Las revoluciones árabes iniciadas en diciembre de 2010 en Túnez y que se expandieron como un rastrillo de pólvora por prácticamente todos los países del Norte de África y Oriente Medio viven un momento difícil y contradictorio.

Por Gabriel Huland

Por un lado, observamos el fortalecimiento de la contrarrevolución, en Egipto, Bahréin, Siria y Túnez. Por el otro, las fuerzas burguesas nacionales, fundamentalistas islámicas y el imperialismo, que actúan para derrotar estas revoluciones y restablecer su control sobre la región, no han logrado aplastar totalmente a las masas que, en un acto de sacrificio y heroísmo solo posible en el marco de revoluciones, siguen resistiendo a las bombas de Bashar al-Assad y Rusia en Siria, a la represión de Sisi en Egipto, a las maniobras de los partidos del régimen en Túnez y a las investidas del Estado sionista de Israel contra la población palestina.

El objetivo de este texto es analizar la situación general de los países más afectados por los conflictos sociales actuales en la región, así como reafirmar nuestro apoyo y solidaridad a la lucha de los pueblos árabes y magrebíes por su liberación de las garras del imperialismo y de sus burguesías nacionales títeres.

Un pequeño recorrido país a país

En Egipto siguen ocurriendo importantes huelgas en las zonas más obreras e industriales del país. Estas huelgas son dirigidas por sectores del sindicalismo oficialista, por la Hermandad Musulmana u ocurren sin una dirección clara, bajo la forma de rebeliones de base contra la burocracia sindical de la central oficialista ligada al naserismo.

El aumento de la represión por parte del régimen militar es cualitativo, con la aprobación de leyes reaccionarias y la detención de decenas de miles de activistas. Hay miembros de la Hermandad Musulmana, ciberactivistas y huelguistas en la cárcel. Muchos han sido condenados a la pena de muerte. Las movilizaciones obreras se dan a pesar de las medidas represivas, pero son todavía, aparentemente, puntuales y por motivos económicos. El movimiento obrero egipcio es uno de los más potentes del mundo y los activistas que siguen resistiendo necesitan el apoyo del sindicalismo combativo a escala internacional.

La situación económica del país es miserable. El presidente Sisi acaba de firmar un acuerdo con el FMI que tiene como contrapartida la aplicación de políticas de austeridad y privatizaciones de patrimonio público. La carestía de los productos básicos es el problema más sentido por los trabajadores egipcios.

En Palestina un movimiento espontaneo con rasgos de rebelión popular tuvo inicio el año pasado enfrentándose no solo con la ocupación sionista sino también con la burguesía palestina que está al frente de la ANP. La reciente huelga de los profesores en Cisjordania contra el gobierno de Mahmoud Abbas tuvo una dimensión histórica. El rechazo de los palestinos al régimen de la ANP, que se niega rotundamente a realizar elecciones y asume rasgos cada vez más dictatoriales, alcanza niveles nunca antes vistos.

Las Fuerzas de Defensa de Israel, el ejército de ocupación sionista, han tenido que activar un masivo operativo de detenciones ilegales, tanto en los territorios del 48 como en Cisjordania y Gaza. Actualmente, la lucha de los presos políticos, algunos de ellos en huelga de hambre, es el punto álgido de la resistencia palestina y debe ser apoyado activamente por todo el movimiento de solidaridad internacional.

El movimiento BDS se ha extendido de manera avasalladora por todo el mundo, impulsado en un primer momento por el boicot académico, y posteriormente por el económico y cultural. Israel tiene miedo. Las muestras de solidaridad con el pueblo palestino llegan a los estadios de fútbol (como en el caso de la afición del equipo escocés Celtic), a las universidades, a los sindicatos, así como también se hacen presentes en el mundo cultural; Roger Waters es en ejemplo más importante. El rechazo a la ocupación sionista nunca fue tan fuerte y masivo.

La solución fallida de los dos estados, defendida por la amplía mayoría de la izquierda mundial, no es aceptada seriamente por prácticamente ningún activista mínimamente enterado de lo que sucede en Palestina. El Estado sionista sigue con sus planes expansionistas y de expulsión de la totalidad de los palestinos de su territorio. El programa histórico de la resistencia palestina; de lucha por un Estado único, democrático y no racista, gana fuerza y vuelve a obtener repercusión y gozar de apoyo internacional.

En Siria, incluso después de la entrada directa de Rusia en el conflicto, apoyando desde el aire a las fuerzas terrestres de Assad, las masas siguen luchando contra el régimen y las fuerzas ultra conservadoras salafistas que se autodenominan islámicas, pero que de eso nada tienen. El autodenominado Estado Islámico solo ha podido expandirse territorial, política y económicamente por la connivencia del imperialismo norteamericano, que generó las condiciones para su nacimiento a partir de las intervenciones en Afganistán e Iraq, y también de potencias regionales como Arabia Saudí, Turquía y Catar. Las fuerzas comandadas por Abu Bakr Al-Baghdadi viven un momento de claro retroceso, con su expulsión de Minbej y Yarablús, así como una posible ofensiva curda y de fuerzas de oposición siria sobre su capital Raqa, en el norte de Siria.

Por otro lado, los salafistas tuvieron el “apoyo” del mismo régimen sirio, que dejó salir a la calle en 2011, cuando del inicio de las protestas pacíficas, a varios presos vinculados a grupos que predican estas ideologías reaccionarias. Asimismo, el crecimiento del EI solo fue posible por haberse apoyado en una legión de jóvenes musulmanes europeos y norteamericanos engañados y manipulados por su poderosa propaganda en las redes sociales, que les insuflaba a luchar contra las potencias extranjeras ocupantes y por el retorno de la hegemonía del islam en el mundo.

El uso de la religión con fines de dominación es una constante por parte de fuerzas contrarrevolucionarias. Las movilizaciones que volvieron tras el limitado cesar fuego de inicios del año, en las que se veían ondular las banderas verdes de la revolución, demuestran que la revolución sigue viva, pese a su curso altamente contradictorio.

La reciente victoria de las fuerzas opositoras en Aleppo, al romper el cerco del régimen que mantenía a más de 300.000 personas sin acceso a comida ni productos de primera necesidad, es la confirmación de que Assad difícilmente será capaz de ganar la guerra militarmente e imponer un gobierno único y centralizado encabezado por él en todo el país. Crece la posibilidad de la división de Siria en múltiples zonas controladas o influenciadas por uno o más países.

Es imposible apoyar la revolución siria sin tener una posición clara sobre el tema curdo. Este pueblo representa una nacionalidad oprimida en toda la región, tienen el derecho a su autodeterminación e, incluso,a un Estado propio, pero esta comprensión para nada significa un apoyo incondicional a las milicias del PYD que, en nuestra opinión, cumplen un papel altamente contradictorio, al haber hecho acuerdos con el régimen sirio, así como mantener una relación privilegiada con el imperialismo norteamericano.

Todo eso se dio a expensas de apoyar la lucha contra el régimen de Bashar Al-Assad. Las milicias del PYD han cumplido puntualmente un papel progresivo, cuando lucharon contra el EI o contra fuerzas turcas y del régimen sirio, pero el proyecto político de esta organización, sobre todo de su dirección es convertirse en socio del imperialismo en esta parte del mundo y no hacer avanzar las aspiraciones de libertad de los sirios ni tampoco del conjunto de los pueblos curdos.

En Túnez se dio un proceso de cambio de régimen, tras la caída de Ben Ali, que, sin embargo, no significó para nada un cambio cualitativo en la vida cotidiana del pueblo. Hay un crecimiento relativo de los grupos vinculados al extremismo y una tendencia a nuevas movilizaciones populares contra unas condiciones de vida que no dejan de empeorar. La juventud sigue sin perspectiva, el turismo no ha repuntado tras los últimos atentados y el gobierno no ha promovido ninguna reforma económica que cambie la estructura semicolonial del país.

El régimen actual es una simbiosis entre los viejos partidos de la dictadura y el “islamismo moderado” de Ennahda, que recientemente hizo pública su desvinculación de la Hermandad Musulmana de Egipto. Como en otros países, el crecimiento de la actividad de grupos extremistas, vinculados o no al EI, sirve como excusa ideal para el aumento de la represión contra la sociedad civil de conjunto, pero contra la izquierda y el activismo revolucionario de manera particular. En Egipto se da un proceso similar.

En Iraq y el Líbano tampoco podemos hablar de estabilidad, sino todo lo contrario, son parte de la situación más general de convulsiones por las que pasan la región en su conjunto. Los trabajadores iraquíes protagonizaron manifestaciones muy importantes contra el gobierno títere de EEUU, y ahora también bajo influencia de Irán, manifestaciones que se produjeron a raíz de la impotencia del ejecutivo iraquí para impedir el avanzo del EI y también debido a la corrupción. Bagdad ha sido una de las ciudades en donde más atentados ha habido y más civiles han muerto, pese la poca atención mediática recibida de la prensa mundial.

En el Líbano no ha sido distinto, con las masivas manifestaciones contra la mala administración del servicio de recolecta de basura en Beirut. Manifestaciones masivas como las ocurridas el año pasado tienen mucha importancia en un país tan particular como este pequeño país ubicado entre Siria e Israel, totalmente fragmentado políticamente, en donde actúan distintas milicias y que asimismo sufre la constante amenaza de una invasión israelí.

Características generales de la situación en el Medio Oriente y Norte de África:

  • Situación objetiva polarizada, una vez que no se resuelven los problemas económicos y políticos que fueron la base de las revoluciones de la primavera árabe. Al contrario de Latinoamérica, que vivió un ciclo de revoluciones e insurrecciones en países como Argentina, Ecuador y Bolivia; y luego un periodo de gobiernos nacionalistas burgueses que se aprovecharon de una situación económica favorable por el precio de las commodities que les generó una cierta “estabilidad”, en el Medio Oriente ocurre algo muy distinto. No hay una ola de gobiernos nacionalistas burgueses producto de un proceso de reacción democrática, ni tampoco una perspectiva de (mini) boom económico. El imperialismo optó por el aplastamiento físico a las revoluciones y no la reacción democrática en el conjunto de la región.
  • La crisis económica tiende a profundizarse. La política del imperialismo se expresa en una combinación de reacción democrática (Túnez, Marruecos) muy limitada, por un lado, y aplastamiento físico-militar de la revolución, por el otro (Siria e Yemen), o una combinación de ambos, como se dio en Egipto.
  • Surgimiento o fortalecimiento de partidos y movimientos burgueses contrarrevolucionarios y proimperialistas que actúan para aplastar el movimiento de masas con el beneplácito de EEUU, UE, Rusia, Arabia Saudita, Irán, etc.
  • La crisis puede llegar a Irán, Arabia Saudita y Turquía, tres potencias regionales que vienen teniendo un papel central en la lucha para derrotar el movimiento de masas. Irán y Arabia Saudí están sufriendo mucho con el bajo precio del petróleo. Turquía está sumida en una crisis por el tema curdo, la actuación de ISIS en el país, la cuestión de los refugiados y una posible recesión económica.
  • Profunda y dramática crisis de dirección revolucionaria. No se logró construir en ninguno de los países mencionados movimientos independientes y clasistas que pudieran aglutinar a los mejores activistas de las distintas revoluciones. La Federación Independiente de los Sindicatos de Egipto está más débil, fue cooptada por el régimen, después de sufrir un duro ataque por parte del gobierno. En Siria, los grupos independientes todavía existen pero son pequeños a causa de la falta de apoyo y el aislamiento al que fueron sometidos. En Palestina hay una Federación Independiente recién crada que tiene cierta importancia en el actual proceso de luchas. El desgaste de Fatah y Hamas es nítido.

Nuevas convulsiones y revoluciones en el futuro

Este escenario, si se confirma, apunta para la continuidad de la etapa abierta en 2010 y no a su cierre. Mucho dependerá de lo que suceda en Siria en las negociaciones entre Rusia y EEUU para lograr un acuerdo de paz y de cómo evolucione la situación económica.

Las revoluciones árabes son las típicas revoluciones de la etapa de la lucha de clases abierta en el mundo pos restauración capitalista en la ex URSS y demás estados obreros. Procesos objetivos muy complejos y polarizados que no logran avanzar debido a la inexistencia previa de partidos políticos revolucionarios que logren alcanzar influencia de masas entre los sectores más explotados, que son en regla general la vanguardia de estos procesos sociales.

La revolución siria fue una de las más profundas de las últimas décadas, en la cual se dio la formación de poder dual, una crisis y división en las fuerzas armadas, expropiaciones de armas y fábricas, una incipiente pero real democracia de consejos populares, movilizaciones de masas, huelgas generales y lucha armada.

Faltó una dirección revolucionaria que diera coherencia y un programa a todo eso. Faltó una internacional con peso real en algunos países para contrarrestar la nefasta campaña del imperialismo, del estalinismo y del castro-chavismo, que pudiera organizar un fuerte movimiento de solidaridad internacional.

El caso sirio es la demostración viva y trágica de que, al contrario de lo que afirma la mayoría de la izquierda influenciada por los nuevos partidos reformistas como Syriza y Podemos, las revoluciones “clásicas” siguen en el orden del día y serán, en nuestra opinión, cada vez más frecuentes en el mundo.

El rol de la clase obrera en las revoluciones egipcias y tunecinas fue muy importante. En Siria no hay una fuerte presencia de sectores obreros, aunque si existían fábricas textiles importantes. Los demás países con fuerte composición obrera en el Medio Oriente son Iraq, Irán y Turquía.

El rol de la izquierda en la primavera árabe

Como dicho antes, las revoluciones árabes expresan de manera bastante gráfica las características de la lucha de clases tras los eventos de 89-92 en la ex URSS y el Este Europeo (restauración capitalista y destrucción del aparato estalinista). Una situación objetiva cada vez más “polarizada” y una situación subjetiva (partidos políticos, sindicatos, programas) muy contradictoria. Si no se sacan las conclusiones más importantes de dichos acontecimientos es imposible entender las revoluciones árabes. Desgraciadamente, la mayoría de la izquierda mundial no entendió la primavera árabe.

Los trabajadores y el pueblo pobre nos muestran en cada revolución que son mucho más revolucionarias que sus “líderes”, sus supuestos representantes. Se muestran dispuestas a los más heroicos sacrificios, todo para liberarse del jugo de la opresión y de la explotación económica, pero los que se dicen ser sus representantes en general no están a la altura de los desafíos históricos de este siglo. Casi siempre se echan para atrás y cumplen el papel de restablecer el viejo orden.

El estalinismo y sus socios chavistas y castristas, aunque débiles, mostraron una vez más su verdadera cara contrarrevolucionaria y proimperialista. No sólo defendieron a unos dictadores sanguinarios, sino que hicieron la vista gorda a la intervención rusa en Siria. En nombre de apoyar el “campo progresista”, dan la espalda a los pueblos que luchan contra gobiernos considerados aliados, aunque se traten de genocidas y dictadores, como Gaddafi, Assad, Putín y los clérigos shíies de Irán.

Antes de la caída del viejo aparato estalinista hubiera sido mucho más difícil que las revoluciones árabes ocurrieran. El viejo nacionalismo árabe en decadencia, que tenía el apoyo de muchos partidos comunistas bajo las órdenes directas de Moscú, ejercían un control mucho más fuerte, en general, sobre las organizaciones y el movimiento de masas de la región.

En Siria, el PC se dividió en dos, uno de ellos era parte del régimen de Bashar Al-Assad. Los grupos como FPLP, que eran vistos por una parte del activismo como más radicales que los partidos tradicionales, también sucumbieron y se pusieron al lado del régimen de Assad, haciéndose cómplices de verdaderas masacres. Este es el rol del estalinismo en todas sus variantes en la primavera árabe.

La masacre de Hama en 1982 en Siria puede ayudar a explicar la idea. En 1982 se produjo una insurrección muy potente, dirigida por la Hermandad Musulmana, en la ciudad de Hama en Siria. El presidente Hafez Al-Assad la aplastó en pocas semanas matando a más de 20.000 personas utilizando armas químicas. La aplastó y logró prácticamente bloquear cualquier tipo de denuncia pública de lo ocurrido.

La complicidad de la izquierda mundial dirigida por Moscú, aliada del nacionalismo árabe, fue determinante para impedir que esta insurrección se convirtiera en una revolución. Con la decadencia del nacionalismo árabe, los “partidos comunistas” fueron tomando una cierta distancia de estos régimenes, como sucedión en Egipto por ejemplo, cuando el PC se distanció de Mubarak, pero nunca se desvincularon totalmente.

En 2011 el régimen sirio no tuvo la fuerza suficiente para hacer lo mismo que había hecho en 1982. La caída de este aparato mundial estalinista liberó el movimiento de masas de la camisa de fuerza de los viejos partidos comunistas y del nacionalismo árabe, entre otros motivos, porque estos fueron los que aplicaron los planes neoliberales en la región y atacaron una serie de conquistas históricas de los trabajadores de distintos países de la región.

Desgraciadamente, los denominados partidos anticapitalistas (neoreformismo) tampoco pasaron la prueba de la historia. Estos partidos y sus máximos exponentes europeos (Syriza y Podemos), pero también el NPA francés, el Bloco de Izquierda portugués y el PSOL brasileño, tienen como estrategia primordial la participación en las elecciones y la obtención de cargos parlamentarios. El parlamentarismo es el verdadero cáncer de la izquierda en el siglo XXI.

El partido “anticapitalista” surgido en Túnez (Front Populaire), para citar un ejemplo, se puso directamente en contra de las últimas manifestaciones de enero de 2016. Eso se da por su carácter eminentemente pro régimen. Una parte de los activistas más honestos en Túnez tiene pocas expectativas en este partido anticapitalista, que en el momento de su fundación contó con el apoyo de varios intelectuales y dirigentes del NPA francés.

En prácticamente todos los países árabes existen regímenes dictatoriales y esto nos obliga a levantar y luchar por reivindicaciones democráticas como la libertad de reunión y organización, elecciones libres, libertad sindical, fin de las monarquías, entre otras. Sin embargo, la lucha por estas reivindicaciones se combina cada vez más con la necesidad de libertar el país de la dominación económica ejercida por los países occidentales imperialistas y por una revolución socio-económica que expropie el gran capital y socialice las riquezas de los países.

Por eso es extremadamente necesario construir organizaciones revolucionarias en estos países, que se puedan postular como alternativas independientes para los trabajadores y que se vinculen a los organismos de auto organización construidos de manera espontanea por las masas. Esta es la tarea más grandiosa que tenemos por delante.