El 4 de febrero Grecia vivió la tercera huelga general durante el gobierno Tsipras y la primera de 2016. La adhesión creció en los días que antecedieron la huelga, con nuevos sectores habiendo anunciado su participación. En principio la convocó la Confederación de Sindicatos de Trabajadores Públicos (ADEDY) y la central GSEE, que organiza a los sindicatos del sector privado. También la convoca PAME, la coordinadora de sindicatos dirigida por el Partido Comunista griego (KKE), aunque haya convocado la marcha y la concentración en otro punto de la ciudad, rompiendo así con la unidad con los demás sectores en lucha. El eje central de la convocatoria fue el rechazo a la reforma en el sistema de pensiones y de seguridad social, pero también contra los recortes y las privatizaciones.

Por Xara Arghiris

La respuesta de los trabajadores comenzó a manifestarse. Durante todo el mes de enero ocurrieron en Atenas movilizaciones de distintos sectores para preparar la huelga. Una vez más en contra de un gobierno que está aplicando planes de austeridad mucho más profundos que los anteriores. El gobierno reprimió las protesta de manera similar a los gobiernos del PASOK y Nueva Democracia (ND), golpeando abuelos que protestaban por las pérdidas de sus pensiones.

Alexis Tsipras sostiene que la reforma del sistema de pensiones es la única opción para que sobreviva el sistema y hoy se enfrenta al rechazo masivo de la mayor parte del pueblo griego, que exige en la calle que se retire el proyecto. En su larga lista de promesas incumplidas estaba “la recuperación inmediata de la paga extra”. En cambio, aceptó la “clausula de déficit cero” que impuso la troika. Esto significa el compromiso de ahorrar en pensiones el 1% del PIB anual, que equivale a 1.800 millones de euros.

La participación de los trabajadores en la huelga se fue extendiendo a cada vez más sectores. Médicos de hospitales públicos y de centros de salud, artesanos y comerciantes, trabajadores municipales, la Confederación de Trabajadores de la Energía Eléctrica, taxistas, farmacéuticos y el transporte, que estableció unos servicios mínimos en el metro, el tranvía y los autobuses. En los trenes y troles el paro fue total. También adhirieron las asociaciones de profesionales liberales y autónomos.

La Confederación de Marinos, que vienen luchando por otra promesa incumplida de la lista, realizó un paro de 48 horas. En sus primeros días en el gobierno, Syriza canceló varias privatizaciones en curso, pero una vez firmado el memorándum volvió todo atrás. La exigencia es de 50.000 millones de euros en privatizaciones.

Los agropecuarios y ganaderos, así como los pequeños campesinos mantienen desde hace varios días 62 cortes de carreteras en todo el país. Durante el día de huelga resolvieron dar paso donde fuera necesario para no ser un obstáculo a los que querían participar en las movilizaciones.

Nada que celebrar

El pasado 25 de enero se cumplió un año desde que Syriza y Alexis Tsipras salieron ampliamente victoriosos en las elecciones parlamentarias. Un resultado electoral que había sido expresión de un gran triunfo de los trabajadores y el pueblo griego, en contra de los partidos tradicionales ND y PASOK, ejecutores de la destrucción del país en los últimos seis años, aplicando durísimos ajustes dictados por la Troika.

Tsipras olvidó rápidamente que fue votado por millones en rechazo a la desastrosa situación económica y a los conocidos “planes de austeridad”. Así comienza su transformación. Dejó de lado las luchas que llevaron a cabo los trabajadores enfrentando cada paquete de medidas, cada memorándum y las 35 huelgas generales de las que fue partícipe.

Syriza generó grandes ilusiones y expectativas en la mayoría del pueblo griego. Creyeron profundamente en las promesas de campaña de Tsipras de “recuperar la dignidad nacional” y “enfrentar los planes de austeridad”. Muchos veían Syriza como “lo nuevo” y “la izquierda” que por primera vez llegaba al gobierno, junto a la cual lucharían contra Merkel y los acreedores de la Troika.

Syriza, historia de traiciones

La desilusión llegó demasiado rápido. La experiencia del pueblo griego con el gobierno de izquierda” fue vertiginosa. Pasó a ser, como lo llaman ahora, el gobierno “para nada de izquierda”.

Syriza priorizó “la negociación” con el capital financiero, no avanzó en la ruptura con el euro y la Troika. En cambio, aceptó la “renegociación de la deuda”, firmó el tercer memorándum y siguió un camino opuesto a la voluntad popular.

Su política no fue para el rescate de los trabajadores y el pueblo, ni para devolver puestos de trabajo, ni por salarios y pensiones dignas, no fue para devolver el sistema de salud pública y la educación, ni por el derecho a la vivienda.

Tsipras traicionó, en tres ocasiones en los últimos doce meses, la lucha permanente del pueblo griego durante los últimos seis años en contra de “la austeridad”: Después de las elecciones de enero, tras el rotundo triunfo del NO en el plebiscito y en su reelección el 20 de setiembre 2015.

Se transformó en el ejecutor de las exigencias del memorándum, cedió a la intransigencia de la troika y el imperialismo. Avanza en las medidas exigidas por el tercer rescate, da continuidad a la política de los gobiernos anteriores, con cada vez más recortes y agrava de esta forma la crítica situación económica griega. La deuda externa en enero 2015 era de 324.000 millones de euros, hoy llega a 363.000 millones, incluyendo los 86.000 millones del tercer rescate.

Sin embargo, para Tsipras hay motivos para festejar y en su discurso el domingo pasado, entre otras cosas, dijo: “…podemos cambiar Grecia, podemos cambiar Europa. Podemos derrotar aquellos que hasta ayer parecían invencibles. Estamos dando la pelea, avanzamos. Un año de Izquierda, un año de batallas, un año de luchas para cambiar nuestras vidas.”

Su mayor preocupación pasó a ser aprobar “el primer examen del rescate” y recibir la aprobación del Eurogrupo y la Comisión europea. Aunque ya reciba las palabras complacientes de Jeoren Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, de que “Grecia ha dado pasos decididos y va en buena dirección”, se le está haciendo muy difícil cerrar la reforma de pensiones, que en este momento es el punto central.

Unificar las luchas para derrotar el ajuste de Tsipras y la troika

Esta tercera huelga general marca un importante salto en la lucha política contra el plan de austeridad que Syriza quiere aplicar. Se trata de una respuesta contundente de los trabajadores a las continuas traiciones.

El proceso de resistencia avanza y se hace imprescindible discutir la unificación de las centrales obreras y las organizaciones de izquierdas y sociales. Es necesario un plan de lucha nacional para dar continuidad a la resistencia y seguir organizando acciones más contundentes. La única salida para los trabajadores y el pueblo griego es confiar en sus propias fuerzas, lograr la organización independiente y no tener ninguna confianza en el gobierno de Syriza.