A medida que el 1 de octubre se aproxima y la “incertidumbre” se acentúa, parece cobrar fuerza una propuesta, aparentemente la más “razonable”, la más del “sentido común”: «recuperar el diálogo» y acordar un referéndum pactado, «con garantías». Para ello el Govern de la Generalitat debería, como primera medida, desconvocar el referéndum del 1 de Octubre.

Esa es la propuesta lanzada desde la dirección de Unidos Podemos, suscrita también por el PNV y el PdCat y escenificada en la Asamblea de cargos públicos por la libertad, la fraternidad y la convivencia celebrada el pasado domingo 24 en Zaragoza.

Es decir, se sientan el Govern catalán, Rajoy y todos los partidos parlamentarios y se pone una fecha para un «referéndum con garantías». ¿Qué eso exige modificar la Constitución? ¡Se modifica!, ¿Qué eso puede demorar un par de años? ¡Se espera!, que más se tardó en conquistar Zamora y nadie protestó por el retraso.

Y la pregunta es inevitable ¿Así de fácil? ¿Así de razonable? ¿Cómo no se le ocurrió antes a nadie? ¿Cómo hemos llegado a este antagonismo febril entre la razón y el delirio, cuando la solución era tan sencilla?

Pero la pregunta es más sencilla aún ¿hay alguna posibilidad, en la fecha que sea, de que los catalanes puedan hacer un referéndum y decidir libremente si quieren quedarse o no? Porque ¡esa es la pregunta! La repetimos: en la fecha que sea, haciendo los cambios legales que sea menester: ¿es posible que los catalanes puedan hacer un referéndum en el que se decida si quieren quedarse en el Estado español o no?

Siglos de historia y un régimen heredero del franquismo responden: NO ES POSIBLE con este régimen garantizar tal referéndum.

Cada vez que Cataluña intentó su independencia la historia acabó con el President y el Govern de turno en la cárcel o teniendo que plegar velas y aguantarse con un Estatut irreconocible o con el garrote brutal de la Dictadura franquista.

Si en algo la burguesía catalana ha destacado siempre es en su falta de coraje y en su letanía casi lastimera solicitando “diálogo y negociación”. Y Rajoy manostijeras ha respondido con el Tribunal Constitucional, con el tijeretazo al Estatut, con el procesamiento, detención y multas millonarias a dirigentes catalanes, y ahora con la intervención de facto de la Generalitat y el desembarco, por tierra, mar y aire, de Guardias Civiles y policías que, al grito de “a por ellos”, salen jaleados de sus cuarteles camino de la reconquista.

¿Se puede hacer un referéndum pactado con el PP, C´S, PSOE, que solo aceptaron cambiar la Constitución (artículo 135) para blindar el pago de la deuda de los banqueros? ¿Qué parte de “España es una e indivisible” no han entendido los que hacen tan razonable propuesta?

Por supuesto que “lo sencillo”, lo “razonable” sería ponerse de acuerdo y fijar una fecha de referéndum con garantías de votación y de respeto a lo que se decida. Pero por encima de la razón abstracta, del imperativo categórico, del “debería ser”, está la cruda realidad, las contradicciones sociales, las de clase y las nacionales. Y es que los que amarraron el poder del Estado a sangre y fuego hace cerca de 80 años y lo siguen ostentando, existen y su “razón” no se rige  por ningún imperativo categórico. Su pasión por la “democracia” está restringida a los límites de su devoción por la preservación de sus privilegios y de los intereses de clase que representan y protegen.

Los burgueses dejan para los ideólogos de la pequeña burguesía, los profesores universitarios y los mesías de la “nueva política”, la innoble tarea de la defensa mística de una democracia ideal, que a fuerza de negar las clases sociales, solo existe en sus cabezas.

El régimen monárquico español, heredado del franquismo, que ahora llaman el régimen del 78, no ha tolerado ni va a tolerar de manera pacífica ningún referéndum de autodeterminación. No hay cambio voluntario de la Constitución, ni gaita alguna que ponga en cuestión el pilar inamovible de la unidad de España.

No hay “reforma de la constitución” ni referéndum que valga, porque eso puede acabar alentando la esperanza de otros pueblos de seguir el mismo camino que los catalanes o incluso, metidos en reclamar referéndums, haya quien quiera uno para optar entre Monarquía o republica. ¡Hasta ahí podríamos llegar!

Han transcurrido cerca de 80 años desde que concluyera la guerra civil y no hay todavía forma humana de que el Parlamento condene el golpe militar franquista; no hay forma de que las familias puedan recoger de las cunetas los cadáveres de los fusilados; pretender cambiar el nombre de una calle dedicada a un franquista es una quimera imposible sin movilizarse y aún así son centenares los pueblos que no acatan la ya endeble ley de memoria histórica.

Basta sentarse delante de la televisión y ver a fascistas, con uniforme o sin él, cercando en Zaragoza el acto de los “cargos razonables”. Baste ver en los cuarteles a la policía y la guardia civil  despidiendo como héroes a sus compañeros que marchan a salvar España, a la reconquista contra los infieles catalanes.

¿Y con esos mimbres quieren hacer un canasto?

Cataluña tiene todo el derecho a decidir, y lo que la lucha de la juventud y el pueblo de Cataluña demuestra es que para poder ejercer ese derecho no valen solo gestos, ni “dejar el cuerpo muerto y sonreír”, ni sumar más incertidumbre. No vale, como hace el partido de Puigdemont, afirmar que sí o sí habrá referéndum, mientras firma en Zaragoza el manifiesto por un referéndum pactado. No vale el “iremos hasta el final” y a renglón seguido afirmar, como hace Puigdemont o Carles Campuzano: “La independencia unilateral no está en la hoja de ruta del PDeCAT»

La batalla del referéndum del 1 de octubre muestra que o Cataluña declara su República de manera unilateral o no podrá hacer referéndum alguno con garantías.

Y no habrá República catalana si los trabajadores y el pueblo no la imponen desde la calle, con la movilización permanente, la huelga general y la autodefensa. La huelga general, que en estos días se prepara, significa la entrada en escena de la clase trabajadora como clase, algo imprescindible  para que ésta pueda intervenir como fuerza independiente, poniendo “orden” y consecuencia,  ligando la defensa del referéndum y la proclamación de la república catalana con las reivindicaciones propias, como la derogación inmediata de la reformas laborales, de la LOMCE, la defensa de un sistema público de pensiones garantizado por los Presupuestos de la República….

Que es difícil, ¡es difícil!, muy difícil, pero no imposible y lo demás, la espera de un referéndum pactado, no es otra cosa que el enésimo intento de desmantelar la actual movilización en curso para reconducirla al redil de las instituciones de un régimen que niega el derecho a decidir; conducir todo esa energía humana al redil de unas elecciones regidas por una ley antidemocrática.

No está de más recordar que esta propuesta del referéndum pactado y que se suspenda el 1 de octubre, viene de los mismos a los que les cupo el lamentable mérito de desmantelar el 15M, vaciando las calles, liquidando la movilización y el proceso de auto-organización, para encerrar todas las ansias de verdadero cambio en estos Parlamentos amañados.