Se cumple un año de uno de los momentos históricos de los últimos tiempos, la dimisión de un cada vez más desprestigiado Juan Carlos I tras las grandes movilizaciones sociales de los últimos años, de las mareas contra las privatizaciones, de las huelgas generales, del 15M, de la gran marcha a Madrid del 22M y del proceso soberanista catalán.  Unas movilizaciones que cristalizaron en las elecciones europeas y culminaron con su dimisión y la salida a la calle de manera espontánea, de miles de personas por el derecho a decidir y por la república.

¿Qué queda de todo es proceso de movilización social creciente que apuntaba al régimen del 78? Pues hay que decirlo claramente: lo que queda es un berenjenal de pactos postelectorales, donde lo último que se discute es cómo dar continuidad a lo que comenzó el pasado año.

El foco -que no la «centralidad» del debate- lo han cambiado entre todos: de tener el foco en la crisis del régimen, en el proceso soberanista catalán, contra las privatizaciones, o el no pago de la deuda… lo tenemos en el debate sobre la «transparencia», la «participación ciudadana» y medidas paliativas de los dramas sociales -en un alarde de utopía, pretenden curar el cáncer de la crisis capitalistas con paracetamol-.

Y en ese cambio lo marco Juan Carlos en su discurso de dimisión: «hay que dejar paso a nuevas generaciones»… y olvidar los problemas que nos trajeron hasta aquí.

Y quienes han conseguido cambiar el foco: los medios, los partidos mayoritarios, pero también los que se ufanan ellos mismos de haber quitado del «centro» del debate el problema catalán, que no era más que el punto más avanzado de esa crisis del régimen.

A un año, para muchos parece que lo que sucedía hace solo un año es historia. Pero los que pretendieron quitar el foco de los problemas centrales, la crisis del régimen, se equivocan de medio a medio: la pitada del pasado sábado demuestra que sigue muy viva.

Que no líen la madeja electoralista, lo que hace un año sigue ahí; no ha pasado tanto tiempo, y ellos mismos fracasaron cuando el pasado año quisieron «legitimar» con un baño de masas a Felipe VI en su coronación, y fracasaron estrepitosamente; no asistieron más de 50 mil personas.

No olvidemos como hemos llegado aquí gracias, y solo gracias a la movilización… este debe siendo el centro del debate, y donde tenemos que poner el foco.