Hoy le cedo el espacio de este artículo a una publicación del 7 de diciembre del filólogo y activista granadino Alberto Lozano, a quien tengo en muy alta estima.

Sus palabras son puñales de la verdad más pura y cotidiana:

“Hace frío, mucho frío. Y mientras tanto, los ayuntamientos llenan ciudades, como la de Málaga, de un alumbrado navideño carísimo. Un espectáculo bonito, sí, pero también una demostración obscena, descarada, de indolencia institucional ante la desigualdad social; así es mientras más de un millón y medio de hogares españoles están en situación de pobreza energética. Desde hace años se repiten escenas de ancianos incendiando sus camas porque duermen con velas para calentarse.

Pero que no cunda el pánico: la prensa nos trae la solución. Son fechas en las que muchos periódicos digitales publican artículos con consejos para combatir las bajas temperaturas. Es común leer el titular “Siete trucos para calentar tu casa SIN ENCENDER LA CALEFACCIÓN”, a veces en la sección dedicada a estilo de vida, como es el caso de El País; porque, recordemos, ser pobre ya no es de “losers” sino que mola. No tener luz, agua o calefacción en invierno mola tanto como un “minijob”, el “jobsharing”, el “nesting” o las “trabacaciones”. Además, no solo ahorras en calefacción sino que contribuyes al cuidado del medioambiente, cuya destrucción es, por supuesto, tu culpa, y no se te ocurra buscar responsables arriba…

Recuerdo que hace años en una clase de inglés un compañero, a la pregunta de un sinónimo de la palabra “rico”, respondió “exitoso”, de lo que deduje que en su imaginario un pobre era un perdedor en la competición del libre mercado. Ahora, sin embargo, “loser” no es aquel que vive peor que una minoría, sino el que “no se adapta a los tiempos”, como esos taxistas que la semana pasada hicieron huelga contra la desregulación laboral, disfrazada de progreso e innovación, que promueven empresas multinacionales como Uber y Cabify, y a los que tanto disfrutan insultando bufones mediáticos de la ultraderecha como Risto Mejide. El éxito, pues, se mide por eso tan moderno que llaman resiliencia. Exitoso es aquel que es feliz en su miseria, “feliz con poco, con las pequeñas cosas”, y que hasta, como un cochino en su zahúrda, se regocija en ella. Y nada mejor que un poquito de “mindfulness” (yoga, una práctica religiosa, en su versión mercantilizada y aderezada con un poco de ideología neoliberal del coaching y la autoayuda) para sobrellevar los envites del sistema; ups, que diga, de la vida…”

Este acertado y necesario texto denuncia una realidad tristemente cada vez más común y cercana, una realidad del día a día de muchos trabajadores y familias precarias: la pobreza energética.

Se le llama pobreza energética, pero realmente es pobreza asecas, pobreza de quien no puede pagarse al alquiler, de quien no puede alimentar a sus hijos, de quien no puede permitirse poner la calefacción.

El problema de fondo es la privatización de las compañías eléctricas y las constantes subidas al precio de la luz. Luego de manera hipócrita lamentamos los incendios en casas de ancianos por usar velas para combatir el frío… Y es que a veces no hay mantas que valgan.

Nos encontramos ante subidas constantes del precio de la luz, facturas impagables, puertas giratorias del PP y el PSOE en las compañías energéticas…

Hay que señalar quién hace qué, y quiénes son los culpables.

Escucho mucho ese discurso que ha calado desde el inicio de la crisis de que ‘’hay que apretarse el cinturón’’ porque ‘’hemos vivido por encima de nuestras posibilidades’’. Nosotros no tenemos culpa de nada, no somos los responsables de la lamentable situación sufrida estos últimos años. No tenemos por qué pagar la especulación de banqueros y empresarios.

Realmente, ¿cuáles eran nuestras posibilidades? ¿Y cómo se puede vivir por encima de unas posibilidades si, tal como indica su nombre hace referencia a una ‘’circunstancia u ocasión de que una cosa exista, ocurra o pueda realizarse’’?

La realidad es que la crisis solo hay caído sobre la espalda de los trabajadores y trabajadoras. Fijáos quién es desahuciado, a quién le recortan en servicios públicos, quién es despedido…

Ese discurso anteriormente mencionado se materializa en voces progres con planteamientos de que el capitalismo tiene mucha culpa, pero que no se ve en la sociedad una modo de vida eco-friendly, alegando que reciclamos poco y mal, no controlamos el agua, utilizamos muchos materiales provenientes de hidrocarburos, no controlamos las luces…

Pero lo cierto es que todo eso sigue siendo culpa de capitalismo, porque al final, la gente reproduce la ideología de la clase dominante

Pero esa es una perspectiva de individualismo.

Nos piden auto-responsabilidad, como versa la canción Decadencia del grupo Ska-P, pero díganme, ¿no creen que habiendo propiedad privada de los medios de producción la burguesía produce a toda leche sin importar el medioambiente?

Esas empresas deberían ser nacionalizadas y sometidas a control estatal.

El “pijipismo’’ ha calado fuerte. Decidle a un trabajador empobrecido que coma vegano un mes, a ver si se lo puede permitir.

El problema reside en la propiedad, compañeros, por mucho que se diga que la salida puede ser la evolución individual y la conciencia de uno mismo, jamás en la Historia esas “alternativas” del posmodernismo han llegado a nada, más que a eso, a ser meros archipiélagos de contrapoder, islas paralelas que llevan una lucha económica pero no política, burbujas de confort y comodidad alejadas de la realidad, espacios de anticapitalistas para anticapitalistas.

Si eso no sirve para enfrentar al Estado y los gobiernos, ya ves tú de qué sirve, porque la burguesía seguirá en el poder oprimiendo y explotando, sí, explotando también con restaurantes veganos/vegetarianos para pequeñoburgueses. Claro que está bien empezar por uno mismo y ser firme con los principios, pero la conciencia se adquiere con la lucha, y debe ser algo colectivo.

La “liberación individual” no puede estar por encima de los conceptos de la clase obrera de la toma del poder y la lucha de clases. Hay empresarios vegetarianos, yo me alegro por ellos, pero no son mis aliados porque no coman carne, si con las condiciones a las que tiene sometidos a sus trabajadores ni los propios trabajadores se la pueden permitir. Para mí, son enemigos de clase, aunque no cuestionaré su tendencia alimenticia..

Saludos, y que conste que admiro a quienes llevan una vida libre del consumo de carne, y respeto total a vegetarianos y veganos, totalmente en serio, más si luchan contra la tortura animal y la matanza indiscriminada de animales porque sí.

Si no acompañas tu “conciencia individual” con lucha y movilización, se queda en nada, créeme, así no vas a cambiar nada, y más bien das rienda suelta al veganismo como nicho de mercado y no como activismo político.

Hay quienes dicen que un comunista no puede tener un iPhone (afirmación que casi roza lo absurdo y está en la ínfima línea que lo separa de lo satírico). Comentan que puede que el dinero con el se lo ha comprado haya sido ganado con la fuerza de su trabajo y sin alienar a nadie, pero el producto ha sido fabricado por mano de obra barata en condiciones de mierda y cuyos componentes han sido obtenidos por esclavos. Está manteniendo directamente el medio de producción que critica, e incluso alentando el consumismo.

Estoy totalmente de acuerdo en que tras la gran mayoría de productos existe esclavitud, trabajo infantil y mano de obra barata, pero, ¿qué opción tenemos? Las camisetas de Zara unen dos pobrezas: la del niño que la fabrica y el que la compra aquí por ser lo más barato.

¿Me van a negar tener un Audi de segunda mano si me lo he pagado limpiamente con mi fuerza de trabajo sin explotar a nadie?