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Desmontando los mitos sobre la inmigración

La desinformación existente acerca de las personas extranjeras.

Si escribes “los inmigrantes…” en google las primeras opciones de búsqueda que te salen, es decir, las más buscadas por los usuarios, son “… nos quitan el trabajo”, “… nos quitan las ayudas” y “… colapsan la sanidad”. Esto es solo un reflejo virtual del racismo que escuchamos día a día en conversaciones casa, el trabajo o en clase. Hemos querido escribir este artículo para demostrar que estos mitos son mentira y explicar su origen.

¿Hay una invasión migrante?

Las encuestas muestran que la población cifra la tasa de inmigración alrededor del 21% del total de la demografía española. No es de extrañar cuando “políticos” como Pablo Casado hacen constataciones categóricas como esta:

“No es sostenible un Estado de bienestar que pueda absorber a los millones de africanos que quieren venir a Europa”

¿Millones?

Según (..) Europa Press han entrado en toda Europa unos 59.000 inmigrantes por su frontera sur, la mayoría huyendo de la guerra. Para la población de la Unión Europea, todo un continente con 508 millones de personas, es una cifra ridícula: solo un inmigrante por cada 10.000 europeos.

El número de extranjeros en 2017 según el INE (Instituto Nacional de Estadística) es de 4.464.997, lo que equivale al 9,59% sobre la población total, casi tres puntos menos que en 2011; y, obviamente, no se menciona que 4 de cada 10 inmigrantes pertenecen a la Unión Europea.

¿Nos quitan el trabajo?

Una encuesta realizada a más de 7000 entrevistados por la Oficina de Empleo refleja que el 46,83% piensan que los extranjeros están «quitando el trabajo´´ a los nativos, un 41,89% se mantiene neutra a esta creencia y solo el 11,28% de los encuestados ven positivo la inmigración en el ámbito laboral.

No es casualidad que el falso mito de que los migrantes nos quitan el trabajo aparezca cuando la clase trabajadora española y migrante es golpeada por los gobiernos PPSOE (con la colaboración de CCOO y UGT) con dos reformas laborales que normalizaron el despido colectivo, la precariedad laboral y el elevadísimo paro para pagar la deuda de los banqueros y especuladores. Es decir, fue el Gobierno, las empresas y la burocracia sindical con su política de “firmar todo” quienes nos quitaron el trabajo.

Prefieren que culpemos a nuestro compañero de trabajo migrante para así evitar una respuesta de masas contra los recortes de derechos y la precariedad laboral.

Porque en épocas donde hacía falta trabajadores migrantes en el país para generar más riqueza y en general “había trabajo”, esa retórica no estaba tan difundida: según datos de la Oficina Económica de Presidencia del Gobierno por un informe de La Caixa, el 30% del crecimiento del PIB entre mediados de los años noventa y la primera década de este siglo fue consecuencia del asentamiento de inmigrantes. Un efecto positivo que se elevó hasta el 50% en el período 2000-2005.

Y las reformas laborales y recortes, combinado con el racismo que ejercen las empresas para ahorrar en costes, también les ha golpeado: los inmigrantes de media cobran un 35% menos que los trabajadores españoles, de los más de 18,5 millones personas activas en el país solo 1 de cada 10 es extranjera, a la mayoría no se les convalida los estudios superiores de sus países de procedencia por lo que tienen menos acceso a trabajos con mejores condiciones.

Además, en muchos casos reproducen la fuerza de trabajo o ejercen labores de cuidado para que otros puedan acudir a sus puestos, no cuentan con una red de apoyo y por último, sufren racismo por su aspecto o nombre en las entrevistas por lo que tienen menos posibilidades para acceder al mercado laboral. Los trabajadores migrantes no nos quitan el trabajo, son más explotados y precarizados.

Además, curiosamente a quien se achaca el desequilibrio del empleo es a las clases trabajadoras extranjeras, olvidándose de los empresarios y las multinacionales extranjeras que han llegado a España como Deutsche Bank, MC Donalds, Coca Cola, UPS, Barclays y que han sido cómplices de los que realmente han creado los desequilibrios laborales y salariales; han limitado los derechos de los trabajadores; participado en la creación de empleos precarios; corruptelas institucionales y un largo etc.

¿Se quedan con las ayudas sociales y abusan de la sanidad pública?

Con la llegada de extranjeros se piensa que por su condición de vulnerabilidad van a necesitar más ayudas o que como «vienen de países menos desarrollados´´ van a necesitar más atención médica.

La crisis ha obligado a muchas personas a pedir las ayudas económicas que pueden ofrecer las comunidades autónomas, el estado u organismos privados como las ONG. Pero estas ayudas que son un derecho y no se rigen por la nacionalidad de los individuos, son ayudas económicas accesibles para cualquier persona que esté en una situación que las instituciones enmarquen dentro del umbral de pobreza establecido.

Los datos que ofrece el Sistema Integrado de Usuarios de Servicios Sociales muestran que los extranjeros que piden esos servicios de ayudas económicas no pasan del 12,5% y los que reciben las pensiones laborales de la Seguridad Social no alcanzan si quiera el 1% por el simple hecho de que la mayoría de los extranjeros suelen ser jóvenes y adultos en edad de trabajar. Por lo tanto el 87,5% de las ayudas económicas de emergencia social y el 99% de las pensiones las reciben la población española.

Lo mismo sucede en el ámbito de la sanidad, las Encuestas Nacionales de Salud confirman que las personas que acuden a los centros médicos en su mayoría suelen ser españoles ya que las personas procedentes de otros países que suelen migrar siendo jóvenes con mejor estado de salud y con menos necesidad de atención médica constante.
También hay que señalar, que tanto las personas nativas como extranjeras tienen el mismo derecho a la sanidad, porque contribuyen por igual a la Hacienda y con ello se financian los servicios médicos.

Combatir el racismo es defender nuestros derechos juntos.

El racismo, como el machismo, la transfobia y la homofobia, que se impulsa es debido al interés de apartar las miradas de las políticas de austeridad que se están aplicando por los gobiernos y así tapar la brutal guerra contra el conjunto de los trabajadores en todo el mundo, culpabilizando a los más oprimidos.

La respuesta a los ataques de los gobiernos que proponen los partidos socialdemócratas que se suponen que deben representar “a los de abajo “como Podemos son electorales, de negociación, pacto o subordinación con los mismos gobiernos que nos explotan, oprimen y realizan devoluciones en caliente (como el PSOE) en vez de llamarnos a manifestarnos, organizarnos y luchar contra ellos.

Esta ambigüedad electoralista es aprovechada por personajes como Trump o Bolsonaro para promover políticas antimigrantes y así contentar a las empresas que saben que con ellos en el gobierno, la violencia no será ejercida a través de huelgas sino agresiones racistas y así poder seguir recortando y precarizando, y por otro, mantener a la clase obrera dividida en nativa o extranjera y así imposibilitar una organización más fuerte y consciente.

Por ello, hoy más que nunca llamamos a combatir el racismo no sólo por principio sino por necesidad. Si luchamos juntos en los puestos de trabajo y en los institutos o universidades podremos mejorar las condiciones del conjunto de la plantilla y estudiantes con más fuerza y resistencia.

Si salimos juntos y juntas a las calles será más difícil que puedan quitarnos nuestros derechos y oprimirnos más, si cabe.

Si combatimos el racismo junto a nuestro compañero o compañera racializada ya estamos construyendo un movimiento antirracista y de clase.

Muchos ya somos activistas migrantes y estamos dispuestos a luchar contra el Gobierno de la explotación y las fronteras.

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