Un nuevo panorama político se abre en Grecia después de las elecciones realizadas el 20 de setiembre, y es completamente lejano del país que era en enero. Tsipras, que fue electo para romper con el Memorándum, ahora lidera un gobierno que no tiene más objetivo que el de aplicar todas las medidas exigidas por la Troika.

 

Esta es la tercera cita electoral del año, después que la mayoría del pueblo dijo OXI (No) y Tsipras desconoció su resultado. En las elecciones, marcadas por la desilusión, caló la campaña de Tsipras de que “no hay más alternativa que pactar con la Troika”. Entonces, se trata ahora de organizar la lucha contra las medidas del nuevo gobierno Tsipras.

La victoria de Syriza, con 35,46% de los votos, se da en un marco de división del partido, la salida de miles de miembros, y el contundente NO del referendo.

La maniobra de adelantar las elecciones cerró el proyecto de “gobierno de izquierda”, con el objetivo de reasegurar su elección –antes de que las medidas firmadas tuvieran consecuencias en los trabajadores–, y así recuperar la mayoría en el parlamento.

El nuevo gobierno SYRIZA-ANEL dio un profundo alivio a la troika. El resultado se dio conforme a las exigencias y es la garantía para avanzar con el plan, vale decir, por un lado, la firma del tercer memorándum, y, por otro, la “limpieza” que hubo de toda la oposición, de los diputados que votaron en contra de la firma del memorándum.

La formación del nuevo gabinete muestra que es una continuación del anterior gobierno. Mantiene el mismo equipo, con solo ocho cargos nuevos.

Syriza-Tsipras sale de estas elecciones con el triunfo dado por el 36,34%, superando las expectativas y las dudas. Si bien perdió 320 mil votos con relación a enero de 2015, llegó a 42% en barrios obreros de Atenas y 40% entre jóvenes de 18 a 24 años.

Nueva Democracia: 1.526.205, perdiendo 200 mil; el frente PASOK-DIMAR: 341.340, y RIO: 222.166, perdiendo 80 mil (conseguidos en enero de 2015); ANEL: 200.423, con 93 mil menos, en la misma comparación.

El incómodo tercer lugar que ocupa AMANECER DORADO, con 379.581, no es nuevo y tiene 9 mil menos que en enero de 2015. Comparado con junio de 2012 sigue en descenso, aunque mantiene el porcentaje; los más altos de estos los obtuvo en islas como Mitilini, que viven el problema de los refugiados sin respuestas.

No menos incómodo es el quinto lugar que sigue manteniendo el PARTIDO COMUNISTA GRIEGO (KKE), con 301.632, que aunque con 37 mil votos menos conserva su presencia histórica en el gobierno. Su rol de “oposición” y de “abstención” en el memorándum, lo dejó desubicado ante las masas en el pico de la movilización por el NO, pero reafirmando su función como aparato contrarrevolucionario que es.

A la UNIDAD POPULAR –155.242 (2,82%)– su campaña por el “No hasta el final” no le alcanzó para borrar los seis meses en que fue parte del gobierno y de los memorándums firmados.

En la izquierda que se presentó y que no llegó a 3% estuvo el Frente ANTARSYA –EEK, que sacó 46.096 y en enero pasado había obtenido 39.497. OKDE, con 2.370 frente a 1.854 en enero y el P.C-M.L. (Partido Comunista Griego- Maoísta) 8.944 contra 7.999, en enero de 2015.

Las organizaciones de izquierda no lograron ser un polo alternativo en estas elecciones, a pesar de haber estado en la primera línea de la campaña por el NO. Por fuera de las organizaciones primó el desconcierto, el desencanto y la confusión ante la caída del “gobierno de izquierda”, al que defendían como la alternativa que combatiría al capitalismo.

La “abstención”

El índice oficial es de 45% y con variadas interpretaciones: raro frente al 62% que dijo NO a la UE y al memorándum en el referéndum, para después escuchar a un Tsipras triunfante declarar que el NO fue un SÍ.

Fueron 600 mil votantes menos que en julio y 780 mil menos que en enero. De la comparación surge una pregunta: ¿por qué tan alta participación en el NO y tan baja en estas elecciones? La diferencia se da, en parte, por la forma cómo se vivió esto: la gran disposición a luchar que expresó el pueblo griego movilizándose por el NO, y la pasividad a la que lo llevó el llamado a nuevas elecciones, que nadie pidió, excepto el gobierno.

Seguramente, no fue el día de verano, de mucho calor, lo que tentaba a los votantes a irse a las playas sino el cansancio después de tres convocatorias en nueve meses (generales en enero, referéndum en julio y nuevas elecciones el 20 de setiembre) y la notable decepción en la gente, que de distintas formas decía: “…sabemos lo que nos espera”.

Esto, sumado a los problemas que genera tener que trasladarse a los lugares de origen, con el gasto que eso implica, en un momento en que todos cuidan gastar lo menos posible para que alcance el sueldo ya mísero por tantos recortes.

Cuadros comparativos entre las elecciones de setiembre y enero de 2015

ELECCIONES ENERO 2015

PARTIDO
NÚMERO DE ESCAÑOS
% DE VOTOS

Syriza
149
36,34%

Nueva Democracia
76
27,81%

Amanecer Dorado
17
6,28%

To Potami
17
6,04%

KKE
15
5,47%

Pasok
13
4,68%

Griegos Independientes
13
4,75%

 

ELECCIONES SEPTIEMBRE 2015

PARTIDO
NÚMERO DE ESCAÑOS
% DE VOTOS

Syriza
145
35,5%

Nueva Democracia
75
28,1%

Amanecer Dorado
18
7,0%

Pasok
17
6,3%

KKE
15
5,5%

To Potami
11
4,1%

Griegos Independientes
10
3,7%

Unión de Centristas
9
3,4%

Los dos partidos más votados, Syriza y Nueva Democracia, y un mapa para el nuevo bipartidismo griego.

La “legalización” del plan Tsipras

El plan nace, así, por segunda vez, reeditando su alianza con la derecha nacionalista de Griegos Independientes -ANEL- y se prepara para “cuatro años completos, porque ese es el mandato”, aunque el ambiente de euforia solo se vivió en el bunker de Syriza.

El pueblo griego no espera nada nuevo, conoce bien las condiciones del último rescate firmado, causante de la “terrible” indecisión hasta el último momento, como lo expresaron algunos: “esa noche nos mirábamos a los ojos y no sabíamos qué hacer”. Algo sí tienen muy claro: no quieren a la derecha.

Lo que viene, y lo más rápido posible, es poner en marcha el plan de reformas, ajuste que exige el préstamo de 86.000 millones de euros.

A diferencia de la primera campaña, en esta Tsipras no dijo ni una palabra sobre “renegociación” ni tampoco hizo promesas sobre ningún tipo de ruptura con el memorándum, ni sobre la recuperación del sueldo básico, o sobre la convención colectiva, o sobre la recuperación del 13° aguinaldo completo (un sueldo aguinaldo).

El “nuevo” gobierno viene con el paquete bajo el brazo, y junto con esto vendrán recortes a las jubilaciones, nueva escala laboral en el Estado, más aumentos en el sistema impositivo, suspensión de los subsidios, la suba de siete años en la edad jubilatoria, y las privatizaciones –que habían quedado en suspenso– de todo lo que falte privatizar.

Que avance, o no, está por verse. Dependerá de cómo se dé la respuesta de los trabajadores y el pueblo griego, de cómo sea la resistencia al saqueo capitalista, ahora con su indiscutible socio Tsipras, la burguesía y las patronales griegas. Dependerá, también, de las posibilidades de coordinar y organizar esas luchas.

Más allá de los números

El viernes 18, antes de las elecciones, Syriza hizo su acto de cierre de campaña en la plaza Syntagma; se juntaron entre 4.000 y 5.000 personas. Fue un acto con muchas luces y muchos huecos. Sofía y Georgia son maestras; ellas trataban de explicarme que esto no había sido así en los actos anteriores, refiriéndose a la plaza del NO.

“… fue la primera vez que lloré en una movilización. Nosotras siempre fuimos de izquierda, este es un gobierno de izquierda y lo vamos a apoyar. Antes de las elecciones de enero, estábamos viviendo una situación terrible en las escuelas. Quisieron imponer las “Evaluaciones” para empezar a despedir. Sentíamos persecución y amenazas, había mucho miedo de perder el trabajo. Fue una de las últimas luchas antes de las elecciones: frenar las evaluaciones, y lo logramos. El voto a Syriza fue por la democracia y los derechos humanos. Nada puede cambiar de golpe, la firma del memorándum era algo que todos sabíamos que iba a pasar, hay que darle tiempo. No podía hacer otra cosa, y lo peor ya lo pasamos: desde 2011 hasta ahora perdimos 45% del sueldo.”

En la noche del sábado anterior a la votación, en una reunión de activistas sindicales y de DDHH, por primera vez se encontraban discutiendo diferentes posiciones en relación a Syriza. Fue una discusión visceral, pero se rompió la unanimidad y los votos se repartían entre Tsipras, UP, Antarsya y la abstención.

Grecia tiene la mayor izquierda anticapitalista del mundo y se cuentan muchísimas organizaciones, agrupaciones y partidos políticos que reivindican la revolución. Tantas así fueron las reuniones que se dieron durante la primera semana posterior a la votación. Las organizaciones como Antarsya y OKDE, que participaron defendiendo la salida de la UE y del Euro con un programa anticapitalista, pudieron hacer balances más objetivos con relación a sus resultados y a cómo prepararse para las luchas por venir.

En el resto del amplio espacio de la izquierda se trasladó el estallido que ya se había dado hacia el interior de Syriza. Se despejan, por un lado, los sectores que van a seguir dando apoyo al gobierno y, por otro, separándose, los que hablan de “traición de Tsipras” y proponen la “necesidad de reorganización”.

Este es un proceso abierto y el más rico que se está dando en una abierta búsqueda, sobre todo de muchos jóvenes activistas que creyeron en el “programa revolucionario de Syriza”.

Por otro lado, los sectores que estaban en lucha entraron en un “impasse”, que se inició después de las elecciones de enero de 2015. En reuniones con activistas de sindicatos de hospitales, agrupaciones sindicales docentes, de la fábrica INTRACOM (que pertenecen a la Confederación de trabajadores y empleados del metal) hay un punto de coincidencia en la descripción que hacen de sus lugares de trabajo: se siente decepción en la gente, las luchas que se dieron en el periodo anterior –durante los golpes más duros de los recortes–, entraron en una pausa, y ahora dependerá del ritmo con el que se avance con las medidas.

Todos coinciden, también, con que se abre una nueva etapa, que la firma del memorándum exige más ajuste, y que está abierta la situación a qué respuesta se dé desde cada lugar de trabajo.