La marcha de neo-nazis en la ciudad de Charlottesville, Estado de Virginia en los EEUU, el pasado día 12, mostró una ultraderecha que comienza a levantar cabeza, así como la necesidad del enfrentamiento a las movilizaciones de los sectores “supremacistas”.

La primera protesta de la jornada llamada “unite the rigth” (unir a la derecha) ocurrió el viernes, de manera sorprendente, para evitar una contraofensiva. Fue una tentativa de reeditar las marchas de la conocida organización racista Ku Klux Klan, con su simbólicas antorchas que eran utilizadas para aterrorizar e incendiar negros y sus casas.

El mote para la marcha fue una protesta contra el retiro de una estatua del general “del sur” Robert E. Lee del parque municipal de Charlottesville. Lee luchó por el sur esclavista durante la guerra civil (1861-1865) y hoy es referencia, al igual que la bandera confederada, para los racistas y neonazis norteamericanos.

Al grito de “ustedes no nos sustituirán”, “vidas blancas importan”, “muerte a los antifas”, y “Heil Trump”, la marcha demostró su carácter racista, anti-inmigrante, antisemita y LGBTfóbico. Estudiantes de las universidades intentaron oponerse a la marcha, peo no consiguieron desarticularla.

El sábado, no obstante, cuando la protesta principal estaba marcada, activistas de organizaciones de izquierda y antiracistas como Black Lives Matter consiguieron organizarse para contraponerse a la movilización neo-nazi. Durante los enfrentamientos, un activista de ultraderecha embistió su carro contra los manifestantes y mató a una militante por los derechos civiles, Heather Hayer, de 32 años, dejando más de 30 heridos.

A pesar de esto, los contra-manifestantes antifascistas estaban en número mayor que los neonazis. Pocas horas después de la marcha racista y el asesinato, decenas de actos se arrastraron por diversas regiones del país. En la propia noche del sábado, decenas salieron a las calles en el Estado de California contra la movilización de la ultraderecha en Virginia. Se dieron manifestaciones en ciudades como Oakland, San Francisco, San Diego y Los Ángeles.

El presidente norteamericano, Donald Trump, después de un silencio que duró horas, difundió un comunicado en que condenó la “flagrante manifestación de odio, intolerancia y violencia de muchos lados”, no citando a la extrema derecha para no desgastarse con los sectores que lo apoyaron abiertamente durante las elecciones, y continúan apoyándolo ahora. La presión fue tan grande, no obstante, que este lunes, 14, Trump fue obligado a condenar directamente a los supremacistas y el racismo, en una rápida declaración de prensa.

Pero el estrago estaba hecho. Una encuesta realizada entre el viernes y el domingo muestra que la popularidad de Trump cayó para 34%, índice extremadamente bajo para un presidente que está comenzando su mandato.

Polarización social

La marcha de la ultraderecha norteamericana y la fuerte reacción son resultados de la enorme polarización producto de la crisis económica, social y política en el corazón del imperialismo.

La crisis económica mundial, que tuvo como epicentro a los EEUU, fue enfrentada por el gobierno de Obama, internamente, con una política que lanzó su efectos en las espaldas de los trabajadores con despidos, desempleo y aumento de la pobreza y miseria. Para los bancos y grandes empresas, fueron billones en ayuda como nunca antes en la historia del país. Externamente, los EEUU profundizaron la rapiña y la explotación de los trabajadores de los países coloniales y semicoloniales, como el Brasil.

El hecho es que, con una cara “humanitaria”, el gobierno de Obama dio uma salida para los grandes capitalistas a costa de los trabajadores y de la gran mayoría de la población. Los sectores oprimidos, como los negros, fueron los más afectados. La violencia racista durante su gobierno no solo no disminuyó, sino que aumentó con casos como el de Ferguson, en Missouri, en que el asesinato de un adolescente negro Michael Brown por la policía desató una ola de protestas por todo el país.

La improbable elección de Trump se da sobre esa crisis, que puso en jaque el bipartidismo al elegir al populista de ultradercha contra la propia dirección del Partido Republicano. Tanto el Partido Republicano como el Democrata, los tradicionales partidos de la burguesía norteamericana, enfrentan un profundo descrédito popular, que abrió el camino para Trump y su retórica reaccionaria. Volvió la “cara fea” del imperialismo.

Lo que muchas organizaciones de izquierda vieron como un avasallador avance de la ultraderecha y del fascismo es expresión de esa crisis y de la polarización, como ocurre en tiempos de profunda inestabilidad. Prueba de eso es que, incluso antes de tomar posesión del cargo, Trump ya enfrentaba movilizaciones de masas comparables solo a las protestas contra la guerra de Irak.

El sector de ultraderecha que apoyó a Trump ahora se siente mas a gusto para levantar cabeza e intentar canalizar el desgaste de los políticos tradicionales y del establishment. La respuesta masiva que está recibiendo y el profundo desgaste del gobierno de Trump, sin embargo, muestran que la crisis avanza en el centro del imperialismo y que la clase trabajadora y la mayoría de la población, lejos de reflejar una “ola reaccionaria”, están contra Trump y los fascistas.

Enfrentar a la ultraderecha

Es urgente una salida de la clase obrera y del pueblo pobre a la crisis y los ataques del gobierno de Trump contra los trabajadores, los negros, los inmigrantes, los LGBT, y también a los grupos de ultraderecha y fascistas. Los sectores de la ultraderecha deben ser enfrentados con acción directa y autodefensa por parte de los trabajadores y sus organizaciones.

El hecho de que no exista una onda reaccionaria en el país no exime a las organizaciones de izquierda, de la lucha por los derechos civiles y democráticos, de derrotar y aplastar cualquier acto, protesta o intento de organización de neonazis. Para eso, no pueden contar con la hipócrita justicia norteamericana y su policía que mata negros, sino con sus propias fuerzas.

El asesinato de Heather Hayer plantea en el orden del día la necesidad de autodefensa contra esos grupos.