El PP repitió una nueva mayoría absoluta otorgada por las leyes electorales pactadas en la Transición, que tenían (y tienen) el único objetivo de garantizar la estabilidad del régimen que naciera bajo el estigma de la continuidad con el franquismo. Poco más del 30 % de los votos se convirtió, por arte de la aritmética, en más del 50% de los diputados.

Por Roberto Laxe

Tenemos que ser categóricos, el PP no tiene mayoría absoluta en la sociedad gallega, sino que tiene “mayoría absoluta” en los medios de comunicación, que financia generosamente, en las instituciones del Estado impuestas desde el Centro (poder judicial, ejército, delegaciones ministeriales, etc.), que crean un cuerpo social de funcionarios, pequeños comerciantes, empresarios subvencionados,  …, que derraman en la sociedad la ideología pro española, y es fácilmente contabilizable: 700 mil votantes al PP, más un sector de votantes al PSOE (los “vazquistas” ahora reconvertidos en “caballeristas”) y sectores de PODEMOS. Todo ello en una nación condenada históricamente a la emigración de su juventud: si Galiza tuviera la población que le correspondería sin emigración, habría 5 millones de habitantes no envejecidos, y a lo mejor el PP era historia.

Esta realidad se suma a la Ley D’hont, el 5% impuesto por Fraga que unifica a la derecha en torno al voto “útil” del PP, y una distribución provincial y municipal que son los nidos de su poder caciquil, la conclusión es obvia: el 33% de la población impone “democráticamente” una mayoría absoluta en el parlamento.

Por otro lado, si hacemos un estudio de los parlamentarios / as que van a tomar posesión del acta dentro de unos días veremos que no hay ningún obrero / a del textil, de la conserva, de la madera, del mar, del rural (que si hay asalariados / as), del comercio, de la hostelería, de banca y oficinas … Parece como si el millón de personas que en Galiza venden su fuerza de trabajo por un salario (clase asalariada) no existiera, al menos en lo que hace a la representación política.

En este caso si podemos hablar no solo de mayoría absoluta, sino unanimidad, de los representantes de las clases medias (profesionales liberales, abogados, economistas, etc.), de la burguesía e de la intelectualidad… Porque trabajadores / as asalariados de la empresa privada no hay ni uno. ¿Casualidad?, es más que dudoso.

Ninguna de las candidaturas que se presentaban expresaban esos intereses, ni lo pretendían pues unos porque directamente son burgueses (PP, PSOE, CxG, Cs), otros porque teorizan que un millón de asalariados / as no existen (En Marea), el problema es la “ciudadanía» e otros porque ponen a la clase obrera (asalariada) al servicio da pequeña burguesía gallega (BNG), do «pueblo». Perdón, una si hacía referencia expresa a su carácter obrero, PCPE, pero su análisis merece un artículo expreso.

Esta orfandad de la clase obrera marca el camino de recuperar la unidad gallega para enfrentar a la UE y el régimen. Primero, recuperar el mensaje claro de clase, anticapitalista, a clase obrera existe, está cuantificada: 1 millón, más 200 mil desempleados, que viven de su salario, de las rentas del trabajo, según el ministerio de Hacienda, lo que les convierte en clase asalariada, frente a los que viven de las rentas del capital.

Dos, un mensaje democrático, por los derechos individuales y colectivos, frente a las imposiciones del régimen y el capital, desde las libertades básicas como expresión, asociación, o el derecho a decidir del pueblo gallego, hasta los derechos de las mujeres, etc.

Tres, traducción a la política de estas exigencias. Un ejemplo de lo que no se puede hacer: Luis Villares, candidato de En Marea, en una de sus primeras intervenciones dijo: «los limites son la ley». El único que sale fortalecido es quien defiende la ley, es decir, el PP. Villares, sin querer, pero por su ideología pequeño burguesa, reformista, hizo campaña para el PP al vender la «estabilidad» (la ley) como el límite de las propuestas. Igual sucedió con el PSOE y su «cambio tranquilo». La diferencia es que del PSOE se espera. De En Marea se espera un lenguaje más radical, como las de hace cuatro años, cando se situaron las elecciones con dos frases claras: «Feijoo mata más que muchas organizaciones terroristas, los recortes, matan», y «estamos en una situación de emergencia nacional e social». Villares dijo todo lo contrario, e así pasó: el PP revalidó su mayoría absoluta.

Traducir la política a las exigencias sociales significa decirle a la población cómo se va a hacer para garantizar educación, sanidad, derechos laborales, libertades, … cuando desde la UE e el Régimen están diciendo que todo eso tiene que desaparecer; que el estado del Bienestar es cosa del pasado, y que se imponen nuevos recortes y reformas laborales. No llega con decir lo que la gente ya vive, los recortes; hay que ir más allá de la evidencia, cómo vamos a evitar que sigan los sufrimientos. Los resultados demuestran que no es suficiente con el “vótame”, porque hace 12 años el PP ya fue expulsado de la Xunta, y volvió. Así que “vótame para el cambio”, “hai marea” suenan a actos de fe sin contenido político. Y la gente quiere propuestas políticas, no reafirmaciones en la fe.

Por eso, tanto Feijoo como el BNG aparecieron como los únicos con ideas fuertes y claras, políticas: uno fue el “vótame a mí, que no soy del PP y ofrezco estabilidad”, y le votaron las clases medias urbanas, locas por la placidez de su vida pequeño burguesa que odia, por definición, el cambio social; viven bien de sus rentas sin algaradas obreras, sin huelgas ni asambleas populares. El otro fue el BNG, que recordó “para Galiza, desde Galiza”, y salvó los muebles cuando todos le daban por desaparecidos.

Y ahora, ¿qué?

Si hubiera ganado En Marea, con un gobierno con el PSOE y apoyo externo del BNG, alguien piensa que no habría que salir a la lucha. Alguien piensa que la UE, la que destruyó Syriza e impuso sus medidas en Grecia, la que provocó las HGs francesas, la que está negociando el TTIP con los EE UU, la que bombardeó Libia, la que puso un presidente técnico en Italia, sin elecciones; esa UE que es un nido de financieros y especuladores, permitiría que una Xunta de Progreso que le dijera que no iba a aplicar su planes. Hay algún utópico o ingenuo que pensara eso, que no tendríamos que estar organizando la lucha para enfrentar a la UE y el gobierno central, estuviera quien estuviese en la Xunta.

Pues bien, las elecciones resolvieron el problema de a qué gobierno tenemos que enfrentar. La UE y el régimen no van a tener que presionar a ningún gobierno de progreso, ya tienen SU gobierno, fiel, lacayuno y alumno aplicado de las Merkel y los Rajoy, Feijoo y su cohorte.
Esta es la tarea que se marca de aquí para adelante: vamos a recibir a Feijoo y su cohorte con un diplomático y “políticamente correcto” recibimiento, el deportivo “ganó el mejor”, cuando sabemos que es mentira; o lo vamos a recibir como solo podemos hacer: un rechazo rotundo y contundente a sus políticas, de la única manera que esos Sres. entienden, con la movilización en la calle.

En los últimos tiempos parece que hay una pequeña reactivación del movimiento obrero, con las luchas del telemarketing, por el convenio y contra los EREs, de los hospitales privados de A Coruña por el convenio, de las trabajadoras de la sanidad contra las privatizaciones, con victorias judiciales tanto en Estrasburgo como en Vigo; de los jornaleros andaluces. No son grandes luchas, pero no hace ni dos meses no había ninguna.

Para enfrentar a la nueva / vieja Xunta de Feijoo y el PP, para enfrentar las políticas de reforma laboral y privatizaciones, es preciso retomar el camino de la calle y la movilización. El largo periodo electoral que hemos vivido, y que todavía no ha terminado, ha sido demoledor para unas movilizaciones que hasta el 2014 habían conseguido, ni más ni menos que la dimisión del “viejo” rey. No podemos seguir así so pena de ver como los pocos derechos que quedan desaparecen.

El 22 de marzo del 2014, bajo la propuesta de las Marchas de la Dignidad, millones de trabajadores y trabajadoras, de las mareas contra las privatizaciones, de los jornaleros, de los mineros, etc., encontraron un canal de unidad en la lucha contra el gobierno, el régimen y la UE. Construir ese canal de unidad, de frente único contra los nuevos recortes que se vienen, y para reconquistar los derechos perdidos, es la gran tarea que tenemos por delante para recibir a Feijoo y su cohorte de PPeros como se merece, con la lucha.