La Unión Europea (UE), el proyecto central del gran capital europeo desde la II Guerra Mundial, vive su crisis más profunda. Una crisis que amenaza su propia existencia, justo cuando conmemora el 60 aniversario del Tratado de Roma.

Por Felipe Alegría

Esta conmemoración coincide con el Brexit y el acceso de Trump a la presidencia de EEUU, con una semiparálisis de los organismos de la UE y una aguda crisis político-institucional en países fundamentales como Francia o Italia. Todo, en un cuadro de crecimiento anémico para el que han necesitado echar mano del Banco Central Europeo (BCE), inflando aún más la deuda de los países.

El Brexit y la llegada de Trump

El Brexit no sólo ha provocado una enorme crisis en el establishment británico sino que ha abierto un enorme boquete en la UE, cuando ésta se aprestaba a avanzar en el “Informe de los cinco presidentes”. Con este informe, aprobado tras el trance griego, los gobiernos de los países centrales, bajo dirección alemana, pretendían “refundar” la UE en 10 años.

El “Informe de los cinco presidentes” busca centralizar aún más competencias económicas en la UE para someter por completo a la periferia y descartar de entrada cualquier desviación de ningún gobierno. A los férreos controles actuales, le añaden un «sistema de autoridades de competitividad de la zona del euro», dirigido desde Bruselas (y supervisado por Berlín) que dictaría incluso la política salarial. Cualquier reforma fiscal progresiva necesitará ser aprobada por Bruselas y el déficit público sólo podrá equilibrarse reduciendo gasto público.

Pero el Brexit ha roto el consenso necesario para esta “refundación”. Ha fragilizado el proyecto del euro y la propia UE, cuyo abandono ha dejado de ser tabú. El rechazo a la UE se extiende no sólo entre la población trabajadora europea sino entre sectores de la pequeña y mediana burguesía que se han visto golpeados en beneficio del capital financiero. El ascenso de la ultraderecha europea no es sino el reflejo político de estos sectores burgueses que aspiran a un repliegue nacionalista, cargado de xenofobia y nostálgico de sus viejos imperios que no volverán.

Asimismo, la llegada de Trump rompe con la estrategia mantenida por el imperialismo norteamericano desde la II Guerra Mundial, de apoyo a la «construcción europea». Los primeros pasos de la actual UE se dieron bajo iniciativa norteamericana. El propio papel de Gran Bretaña en la UE era de eslabón, a través de la City, entre el capital financiero de EEUU y el europeo. Trump, en cambio, se felicita por el Brexit y apuesta por el fin del euro y la disgregación de la UE. Prefiere acuerdos bilaterales en lugar de tratar con una Europa alemana.

No hay salida sin romper con la UE

Desde 2008 hasta aquí, la UE ha dejado en evidencia su naturaleza de máquina de guerra del capital financiero europeo contra la clase trabajadora y los pueblos de Europa. Sus medidas en los países «rescatados” y con particular saña en Grecia, junto a su actuación ante los refugiados y los sin papeles forman parte de la historia de la infamia.

Estos momentos de crisis de la UE son propicios para alzar la voz y decir que dentro de la UE y el Euro no hay ninguna posibilidad de encontrar salida a la grave situación de la inmensa mayoría, en particular en el Sur. La trágica experiencia griega muestra que el camino hacia una Europa de los Trabajadores y los Pueblos pasa por romper con la UE.