Con la llegada del PP la situación de las personas con discapacidad ha empeorado considerablemente, debido, principalmente, a los recortes, por ejemplo, en la Ley de Dependencia. En 2016, se recortaron 3.000 millones de euros debido a la supresión de un bloque entero de financiación.

Esta medida deja a 856.452 personas, de un total de 1.222.048 con derecho reconocido de recibir la prestación, sin ella.  Situación que lleva a 125.000 personas falleciesen antes de recibir la prestación que tenían derecho a recibir.

También hizo que la lista de espera aumentase a más de 150.000 personas, y que descendiese el número de grandes dependientes reconocidos (83.000 menos), al igual que los dependientes moderados o reducidos, ya que se han endurecido los baremos (a mayor número de personas con discapacidad, mayor inversión de capital en becas, ayudas, reducciones de tasas…)

 

CAPITALISMO Y OPRESIÓN

Las personas con discapacidad sufrimos una mayor presión por parte del capitalismo, puesto que somos consideradas “no capaces e invalidas, y por tanto, inservibles” debido a la ideología capacitista impuesta por el sistema. Al ser consideradas “no productivas” se nos relegan a un 2º plano, llegando a encerrarnos en residencias.

Y es que, para el sistema capitalista, solo son relevantes aquellas personas capaces de producir beneficios, por lo que, si no puedes trabajar para este sistema, no puedes vivir. Esto quiere decir que no solo no se nos da la oportunidad de trabajar sino, que, si no podemos hacerlo, no tenemos derecho a la vida (si no puedes trabajar no eres persona).

 

Como pasa con todas las opresiones, en un principio pasan desapercibidas, ya que nuestra atención se centra en nuestras propias opresiones, pero a la mínima que ampliamos nuestra visión del mundo podemos ver de que manera les afectan al resto de personas sus opresiones. En el caso de la discapacidad, los obstáculos lo  podemos encontrar en nuestro día a día, desde lo más evidente como pueden ser las infraestructuras públicas, la forma en la que están organizadas las ciudades, hasta en el capacitismo presente en todas y cada una de nosotras, como considerar a las personas con discapacidad “eternos menores de edad.”

Y al igual que pasa con el machismo, también existen microcapacitismos, los cuales son imperceptibles y están muy arraigados a nuestra sociedad, hacen que la opresión sea aun mas brutal, puesto que son muy difíciles de erradicar.

Estos pueden ser insultos (tonto, retrasado, mongolo…), o la forma en la que se distribuyen los recursos económicos por parte del Gobierno (invirtiendo más en las residencias en vez de en asistentes personales, impidiendo la independencia y autonomía de las personas)

 

CRISIS Y DISCAPACIDAD

 

Y como cualquier otra opresión, esta empeora en épocas de crisis, ya que al necesitar personas “totalmente capaces” para llevar a cabo los empleos y actividades necesarias, se abusa de las personas con discapacidad para contratar para aquellas actividades no deseadas para las personas sin discapacidad, ya que les salimos más baratas, o incluso ni nos contratan por considerar que no somos válidas para realizar ningún tipo de trabajo

Y en parte, esta situación es debida a la inexistencia de Políticas Activas de Empleo para la inserción de trabajadores con discapacidad.

Haciendo que la tasa de temporalidad en el caso de personas con discapacidad fuese de 91,49% en 2015 frente a la tasa de temporalidad general que fue de 25,66%.

La tasa de desempleo fue de un 31%, y a una tasa de empleo de un 23,4%, frente a la tasa de desempleo general que fue de un 20,90% y la de empleo de 47,01%.

CUANDO SE JUNTAN LAS OPRESIONES

El capacitismo puede ser el eje central de la opresión de una persona, pero a este se le pueden añadir otros como la raza, la religión, la orientación sexual, el género…

 

En el caso del género, que es por la que yo puedo hablar, a las personas leídas como mujeres se nos quita la condición de “mujer” y se nos considera eternas menores de edad incapaces de controlar nuestros propios cuerpos.

Pasa una cosa muy curiosa, y es que no somos sexualizadas, pero en el caso de atraer a una persona por el hecho de ir en silla de ruedas o por andar de distinta manera, se considera a esta persona una “enferma mental”, ya que le atrae un cuerpo que no encaja con lo establecido.

No encajamos con el estereotipo de “mujer bella, futura madre”, lo que conlleva que se nos critique, juzgue o incluso se tomen decisiones sin nuestro consentimiento, ya que, si no podemos movernos, no tenemos derecho a tener voz, autonomía e independencia.

 

En el ámbito sexual, la represión que sufrimos es aún mayor que las personas leídas como mujeres “capaces”, puesto que al ser consideradas menores de edad asumen que no somos capaces de controlar nuestros cuerpos y por lo tanto no podemos disfrutar del placer y no somos capaces de procrear y cuidar a nuestros futuros hijos, por lo que se recurre a la esterilización forzada o al aborto coercitivo .

Y esta idea de menores de edad nos lleva a nuestra invisibilización en la educación sexual, y en realidad somos las que más la necesitamos, para poder defendernos y empoderarnos.

 

 

Y es que las personas leídas como mujeres con discapacidad se enfrentan a una mayor violencia, un 80% de nosotras sufre algún tipo de violencia, ya sea sexual, psicológica, machista, física, económica… debido a la idea que nos inculcan de “dependencia” y “agradecimiento”

En el caso de la violencia sexual, 1 de cada 3 de nosotras es violada, en muchos casos por parte de familiares, de su AP o del personal de la residencia, ya que, en muchos casos, aprovechan que no pueden moverse, comunicar la situación o a distintos factores psicológicos que nos inculcan, como puede ser que nos sentimos en deuda con nuestros cuidadores/APs o que sentimos que nadie nos va a querer.

 

Y para finalizar, en el ámbito laboral, las cifras mencionadas anteriormente se ven afectadas por el machismo, ya que aquellas personas leídas como mujeres que trabajan son un 24, 1%, frente a un 26,9% de personas leídas como hombres.

El hecho de ser leídas como mujeres también afecta al salario que reciben, al año una media de 3.327 euros menos que sus homólogos varones.

 

 

DESDE LA CRISIS, CADA VEZ MENOS DERECHOS

En general, en la crisis que estamos viviendo se están recortando los derechos que hemos conseguido, lo que supone aún menos derechos para las personas con discapacidad.

A las personas con discapacidad se nos está negando en muchos casos el acceso a una educación publica de calidad que nos respete, nos trate por igual y se adapte a nuestras necesidades.

Y es que con la LOMCE (y los recortes anteriores realizados con anterioridad) se nos impide en muchos casos el acceso a la educación debido a la falta de formación del profesorado (en el caso de necesitar algún tipo de apoyo), la masificación de las aulas hace que no podamos recibir la atención específica que necesitamos, la supresión o reducción de horas de programas necesarios como la fisioterapia dentro de los institutos y los colegios…

Por ejemplo, en mi caso de 2º de la ESO a 1º de Bachillerato no realicé prácticamente ninguna clase de educación física debido al elevado número de alumnos y a la nula formación en discapacidad de las profesoras.

No solo eso, es que al vivir en una sociedad capacitista no saben tratar a las personas con discapacidad y he llegado a recibir insultos por mi condición física (coja).

El acceso a la educación también se ve limitado por las propias instalaciones, que al no estar adaptadas y no recibir subvenciones realizar las adaptaciones necesarias, se no discrimina a los y las estudiantes con discapacidad física, impidiéndonos el acceso a los edificios, y por tanto a la educación (obligándonos incluso a estudiar desde casa.)

Un ejemplo de esta situación son las aulas y los ascensores de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.

 

En cuanto a formación, la desaparición de los talleres de educación sexual hace que agrava la situación mencionada anteriormente de las mujeres.

Al considerar que no somos capaces de disfrutar del placer y no recibir formación para ello en el colegio y en el instituto, las posibilidades que tenemos de desarrollar una sexualidad sana se ven totalmente anuladas.

 

Al no recibir formación nos hacen más propensas a sufrir violencia sexual y machista, y como han hecho recortes en la prevención y la lucha contra estas nos han puesto aún más en riesgo.

Y afecta de manera especial a las mujeres con discapacidad porque no se nos tiene en cuenta en las leyes y porque las profesionales no suelen estar formadas (debido a los escasos recursos) en temas de discapacidad.

 

La calidad de vida de las personas con discapacidad también se ve muy afectada, porque las medidas que lleva a cabo el gobierno dan lugar a nuestro aislamiento. Han desaparecido las ayudas para material ortoprotésico, las relacionadas con la movilidad, con adaptaciones de las viviendas, e incluso para el transporte escolar.

Lo que conlleva un empeoramiento o la no mejora de la persona (en la mayor parte de los casos niños y niñas), la reclusión en las casas por la imposibilidad de moverse con total libertad por su casa, su edificio o incluso la calle o el colegio, la educación en su casa…

Causando en muchos casos problemas emocionales, tanto por parte de la familia como por parte de la persona con discapacidad, porque no tienen contacto con el exterior y esto les impide el correcto desarrollo de sus habilidades sociales, sobre todo en el caso de los niños.

 

CONCLUSIÓN

Somos amorfas, necesitamos de aparatos para nuestro día a día, ¿y que?, si nuestros cuerpos no entran en los cánones de belleza no significa que seamos menos validas ni menos capaces.

Y no voy a llamar a nadie a la lucha, porque ya lo hacemos en nuestro día a día, enfrentándonos a un mundo que no está hecho para nosotras, en el que a paso que damos nos encontramos un obstáculo que tenemos que esquivar de la forma en la que podamos, que nos tengamos que enfrentar a fisioterapeutas babosos, profesores sin ningún tipo de formación en el ámbito, padres que, por falta de formación nos sobreprotegen…

Y si, puede parecer que no luchamos en el ámbito político, pero no es así, que no tengamos presencia en los partidos políticos no significa que no haya organizaciones luchando por nuestros derechos, lo único que el capacitismo ha hecho efecto y se han invisibilizado.

Por eso no veo necesario llamar a la lucha a las personas con discapacidad, sino a organizarse, y a que las personas sin discapacidad sean conscientes de nuestra existencia y no haya tabúes, para poder luchar juntos y tener nuestra propia voz dentro del movimiento, porque lo que no se nombra, no existe.

 

Por ello veo muy importante acudir a las Marchas por la Visibilidad de las Personas con Diversidad Funcional que tienen lugar en septiembre, para visibilizar nuestra lucha diaria y exigir nuestros derechos.