El equipo de Pablo Iglesias presentó recientemente su modelo de primarias para confeccionar la lista de Podemos a las elecciones generales. El reglamento utilizado hace de las primarias poco más que una formalidad para elegir a los candidatos y candidatas de Iglesias.

En primer lugar, por la injustificada prisa en cerrar el proceso. El margen entre el momento en que se convocaron las primarias y el plazo para presentar candidaturas ha sido mínimo. Es decir, el grupo dirigente (que es juez y parte) pone la fecha de manera que deja “fuera de juego” al resto. En segundo lugar, porque se plantea una “lista plancha” estatal. Es decir, la lista de Pablo Iglesias se vota a “todo o nada”.

Como vemos, este de modelo de primarias está diseñado para cerrar el paso a cualquier voz disidente de la dirección central de Podemos, especialmente, desde territorios donde tendencias “alternativas” tienen peso. Para un partido que hace bandera de la democracia, es un modo completamente burocrático y autoritario de funcionar, que más se parece a los “dedazos” de la “vieja política” que a otra cosa.

No sólo el cómo, sino el para qué.

La preocupación de Pablo Iglesias en asegurar la homogeneidad de su futuro grupo parlamentario está ligada estrechamente a su proyecto político. La mayor parte de las críticas al proceso de primarias se olvidan de esto, centrándose sólo en lo organizativo.

Las recientes elecciones municipales nos dan las pautas de por dónde van los tiros. Podemos ha entregado en numerosas comunidades gobiernos a la “casta” del PSOE, y en varios ayuntamientos han pactado gobierno con ellos. ¿Es esto lo que nos espera tras las elecciones generales? Nada hace pensar que esta posibilidad está descartada.

Ese hipotético pacto sería el entierro de cualquier perspectiva rupturista por parte de Podemos. Como bien habían repetido hasta ahora los portavoces de Podemos, el PSOE es parte fundamental de la “casta”, un partido fiel a los de arriba, a los grandes sectores empresariales y financieros. Un partido que durante 30 años han gobernado para ellos turnándose lealmente con el PP.

Cualquier pacto con el PSOE significa la esterilización de las medidas más básicas de cambio social. Esto es vox populi. Decenas de miles lo hemos cantado en las calles: “PSOE, PP, la misma m… es”. El éxito inicial de Podemos se ha sustentado precisamente en su discurso contra el “bipartidismo”.

Si Podemos llegara a cerrar algún tipo de pacto de gobierno con el PSOE, es de esperar que tenga un fuerte impacto en el partido. Por eso Pablo Iglesias necesita un grupo parlamentario homogéneo y controlado férreamente desde la cúpula. Debido a la heterogeneidad de Podemos, esa unidad en el parlamento se busca a través de medidas burocráticas de tipo organizativo.

Una revuelta en Podemos.

Estas primarias han causado una verdadera revuelta interna en Podemos. Miles de cargos han firmado para que se modifique el reglamento y hasta un tercio de los diputados autonómicos se han pronunciado públicamente contra el método propuesto.

Desde fuera, varias iniciativas surgen reclamando una candidatura “de unidad popular”. La que más repercusión ha tenido es “Ahora en Común”. La presión contra la decisión de la dirección de Podemos es fuerte, pero de momento la cúpula sigue con rumbo fijo, haciendo gala de altanería “contra la izquierda”.

Lamentablemente, los sectores “críticos” de Podemos no lo han sido tanto y no han planteado ninguna lista alternativa a la de Pablo Iglesias. Si gente como Teresa Rodríguez o Miguel Urbán, figuras de peso en el partido, quisieran disputar la dirección de Podemos, pocas oportunidades como ésta tendrán. Al abstenerse de dar esa pelea, están renunciando a capitanear cualquier alternativa a Pablo Iglesias y quedan enmarcados en su mismo camino.

Quienes sí se han presentado son Sánchez Gordillo y Cañamero. En sus declaraciones presentan posiciones que compartimos, como su rechazo a cualquier pacto con el PSOE o su reivindicación de continuar las luchas en la calle. Pero ellos no están planteando una crítica total a Pablo Iglesias y declaran sólo querer “complementar” su lista. Por eso tampoco han planteando una convocatoria amplia para la construcción de su lista, llamada “utopía y dignidad”, de manera que aglutinara a otras fuerzas combativas de la izquierda y los movimientos sindicales y sociales.

Por una candidatura unitaria, de ruptura y de lucha, de clase trabajadora

En Corriente Roja afrontamos las próximas elecciones generales con el mismo lema con el que hemos participado durante los últimos años en cada lucha: ¡hay que echar a Rajoy y su gobierno! Pero esto no se hace construyendo una lista electoral que sea la muleta izquierda del PSOE. Al contrario, hay que acabar con el bipartidismo pues el PP y el PSOE coinciden en lo esencial, son dos caras de la misma moneda.

Pensamos que esta posición tiene que expresarse en una candidatura unitaria que tiene que incluir a muchos más actores aparte de Podemos. Viendo la lista propuesta por Pablo Iglesias nos preguntamos: ¿dónde están las Mareas? ¿dónde están los trabajadores y sus luchas?

En Corriente Roja estamos por una lista de unidad popular que se construya democráticamente, en base a la discusión entre distintas tendencias que puedan expresar libremente sus propuestas. Estamos por una lista de unidad popular, no para congraciarse con patrones y banqueros sino para que responda a la clase trabajadora y los sectores populares, a sus luchas y reivindicaciones.

Estamos por una lista de unidad que asuma la desobediencia y la movilización y que tome medidas anticapitalistas. Que derogue la reforma laboral y de las pensiones. Que enfrente a la Banca, a la deuda ilegítima e inmoral, a la Unión Europea y el FMI. Que defienda las libertades democráticas, derogue la ley mordaza y la ley de partidos y decrete la amnistía para los presos políticos como Otegi y sociales, como Alfon y todos los procesados y multados por luchar durante estos años. Que respete sin trampas el derecho a decidir de los catalanes y todas las nacionalidades , o sea, su legítimo derecho a separarse si esa es su voluntad. Una candidatura, en suma, que sea realmente de ruptura con “el régimen del 78, el de la monarquía y el bipartidismo.

La dirección de Podemos no quiere una candidatura de unidad popular y tiene como gran objetivo asegurarse la lealtad de todos sus futuros diputados para actuar como ha hecho Tsipras en Grecia, pero sin las enormes dificultades que éste encuentra en el interior de Syriza.

Pero la lucha no está aún resuelta y hay que intensificar la batalla por candidaturas de unidad popular para la ruptura y la lucha, desde dentro y desde fuera de Podemos, desde los movimientos sociales y las luchas obreras, que obligue a Podemos a corregir o a pagar por ello.

En el peor de los casos, remar en ese sentido servirá para aglutinar a todo un sector de activistas partidarios de construir un referente político para la clase trabajadora, rupturista y de lucha. Un referente cada vez más necesario ante la deriva de la dirección de Podemos, cada vez más parecida a la de los partidos de la vieja política por sus métodos y su deriva programática.