A la burguesa según la cual la gente delega en los «políticos» sus problemas. De esta manera individualiza los problemas sociales y las soluciones. No hay clases ni bloques sociales en conflicto, sino unos aparatos, los partidos institucionales, que gestionan el sistema. No ganan los bloques sociales, sino esos aparatos. Cs gana, lo demás es secundario; este va a ser el mantra de todos, incluida la izquierda institucionalizada. «Todo dentro de la ley, nada fuera de la ley».

Pero hay otro método, rechazado por la izquierda también, absorbida como está por un electoralismo enfermizo, que es analizar según los bloques y las clases sociales en conflicto. Este método nos dice que el bloque soberanista ha ganado. Que el régimen del 155, del capital español y catalán, a pesar de “piolines” y tribunales, de medios comprados y del aparato de estado no ha conseguido una mayoría para cerrar el proceso. Las espadas siguen en alto.

Si siguen con el 155 a pesar de los resultados se ratificará él carácter autoritario del régimen, como ya se vio el 1O, que no respeta ni unas elecciones hechas bajo sus condiciones.

La debilidad del proceso son la inconsecuencias de las direcciones soberanistas, que en realidad no buscaban un real independencia, sino una correlación de fuerzas favorable para negociar su encaje en el régimen.

Y esto les debilitó, no solo ante el resto del estado, puesto que se percibía que no todo era trigo limpio, sino interiormente: amplios sectores de la clase obrera catalana no se vio implicada en la lucha por la república.

Para avanzar hay que ligar la lucha nacional a la la lucha contra él capital, catalán y español, y su régimen, el del 78.