Al igual que el año pasado, la Comisión estatal del 8M volverá a convocar para ese día una Huelga laboral, estudiantil, de consumo y una huelga de cuidados feminista.

Desde Corriente Roja pondremos todo nuestro esfuerzo para que esta jornada estatal e internacional de lucha, sea un día grandioso de movilizaciones y huelga general de toda la clase trabajadora por los derechos de las mujeres, con nosotras a la cabeza.

Pero por más vueltas que le damos, no entendemos bien cómo las trabajadoras podemos llevar a cabo una «huelga de cuidados”, con qué objetivos, ni contra quien es esta huelga.

En la web de la comisión podemos leer: «reivindicamos que el trabajo de cuidados sea reconocido como un bien social de primer orden y exigimos la redistribución de este tipo de tareas. (…) «Con esta huelga queremos hacer patente que el sistema económico colapsaría sin nuestro trabajo cotidiano de cuidados. Queremos parar para que los cuidados no recaigan solamente en nosotras». (Argumentario Comisión estatal 8M)

Nosotras partimos de que las huelgas, como herramienta de lucha, se hacen contra alguien y por reivindicaciones concretas que queremos conseguir. No se hacen para «visibilizar» algo, que por otro lado es bastante evidente: las mujeres en todo el mundo, llevamos a cabo unas tareas domésticas y de cuidados (trabajo reproductivo) en el ámbito privado de la familia, de forma totalmente gratuita para el sistema. Entonces, la pregunta sería:

¿Qué papel juega el trabajo doméstico y de cuidados gratuito, en el sistema capitalista que vivimos?

La lucha del movimiento feminista de los años 60 y 70 fue vital para poner encima de la mesa estas cuestiones. Este movimiento en su origen, además de reivindicar nuestros derechos sexuales y a elegir sobre nuestra maternidad o no que a día de hoy aún se nos niegan, fue una sublevación contra la naturalización de las tareas domésticas y de cuidados y por su reconocimiento como un trabajo necesario para que la sociedad funcione. En ese sentido, sirvió para que la teoría marxista, que es una herramienta que nos sirve no sólo para explicar el funcionamiento del sistema capitalista, sino también para organizarnos como clase trabajadora para derribarlo, integrara y explicase el papel que juega el trabajo reproductivo gratuito que llevamos a cabo las mujeres en el ámbito privado.

De este modo, la lucha de las mujeres contribuyó a enriquecer la teoría marxista, ya que tal y como el propio Marx lo entendía, esta no constituye una teoría acabada e inmutable, sino que es algo vivo que puede y debe enriquecerse con la experiencia de la lucha de clases.

Que el capitalismo mantenga la responsabilidad de estos trabajos sobre los hombros de las mujeres, juega una función ideológica de primer orden ya que educa a los hombres en la idea de que la mujer es un ser inferior que está ahí para servirle y satisfacer todos sus deseos y necesidades, disponible 24 horas y que por ello tienen privilegios. Esta desigualdad es la causa de nuestra dependencia salarial de los hombres dentro de la familia, de que nuestras condiciones laborales sean peores y de la desigual división de poder en esta sociedad capitalista. Este trabajo gratuito que hacemos las mujeres, es una forma de esclavitud doméstica que nos impide y dificulta participar socialmente, en igualdad de condiciones. Por esto es tan necesario para nosotras combatir esa falsa ideología de que es algo «natural» y que los hombres tomen conciencia de que el machismo que supone cargarnos con estas tareas, nos divide y nos debilita como clase trabajadora para combatir las políticas de la burguesía y sus gobiernos lacayos, que hemos de enfrentar a diario.

Pero además de eso, este trabajo gratuito e invisible sirve para que se ahorren miles de millones en los presupuestos para sanidad, educación, dependencia, servicios sociales, etc.

No podemos olvidar además las abismales diferencias que existen entre las mujeres según sea su renta. La mujer burguesa puede contratar personal a su servicio para que otras mujeres hagan por ella ese trabajo doméstico que está muy precarizado, o para comprar servicios privados de cuidados, sin ningún problema para llegar a fin de mes.

Dicho esto, no tenemos acuerdo y consideramos erróneas, las teorías feministas que afirman que el trabajo doméstico y la familia sean los pilares de la producción capitalista, sin los cuales el sistema se caería y colapsaría.

El pilar sobre el que siempre se sustentó el sistema capitalista es la obtención de plusvalía dentro del trabajo asalariado. Cuando decimos que desde el punto de vista capitalista,el trabajo doméstico no es productivo porque no genera plusvalía en sí mismo, no quiere decir que sea un trabajo inútil o secundario. Al contrario.

Para el capitalismo es funcional que las cosas sean así. Pero eso no significa que en un momento y lugar determinado no pueda (y de hecho lo hace), transformar parte de ese trabajo reproductivo que es indispensable, en trabajo asalariado, si le conviene. Los mismos gobiernos y organismos imperialistas se plantean políticas públicas y proveer de servicios públicos cuando quieren estimular la inserción de las mujeres al mercado laboral, cuando así lo necesita la burguesía. Cuando no les conviene por el contrario, otorgan subsidios para mantener a la mujer en el hogar. El capitalismo utiliza a la mujer como un ejército de reserva de mano de obra barata y se vale de ideologías para sacarla y devolverla al hogar según lo necesite. Por eso llevar a cabo un reparto equitativo de estas tareas entre hombres y mujeres, evidentemente contribuirá a una sociedad más igualitaria, pero no cuestiona las bases del capitalismo, mientras alguien siga haciendo estas tareas de forma gratuita, en el ámbito privado.

¿Huelga de cuidados por la socialización de esas tareas?

En conclusión, tenemos acuerdo en que para acabar con el machismo, las mujeres tenemos que dar la batalla de forma organizada por un reparto de estas tareas y por medidas que lo favorezcan, como es la equiparación de los permisos de paternidad y maternidad, que también el Gobierno Sánchez se empeña no por capricho, en alargar.

Pero limitarnos a proclamar huelga de cuidados un día para lograr «un mayor reconocimiento social del trabajo doméstico y de cuidados» o «una mayor distribución y responsabilidad social» del mismo, confunde la raíz del problema y es totalmente insuficiente.

Las trabajadoras necesitamos que este 8M sea un día de Huelga General en que toda la clase trabajadora salgamos a exigir y arrancar a los capitalistas y los gobiernos a su servicio, aquellos recursos que sean necesarios para que todas estas tareas sean responsabilidad del Estado. A exigir recursos que acaben con la dependencia material de las mujeres de la clase trabajadora y con los prejuicios y estereotipos machistas. Recursos que nos permitan participar en igualdad de condiciones, dentro de la producción social y de la vida política.No para perpetuar y mantener este sistema social y económico capitalista injusto, sino para que como parte de nuestra clase y junto a nuestros compañeros, nos organicemos para destruirlo.

Al final, sólo una revolución socialista que expropie a la burguesía y ponga la economía bajo el control de los trabajadores, puede socializar hasta el final el trabajo doméstico y de cuidados. Esto es realmente lo que se comenzó a hacer tras la Revolución Rusa de 1917, hasta la llegada del estalinismo. Lo hicieron con la creación de restaurantes públicos, lavanderías públicas, cuidado público y universal de la infancia y un verdadero sistema de salud socializado.