Si el año pasado Portugal fue noticia en la prensa mundial por los incendios que sufrió, este año son Grecia y Suecia los países más titulados por las peores razones: los incendios. Se hacen informes sobres el Anticiclón de las Azores, se debaten las alteraciones climáticas, las inversiones de los gobiernos, y la necesidad de una política europea común para Protección Civil. Pero, ¿la discusión es completa? Creemos que no. Falta discutir la causa del problema: el porqué de esas alteraciones climáticas. La razón por la cual todos huyen a la discusión tiene un nombre: capitalismo.

 

Acuerdo de París: un acuerdo de capitalistas

París. Fue ahí que en diciembre de 2015 más de 180 delegaciones de varios países firmaron un acuerdo con la pretensión de disminuir las emisiones de dióxido de carbono, cuyo agravamiento de concentración en la atmósfera aumenta el efecto invernadero, que implica el aumento de temperatura.

En esa cúpula, que resultó en la firma del Acuerdo de París, los gobiernos de varios países se comprometieron a no aumentar la temperatura media del planeta en más de 2 °C, teniendo como referencia los datos de temperatura a partir de la época preindustrial (1850). Actualmente, con el aumento de la temperatura media que ya se verificó, solo resta 1 °C sobre compromiso, como podemos verificar en el gráfico a continuación.

Según el gráfico, podemos constatar que el aumento de la temperatura media arrancó en los finales de la década del ’70 del siglo XX. Para tal, con seguridad contribuyó la entrada de China en el mercado capitalista mundial y la aceleración del neoliberalismo de Thatcher-Reagan. Fue el inicio de la recuperación del capitalismo, que cabalgó sobre feroces ataques a los trabajadores (mineros y estibadores en Inglaterra, controladores aéreos en los Estados Unidos, etc.) y que asfaltaron el camino para las súper ganancias de la década del ’90, es decir, el inicio de la globalización como la conocemos hoy.

¿La solución será el Acuerdo de París? Absolutamente, no. Si sobrepasado un grado tenemos ya las temperaturas e irregularidades que tenemos, con tifones, inundaciones e incendios catastróficos por el mundo, el aumento de un grado más nos reserva un futuro poco promisor. Especialistas afirman que, aunque sea posible vivir en un clima más extremo, la salud y el bienestar humanos sufrirán serios impactos.

Sectores de la burguesía niegan las alteraciones climáticas. Amén.

El Acuerdo de París volvió a ser muy hablado en junio de 2017, cuando Trump declaró que los Estados Unidos harían un Acuerdo para “bien de las empresas americanas”. También, hace algunos días, Bolsonaro –el Trump brasileño, candidato en las próximas presidenciales– verbalizó que está a favor de la salida del Brasil de este Acuerdo; los propios gobiernos burgueses disputan entre ellos, en una visión proteccionista de la economía.

Este año, Suecia fue también noticia por los varios incendios, situación que ya había ocurrido en años anteriores. Más preocupante es que once de esos fuegos se dieron dentro de la región delimitada como Círculo Polar Ártico, una región de equilibrio vital para el planeta debido al hielo presente.

Los científicos que estudiaron el aumento en curso de la temperatura, afirman que esta genera –particularmente en esta región– más tempestades con fuertes tormentas, siendo que los rayos y relámpagos de ellas resultantes sirven de ignición para los fuegos en territorios de por sí ya bastante secos por las altas temperaturas que están sufriendo. Este fenómeno ha aumentado año tras año en las últimas décadas y ya es la mayor causa de incendios en esta región de bajísima densidad poblacional, lo que disminuye otras causas para los incendios.

Más allá de Suecia, Rusia, Alaska y Canadá, toda la Floresta Boreal Norte Americana [Selva Boreal Norteamericana] ha sido palco de auténticos infiernos dantescos que no solo destruyen selvas, sino que emiten aún más dióxido de carbono a la atmósfera, a través de la quema del propio suelo helado (tundra) y abren camino a más vegetación y al consecuente desequilibrio del ecosistema.

En Grecia, los incendios nuevamente tienen dimensiones catastróficas. Muchos periodistas y columnistas hablan de la semejanza con los incendios en Portugal, el año pasado. Pero la causa de tal devastación no puede ser solamente el profundo desorden climático por el que el planeta está pasando. Grecia y Portugal son países garroteados presupuestariamente por la Unión Europea, más condicionados, así, en las inversiones en varias áreas y, en este caso en particular, en la preparación de la Protección Civil para prevenir y combatir estas calamidades naturales y sociales.

No basta invertir

La política de desresponsabilización de los gobiernos es bien visible: por un lado, la subinversión, por otro, la privatización de medios e infraestructuras. Esta política va en el camino contrario a las necesidades de auxiliar en estas catástrofes cada vez más frecuentes.

Los incendios del año pasado en Portugal provocaron más de 1.000 millones de euros de perjuicios. Solo en los incendios de junio, según informe del gobierno, fueron casi 497 millones de euros. En el mismo mes, todavía según ese informe, la Autoridad Nacional de Protección Civil gastó 4,5 millones solo en la movilización de medios, una orden de grandiosidad incomprensible.

Grandes y perversos negociados continúan haciéndose alrededor de la Protección Civil. Los más divulgados –el SIRESP, sistema de comunicación o los aviones de combate– son falta de responsabilidad del Estado en beneficio de llenar los bolsillos a privados. De ahí que sea fundamental revertir las concesiones, privatizaciones y asociaciones con privados como forma de tornar las operaciones más exitosas.

La regularización, en este mes, de 610 precarios en la Protección Civil (entre bomberos y equipos de socorro) o la noticia del récord de plantación de eucaliptos en 2017 son ejemplos demostrativos de la falta de seriedad con que este gobierno continúa abordando el tema.

Catástrofes como los incendios existieron siempre, pero lo que decimos aquí hoy no es solamente que tenemos que tener más helicópteros, hablamos de algo mucho más profundo, que es la destrucción que el capitalismo inflige a nuestro planeta. Si no paramos el capitalismo continuaremos en el camino de la barbarie.

  • Toda la solidaridad y ayuda a Grecia y Suecia.
  • Fin de las concesiones y asociaciones con los privados.
  • Efectivización de todos los trabajadores relacionados con Protección Civil, y contratación de más operadores.
  • Más inversiones en medios e infraestructura.
  • Por un plan estatal de ordenamiento de los suelos que incluya limpieza y aprovechamiento energético, y consecuente creación de empleo.

Traducción: Natalia Estrada.