Las imágenes de la detención de Lula (acusado y condenado por corrupción durante su gobierno) recorrieron el mundo y se transformaron en un hecho político de repercusión mundial. No es casualidad: Lula fue, en la década de 1980, obrero metalúrgico y dirigente sindical, y encabezó importantes huelgas contra la dictadura militar (por ello, fue detenido un mes); es el principal dirigente del Partido de los Trabajadores (PT), fue diputado, y finalmente presidente del Brasil entre 2002 y 2010. Se transformó en una de las figuras más conocidas de la política internacional y referente de numerosas organizaciones de izquierda en el mundo.

Por: Alejandro Iturbe

Junto con la foto de su actual detención, muchas de esas organizaciones exponen otra que le tomó la policía en 1980. El mensaje que intentan dar es claro: “La actual prisión de Lula tiene el mismo significado de aquella: se lo persigue por haber sido un luchador por los derechos de los trabajadores. La burguesía brasileña y el imperialismo se están cobrando revancha por lo que Lula hizo a favor de las masas”. Por ejemplo, el presidente de la CUT (Central Única de Trabajadores) declaró: “Él (Lula) está preso porque enfrentó al capitalismo…”[1].

Muchos trabajadores en todo el mundo simpatizan con esta campaña o la apoyan. Casi seguramente no caen en la exageración del jefe de la CUT, ya que aceptan que Lula fue corrupto, como lo son todos los gobernantes que administran el Estado burgués. Pero piensan que, a diferencia de los políticos tradicionales, “Lula robó pero repartió” (a los trabajadores). Mientras que los otros (como Michel Temer o Mauricio Macri), solo “roban y no reparten”. Además, estos políticos son tanto o más corruptos que Lula y, por eso, es muy injusto que solo él esté preso.

La campaña por la defensa y la libertad de Lula en el mundo abarca un amplísimo bloque: los gobiernos de Cuba, Venezuela y Bolivia; el kirchnerismo argentino; los partidos comunistas; Jean-Luc Melénchon del Frente de Izquierda francés; la socialdemocracia europea; Pablo Iglesias, del Podemos español; y muchas organizaciones que provienen del trotskismo, como las que pertenecen al CIT (Comité por una Internacional de Trabajadores); el PO y el PTS argentinos; etc.

En varios artículos, el PSTU brasileño, la LIT-CI y sus secciones (casi en total soledad dentro de la izquierda mundial) han expresado que no forman parte de esa campaña y explicado por qué se oponen a ella. Las respuestas que hemos recibido han sido, en muchos casos, acusaciones que llegan a afirmar que, por esa posición, somos “aliados de la derecha y del imperialismo”. Ya estamos acostumbrados a ese método, creado por el estalinismo, de encubrir los debates políticos con falsas acusaciones. Por nuestra parte, no vamos a responder a esas provocaciones sino que nos enfocaremos en los debates políticos.

El mito de los “gobiernos progresistas”

Sobre los gobiernos de Lula y el PT (y otros en Latinoamérica y el mundo) se ha ido construyendo una “leyenda” o, como se dice actualmente, un “relato”. Es decir un conjunto de falsedades que tratan de ocultar la realidad para que sea aceptado como la “verdad”.

El punto de partida de este “relato” es que Lula y el PT encabezaron “gobiernos populares” o “progresistas”, al igual que los de Chávez-Maduro, en Venezuela; Evo en Bolivia; Correa en Ecuador; y los Kirchner en Argentina. En esta versión de la historia, ellos gobernaron enfrentando a las oligarquías burguesas y al imperialismo y, en la medida de sus posibilidades, dieron grandes conquistas a los trabajadores y a las masas.

Esto lo expresa con claridad un comunicado emitido por la Cancillería cubana durante el proceso de impeachment a Dilma Rousseff: “Este golpe contra la democracia brasileña forma parte de la contraofensiva reaccionaria de la oligarquía y el imperialismo contra la integración latinoamericana y los procesos progresistas de la región”. Pero esta versión del “relato” avanza aún más: llega a ubicar como parte de este “campo progresivo” a Putin en Rusia y al régimen chino: el “golpe” “va dirigido también contra los países del llamado grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que constituyen un conjunto de poderosas economías que han desafiado la hegemonía del dólar estadounidense”.[2]

El debate sobre los gobiernos “progresivos” es uno de los temas centrales de este artículo. Lo que realmente excede lo racional es considerar “progresistas” a Putin, que encabeza un régimen completamente reaccionario y represivo en su país y es el principal respaldo del genocida Assad en Siria, o al régimen dictatorial chino que garantiza uno de los peores niveles de superexplotación capitalista de los trabajadores en el mundo.

Vayamos a un problema aún más profundo: ¿qué significa definir a esos gobiernos como “populares”? ¿Cuál es su carácter de clase: son burgueses o no? ¿Para quién gobernaron realmente? Para nosotros, claramente son burgueses, y esta primera definición (prioritaria para cualquier análisis y política marxistas) es clave para entender todo el debate posterior.

Gobiernos burgueses hasta la médula

Afirmamos que Lula y el PT encabezaron gobiernos burgueses hasta la médula: gobernaron con y para la burguesía. Veamos algunos ejemplos del primer aspecto. Henrique Meirelles tiene una larga trayectoria como altísimo ejecutivo de bancos internacionales: fue presidente regional del Bank of Boston y miembro del Consejo del Lloyd británico. Hasta hace poco, era ministro de Finanzas del gobierno de Michel Temer y es acusado de ser uno de los ideólogos de los durísimos ataques que este gobierno lanza contra los trabajadores. Ahora, una sorpresa: durante sus dos gobiernos, Lula designó y mantuvo a Meirelles como presidente del Banco Central (es decir, el responsable de la importantísima política monetaria).

El gobierno Dilma continuó a fondo esta línea de “gobernar con la burguesía”: nombró como ministro de Hacienda a Joaquim Levi, economista formado en la Universidad de Chicago y antiguo colaborador del FMI y del Banco Central Europeo. En el Ministerio de Agropecuaria designó a Kátia Abreu, hacendada y líder del sector burgués del agronegocio.

Sobre lo de “gobernar para la burguesía” dejemos hablar a la propia burguesía: “Los bancos ganaron ocho veces más durante los mandatos de Lula que durante los de su predecesor”.[3] No fueron los únicos que se llenaron los bolsillos: también lo hicieron las grandes empresas industriales, como la GM; las compañías mineras, como la Vale do Rio Doce; los grandes productores agrarios; y las empresas constructoras. Y estos gobiernos autodenominados “populares” se enorgullecían de ello. En un discurso realizado en la Bolsa de Comercio, cuando todavía era presidente de la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner afirmó: “Los bancos nunca ganaron tanto como con este gobierno”.[4] Esta es la realidad: todos ellos garantizaron inmensas ganancias para la burguesía y el imperialismo, incluido los más “rojos”, como el chavismo.

En ese “gobernar para la burguesía” hubo sectores burgueses menores o de segunda línea que se asociaron íntimamente con los gobiernos del PT y dieron un salto en su tamaño. Fue el caso de los hermanos Joesley y Wesley Batista, dueños de la JBS-Friboi que, además de sus inversiones en Brasil, compró frigoríficos en Argentina, Uruguay, Australia y EEUU y se transformó en la principal empresa de carnes del mundo, gracias a los créditos del estatal BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social). No fue casualidad que el citado Meirelles, después de dejar el Banco Central, pasara a ocupar el cargo de presidente de la JBS, durante el gobierno de Dilma Rousseff.

También gracias a esos créditos y a las obras que le otorgaron los gobiernos del PT, la constructora Odebrecht se transformó en la principal de este rubro en el país. Además, entró en el juego internacional, con grandes negocios en Angola y en la construcción del “puerto libre” de Mariel, en Cuba. En un plano similar de importancia, cabría agregar el proyecto (un tanto delirante) de transformar la estatal Petrobras en una de las grandes empresas petroleras del mundo y usufructuar los negocios que derivaban de este crecimiento.

Al garantizarle esos grandes negocios a la burguesía, Lula y el PT se sumergieron hasta el cuello en la corrupción típica de los regímenes burgueses (coimas, “propinas” y asociaciones). No es casual que sean estas las tres principales fuentes que alimentan las actuales causas judiciales por corrupción. Seamos sinceros: no son los únicos “salpicados”. Todas las figuras y partidos importantes del Brasil están involucrados. Pero es una hipocresía completa presentar a Lula y el PT como “honestos” cuando fueron parte muy activa en ese “juego sucio” de corrupción de la política burguesa.

A partir de esos negociados y beneficios, muchos de los principales dirigentes del PT fueron ellos mismos transformándose en burgueses. Fueron, por ejemplo, los casos de Antonio Palocci (hoy preso) y del fallecido Luiz Gushiken. La propia familia de Lula es un ejemplo: su hijo Fábio Luiz es dueño de la empresa Gamecorp, que en los últimos años había recibido “aportes de capital” por varias decenas de millones de dólares de compañías como la telefónica Oi y la cervecería Petrópolis. Es un proceso similar al que se dio, por ejemplo, con la llamada “boliburguesía” del chavismo venezolano.

El propio Lula, después de dejar la presidencia, formó el instituto que lleva su nombre, supuestamente “sin fines de lucro” y dedicado a “impulsar la cooperación entre Brasil, Latinoamérica y África”. Tiene una compañía asociada (LILS Palestras), que contrataba “conferencias” de Lula para asesorar a empresas brasileñas y extranjeras en esos negocios (ya vimos la incidencia de la Odebrecht en Angola y Cuba). En cuatro años, la LILS tuvo ingresos por 9 millones de dólares. Si se considera que Lula dio unas 30 “charlas” en esos años, y cada una se cotizaba al módico precio de 300.000 dólares por unas horas de “trabajo”[5], ¡nada mal para un ex obrero metalúrgico! En el mismo lapso, el Instituto Lula recibió aportes por cerca de 12 millones de dólares, 60% de los cuales provenía de empresas constructoras. En realidad, tanto el instituto como la LILS eran coberturas para un tipo de negocio semilegal que el derecho burgués llama “tráfico de influencias”, que facilita negocios más grandes con el Estado. En este caso, especialmente con la Petrobras[6].

Lula tuvo un fuerte viento de cola de la economía capitalista mundial

Cuando damos todos estos elementos, nuestros opositores nos responden que los gobiernos de Lula “sacaron a 30 millones de brasileños de la pobreza” (algo así como una forma estadística del “roba pero reparte”). El dato estadístico es real: entre 2003 y 2010, la pobreza en el Brasil bajó de 36 a 17% de la población[7].

Sobre la base de esta realidad, el tema en debate es que para nosotros esta disminución de la pobreza no se debió esencialmente a las virtudes de la política de Lula sino a un factor objetivo: la situación de la economía capitalista mundial, y de la brasileña en ese marco, durante esos años.

En 2002, comenzó un período de ascenso de la economía mundial, con uno de sus motores en China y otros países de Asia. Eso hizo que, durante varios años, aumentasen constantemente los precios de los alimentos y las materias primas. Un proceso que se veía acentuado por la especulación que se realizaba alrededor de los “contratos a futuro” en la comercialización de estos productos. Por ejemplo, el barril del petróleo llegó a cotizarse a 140 dólares en 2008 (hoy se cotiza en 65); la tonelada de soja llegó a superar los 600 dólares (hoy se cotiza por debajo de los 400); la tonelada de hierro llegó a cotizarse por arriba de los 180 dólares (hoy está por debajo de los 60), etc.

Durante varios años, los países latinoamericanos exportadores de materias primas, como Argentina, Brasil, Bolivia, Perú y Venezuela (incluso expoliados) recibieron ingresos adicionales muy grandes, expresados en los saldos favorables de su balanza comercial. A pesar de la crisis abierta en 2007-2008, los precios altos se mantuvieron y, aunque menor, la “bonanza” de esos países exportadores se extendió hasta 2011 (por la política del régimen chino, que mantuvo alta su demanda de materias primas y, además, hubo un gran aumento de la especulación en los contratos a futuro).

Entre inicios de 2003 y finales de 2010 (los ocho años de gobiernos de Lula), Brasil tuvo un saldo favorable acumulado de la balanza comercial de casi 260.000 millones de dólares[8]. Además de los altos precios de las materias primas, el país se vio beneficiado porque, desde hace varias décadas, las empresas imperialistas lo eligieron como el “centro industrial regional” de Sudamérica y como plataforma de sus exportaciones a la región.

Si a esto le sumamos su gran mercado interno, no es casual que haya sido destino de una cantidad importante de IED (Inversiones Extranjeras Directas) que arrancaron con un piso muy bajo en 2003 y alcanzaron su mayor pico en 2010. En esos años, las IED ingresadas al país acumularon 216.300 millones de dólares.

Era lógico: las empresas extranjeras querían aprovechar las grandes oportunidades de negocios que les ofrecía Brasil, junto con la “seguridad jurídica” y la “paz social” que les garantizaba Lula. En este marco, la burguesía brasileña también invertía para obtener su parte menor del negocio.

La pobreza disminuyó por factores objetivos

Si analizamos objetivamente los datos, vemos que el principal factor que hizo disminuir la pobreza fue la creación de empleos que se generó por esa fase favorable del comercio mundial y por las inversiones que realizaron la burguesía imperialista y la extranjera.

La tasa de desempleo medida oficialmente bajó de 12,2% que Lula recibió del gobierno de Fernando Henrique Cardoso en 2003, hasta 6,8% con que entregó el gobierno a Dilma Rousseff en 2010[10]. En 2010, la PEA (Población Económicamente Activa) del Brasil se aproximaba a 120 millones de personas. Por lo tanto, esa disminución del desempleo significó la creación de cerca de 6.500.000 nuevos puestos de trabajo. Si consideramos un promedio de cuatro integrantes por familia, obtenemos 27 millones de personas, cifra que representa 90% de aquellas que se estima salieron de la pobreza.

En otras palabras, entre 2003 y 2010 la pobreza en el Brasil no disminuyó esencialmente por la “habilidad política” ni la “sensibilidad social” de Lula (menos aún por su supuesto combate a las oligarquías burguesas y al imperialismo) sino por factores objetivos: la fase ascendente del capitalismo mundial y brasileño en esos años. Lo mismo podemos afirmar de lo sucedido en Venezuela con Chávez, o en Argentina con los Kirchner.

¿Por qué decimos que lo esencial fueron los factores objetivos? Veamos otro país sudamericano: Colombia. Entre los años 2002 y 2012, la pobreza en ese país disminuyó de 49,7% de la población a 32%[11]. Es un porcentaje de reducción apenas un poco menor que el que registran los gobiernos de Lula. La base de esta caída es la misma que en el Brasil: entre 2001 y 2014, el desempleo contabilizado oficialmente bajó de 17,8 a 7,7%.

Pero en Colombia no hubo “gobiernos populares”. Gran parte de la disminución de esos indicadores se da bajo los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), considerado, con justicia, uno de los presidentes más reaccionarios y derechistas del continente, íntimamente asociado al imperialismo yanqui. Posteriormente, lo sucedió Juan Manuel Santos Calderón, también del Partido Conservador.

En este punto, los defensores del argumento de la “disminución de la pobreza” o de la “creación de empleo” como principal elemento para caracterizar un gobierno como “popular” se encuentran ante un callejón sin salida. O comienzan a decir que “el capitalismo no es tan malo y a veces da respiros” (creo que es lo que en el fondo piensan) o empiezan a incluir a Uribe dentro de los “gobiernos populares”.

¿A quiénes les “repartió” Lula?

Podemos decir que los gobiernos de Lula (al igual que los de Chávez o los Kirchner) recibieron “una vaca gorda de regalo” por toda la dinámica de crecimiento de la economía brasileña: según datos del Banco Mundial su PIB (Producto Interno Bruto) se triplicó entre 2002 y 2010, medido en dólares corrientes (ubicándola como la octava economía del mundo) (12).

¿Qué hizo Lula con esa “vaca gorda”? ¿Quién recibió la gran mayoría de la “leche” y de la “carne”? En primer lugar, como vimos, les aseguró grandes negocios y fabulosas ganancias a la burguesía imperialista y a la brasileña. No solo en las actividades productivas sino también en la especulación financiera que alentaban el dólar barato y las altas tasas internas de interés bancario. Especulación que también era alimentada por la emisión de deuda pública (que acumula las clasificadas como “externa” e “interna”).

En segundo lugar, destinó cantidades aún más gigantescas en concepto de pago de esa deuda pública. Entre 2003 y 2010, sus gobiernos pagaron el equivalente a casi 1,3 billones de dólares (trillones en portugués e inglés). Para que se tenga una idea de qué estamos hablando, en 2010, estos pagos representaban 36% del presupuesto federal total del Brasil y, en 2014 (ya durante el gobierno de Dilma) habían crecido a 47% (13).

A estos dos grandes succionadores de la riqueza nacional debemos sumar también lo que “desaparecía” por la corrupción del gobierno y el resto de los políticos burgueses. Pero este “canal” era, en realidad, mucho menor y secundario.

Entonces, quedaba muy poco para “repartir a los pobres”. Lo más destacado en este terreno es la llamada “Bolsa Família”, una ayuda mensual de entre 10 y 70 dólares por persona a aquellas familias cuyos miembros tenían una renta mensual promedio menor a los 50 dólares. En 2010, la ayuda benefició a casi 13.000.000 de familias (unos 50.000.000 de brasileños). Ese año, el presupuesto total para la “Bolsa Família” fue de poco más de 4.000 millones de dólares[14]. ¡Menos de 1% de lo que se destinó al pago de la deuda pública!

Estuvo también el proyecto “Minha Casa, Minha Vida”, creado en 2009 y destinado a la construcción de viviendas populares básicas. Su target no era el segmento más pobre de la población sino un sector social ubicado más arriba: familias cuya renta se ubicaba entre 3 y 6 salarios mínimos y que, luego de pagar un anticipo, podían acceder a los créditos que otorgaba el banco estatal Caixa Econômica Federal.

Desde su creación en 2009 y hasta mayo de 2015 (gobierno Dilma) se había destinado un total aproximado de 46.000 millones de dólares para la construcción de unas 2.200.000 viviendas. Estaban planificadas alrededor de 1.700.000 más para los próximos meses y años[15]. Si hacemos números, este proyecto recibió un promedio de 9.000 millones de dólares anuales. ¡Menos de 2% de lo que se destinó al pago de la deuda pública! Además, se les aseguraban buenos negocios a las empresas constructoras: el costo de cada vivienda era de alrededor de 14.000 dólares y el precio de venta de casi 24.000. Es decir, una ganancia superior a 70%[16].

Al mismo tiempo, es importante destacar que este plan estaba muy por debajo de las necesidades de los trabajadores y las masas brasileños. En 2009, el déficit habitacional del país se calculaba en 5.703.000 viviendas; en 2015, alcanzaba casi 6.200.000[17].

Lula no cambió nada en el Brasil

Somos conscientes de que, para muchas personas, la “Bolsa Família” significaba la diferencia entre morir o no de hambre. O que las familias trabajadoras beneficiadas por “Minha Casa, Minha Vida” pudieron acceder a la compra de una vivienda propia que, de otro modo, les hubiera sido casi imposible. Seguramente, esas familias tienen una profunda gratitud y un gran cariño hacia Lula.

Lo que estamos diciendo es que sus gobiernos no cambiaron nada en la estructura económico-social del Brasil. Que antes, durante y después de sus gobiernos los dueños del país y los que se apropian de la riqueza producida son los bancos nacionales y extranjeros, la gran burguesía industrial, las constructoras, las empresas de minería y los hacendados del agronegocio.

Veamos esto en números. En 2015, luego de 13 años de gobiernos del PT, la Receita Federal (organismo recaudador impositivo) estimaba que menos de 1% de la población acumulaba 30% de la riqueza del país. Dentro de ellos, 0,3% (71.000 brasileños) acumulaba 22% de esa riqueza[18]. Las cifras reales seguramente eran mayores, ya que ese segmento acostumbra esconder ingresos y propiedades para evadir impuestos.

Por detrás de estos datos estadísticos (y de lo poco que realmente se dedicó a “repartir” el PT) está la durísima realidad de los trabajadores brasileños: los bajos salarios, la inflación que los erosiona aún más, el deterioro extremo de la salud pública (que ya provoca colapsos completos, como en el caso de Río de Janeiro y otros Estados), la degradación de la escuela pública, el caos del transporte en las grandes ciudades, la inseguridad y el aumento constante de la violencia urbana, etc.

Hay un dato secundario pero significativo: entre 2003 y 2010, la cantidad de presos en el país se duplicó: pasó de 308.000 a 622.000[19]. Esta cifra ubica al Brasil como el cuarto país del mundo en población carcelaria. En 2015, se estimaba que 61% de los detenidos eran negros y 55% jóvenes[20], provenientes de los barrios periféricos de las grandes ciudades. Gran parte de estos presos se hacinan en condiciones inhumanas de detención.

Un último elemento sobre este aspecto del debate: las muy débiles medidas sociales de los gobiernos de Lula y el PT no representan ningún tipo de enfrentamiento con las “oligarquías burguesas” y el imperialismo. Por el contrario, son recomendadas por la ONU y sus organismos controlados por el imperialismo como “medidas compensatorias”, porque apuntan a limar un poco las peores consecuencias del capitalismo y evitar explosiones sociales, a la vez que le dan, entre los sectores más pobres, una base electoral “clientelista” a los partidos de gobierno. Por eso, no son exclusivas de los gobiernos autodenominados “populares”. Volviendo al muy reaccionario Uribe, en Colombia: entre 2002 y 2010, aumentó un 47% el gasto en programas de asistencia social[21].

Lula, hombre del imperialismo

Otra parte del “relato” dice que Lula se enfrentó con el imperialismo. Nada más alejado de la realidad. Ya hemos visto que les garantizó a los bancos y empresas extranjeras los mejores negocios dentro del Brasil, y que pagó centenas de miles de millones de dólares por la cuestionada deuda externa.

Lula fue, en realidad, uno de los políticos más queridos y apoyados por los principales dirigentes políticos y empresariales del imperialismo. Pero dejemos que ellos mismos lo demuestren.

En la reunión del G-20 realizada el día 2 de abril de 2009, en Londres, el entonces presidente de EEUU, Barack Obama, se saluda con Lula, mira para el primer ministro australiano, Kevin Rudd, y le dice, señalando a Lula:“¡Este es el hombre! ¡Yo quiero mucho a este hombre!”[22]. Aunque no hubo tantas demostraciones de afecto, George W. Bush también mantuvo excelentes relaciones con Lula.

El imperialismo lo quería tanto que incluso le rindió homenajes. En 2010, durante la reunión anual del Foro Económico Mundial de Davos (donde, en medio del gran lujo de esa ciudad suiza, se reúnen los principales dirigentes políticos y empresariales del mundo), Lula recibió el recién inaugurado premio de Estadista Global de manos del presidente y fundador del Foro, Klaus Schwab[23].

Pero si hay un hecho que demuestra que Lula era realmente un hombre muy útil al imperialismo fue la invasión y ocupación militar de Haití, camuflada como “misión de paz” de la ONU (Minustah). Entre 2004 y 2017, tropas de varios países sojuzgaron y reprimieron al pueblo haitiano, violaron a sus mujeres y hasta a sus niños. Todo eso al servicio del proyecto del imperialismo estadounidense de instalar maquilas con trabajo semiesclavo. El principal contingente de soldados y el comando de la Minustah era del ejército brasileño, enviado por Lula, que así ayudó al gobierno de George Bush a tratar de resolver un “problema”.

Es uno de los episodios más tristes e indignos de la historia reciente contra el heroico pueblo que entre 1791 y 1804 realizó una de las mayores revoluciones de la historia por su independencia, y la única protagonizada por esclavos negros. Por eso, cuando nos dicen que Lula enfrentó al imperialismo, debemos responderles: ¡Recuerden Haití!

Sobre el “golpe”…

El “relato” sobre los “gobiernos populares” de Lula y el PT avanza luego con la afirmación de que contra esos gobiernos se desarrolla una “contraofensiva reaccionaria de la oligarquía y el imperialismo”, como dice el comunicado de la Cancillería cubana. En el Brasil, esa “contraofensiva reaccionaria” se expresaría en el “golpe” que habría significado elimpeachment de Dilma Rousseff.

En numerosos artículos del PSTU y de la LIT-CI hemos respondido tanto a la tesis de la “onda reaccionaria” como a la del golpe. Extendería aún más este artículo desarrollar esos análisis y argumentos. Recordemos que consideramos que no hubo ningún “golpe”, porque todo el proceso se dio dentro de los canales previstos por la actual Constitución brasileña y sin modificar el régimen democrático-burgués vigente. Que lo sucedido expresaba la puja entre dos fracciones burguesas y que la mayoría de la burguesía brasileña había decidido descartar una herramienta de gobierno (el PT y sus aliados) y comenzar a gobernar con otra coalición burguesa y su base parlamentaria (básicamente MDB-PSDB). Esto se producía en un momento en que una parte importante de los trabajadores y las masas estaban rompiendo con el PT y no estaban dispuestos a movilizarse en defensa de Dilma. Es eso lo que permitió que un Congreso desprestigiado y corrupto pudiese desplazar tranquilamente al PT del gobierno.

Pero la tesis del golpe le viene muy bien a Lula y al PT. En primer lugar, les “lava la cara”: no es el momento de críticas y de hacer el balance profundo de sus gobiernos porque es la hora de “unir fuerzas contra el enemigo” y de “defender la democracia frente al golpe”. En segundo lugar, la gran mayoría de las organizaciones que se ubicaban a la izquierda del PT, como el PSOL, abandonaron toda crítica a este partido y fueron a juntarse con él en el Frente Brasil Popular y en el Frente Povo Sem Medo.

…y el “neofascismo”

Ahora, la tesis de la “onda reaccionaria” y el “golpe” han dado un salto: lo que enfrentamos en la actualidad es directamente el peligro del neofascismo. Para esta definición se consideran básicamente estos hechos: el crecimiento de las intenciones de voto a la candidatura presidencial del diputado de extrema derecha, Jair Bolsonaro (20%), la intervención militar decretada por el gobierno de Michel Temer en el Estado de Río de Janeiro, las declaraciones del Comandante del Ejército antes de la prisión de Lula y el asesinato de la concejal del PSOL, Marielle Franco (nacida en la favela de la Maré), en la capital de ese Estado. El artículo del militante del PSTU, Gustavo Lopes Machado, analiza y responde por qué no hay un proceso neofascista que avance en el Brasil[24]. Veamos un poco los hechos que se consideran.

Jair Bolsonaro es un ex militar, actual diputado por Rio de Janeiro. Es una persona repugnante, de estilo provocador, que transmite una ideología de extrema derecha, racista, machista y homofóbica. Junto con eso, expresa un hipócrita discurso anticorrupción dirigido contra todos los viejos políticos brasileños. En el marco de la crisis política del país y de la decepción cada vez mayor con la “democracia burguesa”, eso permitió que, además del apoyo de sectores medios reaccionarios, fuese ganando peso en sectores obreros y populares asqueados con el sistema. Pero, aunque su discurso sea de extrema derecha, su accionar político no tiene nada que ver con el fascismo: se desarrolló y se desarrolla dentro del actual régimen democrático burgués, sin ninguna intención de modificarlo. Bolsonaro no está construyendo una organización fascista con militantes y grupos de choque al estilo, por ejemplo, del partido griego Aurora Dorada.

La intervención militar en Rio de Janeiro debe ser repudiada y combatida. Pero no es una medida para cambiar el actual régimen político sino para defenderlo frente a la crisis casi agónica del gobierno estadual de Luiz Fernando Pezão. Las declaraciones del general Villas Boas también deben ser repudiadas y exigirse que se lo destituya o se lo sancione. Pero son solo eso: una declaración que se suma a las muchas que hicieron diversas figuras del Brasil a favor o en contra de la prisión de Lula.

El hecho más preocupante de todos los enunciados es el asesinato de Marielle y el de Anderson, su chofer, por parte de las “milicias” de Rio de Janeiro. Estas “milicias” son grupos armados paramilitares compuestos por policías y soldados (o ex miembros de esas fuerzas). Surgidas supuestamente para combatir y desalojar de las favelas a las organizaciones de narcotraficantes (los “comandos”), las “milicias” terminaron ellas mismas por “gerenciar” sus propias acciones de delincuencia organizada.

Si bien se trata, hasta ahora, de un episodio aislado, estos asesinatos son el único hecho que se podría considerar que presenta algún elemento fascista. Por eso mismo, es tan importante unirse y movilizarse por su esclarecimiento y por el castigo a los culpables. Pero en lugar de concentrarse en esta tarea, los defensores del “peligro neofascista” vuelcan la mayoría de sus esfuerzos en la campaña por la libertad de Lula, cuya prisión expresaría el principal avance de ese peligro.

Por ejemplo, el escritor argentino Mempo Giardinelli escribe en un artículo publicado en el diario Página 12 (vocero del kirchnerismo) que, con la prisión de Lula “Brasil muestra en esta horas lo peor y más descarnado del fascismo contemporáneo”.

¿Cómo debería combatirse un verdadero “peligro fascista”?

El “relato” del “peligro fascista” cumple varias funciones. En primer lugar, busca acentuar aún más la necesidad de “cerrar filas en la izquierda” (es decir, unirse con Lula y el PT) para enfrentar al “enemigo común”. Como expresó uno de los oradores en el acto conjunto del PT, el PCdoB, el PSOL, artistas y personalidades (realizado en Rio de Janeiro, antes de la prisión de Lula): “en la lucha contra el fascismo somos todos camaradas”.

Pero el verdadero objetivo de la formación de este actual “frente antifascista”, tal como es formulado por quienes lo proponen, es encubrir la estrategia de un frente electoral “Lula presidente” como expresión de la supuesta lucha popular contra la derecha y el fascismo. La realidad es que no se llama a ninguna medida concreta para combatir el “peligro fascista”, tal como expresa el artículo del militante del PSTU, Bernardo Cerdeira[26].

El verdadero fascismo, como el que se desarrolló en Italia en la década de 1920, en Alemania con los nazis, en España con los falangistas y franquistas, y hoy en Grecia con Aurora Dorada, no tiene nada que ver con lo que sucede en el Brasil. Pero si quienes han creado este frente creen realmente que en el país se enfrenta un “peligro neofascista” deberían proponer una política muy clara: la más amplia unidad para organizar y movilizar a los trabajadores y a las masas para enfrentar en las calles ese peligro.

Un aspecto esencial en esta política sería la preparación de la autodefensa de las masas y sus organizaciones. Lo que incluye la preparación para los inevitables choques físicos y armados con las bandas fascistas. Pero, en lugar de proponer esto, nos dicen que hay dar un combate electoral o dentro de la justicia burguesa.

Sobre las injusticias de la justicia burguesa

Uno de los argumentos más utilizados por los que piden la libertad de Lula es que él está sufriendo una injusticia porque otros políticos importantes también involucrados en la corrupción, como el propio presidente Michel Temer, Aécio Neves, José Serra o Geraldo Alckmin, están libres y sus causas judiciales demoradas o prescriptas.

Nosotros no tenemos ninguna confianza en la Justicia burguesa ni en el juez Sergio Moro, la figura más destacada de estas causas judiciales contra la corrupción (la llamada operación Lava Jato). Consideramos que esta Justicia es tan podrida y corrupta y al servicio de los intereses de la burguesía como las demás instituciones del régimen. Sin embargo, por razones que requerirían un análisis específico, la operación Lava Jato y otras similares llevaron a la luz muchos casos de corrupción de los principales políticos.

Es cierto, por otro lado, que el desarrollo de estos procesos y sus ritmos estuvo profundamente influenciado por las necesidades más concretas de determinados sectores de la burguesía (como el hecho de que su condena sacaría a Lula de la carrera electoral en beneficio de otros candidatos). En esto, Lula y sus defensores tienen razón: hay una injusticia, porque él es el único “pez gordo” preso mientras los otros están libres.

Lo justo sería que, si todos, incluido Lula, están sumergidos hasta el cuello en la corrupción burguesa, todos deben ir presos (que es el sentimiento de gran parte de los brasileños). Pero en vez de luchar por esto, nos responden con la propuesta de “Lula libre”. Lo que, en el fondo, quiere decir “todos libres”. Algo que se expresó, por ejemplo, en la posición de varios senadores del PT que, el año pasado, manifestaron que votarían contra la separación del senador Aécio Neves de su cargo, un paso previo para que fuese preso si era condenado[27]. O cuando Lula condenó públicamente la prisión por corrupción de los ex gobernadores de Rio de Janeiro, Cabral y Garotinho[28].

Por otro lado, quienes esperaban que la resistencia a la prisión de Lula frente al sindicato metalúrgico de São Bernardo dos Campos se transformase en una insurrección contra el sistema o, por lo menos, en un gran proceso de “desobediencia civil”, quedaron decepcionados. Lula se entregó pacíficamente, con las palabras: “Si no creyese en la Justicia, no hubiera hecho un partido político sino que habría propuesto una revolución”.

¿Las masas están con Lula?

A pesar de todo esto, nuestros detractores insisten en que hay que defender a Lula porque las masas también lo defienden y están con él. Las pruebas de esto serían la movilización que rodeó el sindicato metalúrgico de São Bernardo y la intención de voto a su candidatura presidencial este año: más de 33% en la primera vuelta, según las últimas encuestas[29].

En el sindicato metalúrgico hubo sí algunos miles de personas. Pero se trató esencialmente de militantes de organizaciones políticas, sindicales y sociales. Realmente había muy poca “base”. Esto se debió a dos razones. En primer lugar a que el PT y el propio Lula solo impulsaron una acción muy controlada, en la que no existiese ningún riesgo de desborde cuando Lula anunciara que iba a entregarse.

En segundo lugar, cualquiera que hable con los trabajadores en sus barrios, fábricas o lugares de trabajo, podrá comprobar que la mayoría siente una gran decepción con Lula porque traicionó un gran sueño (“cambiar el Brasil”) y entró de lleno en el juego de la corrupción burguesa que, décadas atrás, decía que iba a combatir. Lo esencial es que no están dispuestos a movilizarse por la defensa o la libertad de Lula. Como prueba de ello está el fracasado intento de paro impulsado por la Federación Petrolera de dirección pro-lulista y el también fracasado intento del sindicato metalúrgico de São Bernardo de parar las fábricas de su región. Años atrás, una prisión de Lula seguramente habría generado movilizaciones masivas y grandes huelgas. Pero hoy la realidad es completamente distinta.

Veamos ahora el apoyo electoral. En primer lugar, es necesario señalar que las elecciones burguesas y sus mecanismos generan una expresión profundamente deformada de los sentimientos de los trabajadores y las masas. Que voten en un candidato no significa que lo apoyen o realmente “estén” con él, porque ahí entran a jugar presiones perversas de las elecciones burguesas como el “voto útil” o el “voto castigo” (cuando en realidad no se vota a favor de alguien sino contra otro candidato). Por ejemplo, Aécio Neves, en las elecciones presidenciales de 2014 que eligieron a Dilma Rousseff, logró más de 48% de los votos y ganó en varios de los Estados y ciudades más industrializadas, como San Pablo. ¿Los obreros industriales paulistas “estaban” con Aécio o, en realidad, votaron por él para “castigar” a Dilma y el PT?

Las intenciones de voto a Lula son reales e, incluso, es posible que ganase nuevamente la presidencia en una segunda vuelta. Pero eso no significa que los trabajadores “estén” con Lula y confíen en él (como en las elecciones de 2002 y 2006). Por el contrario, vienen en fortísimo proceso de ruptura con él y el PT. Pero, aunque estén muy decepcionados con ellos, comparado con la durísima realidad que viven con Michel Temer y el gobierno de derecha, aparecen como la opción del “mal menor”.

Lula ya no el mismo de 1980

Por todo lo que hemos expuesto, no defendemos a Lula ni pedimos su libertad. Su prisión actual no tiene nada que ver con la que sufrió en 1980. Lula ya no es el mismo: dejó de ser la expresión de la lucha de los trabajadores en la época de la dictadura militar en el Brasil y se transformó en un dirigente político de la burguesía, sumergido hasta el cuello en la corrupción.

Así lo expresa en un reportaje José Maria de Almeida, presidente del PSTU, quien, como obrero metalúrgico y dirigente sindical, compartió la prisión y la celda con Lula.

“Nosotros estábamos presos en 1980 porque dirigíamos una huelga de metalúrgicos por aumento de salario. Hoy, él está preso acusado de corrupción, de desviar dinero público. No tiene nada que ver una cosa con la otra. Aquel era un proceso que tenía que ver con una lucha de los trabajadores contra la explotación. Era un proceso que tenía una calidad completamente diferente, opuesta al problema actual. Porque la corrupción saca el dinero que debería ser usado para garantizar médicos, saneamiento, educación, vivienda para el pueblo pobre. Es dinero que va a enriquecer a los grandes empresarios, a los políticos corruptos. Lula está siendo acusado de eso”.

“Lo que está sucediendo con Lula y el PT es resultado de las opciones que ellos escogieron: buscar alianzas con el gran empresariado para ganar elecciones y, después, hacer acuerdos con ese gran empresariado y con las oligarquías políticas para poder gobernar… No podía terminar de otro modo”.

Zé Maria agrega: “En una cosa tengo acuerdo con lo que Lula dice: la ‘seletividad’ de la Justicia. Pero, ¿cuál es la solución? ¿Impunidad para todo el mundo? ¡No! Tenemos que exigir que todos vayan presos: Temer, Aécio Neves, Alckmin, Renan Calheiros y Romero Jucá”.[30]

Los que llaman hoy a defender a Lula y pedir su libertad afirman que así luchan contra la burguesía y el imperialismo, contra la derecha y el neofascismo. Pero la realidad es que, sea o no su intención, terminan siendo apenas los apoyadores de una defensa lulista del actual sistema económico y político, y de la Justicia burguesa. No lo decimos nosotros: lo dijo el propio Lula.

Notas:

[1] https://ptnosenado.org.br/lula-esta-preso-por-enfrentar-o-capitalismo-afirma-cut/ (traducción nuestra)

[2] http://www.elpais.com.co/mundo/cuba-condena-golpe-de-estado-en-brasil-y-da-su-apoyo-a-rousseff.html

[3] https://esoemfoco.blogspot.com.br/2014/09/bancos-lucraram-8-vezes-mais-no-governo.html

[4] https://www.clarin.com/economia/Cristina-bancos-ganaron-plata-gobierno_0_BkPHZ2DXg.html

[5] https://epocanegocios.globo.com/Brasil/noticia/2017/11/empresa-de-lula-recebeu-r-27-milhoes-por-palestras.html

[6] http://politica.estadao.com.br/blogs/fausto-macedo/ingressos-e-saidas-de-valores-do-instituto-lula-e-da-lils-sao-alvo-da-lava-jato/

[7] Datos tomados del cuadro elaborado por Marcelo Zero sobre información de IpeaData.

[8] Datos tomados dehttp://portalbrasil.net/economia_balancacomercial.htm

[9] Datos tomados dehttp://tede.bc.uepb.edu.br/jspui/bitstream/tede/1959/1/PDF%20-%20Anahi%20de%20Castro%20Barbosa.pdf

[10] Fuentes IBGE (cuadros de medición de PEA y % de desocupados). La tasa tuvo altibajos hasta 2014 (cuando rozó 6%) y, partir de allí, volvieron a subir hasta llegar casi a 13%, en 2017.

[11]http://rcientificas.uninorte.edu.co/index.php/economia/article/view/7524/7253

[12] Tomado de http://evolucaodosdadoseconomicos.com.br/evolucao-do-pib-brasileiro-e-dos-20-maiores-do-mundo-desde-o-plano-real/ . Es necesario aclarar que, en esos años, la cotización internacional del dólar frente a otras monedas, por ejemplo, pasó de 1 a 1 con respecto al euro, en 2000 a 1,5 dólar x euro en 2006. Por eso, los valores del PIB medidos en dólares resultan un poco inflados. De todas formas, es un crecimiento muy significativo.

[13] Datos tomados del artículo de María Lucia Fatorelli de la Auditoría Ciudadana de la Deuda en:https://auditoriacidada.org.br/conteudo/explicacao-sobre-o-grafico-do-orcamento-elaborado-pela-auditoria-cidada-da-divida/

[14] http://www.brasil.gov.br/cidadania-e-justica/2015/06/orcamento-garante-aumento-de-recursos-para-bolsa-familia

[15] http://www.brasil.gov.br/infraestrutura/2015/05/minha-casa-minha-vida-atinge-3-857-milhoes-de-moradias

[16] http://construcaomercado17.pini.com.br/negocios-incorporacao-construcao/95/artigo299235-1.aspx

[17] http://www.cbicdados.com.br/menu/deficit-habitacional/deficit-habitacional-no-brasil

[18] http://g1.globo.com/economia/noticia/2015/08/71-mil-brasileiros-concentram-22-de-toda-riqueza-veja-dados-da-receita.html

[19] Fuente: Ministério da Justiça – Departamento Penitenciário Nacional – “Evolução da população prisional no Brasil”.

[20] http://www.seppir.gov.br/central-de-conteudos/noticias/junho/mapa-do-encarceramento-aponta-maioria-da-populacao-carceraria-e-negra-1 .

[21]http://rcientificas.uninorte.edu.co/index.php/economia/article/view/7524/7253https://www.youtube.com/watch?v=7vmuSZtiG4A

[22] https://www.youtube.com/watch?v=7vmuSZtiG4A

[23] http://politica.estadao.com.br/noticias/geral,lula-recebera-premio-inedito-de-estadista-global-em-davos,498691

[24] https://litci.org/es/menu/especial/prision-de-lula/no-avance-del-fascismo-lo-esta-ocurriendo-brasil/

[25] https://www.pagina12.com.ar/106836-lula-el-fascismo-y-la-esperanza

[26] https://litci.org/es/menu/debates/frente-antifascista-maniobra-electoral/

[27]https://epoca.globo.com/politica/expresso/noticia/2017/09/solidariedade-do-pt-em-direcao-aecio.html

[28] https://www.youtube.com/watch?v=VR4nVaO8nRM

[29] http://politica.estadao.com.br/noticias/geral,lula-segue-lider-em-pesquisa-eleitoral-sem-petista-bolsonaro-e-marina-disputariam-2-turno,70002215814

[30] https://www.buzzfeed.com/tatianafarah/a-prisao-de-lula-por-corrupcao-nao-tem-nada-a-ver-com-a-da?utm_term=.tl79Vrb0A&ref=mobile_share#.noRzgWRr6