La extrema derecha de toda Europa está revuelta

; animados desde los EE UU por el presidente que recomienda «inyectarse lejía» como remedio al Covid19, se han visto reforzados en sus discursos xenófobos y racistas, nacionalistas, por la reacción de los estados europeos de cerrarse sobre sí mismos, levantando las fronteras, y de ser incapaces de dar una respuesta unificada a la pandemia.

En este cuadro, la extrema derecha española no ha tardado ni diez minutos en salir a la calle contra el gobierno de Sánchez. Pero la extrema derecha española tiene unas características propias, que la hacen mucho más peligrosa que sus «colegas» europeos. No es la extrema derecha de la democracia burguesa como la europea, sino que por sus herencias del pasado, tiene un pie fuera de la democracia burguesa. Representan a todos aquellos que opinan que el franquismo hizo muchas concesiones a los “rojos y comunistas” en la Transición, y, como dijo Aznar en el 2001, va siendo hora de “recuperarlas”.

Este franquismo sociológico se apoya en una Transición que blanqueó las instituciones de la dictadura, desde la Jefatura del Estado hasta las fuerzas represivas, pasando por el aparato judicial; dándoles carnet de demócratas y librándolos de responsabilidades gracias a una Ley de Amnistía que la ONU ha pedido, en repetidas ocasiones, su derogación. Está reciente la muerte en libertad de Billy el Niño, buscado por la justicia argentina para responder de sus crímenes, y protegido por la Audiencia Nacional y la Ley de Amnistía.

 

El “capital / dios” los cría, y ellos se juntan

No es casualidad que la ola de manifestaciones comenzaran en el barrio de Salamanca de Madrid, uno de los barrios con mayor renta per cápita de todo el Estado. Son los caseros, los empresarios que han despedido, los dueños de acciones de residencias de mayores, los de la segunda residencia. Llevan la bandera del gobierno y por eso el gobierno no les toca ni un pelo. Son los del «Viva España y viva el Rey», los del «a por ellos», los que votan recortes y privatización, y protestan porque en el fondo son como hace siglos: la enfermedad y el contagio son cosas de pobres.

El IBEX 35 no sale a manifestarse, no lo necesitan para imponer sus leyes puesto que tienen otros mecanismos para ejercer la presión como son los despidos masivos; pero al IBEX 35 bien le vienen estas manifestaciones convocadas por Vox y apoyadas por el PP, puesto que comparten con ellos los mismos objetivos: “que la economía no caiga”, que la sanidad y los servicios públicos desaparezcan como en repetidas ocasiones han dicho dirigentes de Vox; y es lo que el PP ha hecho todos estos años.

Por eso al IBEX 35 bien les viene esta presión desde la derecha en la calle, con cientos o miles de personas exigiéndole al gobierno que se “levante el Estado de Alarma”, que “no cierre Madrid” para que “la economía no caiga”, para poder seguir con sus negocios “en paz”, porque su exigencia de “libertad” y “democracia” es la de la libertad para explotar y especular. Hoy por hoy, son el “palo” para tensionar al gobierno y forzarlo a girar más a la derecha.

Hasta el momento las manifestaciones se ciñen a estos sectores sociales “acomodados”, pero con el devenir de la crisis y el empobrecimiento del conjunto de la sociedad, puede echar en sus brazos a pequeños empresarios y autónomos arruinados, y por estas vías entrar en los barrios obreros.

 

En el fondo, la crisis del régimen de la Transición

Antes de que se extendiera la pandemia por el mundo, uno de los temas que centraban la actualidad en el Estado Español era la crisis del Régimen del 78, tanto en lo que hace a la institución fundamental, la monarquía con los asuntos del viejo rey y sus herencias “malditas”, como la estructura territorial (el “procés” catalán) o el carácter reaccionario del poder judicial, que llevaba años provocando una desafección social respecto al mismo régimen.

No obstante, no se puede olvidar que en momentos de crisis aguda, cuando se hacen evidentes que los ricos son cada vez insultántemente más ricos, mientras el conjunto de la sociedad se empobrece, se profundiza la tendencia a la polarización social, y las salidas políticas se radicalizan. La estabilidad social y política que otorgan las “clases medias” desaparece al ritmo que estas se empobrecen, empujando a sectores de ellos en brazos de salidas racistas y xenófobas, pues buscan en el “distinto” las causas de todos los males, para no tener que culpabilizar al sistema que durante años les dio “placidez y estabilidad” social.

Esta polarización social sacude las estructuras políticas construidas en esos años de “placidez”, reactivando muchas de las crisis preexistentes y las exigencias de todos los sectores sociales, preparando grandes conflictos de clase, situando su resolución en el terreno de la política; por eso calan en ciertos sectores populares la consigna de la extrema derecha de “todos los políticos son iguales” o “gobierno dimisión”, puesto que de manera intuitiva colocan el problema donde está, en las decisiones políticas de los gobiernos.

La extrema derecha lo hace, entre otras, para cubrir con un “velo” las vergüenzas del PP, su gestión presente en Madrid, y de que fueron los recortes que implementaron estos años los que provocaron el colapso de hospitales y residencias de mayores, pero no obvia que la solución o es política, de poder, o no es: no hay término medio.

Por eso, ante la «emergencia social» que está provocando la crisis, las fuerzas obreras y populares deben unir sus esfuerzos para levantar no sólo programas de choque social, sino también de medidas políticas que frenen la expansión de la extrema derecha, y éstas pasan por la ruptura abierta y sin paliativos con el «huevo de la serpiente», el Régimen del 78 que alimenta a esos sectores sociales que viven de la especulación y el trapicheo.

Algunas medidas a adoptar en este camino son la derogación de las leyes antidemocráticas como la Ley Mordaza, la depuración de las instituciones de franquistas (policía, ejército, poder judicial), la disolución de la Audiencia Nacional heredera del TOP, el fin de la monarquía, y, sí, abajo este Estado de Alarma que no sirve para otra cosa que para constreñir las libertades democráticas y no resuelve ninguna de las necesidades sociales generadas por la crisis.

El confinamiento es posible sin necesidad de poner a la población en manos de esas fuerzas policiales y judiciales llenas de neofranquistas, y el Estado de Alarma debería servir para nacionalizar los servicios privatizados y privados, para hacer tests, para adoptar medidas que resuelvan las necesidades sociales como el desempleo masivo, los alquileres, el pago de la luz y el agua,… es decir, las necesidades sociales que la crisis está poniendo al orden del día.

En Vallecas, y otros barrios y ciudades, la población salió rechazar la presencia de grupos de extrema derecha protegidos, como no podía ser de otra manera, por la policía, marcando una línea para derrotarlos; desde la lucha social, obrera y popular, que no es lo mismo que sectores del activismo vayan al enfrentamiento con los neonazis. Es justo lo contrario; son la clase obrera y sectores populares desde sus centros de trabajo, desde los barrios, los que rechacen de todas las maneras habidas, desde simples comunicados hasta asambleas y manifestaciones, no solo la presencia de los grupos de extrema derecha sino su misma existencia.

La garantía para derrotar a las bandas de extrema derecha no es confiar en un gobierno que las tolera, les permite saltarse el Estado de Alarma, mientras reprime y prohíbe las convocatorias de las organizaciones obreras, un gobierno que ha demostrado ser parte del origen del problema, el Régimen del 78; sino organizar a los trabajadores y trabajadoras, a los pobres, para “parar la economía” al servicio de un verdadero plan de emergencia social que vaya a las raíces del problema, el sistema capitalista y sus gobiernos.

Las salidas minoritarias a esta lucha solo entorpecen la necesidad de que la clase obrera se organice desde la base, y objetivamente juegan a favor del envalentonamiento de la extrema derecha y el endurecimiento de las medidas represivas de los gobiernos contra los trabajadores y trabajadoras.

La lucha de la clase obrera y los pobres, con sus métodos de huelga y manifestación, de paralización de la economía debe obligar a los gobiernos y al IBEX 35 a pararle los pies a las bandas de matones. Lo que más temen los “jefes” de esas bandas es que la “economía se caiga”, y esta crisis si algo ha demostrado es el poder de la clase obrera, la que tiene en sus manos las llaves de esa economía.

El motivo que ha provocado la reactivación de la extrema derecha en todo el mundo es evitar que la “economía se caiga”; desde Trump hasta el ultimo manifestante del Barrio de Salamanca tienen como objetivo reactivarla, pase lo que pase, a costa de la salud de millones de trabajadores y trabajadoras o de lo que sea; si estos trabajadores y trabajadoras paran la economía conscientemente, a Trump, Bolsonaro, y a los Sánchez, Merkel o Macron, se les caen “los palos del sombrajo”, porque eso no es una crisis económica, es una revolución.