Es difícil encontrar calificativos en el diccionario para explicar, uno, la capacidad de mentir del gobierno, dos, la pasividad política de la sociedad española, ciclotímica hasta el absurdo; incapaz de sacar conclusiones políticas, envuelta en un economicismo de vía estrecha que se fomenta desde las organizaciones de la izquierda: que lo haga la derecha, casposa y progresista, se entiende, es lo suyo; pero lo grave es que las formaciones de la «nueva» política apoyen ese economicismo.

Por traducir, por si alguien no entiende el término; economicismo es gestionar el sistema, separando mecánicamente los problemas económicos de la sociedad de las causas políticas; como si aquellos se pudieran resolver solo con una gestión honesta, transparente, ética, … sin ir a esas causas políticas que los generan.

El Banco de Santander acaba de vender la cartera inmobiliaria del Banco Popular, que había recibido por 1 euro, a un grupo yanki por 5.100 millones de euros. Previamente, se le robo 2500 millones a pequeños inversionistas del Banco Popular, entre ellos muchos trabajadores de la entidad, que se creyeron las mentiras de la UE, cuando tras el test de estrés concluyo que el banco era solvente.

Según parece, la situación del Banco de Santander era critica… Su filial yanki tuvo unas pérdidas de 1700 millones de euros, la británica, de 900; en América Latina, donde tiene el 30% de su negocio, estaba con problemas por la crisis económica y política en muchos países de la zona. Además, su pesada estructura le estaba provocando un retraso en la informatización de los negocios tras las estela de sus grandes competidores, el BBVA y la Caixa.

Y ya sabemos que más allá de la demagogia anti estatalista de los neoliberales que gobiernan: la culpa de la crisis de las Cajas de Ahorro fue que eran instituciones públicas, los políticos son incapaces de gestionar bien; es su tesis para justificar el saqueo de lo público, la realidad es que la crisis es la del sistema capitalista, de los que los bancos son su «estrella».

El Banco Santander, como todos los bancos occidentales fueron rescatados tras el estallido de la crisis, hace ahora 10 años. Les permitieron deshacerse de su «ladrillo» a través del SAREB, el «banco malo» publico, les dieron rebajas en el impuesto de sociedades, les dieron dinero a precio de saldo (los tipos de interés del Banco Central Europeo eran del 0%), mientras ellos lo prestaban a los estados a tipos usurarios (el estado griego llegó a pagar el 18% de interés), les vendieron bancos y cajas de ahorro,… Ahora le venden el Banco Popular por 1 euro, y vende su cartera inmobiliaria por 5100 millones. ¿Es o no es rescate en toda regla?.

Mientras, nos anuncian desde la Comisión Europea que «hemos salido de la crisis». En un programa tan intelectual como Zapeando les desmontaron la mentira con solo tirar de hemeroteca: desde el 2010 hasta hace dos días, todos los gobiernos, de ZP y de Rajoy, dijeron «estamos saliendo de la crisis». Lógicamente, de las celebraciones pasaron al escepticismo: no nos fiamos, y esperemos a que alguien lo confirme; mientras tanto, seguimos en crisis.

El rescate del Banco de Santander es solo la confirmación de que no hemos salido de la crisis; que la tan cacareada recuperación tiene los pies de barro, pues no se basa en un aumento de la riqueza social, sino en el empobrecimiento de la mayoría social, de la clase trabajadora con condiciones de trabajo decimonónicas: en salarios, condiciones y jornadas de trabajo, y acceso a servicios sociales, estamos en muchos aspectos como a finales del siglo XIX. Que los ricos sean más ricos solo demuestra eso, que la explotación de los trabajadores / as ha aumentado, y las burbujas se suceden, la de la deuda soberana, la de los productos agroalimentarios, … sin que encuentren una base sólida para la recuperación.

Su drama es que no pueden encontrar esa base sólida porque gigantes como el Banco de Santander, que ha crecido con las burbujas y la explotación de los trabajadores / as, son frenos objetivos para que la sociedad dé el salto rompiendo con ellos: mientras existan esos gigantes la recuperación es imposible, pues ellos harán lo necesario a través de sus gobiernos para seguir con sus huidas hacia adelante. En concreto, la única manera de abrir un camino a la recuperación sería la de no rescatar el Banco de Santander, sino expropiarlo, poniendo sus recursos al servicio de los explotados y los oprimidos, creando sectores productivos adecuados a las necesidades sociales.

Pero claro, esto introduce dos cuestiones, una, quién le pone el cascabel al gato; dos, cómo se llama una sociedad donde los recursos extraídos por los capitalistas y banqueros están al servicio de la sociedad de donde fueron extraídos, sino socialismo.

La primera es obvia: hay que tener la voluntad política de ponérselo, y las fuerzas políticas autocalificadas de «transformadoras» han renunciado expresamente a hacerlo. Hay que construir la organización que si tenga como eje programático la expropiación de la propiedad privada de los medios financieros, de producción y distribución, y enfrentar los gobiernos que la defienden, rescatando bancos y empresas (autopistas en quiebra).

La segunda no es más que la consecuencia de la primera. La expropiación supone poner los recursos al servicio de la sociedad a partir de las necesidades sociales, y esto significa, ni más ni menos, que acabar con la «mano oscura del mercado» (al final no es tan oscura, son los gobiernos los que roban el dinero a la clase trabajadora y la sociedad, para resolver los desaguisados de los capitalistas), imponiendo la planificación democrática de la economía.

Porque eso, no otra cosa, es el socialismo, la planificación democrática de la economía por los organismos de la clase obrera y los oprimidos, con el objetivo de resolver las necesidades sociales reales; no las creadas por un sistema decrépito y corrupto. El rescate del Banco de Santander, que se hizo la lógica capitalista opuesta por el vértice a la descrita, es la mejor demostración de que la crisis sigue, y que estamos ante un campo minado que puede estallar en cualquier momento.