En los círculos intelectuales burgueses se tiene gran aprecio por el sentido común como método de pensamiento y como guía para la acción. Sólo la ciencia está por encima de él en su escala de valores. Es en nombre del sentido común y de la ciencia, por ejemplo, que Max Eastman pide a los marxistas que descarten la dialéctica «metafísica» y «mística». Desgraciadamente, los ideólogos burgueses y pequeñoburgueses raramente nos informan de en qué consiste el contenido lógico del sentido común y de qué relaciones existen entre el sentido común y su «ciencia».

Por George Novack

Nosotros haremos aquí su trabajo, porque en realidad los antidialécticos no sólo no saben qué es la dialéctica; no saben siquiera qué es realmente la lógica formal. Esto no es sorprendente. ¿Saben los capitalistas qué es el capitalismo, cuáles son sus leyes, cómo operan esas leyes necesariamente? Si lo supieran, sus crisis y sus guerras no los cogerían desprevenidos, ni confiarían tanto en la permanencia de su querido sistema. Seguramente, los estalinistas no saben qué es realmente el estalinismo ni a dónde conduce necesariamente. Si lo supieran, estarían en camino de dejar de serlo.

En lo que el sentido común tiene de sistemático, de características lógicas, está moldeado por las leyes de la lógica formal. El sentido común puede definirse como una versión asistemática y semiconsciente de la ciencia de la lógica formal. Las ideas y métodos de la lógica formal se han utilizado durante tantos siglos y se han entrelazado tanto en nuestros procesos de pensamiento y en el tejido de nuestra civilización que para la mayoría de la gente parece el modo de pensamiento exclusivo, normal y natural. Las concepciones y los mecanismos de la lógica formal, como el silogismo, son herramientas de pensamiento tan familiares y universales como los cuchillos y otros utensilios.

Ya sabéis que la burguesía cree que la sociedad capitalista es eterna porque, dicen, concuerda con la naturaleza humana invariable. El socialismo, dicen, es imposible o inconcebible porque los seres humanos siempre se dividirán en clases opuestas, ricos y pobres, fuertes y débiles, dominantes y dominados, propietarios y desposeídos, y estas clases siempre lucharán a muerte por todo lo bueno que tiene la vida.

Una forma de organización social en que no existen clases, en que reina la planificación en vez de la anarquía, en que los débiles son protegidos contra los fuertes, en que domina la solidaridad en vez de una lucha salvaje, les parece el colmo de lo absurdo. Desechan semejantes ideas socialistas como fantasías utópicas, deseos vanos.

Sin embargo, nosotros sabemos que el socialismo no es un sueño, sino una necesidad histórica, la próxima etapa inevitable en la evolución social. Sabemos que el capitalismo no es eterno, sino una forma histórica determinada de producción material que ha sido precedida por formas de producción social menos desarrolladas, y sabemos que está destinada a ser remplazada por la forma superior de la producción socialista. Consideremos ahora la ciencia del pensamiento desde el mismo punto de vista que la ciencia de la sociedad. Los pensadores burgueses y pequeñoburgueses creen que el pensamiento formal es la forma última de la lógica, final e inamovible. Desechan como ridícula la pretensión de que la dialéctica materialista sea una forma superior de pensamiento

¿Recordáis que cuando alguien puso en duda por primera vez la permanencia del capitalismo o insistió en la necesidad del socialismo os visteis inclinados a poner en duda esas nuevas ideas revolucionarias? ¿Por qué? Porque vuestras mentes estaban todavía esclavizadas por las ideas dominantes de nuestra época que, como señaló Marx, son las ideas de la clase dominante. Las ideas dominantes de la clase dominante en la ciencia lógica son hoy las ideas de la lógica formal reducidas al nivel del sentido común. Todos los adversarios y críticos de la dialéctica se sitúan en el terreno de la lógica formal, ya no sean plenamente conscientes de su posición, ya la admitan honestamente.

Realmente, las ideas de la lógica formal constituyen el más firme de los prejuicios teóricos de nuestra sociedad. Incluso después de que algunos individuos han perdido su fe en el capitalismo y se han convertido en socialistas revolucionarios, no pueden liberar por completo sus mentes de los hábitos del pensamiento formal que absorbieron de la vida burguesa y que siguen recibiendo de su alrededor. El más entusiasta de los dialécticos puede recaer a veces en el formalismo si no es extremadamente cuidadoso y consciente en su pensamiento. Igual que el marxismo niega la realidad eterna del capitalismo, también niega la validez eterna de las formas de pensamiento más características de sociedades de clase tales como el capitalismo. El pensamiento humano ha cambiado y se ha desarrollado junto con la sociedad humana y en el mismo grado que ella. Las leyes del pensamiento no son más eternas que las leyes de la sociedad. Igual que el capitalismo es solamente un eslabón en la cadena de las formas históricas de la organización social de la producción, la lógica formal es simplemente un eslabón en la cadena de las formas históricas de la producción intelectual.

Igual que las fuerzas del socialismo luchan por sustituir la obsoleta forma capitalista de producción social por un sistema más desarrollado, los defensores de la dialéctica materialista, la lógica del socialismo científico, luchan contra la desgastada lógica formal. La lucha teórica y la lucha política práctica forman parte del mismo proceso revolucionario.

Antes del auge de la astronomía moderna, la gente creía que el sol y los demás planetas giraban alrededor de la tierra. Confiaban acríticamente en la evidencia de «sentido común» que tenían ante los ojos. Aristóteles enseñó que la tierra estaba inmóvil y que las esferas celestes, perfectas e invariables, giraban a su alrededor. Este año se cumple el cuatrocientos aniversario de la publicación del libro de Copérnico, Sobre la rotación de los cuerpos celestes, que revolucionó la opinión imperante de un universo estático que tenía la tierra como centro.

Un siglo después, Galileo demostró que la teoría copernicana de la rotación de la tierra y de los demás planetas alrededor del sol era cierta. Los eruditos profesores de la época de Galileo ridiculizaron sus ideas y le volvieron la espalda. Galileo se lamentaba: «Si les quisiera mostrar los satélites de Júpiter a los profesores de Florencia, no verían ni los satélites ni el telescopio.» Los profesores invocaban la autoridad tradicional de Aristóteles y, finalmente, la fuerza del Índice y de la Inquisición contra Galileo para obligarle a retractarse de sus opiniones. Aquellos servidores de la autoridad oficial intentaron silenciar los argumentos, proscribir los libros, aterrorizar e incluso matar a sus adversarios científicos, porque sus ideas eran revolucionarias, amenazaban las ideas del orden establecido y, con ello, el poder de la clase dominante.

Lo mismo ocurre con la dialéctica, en especial con la dialéctica materialista. Las ideas y métodos de la dialéctica son aún más revolucionarios en la ciencia de la lógica de lo que eran las ideas de Copérnico en astronomía. El uno puso los cielos patas arriba. La otra, unida a la única clase progresiva de la sociedad moderna, ayudará a poner patas arriba la sociedad capitalista. Por eso sus ideas son tan violentamente combatidas por los partidarios de la lógica formal y por los apóstoles del sentido común. En la actualidad, bajo el capitalismo, la dialéctica no es un sentido «común», sino «incomún». Es comprendida y utilizada conscientemente sólo por la vanguardia socialista de la humanidad. Mañana, con la revolución socialista, la dialéctica se convertirá en el «sentido común», mientras que la lógica formal ocupará su lugar adecuado y subordinado como ayuda del pensamiento, en lugar de actuar, como ahora, para dominar el pensamiento, para descarriarlo y obstaculizar su avance.

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