Este artículo forma parte de una serie de reportajes y entrevistas que nuestro corresponsal está realizando durante dos semanas desde Grecia. Puedes leerlos todos pinchando aquí.

Igual que en en una laboratorio se usan tintes para marcar una muestra y observarla al microscopio, el voto por el «NO» en el pasado referéndum sirvió como marcador de la clase trabajadora, la juventud y la gente pobre de Grecia. El sentido del voto polarizó a las dos grandes clase sociales, cada una a un lado. Os pido que os fijéis en los siguientes mapas. A la derecha, están marcados en azul oscuro los barrios ricos y en azul claro los pobres de Atenas. A la izquierda, están marcados en rojos los que votaron no y en verde los que votaron sí. Vemos que los barrios pobres votaron masivamente por el no y los ricos por el sí, sin un sólo ejemplo que cruce esta frontera trazada entre las clases.

De la misma manera los partidos políticos, los medios de comunicación, los académicos y las «celebrities» ligados al capitalismo hicieron una masiva campaña de terror por el sí anunciando el caos si ganaba el no. Para completar el cuadro, la Unión Europea y los gobiernos de Europa amenazaban con duras represalias y los bancos se bloqueaban parcialmente.

Frente a esta campaña de la clase capitalista y sus sirvientes se encontraba una campaña humilde, sin grandes presupuestos, sin medios de comunicación pero con un gran esfuerzo militante. Y la certeza de que si los dos memorándums anteriores fueron una ruina para la gente trabajadora de Grecia, la aprobación del tercero sería la puntilla final. Hay que destacar que Syriza se ausentó de esta campaña, que recayó principalmente sobre la izquierda más combativa y los activistas de los movimientos sociales, estudiantiles y sindicales.

Sin embargo ese gran NO fue traicionado por Tsipras, que lo convirtió en un gran sí en un abrir y cerrar de ojos. Lo que no puede cambiar Tsipras es la experiencia de la clase trabajadora griega, empezando por la lección de que no pueden confiar en él si quieren realmente detener los planes de austericidio. Los trabajadores de Grecia ya no son los mismos que eran hace no mucho. La enseñanza que están empezando a sacar es que no pueden subcontratar a otro para que resuelva sus problemas, sino que deben tomar el destino en sus manos y solucionarlos con su acción directa.

El futuro de lo que está por pasar en Grecia es incierto y dependerá de una multitud de factores. Seguramente el desencanto y el pensamiento de que «no hay alternativa» aún pesarán. De momento es difícil calcular con exactitud el alcance de la ruptura del conjunto de los trabajadores griegos con Tsipras y su ánimo de lucha para el futuro próximo. Han pasado apenas unas semanas de verano tras la firma del nuevo memorándum. Pero hay síntomas que señalan que los próximos meses serán agitados y que el movimiento obrero está preparándose para dar la batalla.

Bajo el nuevo gobierno ya hubo tres huelgas generales en la sanidad contra los recortes, los trabajadores del puerto también han entrado en huelga contra la privatización, los trabajadores de la televisión pública ERT no han dejado de manifestarse. El mismo día en que escribo esta crónica una huelga se desarrollaba en el mismísimo Acrópolis entre las fotos de los sorprendidos turistas. A la vez, en Antenna, una televisión privada, entran en huelga contra 13 despidos, en Tesalónica el sector de la limpieza contra la privatización, los trabajadores ferroviarios paran tres horas por lo mismo…

Todo da a entender que este movimiento de la clase trabajadora continuará y se profundizará a partir de septiembre, mes que se inaugurará con una gran manifestación nacional en Tesalónica coincidiendo con un tradicional acto en el que el Presidente cuenta sus planes para el curso. Organizar y darle orientación a ese movimiento es la gran tarea de los revolucionarios en Grecia: hay que trasladar el OXI de las urnas a la resistencia activa a la aplicación de las medidas del memorándum.

*En la foto del artículo, obreros metalúrgicos griegos en huelga.