Una vez el Gobierno de Duque levantó las medidas de aislamiento para salvar las ganancias de la burguesía – después de seis meses en los que fue incapaz de garantizar una cuarentena con renta básica para la población – la juventud, las mujeres, los indígenas, los afrocolombianos, la clase trabajadora y los sectores populares vuelven a las calles de manera masiva a luchar contra las medidas autoritarias que viene tomando, con las que pretende recargar en los trabajadores y los pobres los costos de la crisis económica y social profundizada por la pandemia.

Y a pesar de que las centrales sindicales y el Comité Nacional de Paro no se han puesto al frente de las luchas y de que las llamadas alcaldías alternativas han estado más por salvar a los empresarios locales que por garantizar el bienestar de los trabajadores y los pobres, en los barrios y en las fábricas la gente ha salido a luchar contra el autoritarismo, la brutalidad policial y las medidas del gobierno en favor de ricos.

Así como el asesinato de Georg Floyd hizo que miles de norteamericanos salieran a las calles a enfrentar la brutalidad policial, el asesinato del estudiante de derecho Javier Ordóñez motivó a miles de colombianos a protestar contra la Policía. Pero la respuesta del Gobierno de Duque y su ministro de defensa Carlos Holmes Trujillo fue el asesinato de trece personas, que cayeron en las calles bajo las balas de la Policía el pasado 9 de septiembre en la llamada Masacre de Bogotá, que pasará a la historia como uno de los episodios más infames de una larga historia de represión.

Porque la gente salió a las calles no solo por el asesinato de Javier Ordóñez, sino por todos los asesinatos a líderes sociales, por las masacres de niños y jóvenes, por las violaciones y abusos de mujeres por parte de la Fuerza Pública, por los abusos que han vivido los sectores populares y los vendedores informales en estos seis meses de aislamiento en los que la Policía ha tenido licencia para cometer toda clase de vejámenes contra la gente, amparados en los decretos de emergencia.

A este panorama, se suma la situación de la clase trabajadora, que ha sufrido una verdadera reforma laboral y pensional en medio de esta pandemia. Los trabajadores y las trabajadoras comienzan a reaccionar, hoy vemos la lucha que la Unión Sindical Obrera y Sintracarbón, que sostienen heroicas huelgas en medio de la arremetida del gobierno y las patronales. El magisterio también se hace presente luchando contra la alternancia que pretende llevan a millones de niños y niñas al matadero, cuando nos acercamos a los 800 mil contagiados y a los 25 mil fallecidos por el Covid-19.

Sin embargo, las luchas todavía permanecen aisladas, el Comité Nacional de Paro – reducido a la burocracia sindical – desconoce a esa clase trabajadora no sindicalizada, tercerizada o sin contrato laboral, desconoce la lucha de los estudiantes y la juventud, de las mujeres, de los LGBT, de los pueblos afro e indígenas, de los sectores populares y se muestra incapaz de dirigir la lucha contra el Gobierno de Duque.

Pero la gente sigue luchando, con o sin el Comité Nacional de Paro, y desde muchos sectores se comienza a exigir una reforma de la Policía Nacional. Desde el PST pensamos que hay que comenzar por exigir el desmonte del ESMAD, la renuncia del Ministro de Defensa y de los comandantes que dieron la orden de masacrar y castigar a los policías y los mandos que participaron en la Masacre de Bogotá del 9 de septiembre.

Nos dicen que hay policías buenos, creemos que sí, policías como Ángel Zúñiga que se negó a participar en un desalojo en Cali y que fue detenido por la institución, soldados como el sargento que denunció la violación de una niña embera por parte de sus compañeros y que fue destituido de las Fuerzas Militares. Esos son los policías y soldados buenos, los que se niegan a reprimir a sus hermanos de clase, no los que se prestan para montajes mediáticos para mostrar el ‘rostro humano’ de quienes disparan contra el pueblo.

Y esta lucha contra la brutalidad policial, al igual que las luchas de la clase trabajadora y los pobres contra las medidas económicas de Duque, solo se logran unificando las luchas en un Paro Nacional Indefinido en el que podamos revertir la situación para que sean los ricos los que paguen la crisis.

Para concretar este Paro no basta decirlo, es necesario reconstruir los comités de paro a todos los niveles, convocar las asambleas de barrio, localidad y empresa. Llegó el momento de retomar el camino del 21N, llegó la hora de que el Paro Nacional vuelva a las calles.