Las elecciones del 25S son uno de los últimos actos de este largo periodo de votaciones que desde el 2014 se han sucedido en el Estado Español. Los debates se centran en las salidas electoralistas, dejando apartada la movilización social, que prácticamente ha desaparecido, salvo excepciones como las luchas contra la privatización de la sanidad, especialmente en los Hospitales de Vigo (Alvaro Cunqueiro y Meixoeiro).

Por Xulia Mirón y Roberto Laxe

Hay vida más allá del marco electoral, puesto que los cambios que se puedan producir en la Xunta van a tener que enfrentar los recortes, las políticas de austeridad de la UE y los procesos de recentralización del Estado español al calor de la crisis del régimen del 78.

Construir una alternativa al gobierno de Feijoo

El mantra que llevamos escuchando desde que comenzó el boom electoralista es, “dejemos las calles”. Bajo la consigna, “todos y todas contra el PP”, votemos para construir un “gobierno de progreso” que rompa con él. ¡Cómo si fuera la primera vez!; como vimos, no hace ni ocho años, y el PP volvió. Hay que sacar todas las consecuencias de una experiencia tan reciente.

El PSOE puede decir que es el único capaz de gobernar y acabar con las políticas del PP, pero hoy como ayer es la otra gran pata del régimen; el que pacta con el PP el artículo 135 de la Constitución para el pago de la deuda, el que firma reformas laborales y el que tiene como “línea roja” para negociar con cualquiera la negativa al derecho a decidir de los pueblos. ¿Qué puede ofrecer un pacto con el PSOE? Es una repetición del fracaso del Bipartito.

Es cierto que la candidata del BNG, Ana Pantón (por cierto, la única mujer), se comprometió a ser insumisa ante las leyes injustas del gobierno central y las medidas que ofrece para los 100 primeros días son en apariencia progresivas. Lo que no dice es que aplicarlas supone chocarse con el régimen del 78 y la UE, por lo que solo apoyándose en la movilización y la autoorganización de la clase obrera y el pueblo -como fue Nunca Máis o el 15M- podremos imponerlas.

No lo puede decir abiertamente, aunque haga declaraciones de “ir más allá”, porque la política del BNG es atraer a su proyecto a un sector de la pequeña y mediana burguesía, especialmente del rural y del mar, empobrecidos por la crisis y las políticas del PP. Levantar la lucha contra el régimen y por la movilización social como ejes les asustaría.

La experiencia AGE se ha transformado en En Marea, bajo el acuerdo de ANOVA, IU y Podemos, que con el paso atrás de Beiras, consensuaron un candidato, un jurista nacionalista y constitucionalista. En el proceso de En Marea, aunque pueda recoger votos de la clase trabajadora, se recomponen las clases medias que hasta el bipartito se veían reflejadas principalmente en el BNG.

Tras palabras como “cambio”, “progreso”, “todos y todas contra el PP”, se esconde un programa de “regeneración democrática”, donde el marco constitucionalista es el límite para el cambio, que no cuestiona nada de las bases del régimen actual y ni se menciona la Unión Europea. La “línea roja” del derecho a decidir de los pueblos, impuesta por el PSOE y Podemos Galiza, que ni lo considera, demuestran cuáles son los objetivos reales de En Marea.

Corrente Vermella y el voto

Es entendible el deseo de acabar, a través del voto, con el PP y poner un “gobierno progresista”. Son ocho años de “demolición” calculada de una sociedad; pero estas ilusiones acaban el día de las elecciones, puesto que tras el 25 S los ataques, gobierne quien gobierne, se van a producir poniendo a la nueva Xunta, si es de “progreso”, en la disyuntiva de acatar lo que viene de la UE o romper con ella.

La reaccionaria ley electoral nos impide a Corrente Vermella presentarnos a las elecciones. Un sector de los trabajadores/as y de la juventud votarán a En Marea o BNG y quienes se abstendrán porque no ven una opción clara por la izquierda y no quieran dar más «votos útiles». A todos ellos/as les queremos decir que los derechos robados a la sociedad, el saqueo de la clase trabajadora y sus conquistas y la demolición calculada de una nación no se supera con un simple voto por un falso gobierno progresista. Voten lo que voten, no hay salida, si no luchamos por imponer un plan de emergencia económico y social. Sólo habrá cambio superando el actual ciclo de desmovilización y recuperando la lucha obrera y popular, desde los centros de trabajo, estudio, barrios y villas.

Este es el desafío que deberían asumir todos los partidos, que como En Marea y BNG, hablan de cambio y debemos exigir que lo hagan.

La lógica electoral de “todos y todas contra el PP” no pasa por la prueba de la historia. En su momento, el Bipartito dijo lo mismo y, al final, le abrió las puertas al PP. Ante la clase trabajadora y los pueblos hay que ser claros. A estas alturas de la crisis social y económica no caben medidas intermedias que palien los males del capitalismo; solo yendo a la raíz del problema: la UE y el régimen del 78. Por otra Europa, la de los Trabajadores y las Trabajadoras, y por una Federación de Republicas que garantice el derecho a decidir del pueblo gallego. Solo con estas medidas será posible revertir la demolición de estos años del PP.

Una breve reflexión sobre la Xunta Bipartita

Parece que esta es la primera oportunidad que el pueblo gallego tiene de desalojar al PP de la Xunta, y eso no es cierto. El gobierno de Fraga comenzó a tener su primer síntoma de desgaste cuando en el comienzo del milenio miles de estudiantes tomaron las calles y las plazas en su lucha contra la LOU (Ley Orgánica de las Universidades). Poco después, la clase obrera protagonizaba dos huelgas generales, una en solitario, en el 2001, y otra el 2002, junto con el resto del Estado. Sin embargo, fue cuando del atentado del Prestige y Nunca Máis que el pueblo trabajador gallego demostró toda su capacidad de movilización, con la marcha de 120 mil personas a Madrid el 23 F del 2003.

El resultado de esta oleada movilizadora fue la derrota electoral del PP y la entrada de la Xunta Bipartita, con la campaña de “Hai que Botalos”. Las expectativas duraron poco porque la Xunta Bipartita no fue capaz de cubrir las esperanzas que del pueblo trabajador y de la juventud.

Si bien en un principio se adoptaron medidas como la paralización de las obras de la Ciudad de la Cultura, las subvenciones a los caciques de los pequeños Ayuntamientos que provocó una verdadera insurrección de cientos de concejales del PP, quienes quedaron sin dinero para repartir entre sus amigos, … Al final todo quedó en agua de borrajas, y los proyectos centrales del Estado, elaborados por el PP, como el Puerto Exterior, el AVE, la reanudación de la Ciudad de la Cultura, fueron defendidos por la Xunta Bipartita.

Lo más grave de ese continuismo se expresó en lo político. La Xunta no fue capaz de enfrentar los nidos de poder del neofranquismo del PP, los pequeños Ayuntamientos y las Diputaciones, y el control absoluto de los medios de comunicación, desde donde los caciques intermedios mantienen viva las estructuras de su poder. Estas estructuras están detrás de la ola de incendios que asoló media Galiza en el 2006, como una herramienta de desgaste de la Xunta Bipartita.

La Xunta Bipartita nunca fue capaz de enfrentar con coherencia a la derecha neofranquista, que utilizó todos los medios legales e ilegales para volver al gobierno, y lo lograron. Al final, esta derrota se tradujo en que desde el primer momento la Xunta del PP tenía claro cuál era el proyecto, vender Galiza al mejor postor, además de desmontar todo aquello que impidiera recuperar lo que Galiza ha sido siempre para el Estado Español, y ahora para la UE, una fuente de mano de obra barata y exportadora de materias primas.