Del Sáhara a Palestina

Estos días el régimen marroquí reactivó la vieja reivindicación sobre Ceuta y Melilla, abriendo las puertas de las fronteras para utilizar a los migrantes como arma de presión sobre la UE, para ocultar la realidad de una crisis interna y que en su frontera sur hay una guerra contra el pueblo saharaui al que todos, desde el imperialismo español y europeo, hasta el yanqui quieren ver bajo dominio marroquí.

No es que Marruecos sea una potencia expansionista, como nos dicen desde la extrema derecha española, que tiene aspiraciones sobre Ceuta, Melilla o las Islas Canarias. Eso es una triple mentira, ni Marruecos es imperialista, ni Ceuta y Melilla son españolas, y las Canarias son una nación con el derecho a decidir su futuro. Marruecos es una semicolonia europea, y especialmente española pues es su primer socio comercial, siendo Francia el segundo.

La herencia de Trump: el reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara

No es la primera, ni será la última vez, que el régimen alauita utiliza a su población para presionar a sus ex metrópolis (Francia y España) para lograr una mejor situación en las negociaciones con su “amigo” del norte, la UE, como se vio en los 70 utilizó la “Marcha verde” para presionar en sus aspiraciones sobre el Sáhara.

Como vimos hace unos días, el carácter semicolonial y de carcelero de miles de inmigrantes que quieren llegar a Europa le da al régimen marroquí una herramienta de presión sobre ese “amigo” colonial, la de abrir y cerrar las puertas de las fronteras. Esta crisis se ha fomentado por la política de Trump, que Biden no va a romper, una, el reconocimiento expreso de que el Sáhara es marroquí, dos, el acuerdo millonario de venta de armas a Marruecos firmado en octubre del pasado año, a cambio del reconocimiento del Estado de Israel.

Esta es la clave de unión entre la lucha del pueblo saharaui contra el régimen marroquí, y la del pueblo palestino contra el estado de Israel: ante la división interna de la Unión Europea a la hora de apoyarle en sus reivindicaciones sobre el Sáhara entre Francia, pro marroquí sin reservas, y los demás, se ha buscado un “primo de Zumosol”, que no es otro que los EE.UU.

A los EE. UU. en Marruecos no se les ha perdido gran cosa, de hecho, es un problema esencialmente europeo, es su “patio trasero” como México y Centroamérica lo es de ellos, pero sí les sirve para presionar al mundo árabe en el apoyo a un régimen, el sionista, cada vez más aislado incluso dentro de los propios EE.UU. Porque este sí es un problema estratégico para el capital norteamericano.

La descolonización del Sáhara

La izquierda del régimen española es muy proclive a levantar como consigna de apoyo al pueblo saharaui que “España cumpla sus compromisos en la descolonización, como potencia colonial que fue”. Esto no es más que pedirle a la “zorra que guarde el gallinero”.

A diferencia de Francia, Italia o Gran Bretaña, cuando fueron expulsados de sus colonias, y ya no digamos el caso portugués que fue expulsado por la vía revolucionaria, España como potencia colonial cumplió a la perfección ese papel; consiguió una transmisión de poderes de libro. Se liberó de la dominación militar directa sin que se le abriera una situación revolucionaria interna como el caso portugués, o se generaran regímenes independientes del imperialismo como Libia, Argelia o Egipto con Nasser.

El capital español, cuando percibió que la dominación sobre el Sáhara era costosa económica y políticamente hablando (en 1975 moría el dictador y la Transición estaba llegando a su apogeo), decidió que era mejor que esa dominación se hiciera a través de un intermediario, los regímenes marroquí y mauritano. Fueron los acuerdos Tripartitos de Madrid, de los que Mauritania se caería poco después.

En esos acuerdos se entregaba la administración política y militar del Sáhara a Marruecos y Mauritania, mientras el capital español se garantizaba el control de la mayoría de Fos Bucraa, las minas de fosfatos más grandes del mundo y joya de la corona del Sáhara, y a través de acuerdos pesqueros, el acceso al rico banco de pesca saharaui. El reaseguro de estos acuerdos por parte del régimen español era el mantenimiento de los enclaves coloniales de Ceuta y Melilla.

Sáhara, Ceuta y Melilla… Palestina

De la misma manera que el pueblo saharaui tiene todo el derecho del mundo a luchar por cualquier vía contra la dominación marroquí, el pueblo marroquí tiene derecho a su integridad territorial, a que Ceuta, Melilla, las Chafarinas, se incorporen a su territorio.

La incomprensión interesada de la unidad antiimperalista que supone la lucha por la independencia del Sáhara y la marroquinidad de esas ciudades es la razón de fondo por la que la izquierda española no sea capaz de desarrollar unas campañas de solidaridad con el pueblo saharaui, como hace con límites (admite la reaccionaria y fracasada política de los “dos estados vecinos”) con el palestino. Para esa izquierda instalada en el régimen, denunciar a otro imperialismo y su enclave -el yanqui y el Estado de Israel- es relativamente fácil, pero no al régimen español ni a la Unión Europea. Pero, ¿no fue Lenin el que dijo que la obligación de todo revolucionario es denunciar a su propio imperialismo?

Cuando el Sáhara fue entregado a Marruecos no es que el capitalismo español dejase de tener el control sobre la situación, sino que pasó de una situación colonial abierta, con despliegue militar y demás, a una situación semicolonial. A través de “mil hilos diplomáticos y económicos”, el capital español no solo siguió sacando beneficios de las dos riquezas fundamentales del Sáhara, sino que se le abrieron las puertas de la deslocalización de fábricas. Son centenares las empresas españolas que trasladaron sus centros productivos a Marruecos, comenzando por el mascarón de proa de esas deslocalizaciones, Inditex.

La izquierda española está imbuida por una versión cutre de la teoría del hiperimperialismo, según la cual el mundo está dominado por una sola potencia, los EE. UU.; todos los demás son sus fieles servidores. Esta es la lógica que los lleva a apoyar a regímenes “antiimperialistas” como el de Maduro, Al Assad o Gadaffi hasta su desaparición. Y es lo que los lleva a poder gritar “viva Palestina Libre”, pero son incapaces de mover un dedo por el Sáhara más allá del humanitarismo, y, menos que menos, a defender que Ceuta y Melilla son marroquíes, pues ahí tocamos hueso; el del imperialismo español y europeo y sus regímenes, del que son parte.

Solo comprendiendo la unidad de lucha de Ceuta a Palestina contra las potencias imperialistas, sean los EEUU sea la UE, será posible avanzar en la derrota de los regímenes semicoloniales que garantizan el orden capitalista.