Luego de los terribles atentados del 13 de noviembre en París, el presidente François Hollande –intentando aumentar su hasta entonces maltrecha popularidad– asumió una postura desafiante y abiertamente belicista: “Francia está en guerra”, anunció ante sus parlamentarios.Por Daniel Sugasti

Intentando interpretar el papel internacional que asumiera George W. Bush en 2001, y en nivel local haciendo suya la retórica de partidos de ultraderecha y xenófobos como el Frente Nacional de Marine Le Pen, el “socialista” Hollande hizo gala de una hipocresía sin límites y planteó una “guerra global” entre la “civilización” y la “barbarie terrorista”.

En tal sentido, reclamó una coalición “grande y única” contra el Estado Islámico (EI) para lo cual deberá reunirse con los líderes de EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Italia, Rusia y China en los próximos días.

Al mismo tiempo, el gobierno francés solicitó a la Unión Europea (UE) la máxima cooperación militar con Francia, presentado como un país “atacado”. La respuesta, inédita en la historia de ese continente, fue positiva: los 28 gobiernos europeos decidieron unánimemente activar la “cláusula de asistencia mutua” que prevé el Tratado de la UE en caso de “ataque” a un Estado miembro.

Los ataques terroristas del EI, reaccionarios hasta la médula, lejos de “golpear” a “Occidente”, han facilitado una infame “cruzada civilizadora” a la que convenientemente se han unido desde el papa Francisco –que afirmó que el mundo enfrenta una especie de “tercera guerra mundial”[1]– hasta la ONU, que aprobó a toda prisa una resolución a gusto y paladar de París, en la que exige un refuerzo de las fronteras en Europa y un endurecimiento en el control de movilidad incluso para ciudadanos europeos.

Escalada militar

En el plano militar, la reacción inmediata de Hollande fue una intensificación de los bombardeos en Siria. Cazas tipo Rafale y Mirage realizan bombardeos en amplia escala principalmente en la ciudad de Raqqa, autoproclamada capital del “califato” controlado por el EI desde junio de 2014. Hace pocos días, el portaviones Charles de Gaulle, insignia de la Marina francesa, llegó al Mediterráneo oriental, triplicando el poder de fuego de Francia en la zona.

En el marco de esta ofensiva, Hollande selló un pacto con Rusia. Los atentados del EI en París también le han venido como anillo al dedo a Moscú.

Putin, sancionado económicamente por EEUU y la UE por causa de su política anexionista en Ucrania, aprovechó la ocasión para insistir con su cínico llamado a una “acción global” contra el terrorismo, intentando reforzar su posición en nivel internacional y, sobre todo, salvaguardar mejor sus intereses en Siria, principalmente la protección de la base naval de Tartus y el mantenimiento de los acuerdos petroleros entre el régimen de Al-Assad y empresas rusas.

El presidente ruso intenta sacar provecho de la “coalición grande y única” convocada por el Elíseo no solo para atenuar su aislamiento sino para aumentar su influencia en la región. No es por otro motivo que después de los atentados en París, el Kremlin se apresuró a reconocer que el avión ruso derribado sobre el Sinaí el pasado 31 de octubre fue producto de un atentado del EI, algo que en su momento fue negado. Lo concreto es que, astutamente, Rusia se sumó con todo a la “cruzada civilizadora” del imperialismo y anunció que aumentará su presencia militar en Siria al menos con 25 aviones más.

Asimismo, la acción terrorista del EI reforzó la permanencia de Al-Assad en el poder y, por ende, complica mucho más la situación política y militar de los rebeldes sirios antidictatoriales.

Esto es así porque esos atentados fortalecieron toda la política de mantener en el poder al sátrapa de Damasco –que continúa masacrando al pueblo sirio sin pausa y ante la indiferencia mundial–, que hace tiempo es considerado por el imperialismo como un “mal menor” frente el peligro, en primer lugar, de un triunfo de la revolución siria y, en segundo término, ante el avance del EI dentro y fuera de Medio Oriente.

En este sentido, a partir del acuerdo entre EEUU y Rusia, hace unas semanas se celebró en Viena una conferencia para alcanzar una “transición negociada” que, principalmente, “preserve las instituciones [dictatoriales]” en Siria. La realidad, al contrario de la narrativa castro-chavista de que el imperialismo “conspira” contra Al-Assad, es que ni EEUU ni Europa tienen problemas en que, en el marco de ese plan contrarrevolucionario, el dictador sirio se mantenga en el poder por más o menos tiempo.

Así las cosas, si hace por lo menos año y medio ya nadie habla de “derrocar” a Al-Assad debido a que la “prioridad” pasó a ser “combatir” al EI, después de los atentados en París ninguna potencia imperialista menciona siquiera la dictadura siria.

Acudiendo al llamado francés, el gobierno británico anunció sus planes de bombardear Siria en diciembre. Cameron, tras reunirse con Hollande, aseguró además un aumento del gasto en Defensa en un 30%.

De la misma manera, Merkel anunció que enviará 650 soldados alemanes a Malí, con la misión de descargar peso al ejército francés en el oeste de África para que pueda centrarse en la “lucha antiterrorista” en Siria.

Habrá que ver la dinámica de esta escalada militar. Al menos hasta ahora, EEUU ha asumido una posición más cauta. Mientras Hollande anunciaba la “guerra”, Obama alertaba que “esto no es una guerra convencional”. Los candidatos a sucederle, como la demócrata Hillary Clinton o el republicano Jen Bush (hermano de George W. Bush), rápidamente vociferaron por más tropas y más intervención aérea.

Sin embargo, Obama reiteró que, por el momento, los atentados en París no lo harán cambiar de táctica: ataques aéreos combinados con apoyo a “fuerzas locales” para enfrentar al EI. EEUU tiene desplegados 3.500 militares en Irak y medio centenar de “tropas especiales” en Siria. A pesar de la retórica belicista de los opositores a Obama, que tiene el claro fin de capitalizar electoralmente los hechos en Francia, salvo algunos “halcones” en el Congreso o candidatos menores, nadie propone seriamente repetir una invasión al estilo Irak de 2003.

Sin embargo, esto no excluye la posibilidad de que otros países, como Rusia o la misma Francia, envíen soldados a Siria. Putin anunció que está estudiando esa medida que, en el marco de la dinámica política y militar, no se puede descartar.

Hollande ataca las libertades democráticas en Francia

Volviendo a Francia, cabe señalar que toda la política exterior guerrerista del gobierno de Hollande se combina, a nivel interno, con una política represiva y policiaca. Claro, cuidándose siempre de hacerlo en nombre de la “libertad”, la “democracia” y otros “valores europeos”. Hollande declaró el estado de excepción en todo el país que, en principio, regirá hasta el 26 de febrero de 2016. Esta medida draconiana se logró a partir del endurecimiento de la ley del 3 de abril de 1995, y fue aprobada en el Congreso tanto por oficialistas como por opositores al presidente francés, incluidos, de manera vergonzosa, los parlamentarios del “anticapitalista” Front de Gauche de Jean Luc Melenchon.

Ese mismo parlamento aprobó sin titubeos otro pedido de Hollande: otorgar a las fuerzas armadas una libertad de acción sin precedentes. Las calles están tomadas por los militares. Más de cien personas están presas. Las manifestaciones están prohibidas. Lo mismo pasa en Bélgica, que está tomada por tropas del ejército que patrullan sus calles y arrestan personas, sin dar las más mínimas garantías.

En otras palabras, estamos delante de un ataque frontal a las libertades democráticas del pueblo francés y europeo, que no puede menos que recibir el más enérgico repudio del movimiento obrero y la izquierda mundial.

El impacto sobre la crisis migratoria

Además de mejorar las condiciones para una intervención imperialista más intensa en Sira, los atentados del EI en Francia también facilitaron a los gobiernos europeos la restricción y la persecución de los miles de inmigrantes que intentan obtener refugio y asilo tras huir de los horrores de la guerra en Siria y otros países de Medio Oriente.

Luego de un primer discurso sobre recibir con los “brazos abiertos” a los refugiados – sobre todo tras el impacto político de la muerte del niño sirio Aylan Kurdi–, Merkel y el Congreso alemán comienzan a girar rumbo a un endurecimiento en el control de fronteras. La xenofobia y la islamofobia estimulada por la prensa burguesa crean un clima favorable para partidos neonazis como PEGIDA y Alternativa por Alemania, que en las últimas semanas organizaron marchas racistas y aumentaron ataques contra centros de refugiados.

En la misma Francia, un campamento en la ciudad de Calais que cobijaba miles de refugiados procedentes de Afganistán, Siria, Eritrea, Etiopía, Sudán e Irak fue incendiado poco tiempo después de conocerse el atentado. Existen indicios de que el incendio fue provocado por grupos xenófobos[2]. Entretanto, el Parlamento de Hungría rechazó el ya irrisorio sistema de repartición de refugiados por cuotas en los países europeos, alegando que esto podría contribuir a “expandir el terrorismo” en el continente. El gobierno húngaro, incluso antes de los atentados en París, había ordenado erigir cercas y custodiar las fronteras con el ejército. En Polonia, el partido de ultraderecha Ley y Justicia (PiS) ganó las elecciones a fines de octubre y anunció que no aceptará más refugiados.

Austria y Eslovenia, por su parte, restringieron el número de refugiados que aceptarían por día hasta no más de dos mil personas.

Nuestra posición

  1. Es imperioso que todo el movimiento obrero y popular, principalmente en Francia y los demás países imperialistas, rechace tajantemente la escalada de ataques aéreos y el eventual envío de tropas terrestres a Siria. No se debe perder de vista, ni siquiera por un instante, que el imperialismo es el principal responsable por la catástrofe económica y social que corroe a Medio Oriente. Los gobernantes de EEUU y Europa son los más grandes terroristas de la historia mundial. Durante décadas no solo han colonizado sino que ha promovido guerras, ocupaciones, masacres atroces, sostenido dictaduras sanguinarias como la de Al-Assad en Siria y, cuando les convino, estimularon grupos como Al Qaeda y el EI, que se nutren de la situación de caos y completa desesperación a la que miles de personas se ven arrastradas hoy en países como Siria.
  1. Los bombardeos imperialistas en Siria e Irak, además de haberse mostrado ineficaces para acabar con el EI, solo acarrean más muerte y sufrimiento a la castigada población civil siria. Desde que EEUU comenzó a bombardear al EI, miles de civiles han fallecido. En los últimos días, por ejemplo, han muerto centenas de personas inocentes en Raqqa, una ciudad con una población de casi medio millón de personas, a las que les caen indistintamente bombas de la aviación francesa, norteamericana, rusa y siria.
  2. La forma más eficaz de derrotar militarmente al EI pasa por fortalecer la resistencia armada siria, tanto árabe como kurda. Las victorias de la alianza entre milicias kurdas y del Ejército Libre Sirio en Tal Abyad y en Kobane, en dos ocasiones, muestran esto. Lo mismo podemos decir de los peshmergas kurdos iraquíes, que pocos días antes de los atentados habían liberado la ciudad de Sinjar de las garras del EI. No se debe exigir bombardeos imperialistas o rusos sino armas pesadas y tecnología militar de punta para las brigadas rebeldes, para que estos puedan derrotar los proyectos dictatoriales tanto de Al-Assad como del EI. Coincidimos plenamente con el planteo de los Comités Locales en Siria: “Insistimos también en la importancia y la necesidad de apoyar al pueblo sirio, tanto dentro como fuera del país, para ayudarnos a conseguir nuestro derecho de ser liberados/as de la tiranía y el terrorismo. Aceptar que Assad continúe en el poder después de sus crímenes contra la humanidad no ayudará a luchar contra el terrorismo; al contrario, mantendrá su fuente principal”.
  3. En Francia y en toda Europa, la lucha contra las medidas represivas y cercenadoras de las libertades democráticas más elementales que los gobiernos aplican o intentan aplicar es importantísima en este momento. En este sentido, la solidaridad con los refugiados debe redoblarse.

En momentos en que los gobiernos reprimen, criminalizan, intentan cerrar aún más las fronteras a las miles de personas que huyen de las guerras que el imperialismo, y las dictaduras que este sostiene, provocan en Medio Oriente; en momentos en que el racismo, la xenofobia y los partidos de ultraderecha o directamente neonazis levantan la cabeza al son del tambor batiente de Hollande y los gobernantes europeos, la clase obrera y los pueblos deben responder con unidad, lucha y solidaridad de clase. La clase obrera debe unirse, sin importar diferencias étnicas, religiosas o de naciones, contra el mismo enemigo común: la barbarie capitalista-imperialista con sus gobiernos y parlamentos.

Más que nunca los trabajadores y el pueblo debe salir a las calles y gritar bien alto: ¡Bienvenidos refugiados! ¡Nativa o extranjera, la misma clase obrera!

¡Rechacemos las medidas represivas y xenófobas de los gobiernos europeos!

¡No a los bombardeos de EEUU, Francia y Rusia en Siria!

¡Armas pesadas para que los rebeldes sirios, árabes y kurdos, derroten al EI y Al-Assad!

[1] http://cnnespanol.cnn.com/2015/11/17/estamos-ante-el-inicio-de-la-tercera-guerra-mundial/

[2] http://www.telesurtv.net/news/Fuerte-incendio-destruye-campamento-de-refugiados-en-Francia-20151114-0014.html