El 15 de mayo de 1948 se conoce en todo el mundo como el día en que se creó el Estado de Israel. Para los palestinos, en cambio, este es un día trágico, marcado por la Naqba, o la “catástrofe”, que simboliza el comienzo de la limpieza étnica de los palestinos por los sionistas y su expulsión de su tierra natal.

  • Finales de los 1800 – El movimiento político e ideológico del sionismo fue fundado en Europa Oriental y Central
  • Inicios de los 1900 – Gran Bretaña ofrece a los sionistas el país de Uganda en el continente africano para ser la futura patria judía.
  • 2 de noviembre 1917 – Gran Bretaña emitió la Declaración Balfour, pidiendo un hogar nacional judío en Palestina.
  • 1917 – En el momento de la Declaración Balfour, 600.000 palestinos y 55.000 judíos vivian en Palestina.
  • 1918 – Gran Bretaña ocupa Palestina después del final de la Primera Guerra Mundial
  • 1920 – El Mandato Británico en Palestina, creado por la Sociedad de Naciones, comienza a controlar el territorio.
  • 29 de noviembre 1947 – Las Naciones Unidas aprueban un plan de partición de Palestina y otorga el 55% de las tierras a los judíos y un 45% a los árabes, a pesar de que los últimos representan la mayor parte de la población.
  • 9 de abril de 1948 – Los miembros de dos grupos terroristas sionistas (el Irgun y Stern Gang) llevan a cabo la masacre de Deir Yassin, una pequeño población palestina, matando a más de 100 personas. Además, todos los que no murieron en la masacre fueron transportados a otras áreas.
  • Yitzak Rabin y Menachem Begin, líderes de los dos grupos terroristas citados anteriormente y autores de la masacre, llegan al puesto de primeros ministros de Israel.
  • 15 de mayo 1948 – Finaliza el Mandato Británico y Gran Bretaña abandona Palestina. A continuación, Israel se convierte en una nación soberana bajo un territorio colonizado por los británicos. En este momento, se inicia la primera guerra árabe-israelí e Israel es rápidamente reconocido por los EEUU, la URSS y otros países.
  • Enero 1949 – Se establece un acuerdo de armisticio que pone fin a la guerra civil. Más de 750.000 palestinos se ven obligados a abandonar sus hogares y más de 500 pueblos son arrasados y despoblados por distintas organizaciones armadas judías, de las cuales la más importante era la Haganá, una organización paramilitar judía creada en 1920, durante la época del Mandato Británico, y antecesora del Ejército de Israel.
  • 1950 – Viven en Palestina 1.203.000 y 1.172.100 palestinos

Publicamos a continuación un texto de Alejandro Iturbe de 2011 que analiza la cuestión palestina en el marco de las revoluciones árabes que ocurrían aquel año. Los rasgos centrales del artículo mantienen su actualidad en un momento marcado por el crecimiento del Hamas en Cisjordania (ganó las elecciones estudiantiles en la Universidad de Birzeit), expresando un rechazo cada vez mayor de los jóvenes palestinos a los políticas de la OLP y del Fatah, organizaciones que encabezan la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

El acuerdo entre Fatah y Hamas, al que se hace referencia en el texto, para la formación de un gobierno único en Cisjordania y la Franja de Gaza, todavía no es realidad y, en la práctica, los dos territorios siguen con gobiernos distintos. No interesa a Israel cualquier tipo de unidad palestina.

Por otro lado, Israel sigue construyendo asentamientos ilegales en Cisjordania (son más de 330.00 colonos actualmente) y la Franja de Gaza sigue sin reconstruirse, tras ocho meses del brutal ataque israelí a la población civil palestina que resultó en la muerte de más de 2000 personas. Miles de familias están desabrigadas; escuelas, hospitales y todo tipo de infraestructura están destruidos. La situación de caos y aislamiento en Gaza crea las condiciones para la aparición de organizaciones como el autodenominado Estado Islámico, que empieza a tener cierta influencia en el área y asume un discurso anti Hamas.

Netanyahu acaba de reelegirse como Primer Ministro en medio a multitudinarias manifestaciones y una importante crisis polític0-económica en Israel. A razón de la posibilidad de perder las elecciones radicalizó su discurso posicionándose claramente contrario a la creación de un estado palestino.

Sin embargo, nunca antes la legitimidad del estado sionista se encontraba tan golpeada. La campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel (BDS) crece y son muchos los científicos, artistas e, incluso, instituciones universitarias que adhieren al llamamiento internacional lanzado el 2005 desde Palestina. Recientemente se convocó una huelga general de los árabes residentes en territorio ocupado en el 48 contra la continuada destrucción de casas de palestinos. Podemos estar en la antesala de una nueva Intifada.

Aprovechamos la fecha para reafirmar nuestro total apoyo a la resistencia palestina en su lucha contra el colonialismo y el apartheid practicados por el estado de Israel y sus cómplices internacionales.

Palestina Resiste! Viva Palestina Libre!

 

LA CUESTIÓN PALESTINA: PUNTO CENTRAL DE LA REVOLUCIÓN ÁRABE

Alejandro Iturbe

[…]

Las leyendas del sionismo

[…]
El sionismo, la corriente político-ideológica fundada en Europa, en 1897, que llevó adelante la creación del Israel moderno, justificó su accionar con una falsificación histórica principal: en  Israel, se juntaron “un pueblo sin tierra” (el judío) y “una tierra sin pueblo” (Palestina). Con esta gran mentira, se justificaron los crueles crímenes cometidos por el sionismo para “borrar” al pueblo palestino de la historia.

A inicios del siglo XX, Palestina era una provincia dominada por el Imperio Turco. En 1917, en su territorio vivían 644.000 palestinos árabes y 56.000 judíos[1].  Ese mismo año, se firmó la Declaración Balfour entre las autoridades británicas y la organización sionista europea para alentar y financiar la inmigración de judíos a Palestina. Con ese acuerdo, además, se selló la alianza estratégica entre el sionismo y las potencias imperialistas occidentales. […]
Terminada esta guerra, con la derrota y el desmembramiento del Imperio Turco, la entonces Sociedad de la Naciones (antecesora de la ONU) otorgó el territorio como Mandato Británico de Palestina.  La evolución de la población fue la siguiente: en 1922, había 663.000 palestinos y 84.000 judíos, en 1931: 750.000 y 175.000, respectivamente. […]

La creación del Estado de Israel: una usurpación violenta y cruel

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (1945), se  definió un cambio muy importante en la situación de los países imperialistas: Inglaterra acentuó su retroceso y EEUU surgió incuestionablemente como  potencia hegemónica.

El control de Medio Oriente, poseedora de las dos terceras partes de las reservas mundiales de petróleo, tenía un valor estratégico. Por eso, EEUU, además de apoyarse en las petromonarquías aliadas, necesitaba tener una “base propia”, un sólido punto de apoyo para controlar la región. Ese punto de apoyo sería el Estado de Israel.

Los judíos europeos venían de sufrir un atroz genocidio por parte de los nazis y el mundo estaba horrorizado por ello. Este justo sentimiento fue utilizado por el imperialismo y los sionistas en su beneficio. […]

Impulsada por el imperialismo estadounidense, y con el apoyo de la burocracia estalinista gobernante en la ex URSS, en noviembre de 1947, la Asamblea General de la ONU votó una resolución que creaba dos estados en Palestina: uno judío (Israel) y otro árabe. En ese momento, habitaban allí 1.300.000 palestinos árabes y 600.000 judíos. Pero la ONU otorgó a Israel el 52% de la superficie y a los palestinos el 48%. Es decir, desde su propio nacimiento, Israel significó una usurpación y un robo, porque los palestinos debían ceder el 52% de su territorio a una minoría que, además, había sido artificialmente creada. Incluso en el territorio otorgado a Israel, los palestinos eran mayoría (950.000).

“Limpieza étnica”

La usurpación legalizada por la ONU se vio terriblemente agravada por el terror desatado por el sionismo que realizó una “limpieza étnica” para expulsar a los palestinos de sus casas y tierras[…].

Las organizaciones sionistas armadas (como Ergún y Lehi) atacaron cientos de poblaciones palestinas. […] Seis meses de “limpieza  étnica” (bajo la benevolencia del imperialismo y del estalinismo) dieron como resultado que sólo quedaran 138.000 palestinos en territorio israelí. El resto había sido expulsado.

Luego, el estado israelí votó la Ley de Ausentes: las casas y tierras de quienes estuvieran “ausentes” eran apropiadas por el estado que las distribuía a ciudadanos israelíes “presentes”. De esta forma, mientras los judíos de Palestina sólo poseían, hasta 1947, el 6% de la tierra; en 1948 ya se habían apropiado del 90%. Con la misma metodología utilizada en Deir Yassin, los sionistas e Israel se apoderaron de un 15% adicional de territorio, además del 52%  otorgado por la ONU.

Los palestinos expulsados partieron hacia el exilio en países árabes (especialmente  Jordania, Líbano y Siria), o a regiones más alejadas, como EEUU y Latinoamérica. De esta forma, este pueblo quedó dividido en tres sectores: los que viven dentro de las fronteras de Israel, los que viven en Gaza y Cisjordania y los que partieron al exilio. Así nació la tragedia (nakba) de este pueblo, provocada por la creación del Estado de Israel. Así nació también su lucha de este pueblo por recuperar su territorio histórico.

[…]Después de la guerra de 1967 (llamada de “los 6 días”), Israel ocupó los territorios adjudicados a los palestinos, hasta entonces bajo administración egipcia (Gaza) y jordana (Cisjordania) junto con las alturas del Golán (Siria), todavía en poder de Israel. En 1993, en los territorios ocupados, se creó la ANP (Autoridad Nacional Palestina), como resultado de los Acuerdos de Oslo.

Por otro lado, en estos años, Israel, realizó varias invasiones al Líbano (1978,1982 y 2006). Las dos primeras fueron para atacar los campamentos de refugiados palestinos en aquel país[…].

[…] Por su parte, la invasión a Líbano de 2006 se realizó para atacar a Hezbolá y finalizó con la primera derrota clara del ejército israelí en su historia, lo que de hecho acabó con el mito de su “invencibilidad”.

De la OLP…

En la década de 1960, hay un hecho muy importante en la historia de la lucha palestina: se fundó la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) integrada por todas la organizaciones políticas de este pueblo. La principal fuerza era Al Fatah, y Yaser Arafat, se transformó en el líder de la OLP.

Más allá de las profundas limitaciones que tenían, por su carácter nacionalista burgués, la OLP, Al Fatah y Arafat tuvieron en esa época dos grandes méritos. El primero fue lograr que la “cuestión palestina” se transformase en unas de las cuestiones centrales de la política mundial.

El segundo fue que el punto central del programa votado era conseguir una Palestina única, laica, democrática y no racista en todo el territorio de lo que había sido el Mandato Británico. La propuesta abarcaba varias cuestiones centrales:

·         El rechazo a los “dos estados” porque ello significaba reconocer y aceptar la usurpación y el robo legalizado por la resolución de la ONU de 1947.
·         Expresaba el derecho de retorno de aquellos que habían sido expulsados de sus tierras y propiedades, y la devolución de las mismas.
·         Como a partir del retorno, los palestinos serían una clara mayoría, se señalaba que todos los judíos israelíes que deseasen permanecer y convivir en paz, podrían hacerlo, con plenos derechos (carácter “democrático” y “no racista” del estado propuesto).
·         La construcción de este nueva Palestina implicaba la necesidad de destruir el Estado de Israel ya que mientras éste existiera, por su propio carácter, haría imposible esta solución.
[…]

…a los Acuerdos de Oslo y la ANP

A finales de la década de 1970, el imperialismo estadounidense adoptó una política de cooptación de las direcciones nacionalistas burguesas de Medio Oriente, que comenzaron a capitular.
Un paso central de este proceso se dio en Egipto, después de la muerte de Gamal Abdel Nasser (1970): su sucesor Anwar Sadat  firmó con EEUU e Israel, en 1979, el acuerdo de Camp David, reconoció a este estado y puso fin a la lucha contra él. Hosni Mubarak, profundizó esta política y transformó a Egipto en una pieza clave de la política del imperialismo e Israel contra los territorios palestinos.

Este giro reaccionario de los gobiernos egipcios fue acompañado, algunos años más tarde, por Yasser Arafat y la dirección de la OLP que, expulsada de Líbano, ahora se asentaba en Túnez. En 1993, firmó con EEUU e Israel los Acuerdos de Oslo, por los que reconocía a Israel  y abandonaba la lucha por su destrucción.
Es decir, la OLP dejaba de lado su programa fundador. En trueque, recibió la promesa de la creación de un futuro mini-estado palestino[…].

Lo cierto es que ni siquiera esta promesa fue cumplida y, en concreto, a cambio de su traición, la dirección de la OLP y Al Fatah recibió la formación de la ANP en la Franja de Gaza y Cisjordania. La ANP es, en realidad, una administración colonial con poderes muy limitados […], bajo control militar israelí  y una profunda dependencia financiera de Israel y de la ayuda externa.
Para entender la política de la creación de la ANP por parte del imperialismo e Israel, hay que considerar que, en 1987, había estallado la primera Intifada[…]. A pesar de la durísima represión, Israel no conseguía acabar con ella e, incluso, se evidenciaron elementos de una crisis en la base del ejército sionista. Eran claras señales de que la política de ocupar directamente los territorios palestinos había llegado a su límite.

Por su parte, a partir del momento en que pasó a controlar la ANP, Al Fatah dejó de ser la corriente que expresaba mayoritariamente la lucha del pueblo palestino contra Israel. Su dirección y sus principales cuadros se transformaron en una corrupta burguesía que vive de la rapiña de los fondos da ANP. Peor aún, se transformaron en los agentes coloniales de Israel y del imperialismo, en sus cómplices en la represión al pueblo palestino, a través de la policía de la ANP. […]

Hamas en escena

La traición de las direcciones nacionalistas burguesas, sumada al surgimiento del régimen de los ayatolás en Irán, después de la revolución de 1979, permitió que ese espacio político fuera ocupado por las corrientes fundamentalistas islámicas, como el propio régimen iraní y Hezbolá, en Líbano, que mantienen en su programa la destrucción de Israel. En los territorios palestinos, abrió espacio al crecimiento de Hamas, una organización ligada a la Hermandad Musulmana egipcia.
El retroceso del peso de Al Fatah se expresó en el triunfo de Hamas en las elecciones de la ANP, en 2006. Este hecho derivó en un enfrentamiento entre las dos organizaciones y en un golpe de estado de Mahmud Abbas (respaldado por Israel), quien mantuvo el dominio sobre Cisjordania. Pero el golpe fue derrotado en la Franja de Gaza, que siguió controlada por Hamas. Desde entonces, Israel “bloqueó” este territorio y ha lanzado continuos ataques para desalojar a Hamas, algo que todavía no ha conseguido.

A pesar de esta resistencia y de no haber retirado de su programa la lucha contra Israel, el prestigio y la influencia de Hamas han venido decayendo, por varias razones. En primer lugar, porque dentro de la Franja de Gaza ha reprimido y perseguido a sus opositores, incluso a aquellos que se oponen a Israel y Abbas. En segundo lugar, ha tenido una actitud contraria a la revolución egipcia e incluso ha impedido y reprimido las movilizaciones que, en Gaza, intentaron realizarse en su apoyo. Finalmente, como una cuestión central, siempre ha tenido una política conciliadora hacia Al Fatah y Abbas, llamándolos a la “unidad”, como ahora se expresa en el acuerdo de reconciliación que firmaron los líderes de ambas organizaciones.

El impacto de la Revolución Árabe
[…] El impacto del proceso revolucionario árabe sobre el pueblo palestino, especialmente, su juventud, es muy grande, por varias razones. En primer lugar, pone en el centro de la escena las grandes movilizaciones y acciones de masas como una herramienta de lucha capaz de lograr cambios en situaciones que parecían inmutables. […]
En segundo lugar, muestra a los jóvenes a la vanguardia y que es posible organizar estas movilizaciones independientemente (incluso en contra) de las viejas organizaciones políticas laicas o islámicas que llaman a la “calma” y a la “negociación”. […]
Ellos son la base de la posibilidad de construir una nueva dirección palestina que sea alternativa a los viejos dirigentes y organizaciones, responsables de tantos años de derrotas y frustraciones.

[…]

El acuerdo Fatah-Hamas

Poco antes de esta jornada, […]Mahmoud Abbas y el líder de Hamas, Khaled Meshal, firmaron en El Cairo un “acuerdo de reconciliación”. […]Hamas aceptaría que Abbas continúe como presidente de la ANP y que siga negociando acuerdos de seguridad con Israel.

Como hemos visto, desde 2006, Fatah y Hamas estaban muy enfrentados. Abbas y la ANP han colaborado con el bloqueo y los ataques sionistas contra la Franja de Gaza, y Hamas, por su parte, denunciaba a Abbas por su rol cómplice y rechazaba la perspectiva del “estado palestino independiente” que negociaba Abbas. ¿Por qué y sobre qué bases ahora se “reconcilian”? Se trata de un acuerdo que expresa una profunda contradicción y puede ser analizado en varios aspectos.
En primer lugar, es el resultado de las movilizaciones del pueblo palestino[…].En este sentido, el acuerdo es visto por las masas palestinas como un triunfo, como un paso positivo para fortalecer la lucha contra Israel. Algo que, sin dudas, alentó la participación masiva en las marchas sobre las fronteras israelíes.

Pero el fondo de la reconciliación entre Hamas y Fatah apunta en otras direcciones. Una de las principales es que se trata de un acuerdo preventivo para frenar y controlar el impacto de la revolución árabe dentro del pueblo y la juventud palestina, cuyo desarrollo va contra los planes y proyectos políticos de ambas organizaciones. […]

Debemos considerar también un tercer aspecto: el pedido de debatir en  la Asamblea General de la ONU la posible creación del mini-estado palestino independiente. El debate es impulsado por el gobierno de Obama pero Benjamín Netanyahu ha señalado su oposición a realizarlo ahora[…] y Obama acabó respaldándolo. El acuerdo Fatah –Hamas sería entonces una forma de mostrarle al imperialismo que existe una dirección palestina capaz de controlar el proceso en los territorios y, al mismo tiempo, presionar al gobierno israelí a aceptar el debate y, si fuera aprobada, a aceptar la resolución la creación de dicho estado.

Una sociedad racista y militarista

[…] Israel nace como un enclave colonial militar instalado en Palestina para defender los intereses del imperialismo en territorios estratégicos. Su creación se basa en el “trasplante” de una población externa a la región: los inmigrantes judíos. Ese carácter artificial se fue acentuando con el curso del tiempo y las inmigraciones posteriores a 1948: por la Ley del Retorno, cualquier judío que se radica en Israel, aunque no tenga ningún lazo previo con Palestina, adquiere automáticamente la ciudadanía israelí y sus privilegios, derecho que le es negado a los árabes, aunque fueran descendientes de los palestinos expulsados.
Después de la caída de la URSS, en 1990, se promovió la inmigración de más de un millón de judíos rusos. Estos inmigrantes son hoy son la punta de lanza de la colonización y el robo de tierras en Cisjordania y la base de las organizaciones de la extrema derecha  israelí. […]

Es decir, la “esencia nacional” de los judíos instalados en Palestina y sus descendientes es la de  una población extranjera que se apropia de las tierras de los nativos y ejerce un papel opresor al servicio de su imperialismo. Adquieren así un carácter racista y militarista. El “lazo común” que liga a todos los ciudadanos judíos israelíes es que saben que, por una u otra vía,  ellos viven de la usurpación de la tierra de otro pueblo y del apoyo que reciben del imperialismo para cumplir el papel de “perro guardián” en la región. Saben que los pueblos árabes son sus víctimas y temen que esos pueblos se unan y los expulsen. Por eso, la principal cohesión de esta sociedad racista, violenta y militarista es el miedo al «enemigo común».

Para defender ese carácter del Estado sionista, la población israelí siempre vive en “pie de guerra”. Al cumplir 18 años, todo ciudadano o ciudadana israelí debe cumplir un servicio militar obligatorio de tres años, los hombres, o de dos, las mujeres. Luego quedan como “reservistas”, hasta los 50 años, con un mes de entrenamiento anual. Se trata de una población educada para estar siempre al servicio del ejército.

Este carácter tiene también una base económica. En esencia, Israel puede ser definido como una gran base militar del imperialismo en la que también viven los familiares de los soldados y se desarrollan algunas actividades productivas de apoyo. Pero el centro de su funcionamiento es claramente la guerra y la producción de armamentos.

Bajo parámetros “normales”, el estado israelí tiene un déficit presupuestario crónico. La balanza comercial también es deficitaria en casi 10.000 millones de dólares anuales. Estos “huecos” son cubiertos por fondos del exterior: los 3.000 millones de dólares de subsidios anuales que envía oficialmente EE.UU, otros 2.000 millones adicionales llegan de ese país, a través de otros rubros y, finalmente, los fondos que recaudan las organizaciones sionistas de todo el mundo.

Al mismo tiempo, desde hace años, la producción de armamento y de tecnología militar y de seguridad es la principal actividad económica del país. Ésta no sólo abastece necesidades propias sino que casi 40% de las exportaciones del país son armas y tecnología militar. A pesar de su pequeña población, Israel es hoy el quinto exportador de productos militares del mundo […].En otras palabras, la mayoría de la población israelí vive directa o indirectamente del presupuesto para la guerra y de la fabricación de armas.

La crisis de un estado nazi-fascista

Este “carácter genético” de la sociedad y el estado israelíes explica por qué su vida política ha ido abandonando el barniz “progresista”, e incluso “socialista”, con que intento “vestirse” en su primeras décadas y ha ido girando abiertamente a la derecha, hacia el predominio de las expresiones claras de racismo y militarismo, como el gobierno de Netanyahu y su ala Lieberman. La derrota militar en Líbano, en 2006, y las dificultades en doblegar Gaza trajeron como consecuencia una derechización aún mayor de la vida política.

Pero, en el marco de esta inevitable dinámica hacia su derechización, aparecen evidentes síntomas de crisis y debilitamiento de este estado militarista y racista. Una crisis que obedece a una combinación de razones.

Una de ellas es el creciente aislamiento internacional de Israel por el aumento del repudio a su accionar genocida y represivo, lo que se expresa en el crecimiento de la campaña de boicot (BDS), en la ruptura de sectores importantes de la comunidad artística e intelectual que antes lo apoyaban e, incluso, en las evidencias de crisis en parte de la fortísima comunidad judía estadounidense.

Pero, sin dudas, el centro de esta crisis es la evidencia que se acabó la época del “Israel todopoderoso”, como mostraron la derrota militar en Líbano, la dificultad de doblegar a la Franja de Gaza y, ahora, el renacer de las masivas movilizaciones palestinas por el “retorno”. Se acabaron las décadas de “comodidad”, en las que la sociedad israelí recibía muchos beneficios por su carácter de enclave colonial (que permitieron que muchos sectores desarrollaran estándares de vida iguales a los más altos de Europa o EEUU) sin demasiados sacrificios. Hoy, la clara supremacía en tecnología militar no garantiza la victoria (ni mucho menos, la falta de peligro).

[…]Pero ese cambio se da en un momento en que grandes sectores se han “aburguesado” y están abandonando el carácter ideológico y militante con que las generaciones anteriores crearon y defendieron Israel, y estaban dispuestas a dar su vida por ello.

La actitud del general Dan Halutz, entonces máximo comandante de las tropas israelíes, preocupado por el destino de sus inversiones bursátiles, en medio de la reunión en que se decidía la invasión al Líbano, en 2006, fue un síntoma del grado de deterioro de la moral de la cúpula de las FF.AA. Otro síntoma importante fue que numerosos altos funcionarios civiles y militares buscaban evitar que sus hijos cumpliesen el servicio militar en lugares que podrían entrar en combate […].

A medida que la realidad se muestra cada vez más peligrosa, muchos se cansan de este ambiente y crece el número de ciudadanos israelíes que abandonan el país. Las cifras son cuidadosamente escondidas: algunos hablan de decenas y otros de cientos de miles. […] La mayoría sale discretamente, sin decir que abandona el país, a través de proyectos de estudio o trabajo temporario en el extranjero (en EEUU y Europa), pero gran parte se queda y sólo vuelve al país para visitar brevemente a sus familias. Otra cifra que va en aumento es la deserción no explícita: la salida de jóvenes en edad militar, que tratan de evitar los frentes y el servicio en territorios palestinos o libaneses.

En la medida que los descendientes de los “fundadores” ya no están dispuestos a defender a Israel con armas en la mano (muchos de ellos, ni siquiera a permanecer en el país), la “base militante” se va trasladando a los nuevos inmigrantes como los judíos rusos, cuyos privilegios se basan en las colonias en Cisjordania y en los subsidios del  Estado. Por eso, son los más radicalizados contra los palestinos y los más dispuestos a pelear por esa defensa.
Pero, en este recambio, el sionismo pierde una parte de sus mejores cuadros, formados a través de décadas. No se trata de que los viejos sectores askenazis rompan con el carácter del Estado de Israel y pasen a luchar contra él sino de que dejan de estar en la primera línea de combate.

Aquí es necesario referirnos a los miles de indignados que, al estilo español, se movilizaron recientemente en Tel Aviv, reclamando contra el aumento del costo de vida, de los alimentos y de los alquileres. En un primer análisis, vemos dos elementos diferentes en estos “indignados” israelíes. El primer aspecto es progresivo, un sector de la sociedad israelí se moviliza por sus propias reivindicaciones básicas, enfrenta al gobierno de Netanyahu y eso debilita la “unidad nacional israelí”. Pero, al mismo tiempo, mientras los indignados españoles realizaban una durísima crítica al régimen político de su país por su íntima ligación con los grandes bancos y empresas, los israelíes no expresaron ninguna crítica ni evidenciaron ningún elemento de ruptura con el carácter de Israel.

Es necesario entender que incluso un enclave como Israel se ve afectado por la crisis económica internacional y sus consecuencias, como la inflación que erosiona el poder adquisitivo de un sector de la población israelí. Los indignados aparecen entonces, como un sector que,  sin romper con el carácter del estado, reclama mejores condiciones económicas, una parte mayor del reparto de lo que ese enclave recibe.

En resumen, el Estado de Israel y su sociedad viven una profunda crisis, y esta crisis lo vuelve mucho más vulnerable que en el pasado, a pesar de que está mucho más armado que nunca.

[…]

El mini-estado palestino no es la solución

¿Cuál es la solución al conflicto entre los palestinos e Israel que ya lleva más de seis décadas? Básicamente se proponen dos alternativas diferentes.

La propuesta más difundida es la solución de “dos pueblos, dos estados” que se debatirá próximamente en la Asamblea General de la ONU. Es apoyada por el imperialismo, Al Fatah y la OLP, y gran parte de la izquierda mundial.

[…]
En este sentido, no es más que la continuidad de la resolución de la ONU de 1947. Volvería a sancionar y legalizar internacionalmente el robo y la usurpación que significó la creación de Israel, incluso si se adoptase sobre la base de las fronteras previas a la guerra de 1967.

Al mismo tiempo, el pueblo palestino quedaría definitivamente dividido en tres sectores, mucho más débiles.  El primero de ellos, el millón y medio de palestinos que viven dentro de Israel, serán condenados cada vez más a soportar aislados los ataques de los gobiernos israelíes que quieren borrar su memoria y su historia (por ejemplo, la prohibición de recordar la nakba), irles quitando la nacionalidad israelí a quienes no juren fidelidad a Israel y el sionismo, y, finalmente, como es el plan de Lieberman, expulsarlos directamente o dejarlos en condiciones insostenibles, como los que viven en Jerusalén oriental.

Los tres millones y medio de Gaza y Cisjordania, habitantes del futuro mini-estado “independiente”, deberán vivir en un país fragmentado, sin ninguna viabilidad de autonomía económica e, incluso, si se cumplen los compromisos que está aceptando Abbas, sin fuerzas armadas y con sus fronteras patrulladas por tropas de la OTAN. En otras palabras, un poco más que la actual ANP, igualmente cercados por Israel y su bota militar, sólo que formalmente más “independiente”.

Finalmente, los cinco millones que viven fuera de Palestina verán definitivamente liquidado su derecho de retorno. Ese es el contenido de hecho de la creación de los “dos estados”: al aceptar esa resolución, se acepta que las tierras robadas y usurpadas de las que fueron expulsadas sean definitiva y legalmente israelíes. Y el mini-estado palestino no ofrecerá ninguna posibilidad objetiva (ni económica ni de tierra) para que se radiquen allí.

Con su política, las direcciones de Al Fatah y Hamas expresan básicamente los intereses de los sectores burgueses de Cisjordania y Gaza para quienes la creación del mini-estado palestino podría traer algún beneficio. Pero lo hacen a costa de sacrificar a los otros dos sectores. Esencialmente, a los exiliados que, como vimos, perderían cualquier posibilidad de retornar.
Y esto se refleja en las movilizaciones recientes donde la vanguardia pasó a la juventud palestina que vive en Siria, Líbano o Jordania, y también la de países más alejados. […]

Esto abre profundas contradicciones con las direcciones de Al Fatah y Hamas y, como ya señalamos, a partir de las movilizaciones, la posibilidad de construir una nueva dirección palestina que sea alternativa a los viejos dirigentes y organizaciones, responsables de tantos años de derrotas y frustraciones.

Por eso, Abbas y Al Fatah comenzaron a intentar una reubicación. Firmó el “acuerdo de reconciliación” con Hamas y presentó ante la ONU, contra la opinión de Israel y el imperialismo, el pedido de reconocimiento del estado palestino. La jugada comienza a darle resultados, por lo menos en Cisjordania: miles de palestinos festejaron en las calles este pedido y, a su vuelta, Abbas fue recibido con gran entusiasmo. Es decir, para seguir siendo agente de Israel y el imperialismo, con cierto peso popular y no ser barrido por la movilización, Abbas necesitó hacer una jugada táctica que los enfrenta en terreno diplomático.

Sin embargo, incluso con todas las limitaciones que tiene la reivindicación que hace Abbas, hoy el imperialismo norteamericano e Israel no están en condiciones de otorgarla y se oponen tajantemente a la misma. Que dicha votación se realice en la ONU sería una derrota política para ellos.
Por eso, […] defendemos el derecho democrático del pueblo palestino de exigir esa votación en la Asamblea General de la ONU y vamos a apoyar toda movilización de ese pueblo por esa exigencia.

La única solución verdadera: la construcción de una Palestina única, laica, democrática y no racista, y la destrucción de Israel
Frente a la propuesta de los “dos estados”, nosotros reivindicamos que la única solución verdadera a la “cuestión palestina” es la que estaba formulada en el programa fundacional de la OLP: la construcción de una Palestina única, laica, democrática y no racista.

Una Palestina sin muros ni campos de concentración al que puedan retornar los millones de refugiados expulsados de su tierra y recuperen sus plenos derechos los millones que permanecieron y hoy son oprimidos. Un país en el puedan permanecer todos los judíos que estén dispuestos a convivir en paz y con igualdad. Una propuesta que fue abandonada por la OLP pero que es reivindicada por miles de jóvenes activistas palestinos en todo el mundo y que estuvo presente en las recientes movilizaciones en memoria de la nakba.

Pero esta propuesta no puede ser llevada adelante y no habrá paz en Palestina hasta que no se derrote definitivamente y se destruya el Estado de Israel. Es decir, hasta que el cáncer imperialista que corroe la región no sea extirpado de modo definitivo. Llamamos a los trabajadores y al pueblo judío a sumarse a esta lucha contra el estado racista y gendarme de Israel. Sin embargo, debemos ser conscientes de que, por el carácter de la población judía israelí que hemos analizado, lo más probable es que sólo una pequeña minoría acepte esta propuesta mientras que la gran mayoría de ellos, incluida la vieja base sionista askenazi, seguramente, defenderá con uñas y dientes “su estado” y sus privilegios y, por lo tanto, deberemos luchar contra ellos hasta el final.

La destrucción de Israel y la construcción de una nueva Palestina  es una tarea histórica, equivalente a la destrucción del estado nazi alemán o al estado del apartheid sudafricano. Es una tarea difícil que puede demandar muchos años.

Pero la revolución árabe y la movilización del pueblo palestino, sumada a la derrota de las tropas sionistas en el Líbano y a la crisis del estado y la sociedad sionista, plantean como posible y presente una lucha política y militar unificada de masas del pueblo palestino y del conjunto de las masas árabes que permita la victoria.

[1] Todos los datos de población de este artículo han sido extraídos del libro de Ralph Schoenman, Historia oculta del sionismo.