fuego y furia». Tan devastadora fue que, en palabras del Che que la visitó en los 60, los pilotos norteamericanos ya no tenían fabricas que bombardear y se dedicaban a ametrallar las vacas. Fue un país destruido, pero no derrotado. Y además, dividido. Corea del Sur quedo bajo manto norteamericano, y el Norte destruido.

Sobre estas bases se construyó un régimen que por utilizar un término poco político, es delirante, partiendo de la base de la destrucción total que sufrió se añade al aislamiento total. Un régimen que se puede definir como una «monarquía obrera», donde el poder se hereda de padres a hijos, con un aparato burocrático construido al mismo tiempo que se reconstruía la nación. Es un régimen actualmente inclasificable, donde los elementos de dictadura burocrática exacerbada se ligan a la expropiación del capitalismo.

Como bajo el capitalismo no caben estados «independientes», autocráticos totales, el 30% de la economía coreana depende de las exportaciones al nuevo gigante capitalista, China, de tal forma que aunque se conserven las «estructuras» de la monarquía obrera, el mercado ha entrado por la vía de las relaciones con China. Corea del Norte es del libro una semicolonia china (el libro es Imperialismo Fase Superior del Capitalismo de Lenin), de la que dependen «por mil hilos financieros, económicos, diplomáticos…».

 

Enfrente quien está, ¿»otra semicolonia»?.

Hay que ser muy atrevido, o intentar ocultar algo, para poner un signo igual entre la semicolonia Corea del Norte con los EE UU. Que vamos a decir de los EE UU que no sepamos, en potencial económico, político y militar, Corea del Norte no es ni el estado más pequeño de los EE UU, ni tan siquiera el quebrado Puerto Rico. Es burdo intentar equipararlos, pero la inteligencia social últimamente tiene los limites muy bajos, y cuelan las mentiras de los medios.

Intentemos ver, entonces, que ocultan los medios occidentales, que son bien conocedores de las diferencias entre Corea del Norte y los EE UU.

«Está previsto que este lunes Trump emita un decreto para que la oficina comercial estadounidense investigue a Pekín por el presunto robo de tecnología y propiedad intelectual estadounidense. Si bien la investigación no dará lugar a la aplicación inmediata de sanciones contra China, es posible que en un futuro Washington incremente los aranceles sobre los productos importados desde el país asiático», Russia Today hoy 14 de agosto.

«Hacer grande América de nuevo» significa, en términos económicos, «hacer pequeños a sus competidores». En una crisis del capitalismo como la actual, con la contracción que vivió el comercio mundial todos estos años, no cogen «dos grandes» del comercio mundial. Es como los vasos comunicantes, si uno se llena el otro se vacía. Seríamos unos economicistas empedernidos pensando que eso es posible sin que el estado que ve como se vacían sus vasos, lo aceptara pacíficamente; sin desatar guerras comerciales, diplomáticas, financieras, políticas… Y, si llegara el caso, guerras «calientes».

Sumemos dos y dos. Corea del Norte depende de China, China hoy está enfrentando una gran presión por parte de los EE UU, porque éste quiere recuperar su papel de potencia imperialista hegemónica, que según el sector de la burguesía yanqui que puso a Trump, perdió en los años de Obama. Pero China tiene acuerdos militares con Rusia, y además, el propio ejército Chino, junto con su potencial económico e industrial, lo hace inalcanzable para una presión directa por los EE UU. Ni económica ni militarmente los EE UU tienen la capacidad para reducir a China, hacerla caer de su papel de «potencia emergente», o «imperialismo de baja intensidad», como la califica un compañero.

Entonces, siguiendo a Lenin en el Imperialismo Fase Superior, los EE UU presionan con dureza sobre el eslabón débil de esa cadena, que no es ni Rusia, ni China…. Sino Corea del Norte, pero para debilitarlos. Están golpeando sobre Corea para presionar a China.

Nos encontramos que Corea es, salvando todas las distancias más que obvias, la República española en el 36. La revolución española fue, además de una revolución, un campo de pruebas en el que las fuerzas imperialistas del Eje (Alemania, Japón e Italia) hicieron una demostración de fuerza ante sus grandes competidores (Gran Bretaña y Francia), o es casualidad que solo tres meses después de la victoria de Franco se desatara la II Guerra Mundial. Corea es solo el campo de pruebas donde los EEUU enseñan sus dientes, … a los vecinos chinos.

Esto es lo que los medios, con ese signo igual entre Corea y los EE UU; en realidad, están poniendo un signo igual entre China y los EE UU,… que es más cercano a la realidad.

Por eso hay que defender el derecho de Corea a armarse, derecho que el imperialismo hipócritamente reconoce a sus aliados, desde Israel hasta Pakistán, además de los propios EE UU, Rusia, China, y hay que defender a Corea frente a los EE UU; pero esto no significa darle ningún apoyo al histriónico (Trump es también trágicamente histriónico, en eso se parecen) régimen coreano ni al «imperialismo de baja intensidad» chino.

La clase obrera, ni la coreana, ni la china, ni la norteamericana ni la europea, tienen que ponerse «bajo bandera ajena» de nadie; sino que debe levantar su propio proyecto social, la expropiación de los capitalistas y el socialismo, comenzando por la denuncia de los propios imperialistas; cuyos representantes en los medios nos ocultan sus verdaderas intenciones de salir de la crisis empobreciéndola más en todo el mundo que les permita “hacer grande de nuevo a América” (aquí, que cada cual ponga su propio imperialismo), sin renunciar para ello a la barbarie de la guerra.

El capitalismo, lleven la bandera que lleven, es la guerra contra la clase obrera; siempre están en guerra contra ella, para eso tienen policías y ejércitos; ocasionalmente, en momentos de crisis, de enflaquecimiento de la tarta del comercio mundial, cuando «dos grandes no caben en el mundo para repartírselo», se hacen la guerra entre ellos. La clase obrera y los oprimidos deben enfrentar ambas guerras, sin ponerse nunca “bajo bandera ajena”.