El resultado electoral exige, como no puede ser de otra manera, un análisis en profundidad que requiere su tiempo. En una primera evaluación, la derrota política del partido del Gobierno no puede significar para la clase trabajadora y el pueblo más que una buena noticia. Ha sido la expresión en el terreno electoral de lo que tantas veces hemos reclamado desde las calles: ¡Qué se vayan! Felizmente, esta vez los recortes los ha sufrido Rajoy en su propia carne, perdiendo más de 3,6 millones de votos y 63 diputados.

Declaración de Corriente Roja

Igualmente ha salido malparado el PSOE, la otra pata del régimen, que perdió 1,44 millones de votos y 20 diputados, obteniendo sus peores resultados desde la Transición. En cuanto a Ciudadanos, esa copia transgénica del PP con apariencia de novedad, no solo quedó muy por debajo de sus expectativas sino que allí donde su subida había sido más espectacular, Cataluña, es donde ha sufrido su derrota más sangrante, quedando como quinta fuerza, con los mismos diputados que el PP. También el partido de Artur Mas, ahora con siglas nuevas, sufrió un enorme varapalo, perdiendo casi medio millón de votos y 8 diputados y quedando por detrás de Esquerra Republicana.

Un parlamento marcado por la incertidumbre

Los resultados dejan un parlamento marcado por la incertidumbre para la formación del nuevo gobierno, y eso es, a nuestro juicio, lo mejor del resultado electoral. Cualquiera de las fórmulas que apliquen para formarlo les dará como resultado un Ejecutivo más débil e inestable y será más fácil luchar contra sus planes. Porque cualquiera que sea el gobierno que acaben invistiendo, será un gobierno sometido a la Troika, al servicio de aplicar los planes económicos dictados desde Bruselas y Berlín y de preservar la sustancia del actual régimen político.

Quienes dicen, como los dirigentes de Podemos, que “ha nacido una nueva España” pasan por alto que lo nuevo y lo viejo perviven. Las elecciones se han dirimido, de hecho, entre los cuatro partidos que el régimen y sus valedores de los grandes medios de comunicación han decidido que debían copar el escenario mediático. Han hecho de las elecciones un circo mediático más parecido a un casting televisivo que a unos comicios.

Muchos de quienes ocupan los escaños deben agradecérselo a una ley electoral preconstitucional de finales del franquismo, destinada a desnaturalizar el valor de los votos según su procedencia. Valga como ejemplo que PSOE y PP han obtenido dos escaños cada uno por circunscripciones como Soria o Melilla, al módico “precio” de 24.000 votos el par de diputados. Unidad Popular quedó sólo con dos diputados tras obtener 923.105 votos. Esa es la «democracia»: para unos, 12.280 votos por diputado, para otros 461.500. El PP logra un escaño cada 58.600 votos y a UP le cuesta 461.552.

Nuestra campaña

Corriente Roja fuimos parte del impulso y la conformación de Sindicalistas por la Unidad Popular y desde ese espacio hemos participado en las listas de UP. Quienes nos presentamos defendiendo una salida obrera a la crisis; quienes, lejos de ningún show mediático, hablamos de medidas para luchar por Pan, Trabajo, Techo y Libertades democráticas; quienes creemos que las elecciones son un medio para defender un programa de lucha y organizar a lo mejor del activismo obrero y popular en defensa de ese programa, el resultado de este empeño no lo medimos únicamente en votos y escaños, aunque nos hubiera gustado sacar mucho más. Sabíamos lo complicado que es meterse en un juego de tahúres con las cartas marcadas.

Hicimos la campaña en las empresas, en los barrios populares y en las universidades, con candidatas y candidatos que son fiel reflejo de la lucha cotidiana de la clase obrera y de los oprimidos, gente pegada a las luchas contra los EREs, las privatizaciones, por la remunicipalización de los servicios públicos o por la libertad de los presos como Alfon. Desde aquí nuestras felicitaciones a todos los compañeros y compañeras que han sido parte de este empeño.

Hay quienes hacen las cuentas diciendo: «Si Podemos y UP hubieran ido unidos, hoy seríamos la segunda fuerza» y, no sin cinismo, cargan sobre la candidatura de UP la responsabilidad de esa «división». Pero si tal unidad no fue posible fue, en primer lugar, por la negativa de la dirección de Podemos a discutirlo siquiera. Y, en segundo lugar, porque para los dirigentes de Podemos el programa era y es algo irrelevante, un cúmulo de eslóganes, de «significantes vacíos». Para nosotros/as, sin embargo, tal como señaló Sindicalistas por la Unidad Popular, el programa es lo que da contenido real al cambio por el que luchamos, es un «contrato social», un compromiso firme con los trabajadores/as y el pueblo y no promesas electorales que se las lleva el viento.

Ninguna confianza en el gobierno que surja de estos nuevos y viejos partidos

Ahora entramos en días de cábalas y negociaciones para conformar gobierno, ardua tarea. Y ya comienzan los cantos de sirena de “unidad de la izquierda” y “unidad de la derecha” ¿Pero no eran todos centro durante la campaña? Los que se amontonaban en el “centro” ahora hablan de izquierda y derecha para hablar de pactos de gobernabilidad. Las palabras vacías, los “significantes vacíos”, vuelven a ser el arma política de todos ellos.

Nosotros, por el contrario, seguimos hablando de lo que hablamos antes y durante las elecciones: que no nos sirve ningún gobierno que no derogue las reformas laborales; que no pare en seco los desahucios, que no garantice que ninguna familia se queda sin comer. Que no queremos ningún gobierno de recortes; no aceptamos gobiernos que nos roben la sanidad y la educación pública; no transigimos con los gobiernos que en nombre de la “unidad de España” nieguen a los catalanes su legítimo derecho a decidir su futuro de manera soberana. No queremos lacayos de la Troika, sean viejos o nuevos.

Por eso no podemos depositar confianza en ningún gobierno que pueda surgir de estos viejos y nuevos partidos. Habrá quien piense que el apoyo a un acuerdo PSOE-Podemos es lo más «práctico» para abrir camino al «cambio», pero el pan, el trabajo y el techo exigen mucho más que ilusiones, exigen realidades.

A quienes votaron por Podemos, como no puede ser de otra manera, nuestro respeto por su decisión, pero no compartimos sus ilusiones. Y lo decimos porque ya pasamos por el calvario de las falsas ilusiones en 1982 con Felipe González y porque ya estamos viendo al pueblo griego pasar por otro calvario con Tsipras. Y también estamos viendo que los nuevos gobiernos municipales siguen sin enfrentar a las empresas constructoras que acampan en los ayuntamientos y convierten en “sugerencias” compromisos fundamentales de sus programes electorales .

Las candidaturas de confluencia vinculadas a Podemos han cosechado un gran resultado en las nacionalidades históricas y en el País Valenciano. Este resultado va asociado al retroceso del PSOE y a la lamentable negativa de la CUP a presentar candidatura, así como, en Euskal Herria, al desencanto con un EH-Bildu institucionalizado que ha dejado en manos de Podemos demandas como la del derecho a decidir o el reagrupamiento de los presos.

Las cábalas para la conformación del nuevo Gobierno

Los diferentes partidos han comenzado los cabildeos y contactos para formar nuevo gobierno. Los dirigentes de Podemos han lanzado ya una propuesta en base a «cinco líneas rojas» sobre cuya base apoyarían un gobierno del PSOE, es decir, un gobierno de la «casta», sometido a los dictados de la Troika, que ha gobernado durante décadas y es corresponsable de la catástrofe social que estamos viviendo millones de trabajadores y trabajadoras. Los mismos que hace escasos días criticaban con justa razón a Ciudadanos por haber sostenido al «gobierno de los EREs» en Andalucía, proponen ahora lo mismo para todo el estado. Llama la atención que entre las cinco líneas rojas no figuren ni la derogación de las reformas laborales ni del artículo 135 de la Constitución, que establece como primera obligación del Estado pagar la deuda a los banqueros. La medida más radical, el referéndum en Cataluña, para ser sincera y efectiva requeriría reconocerlo como una decisión unilateral de Cataluña y no subordinarlo a las mayorías de 2/3 en el Congreso y en el Senado, en el que, por cierto, el PP tiene mayoría absoluta.

Corriente Roja participamos en las listas de Unidad Popular en base al programa y al acuerdo con Sindicalistas por la Unidad Popular. Sabemos, como dijimos antes y en la campaña, que ahora nos iba a tocar seguir haciendo lo de siempre: alentar, impulsar y apoyar la lucha del pueblo trabajador, porque ese es el único camino que puede garantizar un cambio real. Pensamos que aunque solo sean dos los diputados que ha obtenido UP, si están al servicio de poner voz a la lucha obrera y popular, de utilizar su presencia en las instituciones para convertirlas en una tribuna de la batalla por el pan, el trabajo, el techo y las libertades, pueden ser una potencia.

Pero si esa presencia parlamentaria se pone al servicio de «garantizar la gobernabilidad” del país, para conformar «“gobierno de izquierdas” PSOE-Podemos, en nombre de conformar un «frente anti-PP», olvidando todo lo dicho y hecho durante la campaña electoral, será papel mojado y se acabará dando la razón a aquellos que opinaban que se debía haber renunciado a la lucha por un programa y a la presentación de la candidatura y que había que haberse integrado en Podemos al precio que fuera.

A los compañeros/as de Sindicalistas por la Unidad Popular, decirles que ha sido un placer compartir con ellos esta lucha y que el resultado final no nos hace cuestionarnos un ápice ni el programa ni la batalla que dimos por él. Por eso hoy nuestra posición es inequívoca: ningún apoyo de UP a cualquiera de las formulas de gobierno, porque cualquier gobierno que surja de la actual aritmética parlamentaria no será más que un gobierno al servicio de la Troika y propatronal.

Ahora toca seguir golpeando juntos en las luchas. En esto seguimos plenamente dispuestos.