El NPS [Nuevo Partido Socialista] sacó recientemente un artículo de polémica con el PSTU de Argentina y la LIT-CI, en el que acusan a nuestra internacional y a nuestro partido hermano de ser parte de un “retroceso” político en la lucha por la liberación de las mujeres. En este artículo queremos reafirmar y clarificar nuestra posición y debatir con la propuesta política del Nuevo Mas y las Rojas, que se reivindican del “feminismo socialista”.

Por PT – Lucha Mujer – Costa Rica

Es cierto, como señala el NPS, que hay varias corrientes del feminismo, es más, consideramos que el movimiento feminista es muy amplio y está lleno no solo de matices, sino que expresa además distintos intereses de clase. Esto es así y se confirmó tanto en la primera ola de la lucha por los derechos de la mujer a comienzos del siglo XX, como en la segunda de los años 70, y se confirma hoy en el ascenso que estamos viendo en todo el mundo. Y esto es así porque la opresión abarca a las mujeres de todas las clases sociales, aunque su impacto varía de acuerdo a la ubicación en cada una de ellas.

Simplificando, podríamos decir que tenemos el feminismo burgués o liberal (hoy renovado por las teorías del “empoderamiento), en el que podemos ubicar a figuras como Hillary Clinton o Cristina Kirchner. El feminismo radical que surgió en los años 70 y popularizó el concepto de “patriarcado”, y también el “feminismo socialista”, “feminismo marxista” o “feminismo materialista” (existen varios matices), que también surgió en esa segunda ola de luchas.

Nosotros pensamos que estas corrientes feministas de la segunda ola, si bien tienen elementos de análisis diferentes, tienen dos puntos en común que los une como “feminismos”: un punto de ubicación en la lucha de clases muy progresivo que es la lucha abierta contra el machismo y a favor de la liberación de las mujeres, y una estrategia que nos parece errada. Por eso es muy importante debatir abierta y honestamente.

La estrategia en la que coinciden las corrientes feministas es que plantean que la lucha por la liberación de las mujeres será victoriosa si es liderada por un movimiento de mujeres, puesto que a todas nos uniría como objetivo central la destrucción del patriarcado.

En los movimientos de mujeres han intervenido y siguen interviniendo muchos programas e ideologías disputando su dirección: todos se ubican en un acuerdo de que hay que acabar con la opresión de la mujer, pero luego hay diferencias sobre el cómo, y qué camino debemos seguir.

Los socialistas hemos defendido, desde Clara Zetkin hasta Lenin y Trotsky, que la liberación total de las mujeres trabajadoras no es posible sin acabar con la explotación capitalista, y en particular sin una economía planificada que socialice el trabajo doméstico o no pago de las mujeres, que es la base material de su opresión. Esa tarea solo la puede llevar a cabo la clase trabajadora con un programa revolucionario, que haya sabido combatir el machismo entre sus filas, que haya integrado en su programa las consignas y la tarea de la liberación de la mujeres (y demás sectores), y que haya desarrollado dirigentes políticas mujeres que puedan movilizar a ese sector mayoritario de la clase.

¿Qué propone el “feminismo socialista” del NPS/Nuevo Mas?

El NPS y el Nuevo Mas reivindican el “feminismo socialista.” Hay muchas elaboraciones diferentes del feminismo socialista, desde el de intelectuales que no vienen de la tradición socialista, como Hartmann o Eisenstein que reivindican un “sistema dual”, es decir, una explicación de la realidad social que mantiene dos estructuras (patriarcado y capitalismo) pero que nunca logró explicar cómo se combinan; hasta corrientes internas al trotskismo, como el Freedom Socialist Party en los EEUU, que radicalizaron las posiciones desarrolladas por la principal dirigente del SWP norteamericano, Mary Alice Waters. Nos parece que el NPS y el Nuevo Mas se reivindican más de esta segunda definición, que dicho sea de paso, combatieron cuando hacían parte de la LIT, en los años 80, así que polemizaremos con ella.

Nuestra principal diferencia con las compañeras de esa corriente no es el uso de la palabra “feminista” sino el contenido político y estratégico que le dan a su feminismo: “Las feministas socialistas peleamos entonces por construir un movimiento de mujeres anticapitalista y antipatriarcal, independiente del Estado y de todo sector patronal, capaz de levantarse y luchar en las calles por sus derechos y por revolucionar todas las relaciones sociales.” (negritas nuestras)

Su objetivo, para acabar con la opresión de las mujeres, es un movimiento de mujeres para acabar con la opresión de las mujeres. Nosotros proponemos un movimiento de las mujeres de la clase trabajadora y los demás sectores de la clase trabajadora, también con un programa anticapitalista, independiente etc., pero una lucha del conjunto de la clase contra la opresión de las mujeres y contra la explotación de toda la clase.

Eso requiere la dura tarea de empezar la lucha dentro de la clase, de enfrentar el machismo en los lugares de trabajo, de luchar por las reivindicaciones democráticas de las mujeres, como guarderías, igualdad salarial, fin del acoso sexual, fin de los despidos por maternidad, derecho al aborto, fin de los feminicidios y de la violencia contra la mujer, etc., trayendo a esta lucha también a los hombres. Queremos que las centrales sindicales se tomen en serio la lucha por la liberación de la mujer, luchando contra el machismo dentro de las propias organizaciones, y que se preocupen por liderar y promover a mujeres dirigentes entre sus filas. Sabemos que un paso importante para ello es que los sindicatos y demás organizaciones obreras y populares creen secretarías de mujeres y encuentros de mujeres trabajadoras para reforzarse en esa lucha interna y para que enfrente la opresión también en sus propias organizaciones de lucha.

Somos las primeras en participar en unidad de acción –como lo estamos haciendo para este 8 de marzo–, con todas las organizaciones feministas y sectores que quieran defender los derechos de las mujeres, y convocamos de manera especial a la clase obrera. Nos alegramos y celebramos cada triunfo de las mujeres por sus derechos, pero no nos confundimos. Creemos que cada avance que se logre en este terreno en primer lugar no impacta de la misma manera a todas las mujeres, y además retrocederá si la clase obrera no toma los destinos de toda la sociedad en sus manos, construyendo una sociedad nueva, una sociedad socialista. Esa es nuestra estrategia y no la confundimos con luchas paralelas contra dos sistemas que se retroalimentan, por un lado el capitalismo y por otro el  “patriarcado”.

En consecuencia con esta diferencia con el planteo del NPS y del Nuevo Mas es que nos parece que un movimiento de mujeres no va a ser objetivamente anticapitalista, es decir, que no va a hacer temblar a la burguesía solo porque su programa lo diga. Podrá arrancar conquistas y victorias memorables, pero eso no significa que pueda llevar al socialismo. Y ahí existe una diferencia entre nosotros sobre cómo entendemos los procesos revolucionarios, sus distintos momentos y la combinación entre tareas democráticas y socialistas que Trotsky formuló en la Teoría de la revolución permanente. El criterio determinante para que un movimiento de lucha se torne objetivamente anticapitalista, es que se plantee la toma del poder por la clase trabajadora, organizada en organismos de doble poder y que tenga una dirección revolucionaria. Llegar a eso no es algo espontáneo. No ocurre solo porque mucha gente salga a la calle con un programa muy radical. Millones salieron a la calle contra la Guerra en Vietnam o por los derechos de las mujeres y de los negros en los EEUU y esos movimientos no lograron tirar abajo el gobierno y hacer temblar a la burguesía. ¿Por qué? Porque no se dieron como estrategia desarrollar la movilización independiente de la clase trabajadora y no plantearon el problema del poder y de los organismos de poder de nuestra clase.

Y a partir de esto nace nuestra tercera diferencia, que es sobre el sujeto social de la liberación de las mujeres. Porque si todas las luchas de las mujeres son objetivamente anticapitalistas como plantean el NPS y el Nuevo Mas, la organización de todas las mujeres (independientemente de la clase social a la que pertenezcan) se convierte en un aspecto central para alcanzar la revolución. Por eso el NPS dice que “luchar contra la opresión de las mujeres implica necesariamente (ese es uno de los grandes aportes del feminismo socialista) luchar contra el capitalismo, en alianza con la clase trabajadora y demás sectores oprimidos”.

Nosotros sostenemos que el sujeto social de la liberación de las mujeres será la clase trabajadora en su conjunto, con mujeres y hombres organizados como clase social. En la época de la Segunda Internacional, Clara Zetkin señaló esta diferencia cuando el SPD se dedicó a organizar por separado a las mujeres de la clase trabajadora: “La emancipación humana integral de todas las mujeres depende, por lo tanto, de la emancipación social del trabajo; lo que solo puede ser realizado por la lucha de clases contra la explotación, por parte de la mayoría. Por lo tanto, las mujeres socialistas se oponen fuertemente al credo de las mujeres burguesas de que sus derechos son los derechos de las mujeres de todas las clases y por eso debe ser un movimiento apolítico, neutro, exclusivamente por los derechos de las mujeres”.

Pero, a pesar de nuestras diferencias estratégicas, en las luchas concretas nosotros luchamos por hacer la más amplia unidad de acción con todas las corrientes y activistas que son parte de las luchas por la emancipación de la mujer. Aún más, creemos que esa unidad es necesaria y fundamental para sumar fuerzas a las acciones de movilización en defensa de los derechos de las mujeres, aunque posiblemente en el camino tengamos nuestras diferencias programáticas.

¿Patriarcado o familia burguesa?

El término “patriarcado” o “patriarcal” se ha utilizado para hacer referencia a todo aquellos que simbolice la opresión. Comúnmente se utiliza como sinónimo de machista o sexista y para definir un orden social en el que los hombres se encuentran en una posición de poder sobre las mujeres.

En el caso de las corrientes socialistas, como se autodenominan los partidos con los que debatimos en este artículo, el patriarcado ha sido pensado como una “división sexual del trabajo entre los sexos” o como “un sistema de explotación del trabajo reproductivo”, o como “el enemigo que materializa las relaciones sociales de dominio” de manera tal que el feminismo socialista ha pasado a reconceptualizar conceptos claves de la teoría marxista.

En este intento del feminismo marxista o socialista por combinar ambas teorías (marxismo y feminismo), terminan reivindicando el feminismo y la teoría del patriarcado como base, y en su intento por “combinar” las relaciones sociales del capitalismo (relaciones de clase) con las relaciones “patriarcales” (de sexo), lo dominante termina siendo para estas corrientes la teoría patriarcal.

Nosotras creemos que la teoría marxista sigue siendo válida para explicar el desarrollo histórico de la humanidad (materialismo histórico) y las contradicciones entre la estructura social (clases y relaciones sociales) y su superestructura (estado, instituciones, leyes, costumbres e ideologías) y, por supuesto, la relación entre los sexos.

Marx y Engels analizaron el cambio profundo que significó el surgimiento del capitalismo para la institución de la familia patriarcal. Señalan que la familia patriarcal dejó de ser una unidad donde se realizaba el trabajo productivo, bajo el poder absoluto del padre. Todos los miembros de la familia obrera, con la introducción de la maquinaria y la gran industria, fueron convertidos en fuerza de trabajo asalariada. De este modo, retirando el trabajo productivo de la esfera familiar y transfiriéndolo a la fábrica y, consecuentemente, transfiriendo el poder absoluto del padre (patriarcado) al látigo del mercado y la gran industria (dejando una gran parte de trabajo explotado, esclavo –porque no pagado– a las mujeres en el ámbito privado de la familia). Por lo tanto, la familia pasa a cumplir un rol subordinado de refuerzo tanto material (plustrabajo de las mujeres en casa), político (desigualdad de derechos), como ideológico (machismo, desigualdad) de las relaciones sociales de producción capitalista.

Esta forma de la familia entró aún más en crisis después de la Segunda Guerra Mundial, con la incorporación masiva de las mujeres a la masa asalariada y su nueva independencia económica. Eso no quiere decir que automáticamente la opresión sea menor en esas familias sino que las relaciones de opresión que pierden o disminuyen su base material pueden ser cuestionadas más abiertamente. No es un azar de la historia, sino más bien una consecuencia social lógica, que la segunda ola de luchas masivas por los derechos de las mujeres se inició en la posguerra en los países imperialistas que vieron ese gran cambio que fue la feminización masiva del proletariado asalariado.

Nuestras diferencias

El NPS afirma en su artículo que “el enemigo es el patriarcado que se materializa en relaciones sociales de dominio” y que “entiende la opresión de las mujeres desde las relaciones sociales producidas con el patriarcado”. El Nuevo Mas argentino argumenta que el capitalismo y el patriarcado “son solidarios entre sí”. Nuestra pregunta es: ¿cuál es la naturaleza de esas “relaciones sociales de dominio”? ¿Cómo se relacionan el capitalismo y el patriarcado? Para nosotros, la respuesta es tanto compleja como clara, pues no se trata de reducir la opresión a la explotación económica ni viceversa, sino entender una dinámica viva: bajo el capitalismo las relaciones de opresión tienen una dinámica y un espesor propio, que moldean y actúan sobre los sujetos sociales pero que están al servicio de la explotación y de la extracción de plusvalía. Por lo tanto, no basta con decir que ambas son “solidarias”, o que “se combinan”, sino que también hay que precisar que las relaciones de opresión están subordinadas a las de explotación .

El capitalismo utiliza las opresiones que le son precedentes y crea otras nuevas para sobreexplotar a los oprimidos y dividir a la clase obrera; basta ver la situación hoy de los inmigrantes, los negros, además de las mujeres, para entender en los hechos la justeza de esta afirmación. Si queremos ser muy simplistas, podemos decirlo así: llegados a un enfrentamiento sin salida la mujer burguesa prima sobre el hombre proletario.

Explicar eso de ninguna forma es minimizar la realidad de las relaciones de opresión y dominación sexual, sino más bien al contrario, es entenderlas mejor ya que es penetrar su funcionamiento social y ver de dónde se agarran para actuar: están enraizadas en la sociedad de clases, en el Estado, y en la cuestión de la mujer se asientan en la imposición a todas las mujeres de la clase trabajadora del trabajo doméstico no pagado, o un plustrabajo impuesto, que se apropia de forma indirecta el capital.

El capitalismo se benefició de las relaciones de opresión existentes y generó nuevas relaciones (como el racismo que acompañó la expansión colonial) para lograr un grado mayor de explotación y de control ideológico de la clase trabajadora. Para ello llenó de un nuevo contenido, un contenido de clase, las relaciones de opresión previamente existentes y las nuevas, y por eso cambió el contenido de las relaciones patriarcales dentro de la familia. Por eso, bajo el capitalismo no todas las mujeres sufren igual la opresión, ni esta tiene las mismas consecuencias: por eso la mujer burguesa o de las capas medias que es oprimida como mujer, no vive un elemento clave de la opresión que es el trabajo doméstico no pagado, ya que puede contratar a una trabajadora que le limpie la casa, a menudo inmigrante (es decir, una trabajadora que ya va acumulando varias opresiones).

Por eso, nosotros argumentamos que para acabar de una vez por todas con la opresión de las mujeres trabajadoras, y por ende de todas las mujeres, no basta con que se movilicen las mujeres. El problema que enfrentamos es mucho mayor, y va más allá de conseguir el derecho al aborto o el fin de la violencia doméstica, tiene que ver con la socialización del trabajo doméstico bajo una economía planificada, que tiene por condición la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción, base material de la explotación, de todas las opresiones, y de la desigualdad social. Porque hasta que no destruyamos la fuente que alimenta la desigualdad material no podremos erradicar para siempre las demás formas de desigualdad (jurídica, política, reproductivas, etc.) que nacen de ella. Esa tarea tan inmensa solo la va a poder cumplir la clase trabajadora en su conjunto, obviamente con las mujeres a la cabeza, liderando, pero siempre educando, apelando a la solidaridad y el interés común de sus compañeros de clase y buscando su movilización conjunta de manera independiente y contra los hombres y las mujeres de la burguesía. Combatiendo de manera cotidiana todas las ideologías y las prácticas burguesas al interior del movimiento obrero, como el machismo, la xenofobia, el racismo, la homofobia, y la política nefasta de todas las corrientes que le proponen políticas de conciliación entre las clases y la construcción de movimientos policlasistas en nombre de la lucha contra los explotados y oprimidos.

Ese es el programa que defendemos y elaboramos los socialistas sobre el tema de la mujer, no es un aporte del feminismo socialista. Nuestra elaboración no es nueva ni de nuestra invención; es previa y parte de las elaboraciones del marxismo. Si algún compañero o compañera quiere reivindicar este programa y a la vez reivindicarse feminista socialista no tenemos ningún problema con que entre a nuestras filas, lo que queremos es un acuerdo programático para impulsar la lucha del conjunto de la clase trabajadora por la emancipación plena de la mujer, que solo podrá ser lograda destruyendo el capitalismo.