El día que la izquierda del Estado Español deje de analizar los fenómenos sociales por sus aparatos o personas, y analice las causas sociales, los movimientos tectónicos sociales que hacen que una población se mueva, y los individuos hagan lo que hacen, habremos superando la filosofía reaccionaria de Ortega y Gasset («yo soy yo, y mi circunstancia»), para entrar en el camino de Marx («la historia de la humanidad se reduce, en última instancia, a la historia de la lucha de clases»), y dejaremos de ver los procesos sociales por los individuos que los dirigen, sino por las clases que están en lucha.

La fuerza motriz no es el individuo, es la clase, los intereses de las clases o fracciones de las clases en conflicto. Obviamente esto no excluye, sino que fortalece el papel del individuo, que no habla solo por si mismo, sino por lo que representa. La parte de CiU que ha apostado por el 1 O es una fracción de la burguesía catalana que ya está harta de ver como las anquilosadas estructuras del Estado Español frenan sus ansias de crecimiento; las clases medias catalanas están hasta las narices del paternalismo de un régimen que dirige un señor que nadie votó, y la clase obrera catalana, que todavía no ha dicho la ultima palabra, le interesa expulsar al gobierno de los recortes sociales, laborales y políticos, pero desconfía, y con toda la razón, de los primeros.

Puigdemont, Junqueras, CUP, CGT, … representan los diferentes intereses objetivos (OBJETIVOS) de estas clases en conflicto. Cómo se resuelva la situación dependerá de los objetivos de la lucha; la clase obrera del Estado Español, coherentemente desconfía de los Puigdemont y cía, como odia a Rajoy. Por eso, la actitud represiva de éste último ha levantado la solidaridad con Catalunya, el problema ya no son los estrechos intereses de la burguesía catalana, sino los derechos de todos y todas.

Si fuera la clase obrera catalana la que estuviera al frente, el resto de la clase española y europea miraría para el «procés» con mucha más simpatía, pues serian sus compañeros / as de clase los que pondrían al frente sus métodos de lucha y reivindicaciones, como comienzan a hacer los Estibadores y la misma CGT.

Este es el salto que tanto Rajoy como Puigdemont temen como la peste, que la clase obrera tenga una política independiente frente a ellos, pues eso podría extender el conflicto como un reguero de pólvora por el Estado.

Catalunya y la perspectiva socialista

Que sucede en Catalunya, puesto que el árbol de su judicialización -demasiados abogados hay en el Estado Español, y pocos políticos, no gestores- nos impide ver lo que realmente sucede. En Catalunya se está produciendo una revolución democrática, una transformación radical de la vida política del Estado Español, no solo Catalunya.

Una revolución, en principio, no tiene porque adoptar formas violentas; depende siempre de la fortaleza o debilidad del opresor. El 25 de abril de 1974 en Portugal fue la mejor demostración; la violencia surgió cuando los antiguos salazaristas, como el General Spinola, organizaron contragolpes, que fueron derrotados con la voluntad de las masas.

Es la mayoría del pueblo catalán, el que más allá de los panfletos del estado, quiere votar; si o no, … pero quiere votar. Y esto, en una democracia tan vigilada, tan paternalista (hasta siendo mayores de edad, tenemos que soportar los consejos de un señor que nadie votó), es toda una revolución… Por eso están tan asustados y nerviosos -el balbuceo de la vicepresidenta el otro día fue ridículo-; porque se ha abierto la puerta para que el régimen del 78 sea puesto en cuestión. Este es, junto el argumento económico (Catalunya es la que más aporta al PIB estatal, y su independencia reduciría el papel de la «España» restante en el «concierto» de la UE), el motivo de su histeria anti democrática.

Por eso, el papelón de las «izquierdas» oficiales es de época: están haciendo el ridículo con sus apelativos a la «legalidad», a las «garantías», y demás formalidades jurídicas que no son tales, puesto que el Estado Español asumió tratados internacionales donde se reconoce el derecho a la autodeterminación, que la misma ley española reconoce que son parte de nuestro ordenamiento jurídico.Hasta malos abogados son, que no conocen su propia legislación.

No nos confundamos

Como buena revolución democrática, a ella se suben todos y todas, desde los que en votaciones parlamentarias niegan el derecho a los kurdos, palestinos o saharauis el mismo derecho que ellos van a ejercer, que son los mismos que cobran el 3% o llevan años recortando en derechos sociales, en sanidad y educación.

Que la pequeña y mediana burguesía catalana se haya hecho ahora independentista (la gran burguesía catalana, representada en Foment y la Caixa, ya han dicho que de independencia, nada), es solo coyuntural; fue la negativa a la reforma del Estatut lo que les empujó por esta vía: los que sucesivamente habían apoyado a González, Aznar y ZP (CiU y ERC), no son garantía de nada, puesto que como buenos burgueses, rápidamente querrán volver al orden social, a la tranquilidad, a sacar a la población de las calles, para poder volver a sus negocios, que desde hace años tienen desatendidos.

Es más, su gran objetivo es negociar a Catalunya como un estado más de la Unión Europea; la UE de Merkel, Macron, … y Rajoy (porque no olvidemos que el Estado Español es UE), la que arruinó a Grecia, la que impuso los recortes y la austeridad, aplicados por el gobierno de la Generalitat. Nuestros independentistas burgueses y pequeños burgueses, sacan por la puerta, el gobierno español, lo que les entraría por la ventana de la UE.

Por ello, no son garantía de una verdadera soberanía. Los únicos interesados en ir hasta el final en la soberanía nacional, son la clase trabajadora y los oprimidos; aquellos que como los trabajadores / as españolas, gallegas, vascas, griegas, italianas, irlandesas, francesas… incluso alemanas, sufren los recortes de las Merkel/Macron/Rajoy… y Mas/Puigdemont.

Y esto saca el frente de batalla de Catalunya y lo traslada a la imprescindible unidad entre la clase trabajadora de todas las naciones y pueblos del Estado Español y la UE, contra todos ellos. La clase obrera catalana tiene sus propios intereses en la lucha por la soberanía, y por ello debe mantener la indepedencia absoluta de los que hoy dicen ser independentistas, pero que mañana venderían la soberanía de Catalunya a la señora Merkel.

El programa de independencia política de la clase obrera catalana respecto a los actuales dirigentes del «procés» es el que conduce a la expropiación de la burguesía, y este camino de soberanía social, de transformación social de la sociedad, no es el que quieren transitar.

Les llega con la soberanía política, nacional, para poder negociar con Merkel y demás. Pero la clase trabajadora no le basta con esta soberanía política, para después seguir sufriendo las políticas fruto de la sociedad capitalista, las únicas posibles bajo la crisis global actual de capitalismo; sea su versión neoliberal salvaje, sea su versión neokeynesiana y «progresista». La soberanía política es un paso, pero no es la superación de la explotación y la opresión.

En este camino, los aliados de la clase obrera catalana, de las mujeres, de los inmigrantes, de los jóvenes que viven en Catalunya no son los que ahora dirigen el «procés»; estos son y serán sus enemigos encarnizados (como ya lo fueron, cuando fueron ellos los que comenzaron con los recortes). Los aliados, los únicos con los que la población trabajadora catalana pueden contar es con la clase obrera del resto del Estado y de Europa.

Esta transformación tiene un nombre: socialismo

La soberanía política es nada, es un cambio formal de opresor, sin la soberanía social, sin la transformación socialista de la sociedad. Un cambio de este calibre excede las fuerzas de la clase obrera catalana, pues enfrente no solo tiene un gobierno casposo y estúpido, que solo sabe balbucear insultos, sino a toda una clase, la burguesa, y no solo los que rechazan el referendo como la gran burguesía catalana (Foment, la Caixa, el Sabadell), que, no lo dudemos, como vieran en peligro sus intereses, no dudarían en apoyarse en las mismas instituciones que hoy dicen rechazar, para reprimir a esa clase obrera.

Por ello, la independencia política de la clase obrera catalana supone afianzar los lazos de unidad con el resto de sus compañeros y compañeras de clase, del resto del Estado y de Europa; son los únicos interesados en llevar hasta el final el mismo programa de transformación socialista de la sociedad que ellos.

No seamos ingenuos, estos trabajadores / as están influidos por la conciencia «nacional» dominante, y en muchas ocasiones, con buen instinto de clase, no se sienten identificados con las intenciones de los burgueses y pequeño burgueses que hoy dirigen el «procés». Esta desconfianza cambiaría si fuera la clase obrera catalana la que con su programa anticapitalista, encabezara la lucha. Dentro del «procés» tiene que manifestarse la lucha de clases, la lucha entre los que recortaron y ahora son independentistas, y los que sufrieron los recortes acordados por la UE, el gobierno central y la Generalitat.