Las elecciones del 14F se celebraron en condiciones totalmente excepcionales: en plena tercera ola de la pandemia y marcadas por la injerencia de la justicia española. La celebración electoral se debe, recordémoslo, a la inhabilitación del expresidente Torra por no descolgar una pancarta de “libertad presos políticos”, y la fecha del 14-F fue impuesta a la Generalitat, que la había atrasado al 30 de mayo por la pandemia.
Una abstención como nunca
Los resultados del 14-F están marcados por el espectacular aumento de la abstención, que llega al 46,46%, es decir, 25 puntos más que el 2017 (1.517.000 votantes menos), tiñendo todos los resultados. Esta abstención es todavía más alta en una buena parte de poblaciones obreras del área metropolitana.
Victoria independentista… con 700.000 votos menos que en 2017
Los partidos y medios de comunicación destacan que hay una mayoría independentista en votos (51%) y en escaños (74, sobrepasando en 7 la mayoría absoluta). Aun así, esta mayoría es con 700.000 votos menos que el 2017, lo que refleja un fuerte chasco y desmovilización de la base independentista, consecuencia de la desorientación producida por Junts y ERC, que no aplicaron el mandato del 1-O.

ERC incrementa de 32 a 33 el número de escaños y se coloca, mano a mano, como primera fuerza independentista, en detrimento de Junts. Pero lo hace con 332.000 votos menos. Junts, por su lado, pierde 380.000 votos y 2 escaños.

La CUP ha aumentado su porcentaje de votación en 2,21 puntos (ahora tiene 6,67%) y ha duplicado los escaños (pasa de 4 a 9), pero con 6.159 votos menos. A diferencia de otras elecciones, esta vez el eje de su campaña ha sido el propósito de integrarse en el “bloque de gobernabilidad” con los dos grandes partidos burgueses catalanes, si puede participando en el Gobierno y si no, desde fuera. La CUP sabe que sus votos son necesarios y los quieren utilizar al máximo en este sentido. Actualmente están en plenas negociaciones.
Inversión dentro del unionismo, hundimiento de la derecha y eclosión de la extrema derecha
Junto con la mayoría independentista (y el precario “sorpasso” de ERC), el aspecto más importante de las elecciones es la gran inversión al SI del unionismo y, en particular, al SI de la derecha españolista. Inversiones con enormes repercusiones en la política española.

Dentro del españolismo, el partido más votado ha pasado a ser el PSC-PSOE que, con un aumento de sólo 46.200 votos, ha visto cómo se ha incrementado en 9,18 puntos su porcentaje y en 16 el número de diputados/as (llegando a 33). El PSC-PSOE ha ganado en los barrios populares de Barcelona, en el área metropolitana y en Tarragona. Sus resultados muestran que la mayoría de la clase trabajadora catalana sigue en el campo unionista, a pesar de defender un referéndum de autodeterminación y oponerse a la represión del Estado.

En Comú Podem, el otro socio del Gobierno Sánchez, respiran aliviados porque han conseguido mantener los 8 diputados/as, aún perdiendo 132.000 votos. Defienden un nuevo tripartito de ellos con el PSC y ERC. “Si podemos pactar en Madrid -dicen- por qué no hacer aquí un ‘gobierno progresista“.

El triunfo del PSC-PSOE se alimenta, en gran medida, de la brutal derrota de C’s, que en tres años ha perdido 952.000 votos, 20 puntos porcentuales y 30 escaños (se queda en 6), entrando en un periodo de descomposición y liquidación. El otro gran derrotado es el PP, que fracasa estrepitosamente, perdiendo 77.000 votos y un diputado respecto al 2017, que ya era el punto más bajo al que nunca habían llegado.

Vox, con 11 escaños y 7,69% de los votos, es quizás el mayor triunfador de la jornada. Ha arrastrado de forma avasalladora al sector más derechista y españolista del electorado de C’s y le ha robado una parte importante de electores al PP. Le han votado sectores de los barrios más acomodados y sectores de las zonas más afectadas por el paro y la pobreza. Dónde han sacado más votos ha sido en el área metropolitana y en la circunscripción de Tarragona. Afortunadamente no tienen, de momento, organización de base. En cualquier caso, su presencia en el Parlamento radicalizará la disputa política y contribuirá a la radicalización de los sectores de extrema derecha al seno de los aparatos del Estado, constituyendo una seria amenaza a combatir.
La candidatura tarraconense del Moviment Corrent Roig
Los resultados tan pobres de la candidatura tarraconense del Moviment Corrent Roig, víctimas del “voto útil”, reflejan las grandes reticencias que han encontrado l@s compañer@s de la Asamblea de Represaliadas y Activistas (A.R.A.) en los partidos independentistas, así como el chasco y desmovilización de la base independentista. Aun así, nos sentimos orgullosas de haber levantado la voz de las represaliadas y haber librado una justa batalla en defensa de una salida obrera y popular frente a la represión, la pandemia y la crisis económica y social.

Por supuesto, el movimiento independentista no está derrotado, pero el reavivamiento de un gran movimiento combativo de masas irá asociado al proceso de hundimiento de la Monarquía española, a recambios en la dirección independentista y a la entrada en la acción de sectores jóvenes no quemados por el “proceso.”
El próximo Gobierno no gobernará ni para el pueblo trabajador ni por la autodeterminación
Los resultados electorales de Illa y la derrota del PP le dan un respiro temporal a Sánchez y lo refuerzan ante Iglesias dentro de la coalición de gobierno. Pero el hecho de que ERC no haya sobrepasado por bastante a Junts y, por lo tanto, su margen de maniobra sea limitado, y el propio derrumbamiento de C’s, un potencial aliado de Sánchez por la derecha, no son, para él, factores tranquilizadores.

En Cataluña, la mayoría de los votos y escaños independentistas y la escasa diferencia entre ERC y Junts no hacen viable el tripartito que reclaman Colau y Albiach. En las circunstancias actuales, el próximo gobierno parece condenado a repetir la coalición ERC-Junts, con la duda de qué hará la CUP y sin que se puedan descartar completamente nuevas elecciones si la situación se estancara, aunque no parece probable. Un hipotético gobierno ERC-ECP con apoyo parlamentario del PSC-PSOE tampoco parece una opción posible ahora mismo.

En cualquier caso, lo que sí sabemos es que el próximo Gobierno no tendrá margen de maniobra para hacer ninguna concesión digna como tal para el pueblo trabajador, ni enfrentará de verdad la represión del Estado, ni – ligado de pies y manos a un diálogo tramposo con el Estado- hará ningún paso real hacia adelante en el camino de la autodeterminación, ni tampoco aplicará ningún tipo de plan de rescate a la clase trabajadora ante la crisis social y sanitaria. El próximo Gobierno será el gestor catalán de los planes de la UE administrados por Sánchez y avalará la continuidad de la negación del derecho a la autodeterminación. Por esto, tiene razón el sector de la CUP que se opone a entrar y ser “la muleta” del próximo gobierno autonómico.

La movilización de estos días contra el encarcelamiento de Pablo Hasél y por la libertad de expresión muestra la necesidad de continuar luchando para construir una alternativa socialista revolucionaria. No hay otra perspectiva de futuro que no sea esta alternativa.