“Nunca me atrevería en España a dar una opinión sobre Don Quijote, pero tengo la certeza de que Cervantes se puso a escribir una historia corta y sus personajes tomaron vida y tiraron del escritor; tenían una vitalidad que sorprendió al autor y continúa sorprendiéndonos todavía a nosotros”. Con estas palabras Orson Welles nos señala sobre la fuerza narrativa de unos personajes que el director no podía comprimir en un film, por esa vitalidad sorprendente y porque el Quijote al ser un caballero de honor, independiente, justo y libre, es eterno. “Lo que me preocupa para poner fin a la película es que quizás el mundo moderno les destruiría. Y sin embargo no logro ver a Don Quijote destruido. Ése es mi problema”, añade Welles, quien nunca dio por terminada su película, iniciada en 1955, siendo retocada y montada después de su muerte por Jesús Franco, en 1992.

Por Pedro Guerrero Ruiz (Universidad de Murcia)

El Quijote se convierte en uno de los personajes más geniales, más contradictorios y poderosos de la mitología literaria de todos los tiempos. Por mucho que “el aspa le voltee y España le derrote y cornee” -al decir de Blas de Otero-, reaparece único y distinto en sus cuatro siglos de existencia (“Por la manchega llanura / se vuelve a ver la figura / de Don Quijote pasar”, escribe León Felipe). Esa identificación de humanismo, idealismo, realismo y locura, hacen del Quijote un signo de libertad, en el encuentro de la utopía (idealismo renacentista) y la realidad (existencialismo barroco), concertándose en una novela moderna, el primer signo de modernidad literaria, adelantada también a dos movimientos distintos, el Romanticismo y el Realismo.

El Quijote es p arodia mítica contra los falsos libros de caballerías (viajes y aventuras fantásticas, magos, palacios, batallas y torneos, amores imposibles) en un lugar insólito, la Mancha, concertándose narrativamente en una perspectiva de juego de espejos, sobresaliendo como una vívida máscara de trasgresión. Pero el Quijote no sólo es una novela paradigmática, la más traducida, después de la Biblia, llevada al cine en múltiples ocasiones, al teatro, a la ópera, un personaje que ha seducido a los más grandes pintores y escultores, sino que, desde una perspectiva estructural, es también una novela de novelas, porque en ella viven diversas y distintas fórmulas noveladas (novela de amor, de caballerías, morisca, pastoril, picaresca, bizantina y de aventuras), donde se insertan todos los géneros (épico, lírico, dramático y cómico) y estilos (prosa, verso, diálogo, discursos, filosofía, leyendas, fábulas y más de trescientos refranes). Una enciclopedia de la vida, con cuatrocientos personajes que hablan o se nombran. Esta es la novela moderna. De otra manera, he aquí también que el verdadero interés del personaje trasgresor, insumiso, libre y rebelde que es el Quijote, queda montado sobre una nueva y precisa estructura novelada, pero desde un variado y perspicaz lenguaje. En este sentido, dice Antonio Machado que “a primera vista parece que Cervantes se ahorra el trabajo de pensar. Deja que la lengua de los arrieros y de los bachilleres, de los pastores y de los soldados, de los golillas, de los buhoneros y vagabundos piensen por él. Desde este punto de vista, el Quijote viene a ser como la enciclopedia del sentido común español, contenida en la lengua española de principios del siglo XVII”.

Pero Cervantes lo que desea es crear un personaje que, a fuerza de hacernos creer que es un loco (¿es un loco el Quijote?) remueve las conciencias desde hace cuatrocientos años. Renace así, en el aniversario de su creación, toda una diversidad de descreencias sobre la locura. Y es un personaje moral y didáctico porque el Quijote contiene una pedagogía en marcha, que se rehace con el tiempo. Así, en los trabajos de lectura y comentario textual que se vienen desarrollando en los centros de enseñanza, una niña de Primaria ha dicho: “Mi abuela Lázara y su amiga María serían como Don Quijote y Sancho Panza, mi abuela es muy generosa con las vecinas y ayuda y recoge a los perros y gatos que se encuentra abandonados, en cambio su amiga se pasa la vida diciéndole que eso no se hace, que para qué quiere tantos animales, y que se gasta dinero en ellos, pero siempre está en su casa para que la invite a merendar. Pero mi abuela no se enfada con ella, se quieren mucho y son inseparables, una vez que a mi abuela la llevaron al hospital, su amiga lloraba porque la echaba de menos”. Así pervive el Quijote en la memoria de los siglos, desde el idealismo y la utopía y su relación con la aparente realidad.

Preguntando sobre la relación del Quijote en nuestros días, otro niño comenta: “En estos tiempos, Don Quijote lucharía por los afectados del maremoto de Asia, se iría allí para ayudar como voluntario. También lucharía por los vagabundos que mueren de hambre, frío o calor en las calles, les daría casa y comida. También lucharía por la defensa del medio ambiente, por la paz, para que no hubiese más guerras”. Hermosa y abierta lección de análisis de texto, aún no cauterizada por los sabios estrategas de doctrinas inamovibles. En nuestros colegios e institutos ven al Quijote como un héroe, alguien bueno y distinto. Un maestro que nos educa en valores y que perdura, que se mantiene por los siglos en la memoria de los hombres. Joseph Conrad, nos dice: “el ejemplo más ilustre, esa flor de la Caballería, don Quijote de la Mancha, sigue siendo para todo el mundo el único Hidalgo genuino y eterno”. Por todo ello interesa, sigue apasionando, porque las nuevas generaciones han sido, son y serán siempre utópicas, rebeldes, gallardas e insumisas contra la injusticia y el quebranto de la solidaridad, y porque a Don Quijote, como nos señala Rubén Darío, nadie le ha podido vencer todavía, porque es todo fantasía y todo corazón: “Noble peregrino de los peregrinos, / que santificaste todos los caminos / con el paso augusto de tu heroicidad, / contra las certezas, contra las conciencias, / y contra las leyes y contra las ciencias, / contra la mentira, contra la verdad”.

Esta gallardía del Quijote que según Menéndez y Pelayo es “ el último de los libros de caballerías, el definitivo y perfecto, el que concentró en un foco luminoso la materia poética difusa, a la vez que, elevando los casos de la vida familiar a la dignidad de la epopeya, dio el primero y no superado modelo de la novela realista moderna”, es también quien contiene todos los ingredientes de una obra maestra del ingenio, determinado por la parodia de los libros de caballeros andantes en la primera parte, que surge agigantado por un tono de heroísmo moral en la segunda. Ya no es el Quijote vapuleado, sino el respetado por la grandeza de un espíritu de formulación ideal del mundo. Este es ya el Quijote universal y eterno. Razón y locura están en esa frontera que se enfrenta al individualismo, al egoísmo humano. Y por ello no muere don Quijote, porque su muerte física es sólo el final de una aventura, no de un símbolo, de un mito, “ y no sólo llegó a ser la representación total y armónica de la vida nacional en su momento de apogeo e inminente decadencia, sino la epopeya cómica del género humano, el breviario eterno de la risa y de la sensatez”, al decir de Menéndez Pelayo.

Ernest Hemingway, comentando, irónicamente, el interés que podría tener poner a los clásicos al alcance del hombre de negocios cansado o retirado, aunque estigmatice el intento de colegios y universidades, señala que habría un modo muy rápido de presentar el asunto a quienes han de correr mientras leen: reducir toda la literatura a titulares de prensa, seguidos de una pequeña nota que resuma el argumento. Y añade: “Por ejemplo, El Quijote: CABALLERO DEMENTE EN UNA LUCHA ESPECTRAL. Madrid, España (Agencia de Noticias Clásicas) (Especial). Se atribuye a histerismo de guerra la extraña conducta de don Quijote, un caballero local que ayer por la mañana fue arrestado mientras ‘combatía’ con un molino. Quijote no supo dar una explicación de sus actos”.

Esta sería la noticia hoy, la que, desde hace cuatro siglos, confirma que de nuestro personaje, el Quijote, pareciera sobresalir su más conocida extravagancia humillada; pero esa trasgresión se convierte en pedagógica disidencia en toda circunstancia, recreándose en el intertexto lector un enorme respeto y un aprecio inusitado. Por ello, esa locura concierta en nosotros una suerte de admiración agridulce, nos hace sonreír y también nos duele. El personaje toma vida, irrumpe en las conciencias, sobresaltándolas. Tal vez porque el estrafalario hidalgo consigue hacernos pensar en aspectos morales desatendidos y nos reclama, desde la insumisión, contra la injusticia (sembrada de obstáculos meta-reales) que golpea las conciencias. Porque como advierte Thomas Mann, “Don Quijote es un loco, por su amor a la caballería; pero la monomanía anacronista es también fuente de una nobleza tan real, de tal pureza y gracia aristocrática, de un decoro tan respetable en todas sus maneras, las espirituales y las corporales, que la risa por su ‘triste’ y grotesca figura está mezclada siempre de admirativo respeto, y no lo encuentra nadie que no se sienta atraído hacia el hidalgo lamentablemente magnífico, extravagante en ocasiones, pero siempre sin tacha. Es el espíritu mismo, en forma de un spleen , quien le lleva y ennoblece y hace que su dignidad moral salga intacta de cada humillación”.

Esta enseñanza quijotesca, esta espléndida acción social y didáctica del Quijote, desde la aplicación de la fantasía pero en el aula de la realidad de la vida, su aspiración por un ideal ético y estético (vida, amor, justicia y libertad), su comportamiento idealizado desde una locura heroica que nos señala el camino para vivir con dignidad y su magisterio sobre el realismo de Sancho Panza, conforman esa pedagogía disidente, activa y polifónica. Es Menéndez y Pelayo quien nos explica esta conformación didáctica del Quijote con certeras palabras: “ el libro entero es una pedagogía en acción, la más sorprendente y original de las pedagogías, la conquista del ideal por un loco y por un rústico, la locura aleccionando y corrigiendo a la prudencia mundana, el sentido común ennoblecido por su contacto con el ascua viva y sagrada de lo ideal”.

Publicado originalmente en https://www.um.es/campusdigital/Libros/textoCompleto/quijotes/Don%20Quijote%20pedro%20guerrero.htm