El islamismo se ha transformado en un fenómeno mundial con peso de masas en países donde el imperialismo es hoy más agresivo. El fenómeno es parte esencial del proceso de reorganización obrera en Oriente Medio, Asia, el Magreb y también, entre los trabajadores inmigrantes en los países imperialistas. La ocupación de Irak y la guerra de liberación nacional que le ha sucedido ponen al rojo vivo el tema y la polémica que genera en la izquierda mundial.Este artículo es un intento de profundizar nuestro conocimiento acerca de un tema tan complejo y decisivo en la geopolítica mundial de nuestra época.

Por Ángel Luis Parras (1)

Una visión equivocada

Un rasgo distintivo de la situación mundial es, sin dudas, el giro derechista de las direcciones del movimiento de masas, su integración en los regímenes burgueses y su colaboración con el imperialismo. De esa «ley general» no escapa de ninguna manera la izquierda en Oriente Medio o Asia. El peligro de un ascenso islamista al poder, asimilado al del fascismo, fue la excusa ideal para semejante capitulación política de la izquierda árabe. Esta capitulación tiene otra cara, paralelo a la magnificación del islamismo y de sus tendencias reaccionarias se oculta la responsabilidad del imperialismo en la situación de miseria de las masas. Su integración en los regímenes políticos, justificada por la necesidad de “luchar contra el islamismo”, al mismo tiempo, disfraza u oculta la dominación que ejerce el imperialismo a través de los gobiernos locales.

Hay muchos ejemplos de militantes de izquierda y nacionalistas que aceptan puestos ministeriales y gubernamentales con esta justificación. Basta echar un vistazo a Argelia, Palestina o Irak para ver cómo buena parte de la izquierda rechaza la unidad de acción con los islamistas al tiempo que no tiene el menor reparo en participar junto al imperialismo en juntas militares (Argelia), en gobiernos que persiguen a los que luchan contra el sionismo (Palestina) o en otros de ocupación puestos por el imperialismo (Irak).

Los “revolucionarios» de los países árabes o islámicos, que son los máximos
enemigos de cualquier unidad de acción con el fundamentalismo, expresan, a nuestro
juicio, el “vendaval oportunista” que recorre el planeta. La particularidad de los países árabes o musulmanes no puede ocultar que la esencia del debate es la misma en todo el mundo: la posición de los revolucionarios frente al imperialismo.

El fenómeno islamista

Las corrientes islamistas existen como tales desde comienzos del siglo XX, en particular tras la aparición de los Hermanos Musulmanes en Egipto (1928). Pero es, desde 1980, después de la revolución iraní, que se convierten en un fenómeno creciente en el mundo musulmán y en las propias colonias de trabajadores inmigrantes en los países imperialistas.

Hablamos de “fenómeno político” pues estamos frente a organizaciones absolutamente diferentes, aunque algunas se llamen de la misma forma. Por ejemplo, Hamas de Palestina es parte destacada de la Intifada y la lucha contra el sionismo, pero Hamas de Argelia (actualmente MSP) apoyó el golpe, la represión y forma parte de los gobiernos de la dictadura argelina. Se reivindican islamistas los talibanes, Hezbollah, el FIS argelino, Hamas en Palestina, Al Qaeda o el gobernante partido turco Refah. Incluso Estados enteros, como Arabia Saudí o Irán.

Pero son las corrientes abiertamente enfrentadas al imperialismo las que han ganado más simpatías y prestigio en el movimiento de masas de los países musulmanes y configuran realmente el llamado “fenómeno islamista”. Después de la bancarrota del estalinismo y del antiguo nacionalismo burgués panarabista de los años 1960-70, ocuparon su espacio en la resistencia al imperialismo y a los gobiernos pro imperialistas. Cuáles son sus características principales?

  • Son direcciones burguesas y pequeño burguesas que se apoyan en diferentes sectores económicos y alas de la jerarquía musulmana (chiítas o sunnitas) y toman el Islam como referente colectivo frente a la recolonización imperialista. Se apoyan en el movimiento de masas, en sus movilizaciones y protestas, buscando su espacio frente a la exclusión que sufren en las colonias y semicolonias por el proceso mundial de centralización de capitales y el saqueo imperialista. En esencia, son sectores burgueses que se enfrentan al imperialismo en la medida en que los excluyen como capitalistas.
  • Ideológicamente, proponen “estados islámicos”: regímenes bonapartistas y dictaduras, con manto religioso, que buscan desmontar y enfrentar todo proceso revolucionario, persiguen a los activistas obreros y juveniles y a toda corriente que no acepte sus planes políticos y sus doctrinas reaccionarias. En algunos casos, adquieren un carácter facistoide (talibán). En todos los casos, por su naturaleza burguesa y teocrática, nunca son consecuentes en la lucha contra el imperialismo.

El debate en la izquierda

En la izquierda mundial, se abrió una discusión sobre la política a tomar ante los enfrentamientos entre estas corrientes y el imperialismo. Hay quienes plantean que se tratan de dos sectores igualmente reaccionarios y que la política debe ser llamar a “la paz”. Por ejemplo, la consigna «Ni Bush ni Talibán» en la guerra de Afganistán. Otros los equiparan al fascismo y eso, por tanto, hasta justifican los golpes militares contra ellos. como en Argelia.

En este marco, muchas organizaciones sostienen que, a diferencia de las corrientes burguesas y pequeño burguesas de otros países coloniales y semicoloniales con los se pueden hacer acuerdos de unidad de acción y de lucha en el mismo campo militar contra el imperialismo, con las corrientes islamistas la línea es «ningún acuerdo». Esta posición razona que el fundamentalismo islamista sólo es antiimperialista y anticapitalista porque pretende retrotraernos al feudalismo. Serían entonces, partidos medievales o feudales. No están en el camino del progreso burgués sino de la “reacción asiática” y debemos combatirlos con tanta fuerza como al imperialismo.
Es una posición totalmente equivocada, Tal como nos enseñaran Lenin y Trotski, ante el enfrentamiento de un país más débil contra el imperialismo, especialmente si el primero es agredido, defendemos la derrota del imperialismo y, por lo tanto, el triunfo del país agredido, independientemente de lo reaccionaria que sea su dirección y su régimen.

Podemos decir que el fundamentalismo es un fenómeno similar al nacionalismo burgués. En consecuencia, preservando la independencia política y de clase y sin dar apoyo político a esas direcciones, llamamos a la unidad de acción con las corrientes islámicas que enfrentan al imperialismo.

También somos claros al repudiar la política de las organizaciones que defienden la matanza indiscriminada de sectores populares simplemente por el hecho estar bajo los «gobiernos enemigos o infieles» y que inspiran en las masas musulmanes una idea equivocada de cómo enfrentar al imperialismo. La utilización del terrorismo indiscriminado como hacen Al Qaeda y sus seguidores, sólo ayuda al imperialismo a ganar a las masas para su política, tal como lo mostró el 11 de septiembre.

Combatimos contra esas direcciones poniendo en el centro las necesidades de la lucha de clases, la lucha contra el imperialismo y los gobiernos lacayos. Debemos desenmascarar su inconsecuencia, su palabrería, su sumisión a los intereses burgueses, su falso “igualitarismo”, como parte de ese combate, y lo hacemos desde ese ángulo, el de la lucha de los trabajadores y no desde el «combate a la religión».

Dos criterios opuestos para caracterizarlas

Las caracterizaciones políticas de las corrientes no se pueden determinar por su ideología, aunque ésta sea un componente de esa caracterización. Lo esencial es el carácter de clase de esa corriente, su política y su programa, lo que dicen y lo que hacen en la lucha de clases, su relación con el sistema social dominante, el imperialismo y su vinculación con el movimiento de masas. El elemento determinante no hay que buscarlo en la superestructura (la ideología) sino en la estructura (la lucha de clases). El escenario en donde todos esos factores se ponen a la luz con mayor claridad son los momentos excepcionales, como las revoluciones o las guerras.

La mayoría de la izquierda mundial utiliza un criterio de razonamiento diametralmente opuesto: la ideología es el hilo conductor de toda su caracterización y, en consecuencia, de la definición de la política. Por eso, toma tanto peso la cuestión de la religión en la definición de que son corrientes esencialmente reaccionarias y precapitalistas.

Los errores a los que inducen estos enfoques

Es muy interesante, por ejemplo, el análisis que estos sectores de la izquierda hacen del wahabismo, la ideología que defiende Osama Bin Laden. Se trataría de «un movimiento religioso de vuelta a los orígenes del Islam» y una de las visiones más fanáticas. Son afirmaciones correctas en general, pero que poco o nada ayudan a entender en términos el choque actual con el imperialismo de un hombre vinculado, durante mucho tiempo, a la burguesía saudí y al imperialismo. Si tanto la monarquía saudita como Bin Laden son wahabitas, ¿por qué esta ideología para unos es el sustento ideológico del enfrentamiento a EE.UU. y para otros la justificación de la aceptación del dominio colonial?

En realidad, esa superficialidad «ideológica» expresa la educación eurocéntrica de buena parte de la izquierda. El concepto de wahabismo es un invento europeo, de los diplomáticos para ser mas precisos. Abd al-Wahab fue el artífice de la denominada “revolución nayí”, el proceso que, en el siglo XVIII, logró la primera y verdadera unificación política y económica de la península arábiga. El acuerdo entre Abd al-Wahab y el príncipe Mamad Ibn Saud representó el intento de un sector de la naciente burguesía del emirato de Nach por expandirse y unificar económica y políticamente la península arábiga, respondiendo así tanto al atosigante dominio del imperio otomano como al del naciente imperialismo británico.

El wahabismo se convirtió en el arma ideológica del movimiento de centralización de la península arábiga, la traducción teórica y teológica de la unificación social y de la centralización política y económica. Como movimiento de reforma que produjo una revolución, el wahabismo permitió la intrusión de Arabia en la historia. De ahí que algunos historiadores han denominado a Abd al-Wahab «el Lutero de Arabia». En el plano político el wahabismo instauró un régimen monárquico, bonapartista, en la que el príncipe era «el primer combatiente, el primer creyente y el primer comerciante».

Arabia Saudita

Posteriormente, a lo largo de varias marchas y contramarchas históricas, la monarquía saudita fue agente directo del imperialismo británico, primero, y del estadounidense, después, adoptando la forma de un estado que vivía de las rentas petroleras. El impresionante incremento de estos ingresos entre 1973 y 1983 fue la base material de su mayor expansión.

A partir de 1981, comienza el declive económico: miles de empresas de la construcción y firmas comerciales quiebran y miles de pequeños y medianos inversores van a la ruina. Comienza una decadencia, acompañada por hechos que afectan mucho a la península arábiga, como la primera Guerra del Golfo. Junto con esto, Arabia Saudita reconoce al Estado de Israel.

El rol regional de la decadente burguesía saudí, en medio de la ofensiva recolonizadora del imperialismo en Oriente Medio, y el acelerado deterioro de las condiciones de vida en el país se convierten así en el caldo de cultivo de la protesta social y la aparición de corrientes pequeño burguesas y burguesas que se levantan contra el gobierno títere colonial. Hechos como los acuerdos petroleros con EE.UU. y la cesión de territorio para la permanencia de las tropas yanquis se convierten en detonantes de crisis y confrontaciones sociales y en la propia burguesía.

Bin Laden aparece a los ojos de sectores enteros de las masas árabes como heredero del «verdadero» Abd al-Wahab, el de la revolución nayí. La religiosidad no es mas que la envoltura de la indignación social y Bin Laden, como Abd al-Wahab, un «nacionalista». En realidad, el principal objetivo de Al Qaeda no son los yanquis ni los sionistas, sino la familia real saudí. Basta pues desembarazarse de prejuicios y de la «apariencia de las cosas» para ver que Bin Laden y su «moderna» versión del wahabismo son una particular expresión del nacionalismo burgués.
Revolución y contrarrevolución en Irán

En 1979, la revolución iraní sacudió el mundo: el sanguinario régimen del Sha Pavlevi fue derrocado por las masas. En todo el mundo, en particular entre los árabes y las masas musulmanas, esta revolución ganó simpatía y espoleó el sentimiento antiimperialista y antisionista. Paralela a la derrota que sufrió el imperialismo, otra consecuencia de primera magnitud fue que provocó un cambio cualitativo en el movimiento islamista. Es una lastima que los que sostienen el carácter feudal del islamismo, no estudien con pasión esta tremenda revolución incluyendo el proceso contrarrevolucionario que le sucedió. Allí, los ayatolás llegaron finalmente al poder (y lo conservan hace 25 años) con su sharia y su “economía islámica” incluida.

El proceso revolucionario que llevó a la caída del Sha fue enorme, con grandes luchas obreras, en especial de los trabajadores petroleros, y estudiantiles. En febrero de 1979, se concretó la caída del régimen, en medio de la completa crisis de las instituciones, las FF.AA. y la odiada policía del Savak. El imperialismo perdía a su guardián regional, en medio de un ascenso revolucionario con existencia de organismos obreros, los shoras, y de miles de estudiantes y jóvenes movilizados. La conciencia antiimperialista era tan poderosa que el propio clero chiíta utilizaba expresiones de la izquierda y de la lucha de liberación nacional. La industria petrolera, las principales industrias energéticas, el comercio exterior y la banca fueron nacionalizadas. También se nacionalizó buena parte de la distribución para garantizar los productos básicos a las familias y se expropiaron las propiedades del Sha. La izquierda iraní tenía mucho peso. En la juventud, se destacaban los “mujahidines del pueblo”, que se definían como marxistas islámicos y eran llamados «chiítas rojos». El ayatolá Jomeini, representante del clero chiíta, de la burguesía del Bazar e industrial vinculada al comercio nacional, tenía como tarea restablecer el Estado burgués y cerrar la crisis revolucionaria desatada.

La contraofensiva imperialista se concentró, desde 1980, en alentar la guerra entre Irak e Irán. Cerca de un millón de iraníes perecieron en esa sanguinaria guerra. Sobre ese escenario, los ayatolás pudieron cumplir su tarea contrarrevolucionaria. La guerra se unió a la completa capitulación de la mayoría izquierda iraní al gobierno de Jomeini y al clero. Posteriormente, se inició la persecución y exterminio de toda la oposición al régimen de los ayatolás.

¿Irán es feudal o capitalista?

Irán se define como una República Islámica. Su constitución se rige por la sharia y obliga al Estado a trabajar por la «economía islámica» y el «sistema bancario islámico» que prohíbe la riba (usura). La pregunta clave en este debate es qué es Irán hoy, tras 25 años de gobierno de los ayatolás: ¿un país capitalista semicolonial o un país feudal (o en transición al feudalismo)?

Nadie en su sano juicio sostiene que hoy Irán es feudal o va en camino de serlo. El clero chiíta no fue más que el aparato político de un sector burgués que se levantó, montado sobre la protesta social, contra el expolio a que el imperialismo sometía al país con el Sha Pavlevi. Ese clero chiíta sigue siendo hoy, dividido y en profunda crisis, la expresión de diferentes sectores burgueses que pugnan por un espacio propio en el mercado, frente a la vorágine recolonizadora del imperialismo, o que solicitan un lugar como socio sumiso junto al amo imperialista, como Jatami.
Su “economía islámica” y sus “principios coránicos” no han sido más que mecanismos particulares de llevar a cabo la obligada acumulación de capital. Vemos algunos ejemplos. Las Fundaciones de Desheredados y Mártires, surgidas con el capital de las propiedades incautadas al Sha, fueron acumulando propiedades y ahora abarcan actividades muy variadas (industria, comercio, hotelería, compañías aéreas y transportes). Hoy son uno de los grandes monopolios económicos usufructuados por las élites del Estado, incluyendo a los militares y, según algunos especialistas, controlan el 40% del PNB iraní. Los intereses de este sector provocan roces y crisis con las políticas «liberadoras» y los proyectos privatizadores, alentados por Jatami y respaldados por las multinacionales, en una discusión que no tiene nada de feudal.

Por su parte, las Cajas de Ahorro sin interés han sido, por un lado, fuente de grandes negocios y financiación de la burguesía del Bazar, y por el otro, un mecanismo para canalizar el ahorro de poblaciones rurales y monetarizar las relaciones de sectores enteros marginados por el atraso del medio rural. Como se ve, los ayatolás han estado dedicados en estos 25 años a actividades acumuladoras nada feudales ni tampoco piadosas.

El islamismo tras la revolución iraní

La revolución iraní generó cambios cualitativos en el islamismo. En primer y determinante lugar, supuso un corte radical con el fundamentalismo proimperialista alentado por la monarquía saudita. En gran parte del siglo XX, las corrientes islamistas nacían auspiciadas y financiadas por el propio imperialismo y los regímenes títeres para contrarrestar la influencia de la izquierda marxista y el nacionalismo panarabista. Durante las décadas de 1960 y 1970, muchos de estos grupos nacían, principalmente en las universidades, vinculados al poder como autenticas bandas fascistas dedicadas a la persecución y asesinato de los activistas de izquierda o nacionalistas. En Marruecos, fue tristemente célebre la Asociación de la Juventud Islámica, responsable, entre otros, del asesinato, en 1975, del dirigente de la Unión Socialista de Fuerzas Populares, Omar Benyelun. Lo mismo puede decirse de los islamistas argelinos y de los tunecinos, en esos años.

La revolución iraní marca un cambio cualitativo. La entrada en escena del movimiento de masas en todo el área, la oleada de luchas y estallidos sociales obliga a estos grupos a reubicarse, a disolverse o desaparecer. Otros nacen al calor de ese movimiento, pero con un signo político diametralmente opuesto. El islamismo aparece así como un fenómeno en los países coloniales y semicoloniales enfrentado, a su manera, al imperialismo y eso es precisamente lo que le granjea las simpatías de las masas, que ven crecer su miseria día a día ante la complicidad o el estrepitoso fracaso de las direcciones tradicionales.

En segundo lugar, el islamismo adquirió verdadero carácter de masas. La gran oleada revolucionaria producirá una violenta caída del prestigio de los líderes bonapartistas árabes y los dirigentes guerrilleros. El desprestigio de Sadat, Saddam, Assad, Boumedien, los monarcas sauditas o el propio Arafat, se asienta en que no han sido capaces ni de aplastar a Israel, ni de dar libertad y bienestar a sus países porque la mayoría de ellos han claudicado visiblemente al imperialismo.

En tercer lugar, representó, felizmente, una autentica diáspora de las corrientes islamistas. En medio de su creciente peso de masas, la negativa de los ayatolás a extender la revolución generó una verdadera diáspora. Dicho de otra manera, el islamismo como corriente política quedó mas dividido y descentralizado que nunca.

Palestina: ¿ni sionismo ni Hamas?

Un buen ejemplo de cómo el proceso impactó sobre muchos de estos grupos es el Hamas (Movimiento de Resistencia Islámica palestino). Nació en Palestina, en la franja de Gaza, durante 1987, en la primera Intifada, con un papel aún poco importante con relación al resto de organizaciones palestinas. No es ningún secreto que la organización fue alentada por el clero iraní y apoyada, en diversos momentos, por Libia y por Arabia Saudita. Lo más significativo es que nació bajo el beneplácito directo del gabinete de Isaac Shamir. El sionismo alentaba una corriente islamista para contrarrestar el peso de las organizaciones nacionalistas y marxistas palestinas. Pero después de la segunda Intifada (2000), el papel liquidador de la dirección de Arafat y Al Fatah, su renuncia a la lucha por la destrucción del Estado de Israel y la sumisión a las burguesías árabe y europeas, alentaron el crecimiento, con peso de masas, de corrientes como Hamas, que radicalizó sus posiciones y se ha converti do en una referencia para miles de luchadores en el mundo árabe.

En otros artículos de esta misma edición, se analiza la traición de la dirección palestina de Arafat y el salto aún mayor que se da con Abu Mazen, presidente de la ANP (Autoridad Nacional Palestina). Es interesante la visión de los dirigentes llamados tunecinos que tiene Sami, un joven líder de la primera Intifada: «Cuando estaban en el extranjero, creíamos que era gente de bien. En realidad, solo han venido a hacer negocios, para amasar dinero. No son como nosotros, son individualistas. Saben que esto durará poco, así que se dedican a hacer negocios y a invertir en el extranjero. (…) Se acondiciona una zona de la playa en Gaza, se ponen en alquiler casitas para los veraneantes. Se abre un restaurante distinguido, Le Moulin, que sirve platos caros, organiza sesiones de bingo y fiestas con bailes. Se trata de lugares selectos donde este círculo social restringido se refugia a los que también tiene acceso determinados ciudadanos de Gaza cercanos al entorno de la ANP».

Los acompañan las grandes familias burguesas de Nablus (base de apoyo de la ANP) que presionan por el fin de la Intifada y mandan a sus hijos a estudiar a EE.UU. o Europa. Toda una generación de jóvenes, los de la primera y la segunda Intifada, se encuentran «desorientados por el fracaso del nacionalismo palestino y por los errores de sus gobernantes»

Ante eso, Hamas crece haciendo pie en los campamentos de refugiados más pobres, reclamando para sí la bandera de la lucha por la destrucción del Estado de Israel y «la reconquista de toda Palestina» y la propuesta por «recuperar la unidad de la primera Intifada». Como contracara, la ANP ofrece «emplear masivamente a los jóvenes de la primera Intifada en las fuerzas de orden para afianzar el poder(…) el acceso a la profesión de policía o de militar es una alternativa al paro». En 2003, la policía palestina tenía más de 50.000 integrantes (los acuerdos de Oslo preveían 9.000). Su misión es reprimir a todos aquellos que se niegan a acatar las ordenes de la ANP. Los islamistas pasaron a ser objeto de la represión más brutal, que también afecta a militantes del FPLP e, incluso, de Al Fatah.

En muchos campamentos de refugiados y barriadas, la solidaridad de la población con los perseguidos ha ido creciendo en forma constante y las mezquitas se convirtieron en lugar de encuentro y homenaje a los caídos.

Los islamistas aparecen entonces como los más resueltos a enfrentar, a su manera, al estado sionista (enclave imperialista en Oriente Medio) y logran bases cada vez más profundas en el pueblo palestino. Pero quienes son consecuentes con la posición de que el islamismo es una corriente profeudal o fascista, no habría ninguna posibilidad de hacer ningún acuerdo con Hamas para luchar contra el sionismo y el imperialismo. La única línea posible es ¡Ni sionistas ni Hamas!, adoptada efectivamente por mayoría de la izquierda proimperialista que, sin ninguna vergüenza, pone un signo igual entre Hamas y Sharon, entre el opresor y quien, a su modo, lucha del lado del oprimido.

La dramática experiencia argelina

En diciembre de 1991, Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó la primera vuelta de las elecciones legislativas argelinas y tenía prácticamente asegurada la mayoría absoluta en la segunda vuelta. Poco después, en enero de 1992, renuncia el presidente Chadli Bendjedid y el Ejército argelino asume el poder, suspende las elecciones, ilegaliza al FIS y comienza la represión. Miles de militantes y simpatizantes del FIS son internados en campos de concentración en el desierto del Sahara. La izquierda argelina, que tantas veces condenó los golpes militares, optó por el silencio confortable o por el apoyo entusiasta a los militares, como el propio partido comunista (PAGS) que, desde tiempo atrás, defendía la ilegalización del FIS. El argumento repetido es que “el FIS es fascista”. Los amantes de la democracia por encima de todo y de las elecciones como panacea universal se declararon resueltos animadores del sable, todo en nombre de «combatir el fanatismo islámico».

¿Pero el FIS era fascista?. Basta despejar la superficialidad y la intoxicación mediática para ver que esa orgnización no fue otra cosa que un enorme aparato electoral burgués, nacido para llevar al terreno electoral e institucional la revuelta social argelina. Fue el intento de un sector de la descompuesta burguesía argelina, con la colaboración de sectores del enorme aparato del Estado, por preservar su espacio en medio de la crisis económica, social y política. Por su parte, el golpe militar fue la apuesta del imperialismo, especialmente el europeo, para aplicar los planes neoliberales y cerrar la crisis abierta con el estallido social de 1988.

Recordemos que la caída del precio del crudo, en 1986, trajo consecuencias dramáticas en un país donde las rentas petroleras representan hasta el 98% de los ingresos. El país perdió hasta el 50% de los ingresos y se hundía en la crisis económica. El FLN, representante del ejército, y la burocracia parásita del estado rentista petrolero, emprendieron el proceso de «liberalización» de la mano del FMI. Se pusieron a la orden del día las reformas económicas y políticas, la privatización del sistema financiero, la apertura del subsuelo a las multinacionales petroleras, la devaluación del dinar, los ajustes de precios, la congelación de salarios, el cierre de empresas públicas y los despidos (el desempleo llegó al 17%) y la deuda Externa se disparó hasta los 20.000 millones de dólares.

En ese cuadro general, una oleada de huelgas convocadas por la UGTA (la principal fuerza sindical argelina) fue acompañada, el 4 de octubre de 1988, por una enorme manifestación de jóvenes estudiantes y de los barrios más pobres. Los ministerios, los bancos, los almacenes y las tiendas de lujo fueron asaltados y destruidos. El gobierno declara el Estado de sitio, comienza la represión y los enfrentamientos con la policía, con un saldo de cerca de 500 muertos y miles de detenidos.

La «transición»

En medio de una profunda división interna, el régimen intenta conducir una «transición» que recompusiera la situación. Los diferentes clanes del FLN y del Ejército, con la colaboración directa de los que después serían dirigentes del FIS. Se legalizaban las asociaciones políticas y se reformaba la Constitución. Las elecciones municipales y legislativas formarían parte del proceso de «apertura». En ese cuadro de crisis, estallido social y falta de dirección nace el FIS, en marzo de 1989. Con el movimiento de masas en el centro de la escena, en medio de la crisis económica y de las instituciones, desde un sector del propio régimen se alentó inicialmente la formación del FIS para intentar “integrar” a los sectores que protagonizaban el descontento social.

En 1990, en los comicios municipales, las primeras elecciones pluripartidistas desde la independencia, el FIS ganó con el 55% de los votos, en medio del hundimiento estrepitoso del FLN. Toda su política se centraba en las futuras elecciones legislativas y en la convocatoria a una Asamblea Constiuyente, como modo de encausar y cerrar la crisis. Como prueba de ello, se comprometieron a hacer un llamado para levantar la huelga de la limpieza de Argel y poner a sus militantes a limpiar las calles.

La primera Guerra del Golfo

La primera Guerra del Golfo fue una prueba para todas las corrientes argelinas. Al inicio, el FIS apoyó a Kuwait, es decir a Arabia Saudita y EE.UU. contra Irak. Fue el PT de Luisa Hanune (una organización ligada al lambertismo) quien, en septiembre de 1990, convocó en Argel la primera manifestación contra la intervención imperialista en Irak. Su éxito provocó un cambio de posición en varios partidos argelinos: el FNL, el propio PT y otros partidos y personalidades constituyeron el Comité de Apoyo al pueblo iraquí que, poco después, organizó una nueva manifestación con más de 200.000 personas.

Entre los trabajadores y la juventud, la simpatía con el pueblo iraquí era masiva. La base del FIS se hallaba totalmente desorientada y empezaba a hacerse preguntas sobre su partido. Esa presión popular, llevó al FIS a cambiar completamente de posición y, junto a otras fuerzas, movilizaron un millón de personas para pedir armas y campos de entrenamiento para ir a combatir a Irak. Esta posición generó divisiones en el interior del FIS y le costó la ruptura con sus padrinos saudítas y la sentencia a muerte que le dictó el imperialismo.

Las masivas movilizaciones contra la intervención imperialista en Irak se producen a la par que el régimen acrecentaba su sumisión al FMI. Las elecciones legislativas se realizan en medio de una crisis social galopante y la vigencia del estado de sitio, con miles de activistas presos, incluyendo varios de los principales dirigentes del FIS. Por eso, algunas fuerzas políticas (como el PT) llaman al boicot a las elecciones. ¿Qué hicieron los dirigentes del FIS ante esta situación? Participar de las elecciones y llamar a su base a hacerlo. ¿Fue esa la conducta de una organización fascista?. Esta política muestra lo que eran en esencia: un aparato electoral para canalizar el descontento social. Y se jugaron a ello, incluso al costo de perder un sector de su base: entre las elecciones municipales y la primera vuelta de las legislativas el FIS perdió mas un millón y medio de votos. A pesar de ello, triunfó ampliamente. Después vino el golpe.

Los derechos de las mujeres

Uno de los argumentos mas usados para justificar el golpe militar y la represión al FIS fue que su llegada al poder suponía «un amenaza para los derechos de las mujeres». Una vez más, algunas dosis de verdad se utilizan para dar credibilidad a grandes mentiras. En 1984, cuatro años antes de que naciera el FIS, el gobierno «laico» del FLN aprobó el Código de Familia por el que ninguna mujer argelina puede casarse sin permiso de su tutor, obligatoriamente un hombre, un familiar o un juez si la mujer no tiene familia; La resolución favorable de una solicitud de divorcio hecha por mujer es prácticamente imposible. Los golpes o las palizas no se consideran razón suficiente. La mujer puede comprar su libertad pagando, eso sí, el precio que estipulan entre el juez y el marido. Cuando el hombre solicita el divorcio, se concede automáticamente, con derecho a quedarse con el domicilio conyugal, lo que provoca el drama de miles de mujeres que deambulan por las calles. Las mujeres deben obediencia al marido, al padre y al suegro.

Desde su aprobación, miles de mujeres salieron a la calle a protestar contra él. Pero la «defensa de las mujeres argelinas frente al integrismo» fue uno de los cínicos argumentos para apoyar a los mismos militares golpistas que aprobaron el Código. Hace apenas unos días, el proimperialista régimen argelino que ”defendió la democracia» ha vuelto a ratificar sus contenidos básicos.

El GIA y la guerra civil

Después del golpe militar. Argelia vivió una guerra civil de hecho: se estiman hasta 150.000 muertos en estos 12 años. El FIS se desmoronó como un castillo de naipes ante la represión. Pero los atentados, los crímenes en aldeas o el secuestro y asesinato de extranjeros en forma indiscriminada fueron colgados a los «islamistas». El GIA (Grupo Islámico Armado) fue presentado como la continuidad del FIS.

Esta es, sin dudas, una de las manipulaciones mediáticas más vergonzosas. El GIA surge efectivamente de una ruptura del FIS después del golpe militar. Lo que el gobierno argelino, el imperialismo europeo y sus medios ocultan es que, de hecho, el GIA «declaró la guerra al FIS» y lo convirtió en objetivo de sus ataques. En enero de 1994, se jactaba de haber «ejecutado a setenta traidores» del FIS y, en 1995, asesinaba en París al exiliado fundador del FIS, el imán Abdelbaki Saharaui. Varios trabajos de investigación han denunciado la infiltración militar del GIA y la implicación militar en actos que se la achacaron. En realidad, todo indica que el GIA acabó siendo una especie de «franquicia» bajo la que actuaban grupos aislados e infiltrados hasta los tuétanos.

Hay otro factor material que operó a lo largo de la sangrienta guerra civil argelina. Desde hace años, se fue generando un mercado paralelo, conocido como trabendo, basado en el contrabando, que aumentó con el proceso de recolonización como forma de acumulación para un sector de la burguesía argelina desplazada del estado rentista. El trabendo genera entre el 30 y el 60% de los ingresos familiares. Un periodista señala: «Una economía de ‘pillaje’ permite a caudillos locales, dirigentes de la guerrilla islamista y militares apropiarse de nuevos recursos y mantener de esa manera el nivel de violencia (…) así, parte de esa inmensa población en crisis social, política y económica encuentra en el maquis o el cuartel además de un empleo una vía de progreso social».

La resistencia iraquí

La posición frente a la resistencia iraquí es hoy sin duda la clave de cualquier política revolucionaria frente a la guerra en Irak. Aquí cabe, nuevamente, la misma pregunta: se puede calificar a los islamistas iraquíes de “fascistas”. Tenemos un primer problema, ya que los islamistas iraquíes están divididos y enfrentados, literalmente, a los tiros. Dos organizaciones que se reivindican islamistas son los principales soportes políticos de la ocupación imperialista: el Partido Islámico de Predicación (Hizb Al Daua al Islami), al que pertenece el actual primer ministro, Ibrahim Al Yafari, y el Consejo Superior de la Revolución Islámica (CSRI). Por el otro lado, organizaciones que reivindican su fe islámica, como el ejército Mehdi, dirigido por el clérigo chiíta Muqtada al Sadr, y grupos sunnitas combaten al invasor armas en mano. ¿Alguien con algún grado de seriedad puede llamar “fascistas” a quienes luchan por la independencia de su país y por echar al invasor imperialista?

En otros artículos de este número de Marxismo Vivo se realiza un análisis del carácter de esta resistencia, se exponen nuestras diferencias y críticas a corrientes como las de Al Zarqawi y se desarrolla una polémica con Gilbert Achcar, dirigente del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional quien, con argumentos similares a los que hemos analizado y criticado, aquí se niega a apoyar de modo incondicional la lucha de esa resistencia contra el invasor. La conclusión de ese debate es que las posiciones de Achcar acompañan, con argumentos de izquierda, la posición del imperialismo francés y sirven a esa política.

Artículo publicado en 2006 en la página Rebelión en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=26450