Este 2021 se cumplen 19 años desde que un accidente marítimo fue reconvertido en un atentado contra un pueblo, el hundimiento del petrolero Prestige frente a las costas gallegas.

El pueblo que olvida su historia se condena a repetirla, por eso:

1-D: Nunca Máis. ¡No es historia, es presente!

Hoy es 1 de diciembre, y a muchas personas, sobre todo l@s más jóvenes, no les dirá gran cosa esa fecha por el “adanismo” inducido por tod@s, tan típico de la sociedad española, en la que lo que pasó ayer es historia pasada que “no mueve molinos”.

Pero no hace tanto – ¡no es historia, sino presente, como luego veremos! -, en el 2002, cientos de miles de personas ocuparon las calles de Compostela, bajo el grito de ¡Nunca Máis!; en uno de los procesos de revuelta social más importante de los últimos años. Porque fue eso, una revuelta social que no se repetiría en el Estado español hasta el 1/3 de octubre en Catalunya.

Después de 15 días de peregrinaje del petrolero Prestige por las costas gallegas, dejando un reguero de petróleo, el pueblo gallego dijo BASTA y el 1D marcharon por decenas de miles a Compostela.

No fue un “rayo en cielo sereno”

La revuelta del 1D vino precedida de un ascenso de las luchas estudiantiles y obreras en Galiza. En el 1999/2000 los y las estudiantes de las universidades gallegas, Compostela a la cabeza, fue la vanguardia de la lucha contra la LOU de Aznar con asambleas diarias de 5.000 estudiantes en la plaza de la Quintana.

El 15 de junio del 2001 Galiza protagoniza la primera Huelga General contra el gobierno de Aznar, convocada por CIG y UGT, contra el esquirolaje abierto y sin tapujos de las CCOO de Fidalgo (el que declaró que “Aznar no se merecía una Huelga General como persona ni como político”) y Toxo; Huelga que fue el anticipo de la que en junio del 2002 paralizara el Estado español.

Estos son los antecedentes de la rebelión del 1 de diciembre del 2002, que culminó esa misma tarde en la Universidad de Santiago, cuando 400 organizaciones sindicales, sociales y políticas, constituyen la Plataforma Nunca Máis. En esa asamblea se va a dar el debate que va a atravesar todo el proceso, o “exigirle al estado” o “contra el estado”. En cómo se resolvió esta disyuntiva está la clave de la derrota que se produjo después de la Marcha a Madrid, en febrero del año siguiente.

El enemigo, el gobierno de Aznar en nombre del régimen

El gobierno del PP, el de Aznar de aquella, fue el responsable directo de que un accidente habitual en las costas gallegas, un barco con problemas, se convirtiera en un acontecimiento político de primer orden que dio la vuelta al mundo. La bandera de Nunca Máis, que es la gallega teñida de negro, dio la vuelta al mundo, desde Canadá hasta pueblos de Castilla la Mancha.

Fue la mezcla de incompetencia de un gobierno que ahora sabemos, era “la madre de todas las corrupciones”, con el desprecio histórico del Estado español por el pueblo gallego, lo que provocó que un accidente se convirtiera en un atentado político contra un sector central en la economía gallega -pero no la española, y aquí comienzan los problemas-, la pesca y el marisqueo.

Para la mentalidad centralista, el pescado y el marisco que llega a sus mesas debe ir volando desde el mar hasta los mercados; porque cuando vienen de turismo aquí miran a las rederas (trabajadoras que arreglan las redes de pesca) como objetos de fotografía -en un puerto, el de Lorbé (Oleiros), han tenido que poner un cartel diciendo: «estamos trabajando, no hagan fotos»-, o los puertos como zonas de paseo, cuando son zonas industriales donde se produce y trabaja… Nadie va a pasear a las fábricas y los polígonos industriales; pues eso y no otra cosa son los puertos.

Ese desprecio por un sector productivo central en Galiza, el mar, que supone el 16% de su PIB, pero secundario para el capital español, se une al ancestral desprecio del estado por el pueblo gallego; ese que es considerado como sumiso y carne de emigración -no olvidemos que Galiza en el primer censo de población del siglo XX tenía tres veces más población que Madrid, y hoy tiene menos de la mitad-.

Un pueblo que históricamente ha sido considerado como atrasado, ¿cómo iba a tener razón frente a las mentes preclaras del PP y de la corte de Madrid, con cipayos al frente (el ínclito «Sr de los Hilillos-M.Rajoy»)?. Si ellos decían que se solucionaba enviando el petrolero al «quinto pino» (Álvarez Cascos dixit), y que no había «marea negra», que eran como “hilillos de plastilina” (Rajoy dixit), ¿cómo se atrevían las mariscadoras y los marineros de Arousa a contradecirles?. Si ellos afirmaban que no había marea negra, no la había: y punto.

Lo que ocultaba esa incompetencia, grito masivo en NM, era la inexistencia en Galiza de una política frente a los accidentes marítimos recurrentes y con las instituciones responsables a más de 600 km del “corredor de Fisterra”. ¡La Ría de A Coruña tiene el dudoso honor de haber sufrido dos de los 10 accidentes más graves de petroleros ¡de todo el mundo!; una ría concentra el 20% de los accidentes de petroleros como el del Exxon Valdez en Alsaka: el Urquiola, que explotó en medio de la ría, y el Mar Egeo, que encalló y ardió en su entrada.

Pero no solo eso, la ría de Vigo sufrió el Policommander, Fisterra el Casón y su mercancía explosiva, que provocó la desbandada de miles de habitantes de la zona.

Galiza no contaba, ni cuenta todavía, con remolcadores de altura con fuerza suficiente para mover las moles de los petroleros y los grandes buques que pasan por el “corredor de Fisterra”; uno de los que tiene más tráfico del mundo. De hecho, cuando el Prestige, el más cercano lo habían trasladado pocos meses antes a Gijón. Las barreras oceánicas que impidieran la entrada del chapapote en las rías, ¡vinieron de Zaragoza! Y así sucesivamente.

La autoorganización en la base

Contra este desprecio y marginación fue que el pueblo gallego dijo «NUNCA MÁIS». No fue una reacción solo contra un atentado ecológico, que si, como pretenden vender desde todos los niveles, desde la izquierda hasta la derecha, para descafeinarlo, sino que tuvo una profundidad de más calado; fue el cuestionamiento de toda la estructura del estado.

Un estado cuyas instituciones desaparecieron cuando se las necesitaba, lo que provocó que los trabajadores y trabajadoras del mar, los estudiantes de las universidades e institutos, la veciñanza, etc. se tuvieron que organizar para combatir el chapapote en Comités de Crisis en la Ría de Arousa, asambleas en las universidades, en plataformas Nunca Máis como en Oleiros o Carnota o a través de cadenas humanas de 40.000 estudiantes de secundaria a lo largo de toda la Costa da Morte.

Al mismo tiempo que se producían decenas de manifestaciones, se asaltaban locales del PP, la fiscalía reportó hasta 300 asaltos mientras duró el proceso de movilización a una media de 100 mensuales, y bajo la justificación de luchar contra el chapapote enviaron al ejército. Todos los medios, con la actual reina Leticia a la cabeza, comenzaron una campaña sobre las “playas esplendorosas” gallegas.

Pero la autoorganización espontánea fue frenada en su desarrollo por la dirección de la Plataforma, que tras unos duros debates tenía unas perspectivas electorales y no de profundizar la lucha. Así, consiguieron que CCOO y UGT desconvocaran la Huelga General a la que llamaron en la Costa da Morte, despolitizando conscientemente la carga de profundidad que era el movimiento levantado por el atentado del Prestige.

El 1D y todas las movilizaciones que la siguieron hasta la histórica Marcha a Madrid del 23 F, cuando más de 120.000 gallegos y gallegas, contra viento y marea, tomaron las calles de la capital del «imperio», fue la reacción del pueblo gallego que, desgraciadamente, no encontró un vehículo político claro.

Se puede afirmar con rotundidad que lo sucedido entre el 1 de diciembre del 2002 y el 23 F del 2003 Galiza fue una revuelta social que no se transformó en un proceso abiertamente soberanista porque las fuerzas que lo dirigieron encaminaron todos los esfuerzos sociales en la vía electoral. La potencia social demostrada fue puesta al servicio del proyecto electoral de una fuerza, el BNG, que se negó rotundamente a poner en el centro la lucha contra el régimen causando la indefensión del pueblo gallego frente a las políticas de los gobiernos.

En conclusión

Si Galiza no tenía ni tiene medios ni capacidad de decisión frente unos accidentes recurrentes, desde el Policommander hasta el Prestige, pasando por el Urquiola, Cason, Mar Egeo, etc., no es por una maldición divina, sino por la política consciente de un Estado que la considera su «marisquería», y a su pueblo, fuerza de trabajo barata, carne de emigración. Aquí es donde había que haber puesto todas las fuerzas; y no en intentar desviar toda la fuerza social de la calle en el voto a una fuerza política que a la larga solo ha generado decepción.

La desaparición del estado ante el accidente del Prestige tenía que haberse resuelto, no llamando a «exigir al Estado que cumpliera con Galiza», como se hizo al final desde NM, que escondía el «vótame» para arreglar los problemas; sino lo que defendían otras fuerzas políticas y sociales, a sustituir al estado, autoorganizando a la población trabajadora, abriendo una lucha consciente por la soberanía nacional que conquistara, entre otras, la capacidad de decisión de Galiza ante los accidentes recurrentes en sus costas.

La orientación final de la Plataforma Nunca Máis en la vía de la «exigencia» y no en el de la «soberanía nacional», está en el fondo de la derrota tan profunda que sufrió el pueblo gallego en lo que fue una de sus grandes luchas contra un Estado que a día de hoy sigue manteniendo esa relación de opresión.

El paso del Bipartito PSOE BNG por la Xunta solo vino a ratificar esa derrota, cuando acepta de buen grado que se cierre sin responsabilidades la Comisión de Investigación del accidente. Tan cómplices fueron del PP con ese cierre, que uno de los principales responsables del atentado del Prestige, “el Sr de los Hilillos-M.Rajoy” se convirtió en presidente del gobierno, y bajo su mandato han sido destruidas muchas de las conquistas sociales en sanidad, educación, derechos laborales y derechos políticos.

La derrota del pueblo gallego tras el proceso de Nunca Máis, allanó la llegada del PP a los gobiernos, puesto que le permitió irse de rositas ante un atentado que había provocado con su política. Si el Bipartito hubiera tenido la mitad de dignidad que el pueblo gallego demostrara el 1 D, otro gallo cantaría.

No fue así, y debemos aprender del pasado para no cometer los mismos errores; y el fundamental es que una crisis política y social del calibre de la generada por el Prestige, como la que de manera aumentada ha provocado el Proces Catalán tras el 1/3 de octubre del 2017, no se puede desviar al pantano de las elecciones y el «fair play» seudo democrático.

El 1D el estado desapareció en Galiza, y surgió el pueblo trabajador organizado en Nunca Mais, en los comités de crisis, en la Plataforma contra la Burla Negra, etc.; tres meses después de lucha fue derrotado, y tras el interregno decepcionante del Bipartito, el estado se reafirmó en Galiza a través de Feijoo y nuevamente el PP, al que el Bipartito había salvado la cara de sus responsabilidades ante el atentado.

Ahora nos encontramos ante una nueva oportunidad; una crisis social y política corregida y aumentada. El pueblo gallego se adelantó a la crisis del régimen, imaginemos un Nunca Máis con el régimen del 78 como está ahora; porque ahora no solo es un pueblo, el gallego, el catalán o el vasco, el que cuestiona al régimen, es la mayoría de la población española (el 60% está por la reforma de la Constitución y el 50% por un referendo sobre el tipo de estado).

Aprender de los errores tiene una consecuencia fundamental que la izquierda gallega, nacionalista o no, no ha sacado: no limitar las respuestas a una crisis social a un proceso electoral. Tras el 1D todo se recondujo a las elecciones, al «vótame», y acabó como acabó.

Esta orientación electoralista que retomaron hace unos años las fuerzas surgidas del 15M, AGE primero, y después Unidas Podemos, las Mareas, etc., que hicieron en todo el estado lo que el BNG hizo en el 2001, reconducir una crisis social de gran calibre a un simple “vótame”.

La crisis del régimen, de la que NM fue uno de sus comienzos, tiene una profundidad del que ningún proceso electoral, desde el municipio más pequeño hasta las Elecciones Europeas, puede escapar: no existen burbujas «locales» para el «cambio». Cualquier medida, desde la contratación de más personal hasta obras de infraestructuras, están atravesadas por los recortes impuestos desde el gobierno central y la UE: son como un “Prestige” dirigido por el gobierno central de turno. No hablar de estos recortes, convierte cualquier alternativa por mucho del «cambio» que diga ser, en un mero gestor de la miseria y de esos recortes, dando por buena la propaganda del sistema: «veis, todos son iguales». Y tendrían razón, pues en los hechos, todos hacen lo mismo, recortar; la diferencia es que unos lo hacen a regañadientes, los del «cambio», y otros porque les va en ello su esencia, el PPSOE.

El 1D el pueblo gallego tomó un camino, el de la dignidad en la lucha en la calle; ante la crisis del mismo régimen que provocara el 1D, y debe retomar el mismo camino olvidándose de los cantos de sirena del «vótame» para arreglar los problemas que solo se pueden resolver rompiendo abiertamente con ese régimen.

Este 2021 cúmprense 19 anos desde que un accidente maritimo foi reconvertido nun atentado contra un pobo, o afundimento do petroleiro Prestige, fronte ás costas galega

O pobo que esquece a súa historia condénase a repetila, por iso:

1D: Nunca Máis

Non é historia, é presente!

Achégase o 1 de Decembro, e a moitas persoas, sobre todo os máis novos, non lles dirá gran cousa esa data polo “adanismo” inducido por todos, tan tipico da sociedade española, na que o pasou onte é historia pasada que “non move muíños”.

Pero non fai tanto -non é historia, senón presente, como logo veremos!-, no 2002, centos de miles de persoas ocuparon as rúas de Compostela, baixo o berro de Nunca Máis!; nun dos procesos de revolta social máis importante dos últimos anos. Porque foi iso, unha revolta social que non se volvería a repetir no Estado Español até o 1 / 3 de Outubro en Catalunya.

Despois de 15 días de peregrinaxe do petroleiro Prestige polas costas galegas, deixando un reguero de petróleo, o pobo galego dixo BASTA e o 1D marcharon por decenas de miles a Compostela.

Non foi un “raio en ceo sereno”

A revolta do 1D veu precedida dun ascenso das loitas estudantís e obreiras en Galiza. No 99 / 2000 os e as estudantes das universidades galegas, Compostela á cabeza, foi a vangarda da loita contra a LOU de Aznar con asembleas diarias de 5 000 estudantes na praza da Quintana.

No 2001 Galiza protagoniza a primeira folga xeral contra o goberno de Aznar, convocada por CIG e UXT, contra o esquirolaje aberto e sen andrómenas das CCOO de Fidalgo (o que declarou que “Aznar non se merecía unha folga xeral como acode nin como político”) e Toxo; folga que foi o anticipo da que en xuño do 2002 paralizará o Estado Español.

Estes son os antecedentes da rebelión do 1 de Decembro do 2002, que culminou esa mesma tarde, na Universidade de Santiago, cando 400 organizacións sindicais, sociais e políticas, constitúen a Plataforma Nunca Máis. Nesa asemblea vaise a dar o debate que vai atravesar todo o proceso, ou “esixirlle ao estado” ou “contra o estado”. En como se resolveu esta disxuntiva está a clave da derrota que se produciu despois da Marcha a Madrid, en febreiro do ano seguinte.

O inimigo, o goberno de Aznar en nome do réxime

O goberno do PP, o de Aznar daquela, foi o responsable directo de que un accidente habitual nas costas galegas, un barco con problemas, convertésese nun acontecemento político de primeira orde que deu a volta ao mundo. A bandeira de Nunca Mais, que é a galega tinguida de negro, deu a volta ao mundo, desde Canadá até pobos de Castela a Mancha.

Foi a mestura de incompetencia dun goberno que agora sabemos, era “a nai de todas as corrupcións”, co desprezo histórico do estado español polo pobo galego, o que provocou que un accidente se convertese nun atentado político contra un sector central na economía galega -pero non a española, e aquí comezan os problemas-, a pesca e o marisqueo.

Para a mentalidade centralista, o peixe e o marisco que chega ás súas mesas debe ir voando desde o mar até os mercados; porque cando veñen de turismo aquí miran ás redeiras (traballadoras que arranxan as redes de pesca) como obxectos de fotografía -nun porto, o de Lorbé (Oleiros), tiveron que pór un cartel dicindo: «estamos a traballar, non fagan fotos»-, ou os portos como zonas de paseio, cando son zonas industriais onde se produce e traballa… Ninguén vai pasear ás fábricas e os polígonos industriais; pois iso e non outra cousa son os portos.

Ese desprezo por un sector produtivo central en Galiza, o mar, que supón o 16% do seu PIB, pero secundario para o capital español, únese ao ancestral desprezo do estado polo pobo galego; ese que é considerado como sumiso e carne de emigración -non esquezamos que Galiza no primeiro censo de poboación do século XX tiña tres veces máis poboación que Madrid, e hoxe ten menos da metade-.

Un pobo que historicamente foi considerado como atrasado, como ía ter razón fronte ás mentes preclaras do PP e da corte de Madrid, con cipaios á fronte (o ínclito «Sr dos Hilillos-M.Rajoy»)?. Se eles dicían que se solucionaba enviando o petroleiro ao «quinto piñeiro» (Álvarez Cascos dixit), e que “non había marea negra», que eran como “hilillos de plastilina” (Rajoy dixit), como se atrevían as mariscadoras e os mariñeiros de Arousa a contradicirlles?. Se eles afirmaban que non había marea negra, non a había: e punto.

O que ocultaba esa incompetencia, berro masivo en NM, era a inexistencia en Galiza dunha política fronte aos accidentes marítimos recorrentes e coas institucións responsables da seguridade marítima a máis de 600 km do “corredor de Fisterra”. A Ría da Coruña ten a dubidosa honra de sufrir dous dos 10 acidentes máis graves de petroleiros de todo o mundo!; unha ría concentra o 20% dos accidentes de petroleiros como o do Exxon Valdez en Alsaka: o Urquiola, que explodiu no medio da ría, e o Mar Exeo, que encallou e ardeu na súa entrada.

Pero non só iso, a ría de Vigo sufriu o Policommander, Fisterra o Casón e a súa mercadoría explosiva, que provocou a desbandada de miles de habitantes da zona.

Galiza non contaba, nin conta aínda, con remolcadores de altura con forza suficiente para mover os moles dos petroleiros e os grandes buques que pasan polo “corredor de Fisterra”; um dos que ten máis tráfico do mundo. De feito, cando o Prestige o máis próximo trasladárano poucos meses antes a Xixón. As barreiras oceánicas que impedisen a entrada do chapapote nas rías, viñeron de Zaragoza! E así sucesivamente.

A autoorganización na base

Contra este desprezo e marxinación foi que o pobo galego dixo «NUNCA MÁIS». Non foi unha reacción somente contra un atentado ecolóxico, que si, como pretenden vender desde todos os níveis, tanto da esquerda como da direita para descafeinarlo, senón que tivo unha profundidade de máis calado; foi o cuestionamiento de toda a estrutura do estado.

Un estado cuxas institucións desapareceron cando llas necesitaba, o que provocou que os traballadores e traballadoras do mar, os estudantes das universidades e institutos, a veciñanza,… autoorganizara-se para combater o chapapote en Comités de Crises na Ria de Arousa, asembleas nas universidades, en plataformas Nunca Mais como en Oleiros ou Carnota ou a través de cadeas humanas de 40 000 estudantes de secundaria ao longo de toda a Costa da Morte.

Ao mesmo tempo en que se producian decenas de manifestacións, asaltaban-se locais do PP, a fiscalia reportou até 300 asaltos mentres durou o proceso de mobilización a unha media de 100 mensuais, e baixo a xustificación de loitar contra o chapapote enviaron ao exercito. Todos os medios, coa actual raíña Leticia á cabeza, comezaron unha campaña sobre as “praias esplendorosas” galegas.

Pero a autoorganización espontánea foi freada no seu desenvolvemento pola dirección da Plataforma, que tras uns duros debates tiña unhas perspectivas electorais e non de profundar a loita. Así, conseguiron que CCOO e UXT desconvocasen a Folga Xeral á que chamaron na Costa da Morte, despolitizando conscientemente a carga de profundidade que era o movemento levantado polo atentado do Prestige.

O 1D, e todas as mobilizacións que a seguiron até a histórica Marcha a Madrid do 23 F, cando máis de 120 mil galegos e galegas, contra vento e mare, tomaron as rúas da capital do «imperio», foi a reacción do pobo galego que, desgraciadamente, non atopou un vehículo político claro.

Pódese afirmar con rotundidade que o sucedido entre o 1 de decembro do 2002 e o 23 F do 2003 Galiza viviu unha revolta social que non se transformou nun proceso abertamente soberanista porque as forzas que o dirixiron, encamiñaron todos os esforzos sociais na vía electoral. A potencia social demostrada foi posta ao servizo do proxecto electoral dunha forza, o BNG, que se negou rotundamente a pór o centro a loita contra o réxime causando a indefensión do pobo galego fronte ao chapapote.

En conclusión

Se Galiza non tiña nin ten nin medios nin capacidade de decisión fronte uns acidentes recorrentes, desde o Policommander até o Prestige, pasando polo Urquiola, Cason, Mar Exeo, etc., non é por unha maldición divina, senón pola política consciente dun Estado que a considera o seu «marisquería», e ao seu pobo, forza de traballo barata, carne de emigración. Aquí é onde había que pór todas as forzas; e non en tentar desviar toda a forza social da rúa no voto a unha forza política que en longo prazo só xerou decepción.

A desaparición do estado ante o acidente do Prestige tiña que resolverse, non chamando a «esixir ao Estado que cumprise con Galiza», como se fixo ao final desde NM, que escondía o «vótame» para arranxar os problemas; senón o que defendían outras forzas politicas e sociais, a substituír ao estado, autoorganizando á poboación traballadora, abrindo unha loita consciente pola soberanía nacional que conquistase, entre outras, a capacidade de decisión de Galiza ante os acidentes recorrentes nas súas costas.

A orientación final da Plataforma Nunca Mais na vía da «esixencia» e non no da «soberanía nacional», está no fondo da derrota tan profunda que sufriu o pobo galego no que foi unha das súas grandes loitas contra un Estado que a día de hoxe segue mantendo esa relación de opresión.

O paso do Bipartito PSOE BNG pola Xunta só veu ratificar esa derrota, cando acepta de bo grado que se peche sen responsabilidades que un dos principais responsables do atentado do Prestige, “o Sr dos Hilillos-M.Rajoy converteu-se en presidente do goberno, e baixo o seu mandato foron destruídas moitas das conquistas sociais en sanidade, educación, dereitos laborais e dereitos políticos.

A derrota do pobo galego tras o proceso de Nunca Mais, achanou a chegada do PP aos gobernos, posto que lle permitiu irse de rositas ante un atentado que provocara coa súa política. Se o Bipartito tivese a metade de dignidade que o pobo galego demostrase o 1 D, outro galo cantaríanos.

Non foi así, e debemos aprender do pasado para non cometer os mesmos erros; e o fundamental é que unha crise política e social do calibre da xerada polo Prestige, como a que de maneira aumentada provocou o Proces Catalán tras o 1/3 de outubro, non se pode desviar ao pantano das eleccións e o «fair play» seudo democrático.

O 1D o estado desapareceu en Galiza, e xurdiu o pobo traballador organizado en Nunca Mais, nos comités de crises, na Plataforma contra a Burla Negra, etc.; tres meses despois de loita foi derrotado, e tras o interregno decepcionante do Bipartito, o estado reafirmou-se en Galiza a través de Feijoo e novamente o PP, ao que o Bipartito salvara a cara das súas responsabilidades ante o atentado.

Agora topamo-nos ante unha nova oportunidade; unha crise social e política corrixida e aumentada. O pobo galego adiantou-se á crise do réxime, imaxinemos un Nunca Mais co réxime do 78 como está agora; porque agora non só é un pobo, o galego, o catalán ou o vasco, o que cuestiona o réxime, é a maioría da poboación española (o 60% está pola reforma da constitución e o 50% por un referendo sobre o tipo de estado).

Aprender dos erros ten unha consecuencia fundamental que a esquerda galega, nacionalista ou non, non sacou: non limitar a resposta à unha crise social a un proceso electoral. Tras o 1D todo reconduciu-se ás eleccións, ao «vota-me», e acabou como acabou.

Esta orientación electoralista que retomaron hai uns anos as forzas xurdidas do 15M, AGE primeiro, e despois Unidas Podemos, as Mareas, etc., que fixeron en todo o estado o que o BNG fixo no 2001, reconducir unha crise social de gran calibre a un simple “vota-me”.

A crise do réxime, da que NM foi un dos seus comezos, ten unha profundidade do que ningún proceso electoral, desde o municipio máis pequeno até as Eleccións Europeas, pode escapar: non existen burbullas «locais» para o «cambio». Calquera medida, desde a contratación de máis persoal até obras de infraestruturas, están atravesadas polos recortes impostos desde o goberno central e a UE: son como un “Prestige” dirixido polo goberno central de quenda.

Non falar destes recortes, converte calquera alternativa por moito do «cambio» que diga ser, nun mero xestor da miseria e deses recortes, dando por boa a propaganda do sistema: «vedes, todos son iguais». E terían razón, pois nos feitos, todos fan o mesmo, recortar; a diferenza é que uns o fan de mala gana, os do «cambio», e outros porque lles vai niso a súa esencia, o PPSOE. Non falar destes recortes, converte calquera alternativa por moito do «cambio» que diga ser, nun mero xestor da miseria e deses recortes, dando por boa a propaganda do sistema: «vedes, todos son iguais». E terían razón, pois nos feitos, todos fan o mesmo, recortar; a diferenza é que uns o fan de mala gana, os do «cambio», e outros porque lles vai niso a súa esencia, o PPSOE.

O 1D o pobo galego tomou un camiño, o da dignidade na loita na rúa; ante a crise do mesmo réxime que provocase o 1D, e debe retomar o mesmo camiño olvidando-se dos cantos de serea do “vota-me» para arranxar os problemas que só se poden resolver rompendo abertamente con ese réxime.