La crisis política venezolana divide aguas en toda la izquierda latinoamericana y mundial. La mayor parte de la izquierda reformista se alineó con el gobierno Maduro “contra el golpe”. Se trata de una maniobra criminal para esconder que el verdadero golpe está siendo dado por Maduro, que está imponiendo una dictadura al servicio de la “boliburguesía”.

Declaración de la LIT-CI

El imperialismo presiona a Maduro con sanciones diplomáticas, con una farsa “en defensa de la democracia”, en apoyo a sus representantes, agrupados en el MUD.

Llamamos a los activistas del movimiento de masas de todo el mundo a luchar contra la dictadura de Maduro y por una alternativa independiente de los trabajadores en Venezuela.

I. Breve resumen de la historia reciente venezolana

Venezuela es un país con una rica historia revolucionaria. En 1989, la aplicación de un plan neoliberal del gobierno de Carlos Andrés Pérez (con gran desvalorización de la moneda y aumento de gasolina) causó una insurrección popular, el “Caracazo”. El pueblo pobre de Caracas bajó de los cerros, enfrentó a la policía, y saqueó los comercios por cuatro días.

El ejército reprimió duramente, causando millares de muertes. La burguesía consiguió retomar el control de la situación, pero el gobierno y el régimen salieron heridos. Las Fuerzas Armadas se dividieron. El entonces coronel Hugo Chávez intentó un golpe militar en 1992. El golpe fue derrotado, pero Chávez ganó enorme prestigio popular entre los sectores más pobres. Carlos Andrés Pérez fue destituido en 1993.

Chávez ganó las elecciones en 1998, dando inicio a un largo período de gobiernos chavistas que permanece hasta los días de hoy.

El chavismo tuvo conflictos parciales y una retórica contra el imperialismo norteamericano, lo que le rindió gran prestigio en toda América Latina. Los discursos de Chávez contra Bush eran claramente diferentes de los de Lula y otros gobiernos del continente.

En el inicio, el imperialismo atacó duramente a Chávez. Bush armó un golpe en abril de 2002. Las masas reaccionaron violentamente, iniciando una nueva insurrección que derrotó el golpe y solo fue parada con el retorno de Chávez, dos días después. Más tarde hubo también una huelga patronal (lockout) del petróleo, igualmente derrotado en 2003.

El imperialismo aprendió con la derrota del golpe de 2002 y con el lockout. Pasó a convivir con los gobiernos chavistas y a utilizarlos para mantener la explotación del país. Mientras tanto, apoyaba a la oposición de derecha para capitalizar electoralmente el desgaste de los gobiernos chavistas y reconquistar el gobierno más adelante.

Pasó a usar lo que llamamos reacción democrática, o sea, la utilización de los procesos electorales para canalizar las crisis políticas. Una demostración de eso es que en 2004 la oposición de derecha propuso un “referendo revocatorio”, que fue aceptado por Chávez (ganado ampliamente por él).

Chávez fue reelecto en 2006 y 2012, y murió en 2013. Maduro, vicepresidente de Chávez, asumió el gobierno y después fue electo presidente, en abril de ese mismo año.

La crisis económica, con la caída de los precios del petróleo, derrumbó la base material del chavismo. Desde 2014, el país vive una depresión pocas veces vista en la historia. La resultante política fue la ruptura de los sectores populares que apoyaban tradicionalmente al chavismo. En 2015, la oposición de derecha ganó las elecciones parlamentarias, capitalizando el desgaste de Maduro, y eligiendo a más de dos tercios del Parlamento Nacional.

El gobierno Maduro simplemente ignoró el Parlamento electo y recurrió al poder que en el país pasaba por el apoyo directo de las fuerzas armadas. Las elecciones para gobernadores, que deberían haber sido realizadas en diciembre de 2016 fueron postergadas porque todo indicaba que Maduro perdería. La oposición pasó a hacer una campaña por un “referendo revocatorio” (el mismo mecanismo previsto en la constitución chavista, y que Chávez aceptó en 2004), pero a pesar de conseguir las firmas previstas, Maduro maniobró de todas las maneras para impedir el referendo porque sabía que sería destituido.

Hoy, el gobierno chavista tiene contra sí a 80% de la población venezolana. Por eso, Maduro está promoviendo un golpe. Convocó una “Asamblea Constituyente”, suprimiendo el voto universal para la elección de parlamentarios. Estableció criterios distorsionados entre los electores, privilegiando las zonas rurales en las que tiene más peso. Además, 30% de los diputados fueron electos de forma corporativa por sectores como “campesinos”, “estudiantes”, “empresarios”, “trabajadores” que fueron indicados por las burocracias de esos sectores, mientras una gran parte de las asociaciones y sindicatos están impedidos por el gobierno para realizar elecciones para renovación de sus direcciones. Todo eso para transformar una minoría en mayoría.

Hubo un fraude gigantesco en la votación de la “Constituyente”, denunciada por la propia empresa contratada por el gobierno Maduro, encargada de la elección. No existió la votación de 42% anunciada por el gobierno. Fuentes independientes indican una participación de 15 a 17% de la población, incluso con toda la presión del gobierno sobre los empleados públicos y dependientes de los programas sociales para que fuesen a votar.

Las elecciones municipales que deberían ocurrir en 2017 y las presidenciales de 2018 están cuestionadas, ya que la “Constituyente” definió que va a durar dos años. La fiscal general del país, Luisa Ortega, nombrada por Chávez pero crítica del rumbo bonapartista de Maduro, fue destituida por la “Constituyente” en su primer día.

Para imponer ese golpe, la represión es durísima: más de cien muertos, más de quinientos presos. Además de los ataques de las fuerzas armadas y de la policía, existen los “colectivos”. Se trata de grupos paramilitares que reprimen las movilizaciones y matan a los opositores. Se parecen a los “tonton-macoutes” de Haití y las “Triple A” del peronismo, en Argentina.

Existe un golpe en Venezuela, dado por el gobierno Maduro. Un gobierno que no tiene nada de “socialista” ni de “antiimperialista”. Es un gobierno burgués, corrupto, repudiado por las masas… y apoyado por parte importante de la izquierda reformista en todo el mundo.

II. ¿Qué Estado existe en Venezuela?

El carácter de clase de un Estado es definido, según Trotsky, por el “carácter de las formas de propiedad y de las relaciones de producción que el Estado en cuestión protege y defiende”.

No existen Estados “intermedios” en el capitalismo, o son burgueses o son obreros. El Estado en Venezuela es sin duda burgués, está al servicio de la mantención del capitalismo, de las multinacionales en la explotación del petróleo venezolano, y de una nueva burguesía –la boliburguesía– en el control del país.

El Estado burgués venezolano se mantuvo intacto, con sus fuerzas armadas controladas por el chavismo. Nunca hubo nada parecido a organismos de poder de las masas. El PSUV (partido chavista) es un partido burgués, controlado desde el Estado por mafias chavistas, semejante al peronismo argentino, al PRI mexicano y al Partido Colorado en Paraguay.

El “socialismo del siglo XXI” del chavismo es apenas una ideología para ganar a la vanguardia y a las masas para su proyecto burgués. En realidad, el chavismo es una corriente nacionalista burguesa, como el peronismo o el aprismo. Pero con las limitaciones que el nacionalismo burgués tiene en tiempos de globalización de la economía en el siglo XXI. Chávez hizo mucho menos que la real estatización del petróleo de Cárdenas en México en 1938, o incluso con las estatizaciones del petróleo, la energía eléctrica y los ferrocarriles en la época de Perón, en la Argentina.

La retórica antiimperialista (o para ser más precisos antinorteamericana) de Chávez nunca se concretó en una ruptura real con el imperialismo. Después de los enfrentamientos verbales con Bush, la relación con el imperialismo de los Estados Unidos cambió con Obama. En 2008, Chávez llegó a decir que, si fuese norteamericano, votaría a Obama. Además, con el imperialismo europeo, la relación siempre fue mucho más amigable.

El gobierno venezolano siguió pagando religiosamente la alta deuda externa. La dicha “nacionalización del petróleo” –la medida más famosa de Chávez– fue apenas la mantención de las empresas mixtas y un aumento del porcentaje recibido por el Estado en la asociación con las multinacionales implantadas en el país para la explotación y el refino del petróleo. Esas multinacionales pueden ser dueñas de hasta 49% de las empresas y reservas de petróleo. En el caso del gas, pueden ser dueñas de hasta 100%. Ese tipo de acuerdo con las multinacionales es semejante al existente en países como el Brasil. El chavismo mantuvo el abastecimiento de petróleo a los Estados Unidos incluso cuando el imperialismo invadía Irak.

Las pocas nacionalizaciones de empresas de otros sectores –como la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos, la Caracas Electricidad o la Siderurgia del Orinoco– fueron hechas de acuerdo con los criterios de compra y venta de las acciones aceptadas por los capitalistas.

Algunos sectores centrales de la industria, como la de automóviles, son controlados por multinacionales.

Además de las multinacionales, el Estado venezolano sirve a otro sector burgués, la “boliburguesía” (combinación de las palabras “bolivariano” y “burguesía”). Ese sector burgués surgió del aparato del Estado, en particular de la cúpula de las fuerzas armadas. Su acumulación capitalista vino de la intermediación de los negocios del petróleo en el exterior, de la corrupción abierta para los contratos públicos, de las “empresas de maletín” (de fachada), de los fraudes con el mercado de divisas. A partir de este enriquecimiento, los nuevos burgueses pasaron a comprar o fundar empresas. La cúpula del chavismo ayudó y todavía ayuda a saquear la renta petrolera, como parte de su propia acumulación capitalista.

El grupo más fuerte es el de Diosdado Cabello, alto oficial de las FFAA. Es el segundo grupo empresarial del país, dueño de bancos, industrias y empresas de servicios. Otro grupo que le sigue tiene como dueño a otro oficial retirado –Jesse Chacón– con un banco, una fábrica de leche en polvo y estancias. Existe un tercer grupo empresarial muy fuerte, también propiedad de dos militares retirados, Ronald Blanco La Cruz y Edgar Hernández Behrens.

Además de estos, la boliburguesía incluye a los empresarios y banqueros que se aproximaron a Chávez desde el inicio y así ampliaron sus fortunas, como Alberto Cudemus, presidente de Feporcina. O incluso Alberto Vollmer, dueño de la empresa de ron Santa Teresa, y Miguel Pérez Abad, presidente de Fedeindustria y funcionario del gobierno, y Víctor Vargas Irasqüín (Banco Occidental de Descuento), y muchos otros.

La boliburguesía ostenta su riqueza de forma abusiva, con automóviles, casas y fiestas (muchas en Miami). Además, los militares están directamente ligados al tráfico de alimentos.

El chavismo mantuvo el capitalismo en Venezuela mientras hablaba de “socialismo del siglo XXI”. La cara “social” del chavismo es la misma usada por otros gobiernos latinoamericanos de izquierda y de derecha: programas sociales compensatorios, asistencialistas.

Las “Misiones” venezolanas tienen el mismo carácter que la “Bolsa Familia” en el Brasil, que “Juanito Pinto” y “Renta Dignidad” en Bolivia, que “Hambre Cero” en Nicaragua, que “Familias en Acción” en Colombia, “Oportunidades” en México, “Juntos” en Perú.

Esos programas no tienen absolutamente nada de contrario a los planes neoliberales. En realidad, son recomendaciones del Banco Mundial y del FMI para ser aplicados junto con los planes neoliberales. Son compensaciones parciales de la reducción de los presupuestos de salud, educación y jubilaciones para garantizar el pago de las deudas a los banqueros. Según esas instituciones del imperialismo, estos son “programas eficientes” a un “costo bajo”, que ayudan a aplicar los planes neoliberales y mantener la estabilidad política.

El neoliberalismo es aplicado por el chavismo en Venezuela de la misma forma como en el resto del mundo. La diferencia en relación con otros países es el peso del petróleo en la economía, que posibilita un aumento del peso cuantitativo de esos programas compensatorios, que allí llegó a alcanzar a más de 40% de la población. Eso aseguró por muchos años apoyo electoral y político al chavismo. No existe nada de “socialismo” en Venezuela. Se trata de capitalismo colonial, preservado por el chavismo.

III. ¿De quién es la responsabilidad por la crisis económica venezolana?

Existe una depresión en Venezuela. En 2016, el PIB retrocedió 18,6%. En 2017, se prevé otra caída de alrededor de 10%.

Según el economista Michael Roberts, “… el PIB de Venezuela en 2017 es 35% menor que el de 2013, y 40% menor en términos per cápita. Eso es una contracción significativamente más acentuada que la ocurrida durante la depresión de 1929-1933 en los Estados Unidos, cuando el PIB de Estados Unidos cayó 28%”.

A esa catástrofe se agregan otras dos: la hiperinflación y el desabastecimiento. La inflación alcanzó 180% en 2015, 800% en 2016, y llegaría a 1.000% este año.

El desabastecimiento es terrible. Los venezolanos están obligados todos los días a enfrentar enormes filas para conseguir pan. Para conseguir productos básicos están obligados a comprar los que son importados, a precios carísimos.

La situación de los trabajadores es dramática. El salario mínimo actual equivale a cerca de 15 dólares mensuales, mucho menos que el existente en China o en cualquier país sudamericano.

La realidad actual de Venezuela pocas veces fue vista en la historia en países fuera de situaciones de guerra. Ya existen olas de refugiados venezolanos escapando de esa situación para los países vecinos, en especial Colombia y Brasil. Esa es la base material para la ruptura con el chavismo.

El gobierno chavista y sus simpatizantes en la izquierda mundial atribuyen esta crisis a las “multinacionales y el sabotaje de la burguesía”. Nosotros estamos de acuerdo que el dominio de la economía por la burguesía es la raíz de esta crisis. Pero es necesario todavía responder a la pregunta: ¿qué hizo el chavismo en 19 años de poder para acabar con ese dominio? ¿Cuál es la responsabilidad del chavismo en esta crisis?

Una comparación es necesaria. En 2017, estamos conmemorando los cien años de la Revolución Rusa. Los bolcheviques asumieron el poder en 1917 en un país atrasadísimo y devastado por la Guerra. Con la expropiación de la burguesía, el país pudo resolver los problemas básicos de la población, como empleo, educación, alimentación y vivienda. Mientras el mundo capitalista se hundía en la depresión de 1929 (doce años después de la toma del poder), la entonces URSS crecía en su industria a 16% por año, entre 1928 y 1940.

En Venezuela, el chavismo hizo lo contrario en estos 19 años. Mantuvo la dominación de las multinacionales, e incluso profundizó el modelo rentista petrolero, parasitario y colonial. El petróleo representaba 64% de las exportaciones en 1998 y pasó a 92% en 2012.

El país se desindustrializó con el chavismo, pasando de 18% del PIB en 1998 a 14% en 2012. Un informe de la Conindustria indica que de 33.000 industrias que existían en el país en 1998, se pasó a 17.000 en 2012.

El petróleo representa 90% de los recursos del Estado. Cuando el boom de las commodities terminó, vino el desastre económico y la depresión.

La boliburguesía es corresponsable por la crisis económica, como parte de la burguesía dominante. Esos grupos burgueses parasitarios se aprovechan de la crisis y del tráfico de alimentos y de divisas, como los otros sectores de la burguesía. El alto mando de las FFAA está directamente asociado a la corrupción y el tráfico.

El gobierno chavista agravó la crisis al priorizar el pago de la deuda externa y reducir la importación de alimentos y remedios. Es impresionante cómo un país en depresión económica, con hiperinflación y desabastecimiento paga puntual y obedientemente la deuda externa a los banqueros internacionales.

Todos los defensores del chavismo como “antiimperialista” deberían explicar esto. Según el propio Maduro: “Venezuela pagó U$ 60 mil millones en compromisos internacionales durante los últimos dos años”.

Michael Roberts afirma: “… el gobierno decidió ‘honrar’ los pagos de la deuda externa y cortar las importaciones en lugar de eso; como consecuencia, las importaciones de bienes y servicios per cápita cayeron 75% (ajustadas por la inflación) en términos reales entre 2012 y 2016, con una caída aún mayor en 2017”.

La otra reacción de Maduro frente a la crisis económica fue profundizar la entrega del país. Al contrario de la ideología del “antiimperialismo” de Maduro, en 2016 el gobierno anunció el plan del Arco Minero del Orinoco, que entrega a las multinacionales 12% del territorio del país, rico en oro, diamantes, hierro y otros minerales.

Los gobiernos chavistas son responsables por la catástrofe que se abate sobre Venezuela, por haber mantenido y profundizado el control de las multinacionales y de una burguesía parasitaria sobre el país.

IV. Un régimen bonapartista, ahora mucho más autoritario

El régimen chavista ya era bonapartista antes de la “Constituyente”, apoyado en el gobierno y en las FFAA. Ahora se cerró mucho más.

El régimen político de un país es definido por la combinación de las instituciones por donde pasa el poder. Si el poder pasa por el parlamento y por elecciones periódicas, se trata de una democracia burguesa. Si pasa por las fuerzas armadas, es un régimen bonapartista, autoritario.

En el caso venezolano, el chavismo impuso un cambio en el régimen democrático burgués luego de la posesión de Chávez, que después de concretaría con la constitución bolivariana en 1999. El poder real pasaba por el gobierno Chávez y las FFAA. Pero en aquel período él tenía gran apoyo popular. Por eso, durante muchos años, esa característica bonapartista fue enmascarada por la mayoría electoral que apoyaba el gobierno. Tenía un parlamento electo, pero sin poderes. Y existían elecciones presidenciales, que fueron mantenidas mientras el chavismo pudiese ganarlas, así como para gobernador, etc., y quien indicaba las candidaturas del PSUV era Chávez, que así imponía su voluntad en todos los niveles de gobierno.

Ese tipo de régimen político populista fue caracterizado por Trotsky como bonapartista sui generis, algo semejante pasó en varios países dirigidos por el nacionalismo burgués, como el peronismo en la Argentina, el cardenismo en México y el nasserismo en Egipto. Esas burguesías se basaban en regímenes autoritarios, y se apoyaban en sectores del movimiento de masas –haciendo algunas concesiones– para negociar conflictos con el imperialismo, por un margen un poco mayor de independencia y mejores condiciones económicas.

Incluso en esos momentos mantenían una postura regresiva para las masas. Chávez reprimió duramente huelgas, como la de Sanitarios Maracay, en 2007. En 2009, dos trabajadores de la Mitsubishi en huelga fueron asesinados por la policía.

Existe una burocracia sindical chavista corrupta y mafiosa, semejante a la burocracia peronista argentina. Las elecciones sindicales en sectores claves como los petroleros fueron suspendidas hace cuatro años para mantener a esos burócratas gansteriles en el comando.

La crisis económica y la baja de los precios del petróleo cambiaron todo. Hacia finales de 2015, la oposición de derecha ganó la mayoría parlamentaria, pero el gobierno despreció el resultado. El poder siguió pasando por el gobierno y las fuerzas armadas.

Las próximas elecciones presidenciales en 2018 pondrían en jaque el poder chavista, porque la mayoría electoral pasó ampliamente para la oposición de derecha. Esa es la explicación de la “Constituyente”, en realidad, un golpe.

La “Constituyente” es un giro bonapartista dentro del régimen, pasando por encima incluso de la constitución chavista. Anula el voto universal, base de la democracia burguesa, suprime el parlamento elegido, y ya llevó a la destitución de la fiscal opositora. En síntesis, acaba con la “contradicción democrática” dentro del régimen bonapartista.

En Venezuela se está viendo la consolidación de la transformación del bonapartismo sui generis chavista en un bonapartismo clásico de derecha. Acompaña la evolución de otros procesos del nacionalismo burgués que evolucionaron para el bonapartismo de derecha, como el PRI mexicano desde Cárdenas, y la evolución de Nasser a Sadat y a Mubarak, en Egipto.

V. La farsa “democrática” del imperialismo

El gobierno Trump “defiende la democracia” en Venezuela, y no reconoce la Constituyente de Maduro. La Unión Europea hizo la misma cosa, así como la mayoría de los gobiernos sudamericanos.

Se trata de una farsa. El mismo imperialismo que apoya el estado nazi-fascista de Israel habla de “democracia” en Venezuela. El gobierno de los Estados Unidos, que patrocinó un golpe de estado en 2002, ahora se dice defensor de las libertades democráticas.

En realidad, el imperialismo no tienen ningún compromiso con libertades democráticas. Solo usa esa táctica para desgastar aún más el gobierno venezolano. Trump presiona a Maduro para un acuerdo que posibilite elecciones para que gane el MUD –la oposición de derecha proimperialista–.

Así, esa derecha burguesa retomaría el control del país. El programa económico del MUD es la radicalización del neoliberalismo en Venezuela, abriendo aún más el país para el imperialismo y reduciendo o suprimiendo los programas sociales.

Pero es importante definir la política concreta del gobierno de los Estados Unidos porque la mayoría de la izquierda reformista denuncia el “golpe militar imperialista”. Por lo menos hasta este momento, eso no existe, exactamente porque el imperialismo aprendió con la derrota del golpe de 2002, y ahora defiende otra táctica, con el mismo objetivo estratégico.

Eso es tan evidente que el New York Times hizo un artículo explicando por qué el gobierno de los Estados Unidos no hace una intervención militar, diciendo que eso podría desatar un “choque más violento”. Y que “las olas de choque en todo el hemisferio podrían crear más complicaciones para el gobierno americano en el momento en que intenta concentrarse en Corea del Norte e Irán”.

El gobierno de los Estados Unidos también impuso sanciones económicas menores bloqueando los bienes de Maduro en los Estados Unidos. Si Trump quisiese atacar duramente en términos económicos, bastaría con parar de comprar el petróleo venezolano. Pero eso no interesa ni económica ni políticamente a Trump.

La mayoría de los gobiernos sudamericanos acompañaron la posición del imperialismo; el Mercosur suspendió a Venezuela, por “ruptura del orden democrático”. Esos mismos gobiernos mantienen acuerdos comerciales y tratados con Israel. Además, es impresionante ver la farsa de Temer y Peña Nieto, que son repudiados por 90% de la población de sus países, criticando a Maduro.

Estuvimos en la línea del frente de la lucha contra el golpe de 2002 patrocinado por el imperialismo. Ante cualquier iniciativa de golpe militar del imperialismo tendremos la misma postura que tuvimos en 2002, categóricamente en contra, y en la línea del frente del enfrentamiento. Y hoy estamos contra las presiones del imperialismo, diplomáticas y económicas. Nada de positivo vendrá de Trump, de los gobiernos europeos o de la burguesía sudamericana. Son las masas venezolanas las que deben derrocar a Maduro.

VI. La ruptura de las masas con el chavismo

Existe un cambio central en la situación política del país, con la ruptura de los sectores populares con el chavismo. Los barrios populares, antes reductos chavistas, hoy votan abiertamente contra el gobierno. La tragedia venezolana es que no se construyó una alternativa (ni sindical ni política) de los trabajadores contra los dos bloques burgueses, independiente del chavismo.

Las movilizaciones contra Maduro ya no reflejan más solamente a los barrios de clase media, como en las movilizaciones del MUD del pasado. Incluyen ya a sectores populares importantes, como las movilizaciones contra el gobierno argentino en 2001 y las jornadas de junio de 2014 en el Brasil. Las pesquisas indican entre 80 y 85% de repudio a Maduro y a la “Constituyente”.

El movimiento obrero está paralizado por la depresión económica, por la durísima represión y control burocrático-estatal. La PDVSA, así como las fábricas estatales, como Sidor, son dirigidas por militares.

La base obrera y popular del país está contra el gobierno. Ese es el cambio más importante en la situación política del país, y que causó la crisis abierta del chavismo. Una serie de sectores chavistas vienen rompiendo con Maduro.

La síntesis de la situación venezolana puede expresarse en una imagen simple de un compañero venezolano: en el pasado, quien hablase contra Chávez en un ómnibus en un barrio popular de Caracas podía ser agredido y arrojado fuera del ómnibus. Hoy, quien defiende a Maduro en los mismos barrios, puede ser agredido.

Pero existe una desconfianza también en los sectores populares contra el MUD. Ese es el motivo de fondo por el cual hasta hoy los barrios populares, incluso estando fuertemente contra Maduro, no salieron a la lucha en un nuevo Caracazo. Eso no ocurre todavía, pero puede ocurrir en cualquier momento.

Algunos activistas en Venezuela hablan de 15% de la población apoyando el gobierno, 35% apoyando al MUD y el resto en contra de los dos.

El enorme problema es que no se construyó una alternativa de izquierda contra el chavismo, aunque minoritaria, por la capitulación de la “izquierda” reformista.

VII. ¿Cuáles son las perspectivas?

Hoy el gobierno Maduro se apoya esencialmente en las fuerzas armadas. Si existiese un ruptura militar, el régimen chavista podría venirse abajo. Lo que explica ese apoyo de las FFAA a Maduro es la boliburguesía. La cúpula de las FFAA es parte esencial de la boliburguesía, y perdería parte de sus privilegios en caso de que cayese el gobierno y el régimen.

Según Rolando Astarita: “Los militares pueden comprar en mercados exclusivos (por acaso, en bases militares), tienen acceso privilegiado a créditos y compras de automóviles y apartamentos, recibieron sustanciales aumentos de salarios. También ganaron lucrativos contratos, explotando los controles cambiarios y los subsidios. Por ejemplo, vendiendo en los países vecinos la gasolina comprada barata en Venezuela, con enormes lucros”.

Pero si la cúpula es parte de la boliburguesía, eso no se extiende al conjunto de las FFAA, en particular la baja oficialidad y los soldados. Para ese sector solo sobra la crisis y la represión al pueblo. Por eso, se acumulan elementos de crisis en la base de las FFAA. Ya existen más de 100 militares presos, según informa la prensa.

Al bloquear una salida electoral, el chavismo tensa fuertemente el país. La crisis puede caminar para algunas de estas hipótesis:

  • una explosión popular semejante al Caracazo, ahora contra el gobierno chavista;
  • una represión sangrienta, con una variante “siria”;
  • una crisis de las FFAA chavistas, que obligue al gobierno a ceder y negociar una salida electoral.

Puede ser que exista una variante combinada de esas tres primeras hipótesis. O puede ser que ocurra incluso la consolidación del régimen bonapartista pos constituyente, por un período. La continuidad de la crisis económica y política tiende a reducir estratégicamente esa hipótesis.

VIII. El apoyo de la mayoría de la izquierda reformista al golpe de Maduro

La mayoría de la izquierda reformista y centrista en el mundo está apoyando el golpe “constituyente” de Maduro. No se trata de toda la izquierda reformista, sino de su mayoría. Se trata de los partidos estalinistas de todo el mundo, así como de partidos socialdemócratas con cuadros de dirección con origen estalinista, como el PT en el Brasil. Eso se da también en partidos neorreformistas como el PSOL (Brasil), Podemos e Izquierda Unida (Estado español) y Die Linke (Alemania). Existen también sectores centristas, y algunos que se dicen trotskistas como el CWI (Comité Internacional de los Trabajadores) y el MAIS (Brasil) en apoyo abierto a Maduro.

Existen también los sectores reformistas más próximos a la socialdemocracia que se contraponen, aunque de forma limitada, como el Bloco de Esquerda (Portugal), Melenchón (Francia) y una parte del PSOL. Al final, ser aliados de Maduro no es bueno para ganar votos. Bachelet, de Chile, se pronunció contra el golpe de Maduro. El gobierno uruguayo apoyó la suspensión de Venezuela en el Mercosur.

Existen todavía sectores centristas, como el PO, PTS y Nuevo MAS (Argentina), que se contraponen a la constituyente de Maduro, pero se recusan a defender “Fuera Maduro”, en una capitulación a la dictadura venezolana.

Los reformistas y centristas que apoyan el golpe son cómplices de los asesinatos de más de 100 personas y de las prisiones de más de 500. Y asumen su responsabilidad por todo lo que todavía puede venir, como la consolidación del golpe. Son cómplices de una dictadura capitalista, dando a ella una cobertura “de izquierda”. Se trata de un crimen político.

Hablan en defensa del “Socialismo” y de la “izquierda”. En realidad, hacen el juego de la propaganda anticomunista de la burguesía, asociando el socialismo a la inmundicia capitalista y corrupta de Maduro. Ayudan así a deformar completamente la imagen del socialismo, exactamente como hacía el estalinismo. Es necesario que los trabajadores de América Latina y del mundo sepan que no existe nada de socialismo en Venezuela y que los socialistas revolucionarios se oponen a esa dictadura capitalista y corrupta.

El reformismo y el centrismo se cansaron de denunciar los “golpes parlamentarios o militares” contra los gobiernos de frente popular y nacionalistas burgueses, cuando ellos no existían. Ahora que existe un golpe, pero dado por el chavismo, ellos asumen su defensa.

IX. Un programa para el país

¡Fuera Maduro!

¡Por una huelga general organizada desde la base para derrocar el gobierno y ese régimen. Por un “venezolanazo” que unifique todas las luchas contra Maduro!

¡Elecciones generales de inmediato!

¡Abajo la represión! ¡Libertad y autonomía sindical! Elecciones libres en todos los sindicatos, sin interferencia del Estado

¡Por la más amplia unidad de acción contra la dictadura de Maduro! Los trabajadores deben organizar y decidir por las bases las acciones contra el gobierno.

Ningún apoyo al MUD que quiere capitalizar el descontento de la población para imponer un plan económico aún peor.

¡Por la independencia política de los trabajadores en relación con los dos bloques burgueses!

Por un programa económico de los trabajadores basado en la expropiación de las multinacionales y de las grandes empresas. Abajo el plan neoliberal de Maduro, así como el del MUD. El petróleo y el gas deben ser 100% venezolanos. Por la revocación del plan del Arco Minero de Orinoco. Por el no pago de la deuda externa. ¡Expropiación de las empresas de la boliburguesía y de todas las grandes empresas! Congelamiento de los precios de los alimentos, prisión y expropiación de los especuladores.

¡Por el control obrero y popular de la producción y distribución de los alimentos! ¡En defensa del pueblo pobre, expropiar los alimentos de las empresas burguesas!

¡Prisión y confiscación de los bienes de todos los corruptos y corruptores! ¡Escala móvil de salarios de acuerdo con la inflación!

¡Por la autodefensa de los trabajadores! Llamamos a las bases de las FFAA a romper con su dirección y a no reprimir a los trabajadores y sumarse con sus armas a las movilizaciones.

¡Ni Maduro ni MUD! ¡Por un gobierno socialista de los trabajadores!

Por la construcción de una dirección revolucionaria en Venezuela.