Se cumplen ahora 42 años del asesinato de nuestra compañera Yolanda González. La noche del 1 de febrero de 1980 Yolanda era secuestrada en su domicilio de la calle Tembleque, en el barrio madrileño de Aluche, por un comando fascista parapolicial, para posteriormente torturarla y finalmente asesinarla. Yolanda era una joven vasca, de tan sólo 19 años, de familia obrera originaria de Burgos, se trasladó a Madrid en 1979 para iniciar estudios de electrónica. En 1980 era la representante del Centro de Formación Profesional de Vallecas en la Coordinadora de Estudiantes de Enseñanza Media de Madrid. También era militante del Partido Socialista de los Trabajadores (P.S.T.), partido que está en el origen de Corriente Roja.
Como dirigente destacada de la lucha estudiantil del momento, Yolanda se convirtió en la diana perfecta de los fascistas y así asestar un duro golpe a la movilización. El movimiento estudiantil estaba en ese momento muy activo (cierres de institutos y universidades, detenciones, apaleamientos), y comprometido contra unas leyes injustas de educación que el Gobierno de aquellos años quería imponer. Con su muerte asesinaron un poco a tod@s y la movilización estudiantil, tanto en medias como en la universidad, sufrió su mayor golpe y el país entero, una gran conmoción. De esta manera, perseguían esparcir el terror y la parálisis entre l@s jóvenes luchador@s que habían enfrentado el franquismo y estaban en ese momento organizad@s.
El asesinato de Yolanda fue ordenado por el partido fascista Fuerza Nueva, con la inestimable colaboración de elementos ultraderechistas de los cuerpos represivos del Estado. Su autor material fue Emilio Hellín Moro quien tan sólo pasó 14 años encarcelado tras una dura batalla judicial plagada de obstáculos. La indulgencia de la justicia con los asesinos de extrema derecha de la Transición fue la tónica habitual. Hay que partir de la base que los encargados de investigar era la misma gente que antes estaba en la Brigada Político Social de Franco. Los asesinos de Yolanda fueron condenados, Hellín a 30 años y Abad a 26, y en el caso del primero gozó de permisos al poco tiempo, escapándose varias veces, hasta esconderse y cobijarse en otra dictadura, en Paraguay, al amparo del régimen fascista Alfredo Stroessner, donde montó una empresa Informática y trabajó para una cooperativa militar, hecho conocido en la Embajada española de ese país pues allí se inscribió a primeros de 1987. Posteriormente fue detenido por la Interpol y entregado a España donde ingresó en prisión en 1990, aunque fue absuelto de quebrantamiento de condena por su fuga.