El frenazo de la economía china provocó la fiebre de la economía mundial con la caída de los precios de las materias primas. Esta tendencia que empezó ya hace unos años, junto con la disputa del mercado del petróleo en contracción, derribó los precios del crudo. La economía de Rusia, convertida por Yeltsin y Putin en un apéndice hidrocarburo del occidente, perdió su pillar fundamental y se quedó en el jaque. El modelo económico y social construido por Putin sufre procesos de descomposición.

Por I.Razin

En este sentido se marca un nuevo momento. Hasta el fin del año pasado la perspectiva del colapso de la economía rusa estaba fuera del horizonte; reflejaba una de las tendencias y era una de las hipótesis posibles. Pero el hundimiento actual de la economía china y la caída de los precios del petróleo por debajo de 30 dólares marcaron una inflexión. Aunque siempre es difícil hacer previsiones por el carácter no lineal de los procesos sociales, pero se puede afirmar que la tendencia al colapso económico y social en Rusia se ha hecho mucho más fuerte y aparentemente esta posibilidad se plantea hoy como la más probable para los próximos un o dos años. Es probable que en este sentido Rusia salió a la próxima línea directa cuya longitud se determina por el tamaño de las reservas.

Esta hipótesis se confirma indirectamente por la tendencia subjetiva: la aparición en el horizonte del colapso de la economía rusa fue marcada (y concienciada) por la élite gobernante, que antes esperaba que se cambiara algo que hubiese permitido continuar a flotar, y ahora parece que no es el caso.

El régimen corta el presupuesto y llama oficialmente a prepararse para lo peor; los empresarios pierden confianza, intensificaron los despidos y bajaron el reclutamiento. El ministro de economía Ulukaev afirma la estabilidad del rublo a vísperas e incluso en proceso de su caída; el presidente del Concejo de la Federación Matvienko dice que “no ve la perspectiva del colapso de la economía rusa”, pero como se sabe en Rusia la negación de la existencia de un problema por los burócratas rusos es la mejor señal que este problema sí existe (en caso opuesto los burócratas rusos puramente no hablan de él).

Incluso Putin omnipotente no consigue evitar el tema la fragilidad de la economía rusa y solo intenta tener cara diciendo que la “caída de los precios del petróleo sanea la economía” de su carácter hidrocarburo. En su discurso de año nuevo a la nación, Putin desde la televisión deseó a los rusos la salud, la felicidad familiar y todo lo más bueno, pero tocando las perspectivas del nuevo año no encontró nada mejor que evocar que el espíritu firme de nuestros abuelos durante la Segunda Guerra Mundial. Comiendo la ensalada rusa tradicional para la fiesta de año nuevo el pueblo ruso podía reflexionar qué significó este mensaje del presidente: o la situación es tan mala, o Su Majestad está haciéndose loco con las comparaciones, o uno no excluye el otro.

Después de la nueva caída del rublo, el ayudante de Putin Surkov (conocido como el partidario de las buenas relaciones con el Occidente y por desaconsejar a Putin hacer la aventura militar en el oeste ucraniano) precipitó el encuentro con la representante oficial del Departamento de Estado norteamericano Victoria Nuland (que antes fue mostrada por la propaganda del régimen ruso como la “conductora del golpe fascista en Ucrania” y el mal absoluto) para buscar posibilidades de reconciliarse con los EE.UU. y de esta forma suspender las sanciones y volver la droga del capital occidental sin el que la economía rusa no puede funcionar en especial en la situación difícil de hoy. El lugar del encuentro fue simbólico: Kalinigrad (antes Koenigsberg), un enclave ruso rodeado por los países de la UE.

El mismo Putin con los mismos objetivos recibió en Moscú a su “amigo”, un diplomático norteamericano y especialista en “descarga” (desde los encuentros de Mao y Gorbachev con los representantes de los EE.UU.) Henri Kissinger, que no tiene cargas oficiales pero sigue a ser un canal no oficial de las negociaciones.

Al mismo tiempo el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa por primera vez en la historia se encuentra con el Papa con el objetivo declarado de “sanear las relaciones entre cristianismo de Oeste y Este”; el lugar del encuentro también es simbólico: la Cuba de los hermanos Castro, que entregan cada vez más su país al imperialismo con la intermediación activa del Vaticano. Frente a la pésima situación de la economía rusa todos los canales, incluso los más santos, son buenos para negociar.

El mito de la “Rusia fuerte”

Los rusos finalmente tienen que comenzar a salir de la embriaguez del brebaje falsificado de la “Rusia fuerte”. “Rusia fuerte” no existe, sino existe un gran apéndice hidrocarburo dependiente de los préstamos occidentales – ahora con las tendencias claras a la descomposición – en que nuestro país fue convertido por los oligarcas encabezados con Yeltsin y Putin, juntos con sus socios occidentales, colegas de ex-KGB, los ángeles custodios de la Iglesia Ortodoxa y otros canallas. La tarea de la propaganda de “Rusia fuerte” es esconder esta realidad deplorable, emborrachar a los rusos para mantenerlos en la situación de los esclavos, sumisos pero exaltados por su falsa grandeza, trabajando para los oligarcas y burócratas y orgullosos de los crímenes del régimen contra otros pueblos, sin ver del pantano adonde Putin llevó el país y sin ver las centenas de miles de personas que murieron y continúan a morir y millones que huyeron y continúan a huir de las bombas y los proyectiles rusos en Siria.

Los suspiros al estilo “cómo viviríamos sin Putin?” dejan de ser, actualmente, cuestiones retóricas. Hoy cada trabajador, cada persona capaz a unas reflexiones criticas debe darse cuenta de la situación a que fuimos llevados, y que mientras el régimen oligárquico de Putin continúe a controlar el país, la vida empeorará y Rusia se convertirá en los ojos de los pueblos en el espantapájaros con el palo como los EE.UU. Y como se canta en la Internacional, “Ni en dioses, reyes y tribunos está el supremo salvador”, sino “nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor”.

La perspicacia de los representantes del régimen no se limita solo con la situación económica pero toca también la política. El régimen de Putin se esfuerza llamando el pueblo a unificarse alrededor de él sobre el camino del desastre.

Chaplin, un alto jerarca de la Iglesia, que ha apoyado la guerra de Putin en Siria como una cruzada (literalmente) anunció públicamente que habrá la revolución en Rusia dentro de dos años. Lo hizo claramente como justificación de la necesidad de la presencia de un contrarrevolucionario tan convencido como él en los altos cargos de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Él mismo fue expulsado para que con sus revelaciones demasiado chovinistas no obstaculice a Putin en la tarea de reconciliarse con el occidente. De hecho, como venganza por su destitución, el señor Chaplin recontó a todo el mundo qué piensan y que tienen miedo de “los de arriba”.

Kadyrov, dictador de Putin en Chechenia, que se definió él mismo como un «soldado de infantería de Putin», sufre – con la bendición abierta de Kremlin – la nueva fiebre llamando a liberar Rusia de los “enemigos del pueblo” que dudan en el curso de Putin.

Señor Strelkov, colonel del FSB y nacionalista imperial, utilizado por Putin contra la revolución ucraniana como comandante de los separatistas, ahora juntos con los estalinistas y Limonov (líder del antiguo partido “nacional-bolshevik”) creó un “Comité de 25 enero”, que expresa “relación moderadamente fría al poder actual” y propone como su misión “en el momento decisivo salvar Rusia de los traidores”, es decir ahogar la posible revuelta popular contra los oligarcas, FSB, burócratas corruptos y otro “patrimonio nacional” sobre el cuello del pueblo. Aunque Putin no afirme que esta iniciativa es poco actual por la coyuntura, tampoco la ahoga siguiendo el proverbio conocido ruso que no aconseja escupir en el pozo del que, posiblemente, se necesite beber en un día más caliente.

En breve, toda la reacción ha sentido que se abre la posibilidad de convulsiones sociales en el país. Y como hace cien años están presentes el autócrata y los curas con sus anatemas contra los adversarios del régimen, y los candidatos a Kornilovs e incluso la “división salvaje”. Todos tienen sus mensajes para el pueblo.

¿Qué salida propone la izquierda?

Para proponer un programa para el país hay que comprender, antes de todo, qué es este país y dónde está. Y aquí comienzan las dificultades.

La LIT es la única organización en Rusia y en el mundo que, junto con la posición principista contra la opresión rusa de los pueblos vecinos y sus agresiones en otros países, durante muchos años denunció el proceso en curso de colonización de Rusia por los capitales imperialistas. Otras organizaciones y activistas de izquierda, en contra de toda la estructura de la economía rusa (un apéndice hidrocarburo profundamente dependiente de los préstamos y tecnologías occidentales) y a pesar de todas las consecuencias de este hecho que hoy saltan a los ojos, continúan a tratar Rusia como un Estado imperialista.

En verdad fue la idea del abuelo Lenin que los países imperialistas son un puñado de los Estados- centros del capital financiero monopolista que con el mecanismo financiero mantienen las economías de otros países en dependencia (a través de acuerdos comerciales que atan, inversiones, deudas). Lenin acertó tanto que esta idea – de maneras diferentes y con conclusiones distintas – hasta hoy se expresa no solo por los intelectuales de izquierda sino también por los funcionarios burgueses que cumplen bien su cargos. Como por ejemplo Mikhail Zadornov, presidente del banco VTB24, uno de los mayores en Rusia bajo control estatal, que en una de sus entrevistas en la lengua técnica del banquero dio una característica aplastante de la dependencia rusa del Occidente. Rusia es dependiente de las inversiones extranjeras, obligada a vivir vendiendo materia prima y sometida a una “esclavitud tecnológica” (una característica dada hace poco tiempo por un otro banquero “sincero” German Gref, ex-ministro de la economía en la época de Yeltsin y hoy el presidente de Sberbank, el principal banco del país, ex-caja de ahorro de la URSS, que fue vendido por la mitad a los extranjeros pero quedó con las deudas de 16 mil millones dólares con los bancos occidentales).

Con su estructura económica, Rusia no se encuadra de ninguna manera en la definición de país imperialista. Los activos extranjeros de los oligarcas rusos (pero que no viven en Rusia prefiriendo Europa), el área de influencia en la región, heredada de la URSS, el ejército también heredado y las aventuras militares de Putin no cambian la posición de Rusia en la estructura del sistema imperialista y su definición fundamental como un país semicolonial sino le dan una especifica: nosotros caracterizamos Rusia como submetropoli, es decir un estado que tiene su área de influencia en el marco de su dependencia semi colonial global al imperialismo.

Muchos activistas de izquierda ven esta discusión como un capricho intelectual. Nada de esto. El repudio crónico por parte de la izquierda en tratar esta cuestión de manera seria ya tiene sus consecuencias. Adoptar la posición del “imperialismo ruso” significa automáticamente negarse a denunciar la colonización del país por los capitales occidentales – un proceso en curso clave – y negarse a explicar a los trabajadores el saqueo en curso del país por parte del imperialismo a través de sus cómplices – la oligarquía y burocracia rusas.

Esta posición apoya, en primer lugar, el mito sobre la “Rusia fuerte” (por que el mito sobre el “imperialismo ruso” es el mismo mito de la “Rusia fuerte” solo con un signo negativo, su reflejo simétrico) y apoya la épica sobre “Putin gran patriota” (porque no denuncia Putin y su régimen como el administrador principal de la colonización del país).

En segundo lugar, esta posición ayuda el trabajo de los Estados occidentales imperialistas y a sus aliados liberales rusos (que, a diferencia de la mayoría de la izquierda entienden bien la posición verdadera de Rusia en el mundo), que quieren expandir el control del Occidente sobre nuestro país. Y la izquierda con su “imperialismo ruso” no puede contraponer nada, porque la resistencia a la expansión del control del capital occidental sobre Rusia significa para ellos la “defensa vergonzosa del imperialismo ruso”.

En tercer lugar, esta posición ayuda a la propaganda de todo tipo de ultraderecha de las ideas del renacimiento de la “Rusia capitalista fuerte” – un proyecto en la época imperialista imposible para un país semi colonial cuyo capitalismo puede ser solo sumiso al imperialismo y saqueador para el país. El “imperialismo ruso” da espacio a las posibles esperanzas gran rusas en esta vía.

Durante los últimos 15 años el fondo cada vez más semi colonial de la economía rusa estaba escondida de los ojos de los rusos por el “flujo petrolero”. Pero ahora, con el “reflujo”, este irá desnudándose en toda su fealdad. Como ocurre con unos prestatarios rusos que habían creído en Rusia cada vez más fuerte con el rublo cada vez más fuerte (y el dólar más débil), por eso tomaron en los bancos los préstamos nominados en dólares para comprar casas; pero ahora con la caída abrupta del rublo ellos descubrieron que en lugar de la casa caliente en “Rusia Fuerte” se quedan sin casa y con las deudas impagables para “Societé Générale” francés y “Raiffeisen Bank” austríaco.

En esta situación no poner como una tarea la lucha contra la colonización del país y por la ruptura de su dependencia del imperialismo no solo significa desgajarse de la realidad, sino dejar el camino libre para nuevas reediciones de las ideas revanchistas-chovinistas cuyos portadores, con toda miseria de sus ideas por lo menos, tentarán evitar negar la realidad en la forma tan flagrante como lo hacen los luchadores contra el “imperialismo ruso”. El concepto del “imperialismo ruso” es ideológico y políticamente desarmante. Los que lo asumen están condenados a la derrota en la lucha por la consciencia política de los trabajadores.

Junto a la denuncia despiadada del papel opresor de Rusia contra las repúblicas de la ex-URSS y de las agresiones contra otros países, la situación semi colonial de Rusia hace inevitable incluir en el programa revolucionario para nuestro país la tarea de romper con su sumisión al imperialismo y con el saqueo efectuado por vía directa o a través de los oligarcas y la burocracia rusas. Y esta tarea no solo se deduce de la realidad objetiva, sino es muy comprensible para los trabajadores.