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El marxismo revolucionario y la cuestión nacional

Si alguien representa la tradición del marxismo revolucionario ante el problema de las nacionalidades es, sin dudas, Lenin, el principal dirigente de la Revolución Rusa. El imperio ruso era una enorme “cárcel de pueblos” oprimidos y una de las razones del triunfo bolchevique fue precisamente la política leninista hacia las nacionalidades. La escuela de Lenin, continuadora de la de Marx y patrimonio de la III Internacional hasta la degeneración estalinista, sigue siendo la gran fuente de inspiración para los revolucionarios.Por Felipe Alegría

Por eso, hemos querido traer aquí algunas de sus ideas principales, extraídas principalmente de sus tesis “La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación” y de las notas taquigrafiadas de una de sus últimas grandes batallas que llevó, en 1922, ya muy enfermo, contra la «rusificación» de Georgia por parte de Stalin («Acerca del problema de las nacionalidades o sobre la ‘autonomización»)

La lucha por el derecho a la autodeterminación y el socialismo

«El planteamiento abstracto del problema del nacionalismo en general no sirve para nada. Es necesario distinguir entre el nacionalismo de la nación opresora y el nacionalismo de la nación oprimida, entre el nacionalismo de la nación grande y el nacionalismo de la nación pequeña» (Acerca del…).

“El socialismo victorioso debe necesariamente realizar la democracia total; por consiguiente, no sólo tiene que poner en práctica la absoluta igualdad de derechos entre las naciones, sino también realizar el derecho de las naciones oprimidas a su autodeterminación, es decir, el derecho a la libre separación política (…) Así como es imposible un socialismo victorioso que no realizara la democracia total, tampoco el proletariado puede prepararse para la victoria sobre la burguesía si no libra una lucha revolucionaria general y consecuente por la democracia” (Tesis).
Al mismo tiempo, era imprescindible “supeditar la lucha por esa reivindicación, así como por todas las reivindicaciones fundamentales de la democracia política, a la lucha revolucionaria de masas por el derrocamiento de los gobiernos burgueses y por la realización del socialismo”(Id.).

En cuanto al futuro de las naciones y la lucha por el socialismo, dice: “el objetivo del socialismo no es sólo eliminar el fraccionamiento de la humanidad en pequeños Estados y todo aislamiento de las naciones, no es sólo el acercamiento mutuo de las naciones, sino también la fusión de éstas.  [Pero] del mismo modo que la humanidad puede llegar a la supresión de las clases sólo a través del período de transición de la dictadura de la clase oprimida, así también podrá llegar a la inevitable fusión de las naciones sólo a través del período de transición de la total liberación de todas las naciones oprimidas, es decir, de su libertad de separación” (Tesis).

El trabajo revolucionario en las naciones opresoras y en las oprimidas  

“El proletariado de las naciones opresoras no puede dejar de luchar contra el mantenimiento por la fuerza de las naciones oprimidas dentro de las fronteras de un Estado determinado, y eso equivale justamente a luchar por el derecho a la autodeterminación. Debe exigir la libertad de separación política de las colonias y naciones que «su» nación oprime. En caso contrario, el internacionalismo del proletariado sería vacío y de palabra; ni la confianza, ni la solidaridad de clase entre los obreros de la nación oprimida y la opresora sería posible” (Tesis).

Lenin advierte que «el interés vital de la solidaridad proletaria, y por consiguiente de la lucha proletaria de clase, requiere que jamás miremos formalmente el problema nacional, sino que siempre tomemos en consideración la diferencia obligatoria en la actitud del proletario de la nación oprimida (o pequeña) hacia la nación opresora (o grande)». Y prosigue: «el internacionalismo por parte de la nación opresora, o de la llamada nación «grande» (aunque sólo sea grande por sus violencias, sólo sea grande como lo es un esbirro) no debe reducirse a observar la igualdad formal de las naciones (…) hace falta algo más que la igualdad formal (…) hace falta compensar de una manera o de otra, con su trato o con sus concesiones a las otras nacionalidades, la desconfianza, el recelo, las ofensas que en el pasado histórico les produjo el gobierno de la nación dominante» (Acerca del…).

Al mismo tiempo, el énfasis cambia radicalmente para “los socialistas de las naciones oprimidas [que] deben defender y poner en práctica con especial ahínco la unidad completa e incondicional, incluyendo en ello la unidad organizativa, de los obreros de la nación oprimida con los de la nación opresora. Sin eso, no es posible defender la política independiente del proletariado y su solidaridad de clase con el proletariado de otras naciones (…). Pues la burguesía de las naciones oprimidas siempre trasforma las consignas de liberación nacional en engaño a los obreros” (Tesis).

El derecho a la independencia

“En términos concretos, esta reivindicación [la autodeterminación] significa una libertad total de propaganda por la separación y la solución de ese problema mediante un referéndum en la nación que se separa. [Pero] esta reivindicación no equivale en absoluto a la de separación, fragmentación y formación de pequeños Estados. Significa sólo una manifestación consecuente de lucha contra toda opresión nacional. Cuanto más próximo esté el régimen democrático de un Estado a la plena libertad de separación, tanto más infrecuentes y débiles serán en la práctica las tendencias a la separación, pues las ventajas de los Estados grandes son indudables” (Tesis). “Este último problema [señala la Conferencia bolchevique de abril de 1917] deberá resolverlo el partido del proletariado de un modo absolutamente independiente en cada caso concreto, desde el punto de vista de los intereses de todo el desarrollo social y de la lucha de clase del proletariado por el socialismo”.

Todo en función de la revolución

Un ejemplo impresionante de cómo enfocar el problema de los derechos de las nacionalidades, la relación entre ellas y de todo ello con la revolución, son las medidas que Lenin, ya muy enfermo, propuso tomar (infructuosamente) ante la situación creada por la brutal actuación de Stalin en Georgia. Además del castigo ejemplar a los responsables y la implantación de las normas más severas en defensa del empleo del idioma nacional de las repúblicas y de su riguroso cumplimiento, Lenin no vaciló en plantear que era necesario revisar la situación de la unión y ver si no había que «volver atrás en el siguiente Congreso de los Soviets, es decir, mantener la unión de las repúblicas socialistas soviéticas sólo en sentido militar y diplomático, y en todos los demás aspectos restablecer la autonomía completa de los distintos “Comisariados del Pueblo», buscando durante un período de tiempo la concordancia de criterios no por medio del aparato estatal sino a través de la autoridad del partido, empleada «con la necesaria discreción e imparcialidad».

Las razones del proceder de Lenin eran poderosas: la ola revolucionaria que despuntaba en Oriente se iba a convertir durante un período en el principal punto de apoyo de la URSS y de la revolución mundial, una vez que la crisis revolucionaria en Occidente había concluido y el capitalismo se había restablecido temporalmente. Por eso, decía: «sería un oportunismo imperdonable si en vísperas de esta acción del Oriente, y al principio de su despertar, quebrantásemos nuestro prestigio allí, aunque sólo fuese con la más pequeña aspereza e injusticia con respecto a nuestras propias nacionalidades no rusas». (Acerca del…).

Publicado en la revista Correo Internacional No 10

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