El 25N es hace muchos años un día de lucha, de rabia y denuncia por la violencia machista que sufrimos cotidianamente. La ONU formalizó esa fecha por ser el aniversario del asesinato de las hermanas Mirabal a manos de Trujillo, dictador dominicano que ellas enfrentaron.

Las cifras de violencia aumentan año tras año, pero nosotras lejos de acobardarnos, salimos a las calles cada vez con más fuerza a denunciar y decir ¡BASTA! ¡Nuestras vidas importan!

Este año, la tendencia lamentablemente aumentó considerablemente, porque la respuesta del capitalismo a la crisis sanitaria del Covid nos ha generado más sufrimiento y violencia hacia nosotras.

La situación en el mundo

En el mundo todo, las mujeres viven inseguras. En medio de la pandemia, los feminicidios, las violaciones y la violencia doméstica explotaron. Durante el confinamiento por la Covid-19 muchas mujeres están atrapadas en sus hogares junto a sus agresores o abusadores, al tiempo que hay menos refugios y servicios disponibles y es más difícil llegar a amigos y redes de apoyo.

La necesaria suspensión de clases presenciales aisló a miles de niñas y niños de la escuela, dejándolos sin ninguna posibilidad para denunciar los abusos o maltratos intrafamiliares que con el confinamiento obligatorio se vieron aumentados.

La propia ONU reconoce la gravedad de la situación. Según su último informe, la violencia hacia la mujer sigue siendo un problema grave a nivel mundial. “Durante el confinamiento del Covid-19, muchas mujeres y niñas se han aislado en entornos inseguros donde corren un mayor riesgo de sufrir violencia a manos de su pareja. Alrededor de un tercio de las mujeres en todo el mundo han sufrido violencia física y /o sexual por parte de sus parejas; y el 18% ha experimentado este tipo de violencia en los últimos 12 meses. En los casos más extremos, la violencia contra la mujer es letal: a nivel mundial, se estima que 137 mujeres son asesinadas diariamente por su pareja o un miembro de la familia.

La mitad de las mujeres en el mundo no pueden decidir sobre el uso de anticonceptivos, o negarse a sostener relaciones íntimas. Sin mencionar la ilegalidad del aborto en la mayoría de los países, su aún más difícil acceso en este momento de crisis sanitaria en donde está permitido y las políticas públicas de abandono de la maternidad para aquellas mujeres que deciden ser madres.

Lejos de ser una consecuencia de la situación actual, la violencia hacia las mujeres es la expresión de la decadencia y la barbarie del sistema capitalista y su incapacidad para garantizar la igualdad, los derechos y el fin del machismo y la violencia hacia las mujeres. La pandemia sólo agravó una situación que ya era desesperante.

La burguesía y sus gobiernos son cómplices de la violencia

Las medidas que tomaron algunos gobiernos fueron totalmente insuficientes, peor aún aquellos que tuvieron una actitud negacionista ante la pandemia, no hicieron nada e incluso muchos programas de apoyo y servicios básicos se vieron interrumpidos ante el caos del sistema de salud o directamente cerrados.

Las Naciones Unidas estiman que se necesitarían 45 millones de dólares para combatir la violencia de género mundial durante la pandemia, pero ni siquiera el 0,3 %de ese presupuesto se destinó a este fin.

Es la sección más infrafinanciada, pero las instituciones internacionales de la burguesía y el imperialismo no hacen comentarios: no se mencionó la cuestión en el Rastreador de Políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI), ni en el Banco Mundial, ni en la Protección Social y Respuesta Laboral al Covid-19 de la Organización Internacional del Trabajo.

El agravamiento de la crisis económica que generaron las respuestas que los gobiernos dieron a la pandemia, azotó a las mujeres trabajadoras, de manera brutal y agravaron el cuadro de violencia y desigualdad, especialmente para las mujeres negras y pobres. Actualmente un poco más de la mitad de la población femenina mundial no tiene empleo, en lugares como Asia meridional, el norte de África y Asia occidental menos de un tercio de las mujeres están empleadas.

La pandemia y la sobrecarga de tareas domésticas, expulsaron a las mujeres del mercado laboral, las relegaron a trabajos más precarizados, aumentando la brecha salarial entre hombres y mujeres. Muchas trabajan en los subsectores más afectados por el Covid-19, donde se vieron afectadas por medidas de bloqueo, incluidas las actividades remuneradas de trabajo doméstico, alojamiento y servicios alimentarios y el comercio al por menor. Las mujeres también están en primera línea en la batalla contra la pandemia, que representa más del 70% de los trabajadores del sector de la salud y enfrenta mayores riesgos de infección que los hombres en el lugar de trabajo.

Las mujeres migrantes, vieron empeorar su situación catastróficamente. Expulsadas en muchos casos del sistema de salud, excluidas de las miserables “ayudas” financieras y obligadas a contagiarse el virus ya que muchas son trabajadoras domésticas que de manera precarizada continuaron yendo a las casas ricas a trabajar a pesar de los confinamientos obligatorios. La inmensa mayoría quedó desempleada y tuvieron que recurrir a la prostitución.

Capítulo aparte merecen las mujeres LGBTI que son discriminadas en el mercado laboral, arrojadas a la prostitución que en este contexto de pandemia las empobreció más y expuso a situaciones aún más violentas que las que ya padecían.

Las consecuencias sociales y económicas de esta pandemia colocan a las mujeres trabajadoras y pobres, más si son jóvenes, inmigrantes, racializadas o LGTBI, en peores condiciones materiales y con menos recursos para salir de un entorno de violencia machista o enfrentar cualquier agresión.

La crisis del Covid, vino a demostrar que no somos todas iguales en este sistema. Se puso de manifiesto con más brutalidad la desigualdad y opresión capitalista. Los trabajadores y trabajadoras, la población pobre, los marginados y oprimidos ponemos los muertos. Llevamos la peor parte sufriendo hambre, violencia, desesperación y todo para que los capitalistas salven sus ganancias. Las mujeres, negros, inmigrantes, indígenas, LGBTI y todos los oprimidos lo sufrimos más. Se nos imponen jornadas de trabajo extenuantes, exposiciones evitables al virus, muertes en las calles por no acceder a la salud, sumados a la violencia machista, xenófoba, racista y lgbtfóbica de este sistema que nos divide y oprime para explotarnos cada vez más.

La mentira del “empoderamiento”

Mientras aumenta la violencia y las mujeres nos arrojamos en masa a las calles a luchar, el discurso que construyen las instituciones es que la salida para nosotras es el triunfo individual y el ascenso de mujeres a puestos de poder. Lamentablemente, muchas organizaciones que se reivindican feministas, y que incluso algunas han salido a las calles junto a muchas de nosotras, apoyan y afirman ese discurso.

La existencia de mujeres en la dirección de gobiernos, en los ministerios, parlamentos o directorios de empresas es una muestra de cómo la lucha en las calles empuja algunos prejuicios, pero no da ninguna salida de fondo contra nuestra opresión.

Kamala Harris, lejos de ser un triunfo para las mujeres, como la quieren presentar los progresistas al ser la primera vicepresidenta en EEUU es una referente política de los capitalistas, que no dudará en ahorcar aún más a las mujeres y hombres trabajadores y a los negros en pos de las grandes empresas.

Las decisiones de cerrar programas de asistencia a la violencia, o de jerarquizar los presupuestos de “ayuda” a los empresarios antes que a la emergencia del covid y la de violencia, lo han hecho tanto los gobiernos de derecha como los que se presentan como progresistas y hasta se autodenominan feministas.

Incluso, la propia ONU reconoce que su programa “hacia la igualdad de poder y los mismos derechos para las mujeres” está estancado. Sólo hay 20 mujeres jefas de Estado y aunque aumentaron los escaños femeninos no superan siquiera el 25%, así como en el empresariado apenas llegan al 18% las mujeres en los directorios. Este discurso fracasa incluso para las mujeres que gozan de los privilegios de la clase explotadora.

Unidad de clase para luchar contra la opresión y la explotación

Estamos viviendo momentos muy terribles, la pandemia del Covid, la crisis económica que se profundiza y la violencia machista nos azotan día a día. Los gobiernos de la burguesía sean de derecha o “progresistas”, integrados por hombres o por mujeres burguesas, muestran su total incapacidad de darnos respuesta porque sólo se preocupan de que los capitalistas sigan ganando a costa de millones de vidas.

Nosotras soportamos la carga, aumentamos las tareas, cuidamos a los niños, ancianos, enfermos, nos aislamos con nuestros agresores, nos siguieron violando, matando o golpeando por nuestra identidad de género. Nosotras decimos ¡Basta!, salimos a la calle y seguimos peleando. Salimos con las afroamericanas en EEUU, salimos con el pueblo chileno que sigue queriendo cambiarlo todo, salimos con las masas en Perú y Colombia, salimos a montones con las polacas que quieren aborto legal, con la gente en Bielorrusia que dice basta a la dictadura.

Salimos y debemos seguir saliendo con nuestra clase, con los millones de trabajadores que no soportan más el peso que los ricos quieren hacerles cargar. No confiamos en las caras femeninas que ponen en los gobiernos, ni en las trampas electorales que sólo favorecen a los poderosos. Confiamos en nuestras fuerzas, en saber que para terminar definitivamente con la violencia machista y la opresión debemos luchar contra este sistema que nos explota y oprime.

Pero en la lucha contra el machismo y la opresión, queremos y necesitamos el apoyo de los hombres trabajadores, porque el machismo que oprime, humilla y sobreexplota a las mujeres sirve tanto para dividir y debilitar a la clase, como para aumentar la explotación de todos los trabajadores. En este sentido estamos en contra de todas las visiones sexistas contrarias a la batalla para que los hombres rompan con su propio machismo y vengan a luchar con nosotras.

La lucha por nuestros derechos tiene que ser de toda la clase obrera, para que nuestros compañeros dejen también de reproducir el machismo y que nuestras organizaciones combatan ese flagelo en nuestro interior para que nosotras tengamos un lugar en la lucha común. La pelea no es por separado, es de manera común combatiendo el machismo en el interior de nuestra clase. No hay salida para terminar con la opresión sin derribar este sistema capitalista que nos oprime y destruye.

Para lograr que haya un plan de emergencia para la violencia machista, debemos luchar contra los planes de ajuste y los gobiernos que lo emplean. Este 25N saldremos a las calles, tomaremos medidas de cuidado, pero no dejaremos de exigir el derecho de vivir.

  • ¡Basta de violencia machista!
  • ¡Basta de opresión y explotación!
  • ¡Plan de emergencia para combatir la Covid-19 y la violencia machista! ¡Exigimos ingresos garantizados y alojamientos dignos y seguros para todas!
  • ¡Aumento drástico de recursos y presupuesto para Servicios de prevención, atención y protección a las víctimas! ¡No al pago de la deuda!
  • ¡Viva la lucha del pueblo en las calles!