Emir Sader, en un blog del diario Publico, escribió el pasado 5 de octubre un articulo que se titulaba: «¿El trotskismo se ha vuelto un cambalache?», donde formulaba una serie de preguntas, además de hacer unas caracterizaciones; «Dónde están las experiencias victoriosas basadas en las tesis trotskistas, para que puedan evidenciar que la práctica les da razón? ¿Qué gobiernos han seguido sus orientaciones y han trasformado revolucionariamente la realidad? ¿Dónde, cuándo, de qué forma, con quienes?»

Es obvio que la trampa intelectual para discutir es un buen recurso… El trotskismo es el leninismo actual, y no existiría si la Revolución de Octubre no se hubiera producido. Así que la Revolución de Octubre es un ejemplo de un gobierno dirigido por marxistas revolucionarios, Trotski y los bolcheviques, que contó con el apoyo de otros marxistas revolucionarios desde Rosa Luxemburgo hasta Andreu Nin.

Es cierto que el trotskismo actual tiene una manía de hacer balances en condicional; «si hubiera habido….»; «si el partido….». Esos condicionales hacen a la política ficción, no se puede saber lo que hubiera pasado puesto que las fuerzas en conflicto implicadas en una revolución (y la obvia contrarrevolución) no determinan de manera mecánica que aunque se dieran todas las condiciones para el triunfo, éste se daría inexcusablemente. Además, no existe la perfección, y seguro que alguna variable faltaría, por lo que el resultado de la lucha es… , resultado de la lucha de clases y por lo tanto aleatorio, dependiente de las correlaciones de fuerzas concretas.

Pero lo que Sader obvia es que sí se puede hacer balance, y eso si que no es política ficción, de los gobiernos «revolucionarios» de Castro, de Mao, … o los progresistas (diferenciemos, Chavez es un militar burgués, Castro dirigió la expropiación de la burguesía, no mezclemos el tocino con la velocidad). Dónde están ahora, después de expropiado a la burguesía unos, o de haber construido gobiernos «antiimperialistas». ¿Estamos más cerca del socialismo o por el contrario, con sus políticas han arrastrado por el barro al marxismo y al mismo socialismo, desprestigiándolo delante de millones de seres humanos, que han quedado sin alternativa?.

Sería recomendable que Sader, en vez de obsesionarse con el trotskismo -los apologistas de los gobiernos burgueses progresistas de AL parecen un filme mudo, aquellos en que el policía le pega a uno que está en la hilera, y éste, se vuelve y le pega al de al lado; los de al lado son los trotskistas-, debería seguir el consejo del vicepresidente de uno de esos gobiernos, el Boliviano.

Me refiero a Garcia Linera cuando dice: «En política y, en general, en todas las lucha de las clases sociales, las acciones del adversario no son las únicas que explican los resultados finales, a saber, alguna victoria, sino que son nuestras propias acciones o inacciones, las acciones de las clases y los sectores laboriosos, las que convierten las agresivas acciones del adversario en condición eficiente, produciendo un tipo de resultado favorable a unos y contrario a otros.»

No será que son esas «acciones y omisiones» de los gobiernos progresistas y sus apologistas, las que han abierto las puertas a Bolsonaro, a Macri, a Trump, a la extrema derecha en Europa, … Más mirarse la viga en el propio ojo, que la paja en ojo ajeno; no vaya a ser que los autores del «cambalache» sean otros.

Por último, el artículo de Sader demuestra a donde puede llegar el perder de vista el carácter de clase del estado. Desde un punto de vista de CLASE, es decir, de la clase obrera, Kirsnher es igual a Macri, Lula a Bolsonaro, Salvini y Sanchez… Son gobiernos burgueses, y ambos defenderán la explotación capitalista y el saqueo imperialista de los pueblos oprimidos. Lo que varía es la forma, la apariencia en algunas de sus consecuencias políticas, las concesiones a la clase trabajadora y los pueblos, que por cierto nadie regala: por utilizar un símil muy manido, unos son el «policía malo» y otros el «policía bueno»; pero ambos tienen el mismo objetivo.

Pero claro Sader y el marxismo van por caminos distintos, porque si la apariencia de un fenómeno (los gobiernos progresistas y sus medidas conciliadoras) coincidiera con su esencia (gobiernos burgueses), esta discusión no sería necesaria. Pero lo es, porque muchos confunden la apariencia del reformismo con una esencia revolucionaria… Y eso es engañar a la población.

Cuando ésta se siente engañada en sus aspiraciones de acabar con la explotación y el saqueo, y se encuentra con el cortoplacismo electoral de las migajas en forma de políticas «progresistas» (¿las «acciones y omisiones» de Garcia Linera?), nos encontramos con el peor enemigo de la lucha de clases revolucionaria, la decepción y el escepticismo… Por este hueco entran los Bolsonaros, Macris y demás elementos de la extrema derecha.

El cambalache lo han formado los gobiernos que hablaban de socialismo (del siglo XXI o del que sea), de la clase trabajadora y sus necesidades, … y se quedaron en migajas que como mucho paliaban las desigualdades sociales, pero no las abolían. Esos, con sus «acciones y omisiones» los únicos responsables de lo que está sucediendo, así que dejen en paz al trotskismo; que ya está bien de buscar culpables en otros.