Hasta para quien no se haya tomado el trabajo de ver la generalmente tediosa ceremonia de entrega de los Oscar, realizada este domingo en los Estados Unidos, a estas alturas ya debe saber que el evento fue, como mínino, “curioso”. Rodeada de denuncias y protestas sobre el tratamiento que la Academia de Hollywood y la industria cinematográfica ha dado a los sectores oprimidos, la 88ª edición de los Oscar se transformó en un escenario inusitado para el debate.

Por Thomaz Campacci y Wilson Honório da Silva, de Brasil

Para ser más exactos, el tema racial tomó la ceremonia de inicio a fin. Obligado a lidiar con el hecho de ser un actor negro presentando una entrega de premios para la cual ningún negro o negra había sido nominado, el comediante Chris Rock dió comienzo a la ceremonia de forma desconcertante: “Bueno, estoy en los Oscar de la Academia, también conocido como los premios de los blancos (…). Ustedes se dan cuenta de que, si ellos escogiesen a los presentadores, ¿yo no tendría este trabajo?”

Lo que se vió después fue una secuencia inédita de referencias a la ausencia de negros (as) en las entregas. Muchas extremadamente cuestionables (cuando no abiertamente lamentables) y todas hechas a medida para intentar demostrar que, de aquí en adelante, “ las cosas van a cambiar”. Ninguna de ellas, a pesar de todo, fue capaz de sofocar completamente el motivo real del malestar que se instaló en el escenario de los Oscar; algo que acabó saliendo en las últimas palabras de Chris Rock, después de la entrega de los premios: “Black Lives Matter” (“Vidas negras importan”), el nombre del movimiento que ha tomado las calles en prostesta contra los asesinatos de jóvenes negros en la tierra de Obama.

También vale la pena recordar que no fueron sólo los ecos de Baltimore y Ferguson los que rondaron el escenario de los Oscar. Otra voz poderosa también tomó presencia exactamente por haber sido excluida de la ceremonia: la de la artista trans Anohni Hegarty que, así como artistas negros como Spike Lee y Will Smith, decidió boicotear el evento. En su caso, motivada por algo asquerosamente “típico” de la transfobia: la invisibilización. Nominada para el premio de mejor canción, Anohni no fue siquiera invitada para presentarse en la ceremonia.

100% blanco

Antes de hacer algunos comentarios sobre estas historias, no es preciso que nos detengamos en lo obvio. Sabemos que los Oscar tienen poquísimo que ver con el arte, ni siquiera sirven como parámetro para lo que es más creativo e interesante en el mundo del cine y es, antes y por encima de todo, la celebración de la industria cinematográfica norteamericana y de sus rentables taquillas. Lo cual, por si sólo, siempre ha hecho del escenario de los premios suelo fértil para la reproducción del machismo, del racismo, de la LGBTfobia y todas las demás ideologías al servicio de la clase dominante.

Los números son más que evidentes. Desde que fue creado, en 1929, a penas 14 hombres y mujeres negros fueron premiados en las principales categorías de interpretación y el número total de premios entregados para afrodescendientes en cualquier categoría apenas llega a los 35. En el caso de LGBTs, hablar de números es extremadamente complicado, ya que debido a la propia LGBTfobia muchos fueron los nominados y premiados cuya orientación sexual nunca fue revelada. Y en relación a las mujeres, dos números divulgados por el “Centro de Estudios sobre las Mujeres en la TV y en el Cine” ejemplifican cuán desproporcional es la participación de ellas en la industria: son el 24% de todos los profesionales y el 6% del total de directores.

Con un histórico como este, el hecho de que en los últimos dos años ningún negro o negra haya sido nominado para los premios de mejor actor o actriz (en papeles principales o de secundarios) debería pasar desapercibido. A pesar de ello, al contrario de vivir en un país “post-racial”, como los EEUU se han intentado vender después de la elección de Obama, los norteamericanos se encuentran sumergidos en una situación post Baltimore, Ferguson, “Black Lives Matter” y una oleada de protestas raciales que sólo se asemejan a la que explotó en los años 50 y 60. Y es eso lo que ha marcado la diferencia.

Es esto lo que está detrás de la oleada de protestas y llamadas a boicot que barrieron los EEUU cuando la blanquísima lista de 28 nominados fue publicada, confirmando que la Academia, tanto en 2014 como en 2015, no consiguió encontrar un(a) único(a) negro(a) que mereciese ser reconocido(a) por su talento. E no porque faltasen opciones, especialmente en 2015 e, inclusive, teniendo en consideración los criterios comerciales de los Oscar.

Will Smith, por ejemplo, protagonizó “Concussion” (“La verdad duele”) uno de aquellos “dramas basados en la vida real” de los que a Hollywood le gustan, haciendo el papel de médico nigeriano Bennet Omalu que se enfrentó a la liga de fútbol americano al hacer una investigación sobre daños cerebrales sufridos por los jugadores.

Otro esnobado fue Idris Elba, que hizo una interpretación visceral como un “señor de la guerra” en “Beasts of no nation” (algo como “fieras sin patria”), que muestra, a través de la mirada de un niño-soldado, los horrores enfrentados en los conflictos que infestan África. Ya en el caso de otro suceso de taquilla, “Creed” (“Nacido para luchar”), la situación roza lo patético: la película fue escrita y dirigida por negros, contando la historia de un boxeador negro (vivido por el también menospreciado Michael B. Jordan), pero el único nominado fue Sylvester Stalonne (cuya simple presencia en una lista de “actores” ya parece broma) y su resucitado Rocky Balboa.

Situación semejante la de “Straight Outta Compton –La historia del NWA”, que cuenta la historia de los jóvenes que , en los años 80, usaron sus experiencias personales en el enfrentamiento contra la segregación racial y violencia policial en la ciudad de California (cuna de Kendrick Lamar) para crear el “Nigga Wit Attitudes”, provocando la explosión del gangsta rap. A pesar de que casi todo el mundo envuelto en la producción era negro, los únicos nominados fueron los dos guionistas blancos.

Independientemente de la calidad de las películas y de las interpretaciones, la no nominación con seguridad tiene sus raíces en la propia composición de la Academia. Según el periódico “Los Angeles Time”, de entre los 6 mil miembros que escogen a los candidatos, el 94% son blancos y el 77% son hombres, mientras que los negros y los latinos representan cerca del 2%.

Silenciando una voz contra la transfobia y el Capital

Para no cometer el mismo error que la Academia, no podemos dejar de mencionar la historia que envuelve a Antony Hegarty. No fueron pocos los que commemoraron su nominación para el Oscar, para el premio de mejor canción original, por la música “Manta Ray”, compuesta con J. Ralpph para el documental “Racing Extinction”, que denuncia la veloz y criminal desaparición de miles de especies animales en nuestra época. Ella es la primera trans nominada para un premio desde que Angela Morley fue nombrada dos veces por bandas sonoras compuestas para películas en los años 70.

Anohni es una compositora, vocalista y pianista británica que ganó proyección mundial con el grupo Antony and The Johnsons. Su timbre de voz único y sus complejas melodías usadas para envolver letras que traen, muchas veces, un debate acerca de la soledad, del abandono y de la angustia de ser una mujer transgénero.

En “Hope there’s someone”, canción más conocida del grupo, la artista habla de la dificultad de su proceso de transición: “yo no quiero estar en un lugar intermedio, entre la luz y la nada/pero no quiero ser la única/abandonada/ (…) espero que haya alguien que me cuide”; o, sino, en “For today I’m a boy”, en la que habla sobre ser un niño trans: “un día creceré y seré una bella mujer/ mientras tanto soy un chico/ (…) un día creceré, yo sé quien está dentro de mí.

Ante esto, evidentemente, Antony hizo y hace que una infinidad de personas trans alrededor del mundo se vean reconocidas y fortalecidas a través de ella. Lo cual por si sólo ya es digno de nota. A pesar de todo, Anohni es mucho más que una “artista trans”, es una trans militante que ha hecho innumerables críticas a la transfobia, inclusive a la reticencia de los medios en tratarla en género femenino, afirmando, por ejemplo, que “llamar a alguien por el género en que se identifica es honrar su espíritu, su vida y contribución. “Él” es un pronombre invisible para mí, él me niega”.

La cantante también forma parte del movimiento transfeminista en el Reino Unido y es extremadamente crítica a los límites del “empoderamiento” (individual) femenino dentro del sistema en que vivimos, habiendo ya declarado que la célebre Margareth Thatcher era una mujer “tan bélica” como Ronald Reagan y posicionándose innumerables veces contra el capitalismo y la combinación entre opresión y expltación.

Incapaces de no reconocer su talento, la Academia decidió invisibilizarla- como es lamentablemente común en relación a los LGBT’s y a las trans, en particular- y, al contrario de lo que generalmente ocurre, ella no fue invitada para presentarse durante la ceremonia. Hecho “curioso” es que el motivo alegado para dejarla fuera fue “la falta de tiempo”, pero Dave Grohl, de Foo Fighters, quien ni siquiera fue nominado, irá a hacer una presentación especial durante la entrega de los premios.

Creyéndose “reducida y humillada” por no haber sido invitada, Anohni divulgó una nota, el día 26, expicando el porqué decicidió boicotear la entrega de premios. Primero, habla del dolor ante la transfobia – “Ayer por la noche, intenté forzarme a entrar en el avión para ir a Los Angeles (…), pero los sentimientos de vergüenza y rabia me detuvieron y no fui capaz de entrar en el avión”-, sin embargo, en la secuencia, la artista demuestra enorma consciencia sobre el porqué de las cosas.

Primero, recuerda que el hecho de ser trans, a pesar de determinante, no fue el único motivo para que la Academia impidiese que se presentara en red mundial de TV, recordando que ser poco conocida y haber participado en un proyecto que denuncia la destrucción del planeta por la ambición capitalista tampoco contribuirían en nada para uno de los principales objetivos de los Oscar: “vender espacios publicitarios”.

Sin embargo, por encima de todo, recuerda que existe un “una verdad más profunda” que envuelve toda la historia y no puede ser ignorada: “No es un evento aislado, sino una serie de eventos que se dan a lo largo de los años para crear un sistema que ha procurado debilitarme, en un primer momento como un niño “femenino” y, más tarde, como una mujer trans andrógena. Es un sistema de opresión socia y disminución de oportunidades para las personas trans que ha sido empleado por el capitalismo en los EEUU para aplastar nuestros sueños y nuestro espíritu colectivo”.

El mismo sistema que, todavía según ella, está detrás de la cárcel de Guantánamo, de la pena de muerte y cárceles ilegales, del poder ilimitado de grandes corporaciones, del desvío de dinero público para los banqueros y otros tantos agravios cometidos por un sistema que, todavía, intenta usar las pautas de los oprimidos como “cortina de humo para distraernos de esta cultura viral de extracción de riqueza (…) de las clases media y trabajadora”.

Es importante recordar también que, mismo antes de la polémica, Anohni ya había llamado la atención por el hecho de que Hollywood, incapaz de permanecer completamente sordo, ciego y mudo antes la presión de los movimientos trans y el espacio que han conquistado en la sociedad, ha hecho uso de un artificio semejante al célebre “black face” (artistas blancos pintados de negro) para representarlos (as) en las pantallas. O sea, historias de LGBTs, princpalmente de personas trns, siendo contadas sin que estas estén presentes en el reparto.

En los Oscar 2016, el ejemplo más categórico de esto es “La chica danesa”, donde el actor Eddie Redmayne(innegablemente excelente) fue invitado para interpretar a la trans Lili Elbe, la primera trans en hacer una operación de “reasignación de género” (o sea, adaptación de su estructura biológica a su identidad de género, en su caso, femenina).

Redemayne fue nominado para el Oscar de Mejor Actor y hay que decir que la bellísima película no salió. Situación parecida al reparto de otra película con temática lésbica, “Carol”, cuyas actrices Cate Blanchett y Rooney Mara también concurrirán mientras que la propia película y el director (gay) Todd Haynes fueron pasados por alto.

Hechos que no pueden ser borrados o menospreciados, aún a pesar de que un cantante gay, Sam Smith, haya ganado su estatuilla y la haya ofrecido a la comunidad LGBT y de que Lady Gaga, una mujer bi y superviviente de violación, haya hecho una de las actuaciones más emocionantes de la noche (rodeada de estudiantes que habían sido víctimas de violación en las universidades, tema del documental “The hunting ground” – el “ coto de caza·).

Basta de hipocresía y segregación

Particularmente, en relación a los negros y negras, el, literalmente, “elefante blanco” en el medio del escenario de los Oscar obligó a Chris Rock a usar su cuestionable sentido del humor para decir unas cuantas tonterías, pero también a usar la ironía (muchas veces cruel), para provocar el debate.

Una de las más fuertes y que nos lleva nuevamente a Baltimore, fue una referencia al famoso momento “in memorium”, cuando se recuerdan los miembros de la industria cinematográfica muertos el año anterior: “este año las cosas van a ser un poco diferentes en los Oscar. En la parte del In Memoriam van a mostras personas negras a las que dispararon policias de camino al cine. ¡Sí, dije yo!”

Si Chris Rock tuvo que improvisar en el escenario para cumplir con su contradictorio papel, peor todavía fue la situación de la presidenta de la Academia, Cheryl Boone Isaacs (la primera negra que ocupa el cargo). Antes incluso de la noche de ayer, Cheryl hizo una declaración ejemplar de la hipocresía que siempre rodea las historias de racismo y de las armaduras en las que aquellos que se creen “empoderados se acaban metiendo: “Estoy avergonzada y frustrada con la falta de diversidad (…) Este es un debate difícil, pero importante, y es hora de hacer grandes cambios (…) el cambio no llega tan rápido como deseamos”.

En el escenario, ella repitió prácticamente el mismo discurso, dando a la industria la responsabilidad de reflejar la misma diversidad que existe en las plateas del mundo de fuera. Lo cual, dígase de paso, se acabó convirtiendo en una broma cuando algunas entrevistas con negros y negras delante de un cine de Comptom, puesta a medida en el medio de la presentación, reveló que la mayoría ni siquiera conocía el nombre de las principales películas nominadas. Indicio un tanto evidente del abismo que separa estos dos mundos (incluso por lo absurdo del valor de los ingresos en el mundo de fuera).

El hecho es que cualquier declaración de buenas intenciones no pasa de un embuste. Primero, para que fuese más diversa, la Academia tendría que hacer exactamente lo opuesto de lo ocurrido en los últimos dos años. Al final, la única forma de hacer esto es cambiando su composición y, para ello, sólo hay un camino previsto: tener más no-blancos (as), mujeres y LGBTs nominados, ya que son los nominados y premiados los que forman el selecto jurado de 6 mil miembros.

De la misma forma, la mayoría de las películas que escapan de estos patrones –como son los casos de “Beast of no nation” y “Comptom” – tocan heridas que difícilmente las élites económicas, políticas y, también, artísticas de los EEUU quieren poner en evidencia.

Entrando en el debate, Barack Obama también se tomo la libertad de hacer una crítica, con una pregunta que el mismo dejé abierta: “¿Estamos haciendo lo que podemos para que cada uno tenga una oportunidad justa?”. Desde luego, no. Empezando por él mismo.

Y como destacó Anohni esto será así mientras que las grandes empresas y los interesas del Capital dicten las reglas del juego en el mercado cinematográfico, en las artes y en la cultura en general, utilizando su poder económico y político para “aplastar nuestros sueños”. Sea en el mundo real, sea en las pantallas de los cines.

En este sentido, los boicots y protestas son más que bienvenidos. Y esperamos que no sólo repercutan en la ceremonia de entrega, sino, por encima de todo, sirvan para fortalecer la lucha de aquellos y aquella que, en el mundo real, continuan luchando por la igualdad y libertad plenas.

Exactamente por esto siempre ha sido así, lo que nos parece más importante, a pesar de todo, es entender como hoy – como ejemplo de lo que ocurrió con los episodios relacionados con Beyoncè (en la SuperBowl) y Kendrick Lamar (en los Grammy)- , incluso en algo tan distante de la realidad de los “seres humanos normales”, hace eco de la creciente insatisfacción de los sectores históricamente marginalizados con el estado de las cosas.

Traducción de Belén Rodríguez