En las pasadas elecciones del 20 de diciembre PODEMOS irrumpió con fuerza en el Parlamento con el 21% de los votos y 69 diputados/as, si contabilizamos los obtenidos por sus alianzas territoriales. La reacción de aristócratas escandalizadas de algunas diputadas del PP ha sido contestada por Iñigo Errejón, pareciera que intentando tranquilizarlas. El dirigente de PODEMOS explica que lo que le hacía daño al Parlamento era “tener tanta gente desilusionada fuera”, y que gracias a ellos ahora hay “gente ilusionada dentro” (“Desprecio patricio” en el www.elpais.com, 16 de enero).

Por Juan P.

En los dos años de existencia de PODEMOS pasamos del “rodea el congreso” y el “no nos representan” a la fiebre electoral, al mismo tiempo que sus propuestas eran cada vez menos contundentes para responder al drama social que vivimos. El partido ha funcionado como un vector de integración de la movilización a una vía muerta institucional. Toda la estrategia de PODEMOS se ordena a partir de ganar la mayoría parlamentaria, pero cualquiera de las medidas de corte social que plantean, incluso cuando estas son muy limitadas, se encontraría inmediatamente maniatada por la estructura institucional y legal existente.

La Constitución Española establece como prioritario el pago de una deuda ilegítima y odiosa antes que cualquier gasto social. España está oficialmente comprometida por numerosos tratados internacionales, especialmente por la Unión Europea, que establecen estrictas normativas económicas. Por último, los “poderes fácticos” económicos no tolerarían pasivamente una política contra sus privilegios. Por todo eso plantear como hace PODEMOS que es posible cambiar de rumbo simplemente ganando la mayoría parlamentaria es, nos guste más o menos, un engaño.

Ya tenemos experiencias bien conocidas que lo demuestran. Syriza ganó hace un año las elecciones griegas prometiendo acabar con los planes de austeridad. Tras un paripé de negociación con la Unión Europea, que no movió ni un milímetro de su posición a las instituciones comunitarias, Tsipras simplemente ha aplicado planes de recortes que son incluso peores a los de sus predecesores. El próximo 4 de febrero Grecia vivirá su tercera huelga general contra el nuevo gobierno. Y para defender esos planes, hemos revivido la represión de siempre, con la policía griega aporreando a los jubilados que protestaban por los recortes a sus pensiones.

Otro ejemplo, más cercano, es el de los llamados “ayuntamientos del cambio”. En Madrid, a pesar de las palabras de Carmena anunciando que ya no hay desahucios, estos continúan, y la PAH ya pide directamente el cierre de la “oficina antidesahucios” del ayuntamiento. También la remunicipalización de los servicios privatizados iba en el programa de Carmena, para ahora declarar la “inviabilidad” de esa medida. Entre respetar la institucionalidad de esto que “llaman democracia y no lo es” y afrontar los problemas sociales, se cuadran al régimen monárquico de 1978 y a la UE.

PODEMOS ha conseguido ilusionar con sus discursos y sus gestos, y por ello cargan una gran responsabilidad sobre sus hombros. Pero si la “nueva política” consiste en prometer y prometer y luego hacer lo contrario, se parece mucho a lo que ya conocíamos. Hoy la propuesta de PODEMOS los encamina cada vez más a pasar de ser una fuerza “del cambio” a otra de recambio.

La gran tarea de un diputado desde nuestra perspectiva es justamente demostrar los límites del actual Parlamento, justo lo contrario de crear esperanzas en ella como hace PODEMOS. Cualquier plan de rescate a los trabajadores y el pueblo, cualquier política que se plantee revertir los ataques que hemos sufrido, tendrá que desobedecer la Constitución de 1978 y sus instituciones, así como romper la obediencia a la Unión Europea. Eso directamente rompe el marco legal del funcionamiento del actual Parlamento, y plantea abrir un Proceso Constituyente que cree democráticamente un nuevo marco político, económico y social.

Para enfrentar esa transformación la única posibilidad de tener éxito es convocar a la movilización a los trabajadores y el pueblo, la aplastante mayoría social. No nos estamos refiriendo a una movilización como la de PODEMOS el 31 de enero de 2015, funcional únicamente a su acumulación electoral. Si no a plantear una lucha real y concreta, desde ya, arraigada sector a sector, reivindicación a reivindicación, que trate de forzar la conquista de los derechos, que busque en la unidad y en el apoyo mutuo la fuerza.

Del combate al bipartidismo a sostenerlo

Otro de los cambios más espectaculares de PODEMOS en sus dos años de existencia ha sido en su relación al PSOE, que ha pasado de ser parte de la “casta” a un posible socio de gobierno. Los principales dirigentes de PODEMOS han pasado las últimas semanas enviando señales al PSOE para un posible entendimiento de cara a apoyar a Pedro Sánchez como un “presidente del progreso”. De fondo, la UE advertía con claridad: es necesario formar ya un gobierno y continuar por la senda de la austeridad.

No hay duda posible: el PSOE ha demostrado sobradamente ser un partido fiel al IBEX-35, protagonista de las puertas giratorias, enfangado en la corrupción y responsable junto al PP de los principales ataques a los trabajadores. Nunca un gobierno del PSOE, tenga o no el apoyo o la participación de PODEMOS, será un gobierno que responda a la gente trabajadora, sino que continuará con pulso firme atacándonos. Si PODEMOS posibilita ese gobierno, lo único que hará es facilitar el reflotamiento del PSOE presentándolo como una alternativa al PP, cuando en realidad es un partido mellizo del de Mariano Rajoy.

La vía para el cambio no pasa por una alianza con el PSOE, sino con mantener la confrontación directa a los dos grandes partidos del régimen que se llevan turnando décadas en el poder para aplicar políticas similares.

Podemos, En Comú Podem y el referéndum catalán

Una de las grandes banderas electorales de Podemos y de En Comú Podem ha sido la reivindicación de un referéndum vinculante en Cataluña. La realización de este referéndum no dependería, sin embargo, de la voluntad del pueblo catalán sino del permiso que concederían las Cortes españolas, a partir de un acuerdo de reforma de la Constitución que reconocería el derecho de autodeterminación de las nacionalidades.Pero la reforma de la Constitución es imposible sin que 2/3 del Congreso y del Senado se pongan de acuerdo, entre otros retorcidos requisitos. Es decir, que sin siquiera sumar Ciudadanos y el PSOE, el PP solito puede bloquear esta reforma. Y ahora mismo dispone de la mayoría absoluta del Senado.

Si esto es así, y Podemos y En común Podem lo saben, su propuesta de referéndum es sencillamente humo, un fraude político. Si de verdad están por el derecho a decidir no lo pueden hacer depender de lo que digan el PP, PSOE y Ciudadanos. Por el contrario, su obligación sería defender que el Parlament catalán convocara un referéndum unilateral y con garantías, y jugarse el pellejo en todo el estado para defender esta iniciativa democrática.