La bolsa o la vida, literalmente

El precio de la electricidad se ha disparado en este mes de enero, uno de los de más consumo, un 50%, a pesar de que el gobierno mantiene congelada la parte de la tarifa que le corresponde, los impuestos y subvenciones que la gravan. Esta disparatada subida se suma a la que ya se han producido desde la privatización de la energía eléctrica por el gobierno de Aznar.

Por Roberto Laxe, de Galicia

Desde los más diversos medios políticos y de comunicación, se hacen todo tipo de recomendaciones para “ahorrar” en el uso de la energía, como si el problema fuera de despilfarro individual, y no de un sistema absolutamente liberalizado, que deja en manos de las empresas fijar los precios. Como afirmó el presidente de UNESA, la patronal eléctrica, en un alarde de sicopatía (clínicamente un sicópata es aquel ser humano que no empatiza con el sufrimiento que genera), quién no pueda pagarla, “que San Pedro se la bendiga”.

Mientras miles de personas, los más vulnerables como los pensionistas, se ven abocados al frio, el presidente Rajoy  en su linea sicópata de no hacer nada cuando es el pueblo trabajador el que sufre, se encomendó a la “lluvia” y al “viento” para que baje el precio. Sr Rajoy parece mentira que sea gallego, porque de serlo de verdad (en realidad es un cipayo), en Galiza nos deberían devolver por la energía que consumimos, pues la lluvia y el viento es nuestra seña de identidad. Además del hecho cierto de que producimos el 38% de la energía que se genera en todo el Estado.

Como hemos llegado a esta situación

La privatización impuesta por el gobierno Aznar liberalizó el mercado eléctrico, dejándolo en manos de un verdadero oligopolio, controlado por cinco grandes compañías de generación y comercialización: Endesa, Iberdrola, GasNatural/Fenosa, HC Energía y E.On, profundamente interrelacionadas con los grandes bancos -el capital financiero en sentido leninista- como el BBVA, Caixa Bank, BSCH, Abanca,… y en un 50% en manos de capital no español, como la italiana Enel que controla Endesa, E.On que es alemana o HC Energía en manos chinas.

Es este oligopolio el que controla la formación de los precios a través de un alambicado mecanismo de compraventa de energía dia a día, el llamado mercado mayorista diario, que es el que afecta a la población en el consumo; hay otros mercados para grandes consumidores como las plantas de aluminio o Renfe, o medianas industrias, que tienen otras reglas. La garantía de la transparencia y la objetividad de este proceso como no podía ser de otra manera para los neoliberales, está en manos de una empresa privada, el Operador del Mercado Eléctrico (OMIE).

Por intentar sintentizar este complicado mecanismo, es el siguiente. El mercado diario se celebra el día anterior al de la entrega de la energía, y en él los compradores y vendedores intercambian la mercancía (la energía medida en MW) para cada una de las horas del día siguiente. Así, en este mercado hay 24 “productos” diferentes, la energía que se corresponde con las 24 horas del día siguiente.

Los vendedores (generadores, importadores, etc.) presentan ofertas de venta, y los compradores (comercializadores, cooperativas de consumidores, intermediarios, etc.) presentan las demandas al OMIE para cada hora del día siguiente. Con estas ofertas y sobre la demanda, se construyen curvas de oferta y demanda… Del cruce entre ambos resulta el precio del mercado para cada hora, que se corresponde con el precio máximo ofertado, “casado” con la demanda en una hora en concreto.

Según dicen desde el gobierno y el sector, este complicado mecanismo quiere garantizar lo que en economía capitalista se llama, “asignación eficiente” de los recursos. Es decir, que a las empresas se les garantiza que al ir al mercado, van a obtener beneficios, y que la mercancía (la energía eléctrica) se distribuye al conjunto de la sociedad.

Pero el precio de la electricidad tiene otro componente que agrava la situación; son los impuestos que la gravan. Además de las subvenciones que las empresas reciben por las inversiones hechas, y no rentabilizadas (déficit de tarifa) que pagamos entre todos, un bien básico en las sociedades actuales como la energía soporta un IVA del 21%.

El IVA es, por definición, un impuesto que solo pagamos los asalariados / as. Veamos. Cualquier empresario, desde un autónomo hasta Amancio Ortega, cuando actúa como empresario, no como consumidor final, puede desgravar el IVA de sus compras, pues lo que en realidad es el “pago del IVA” del que tanto se quejan, no es más que decirle a Hacienda, “he recaudado tanto en IVA por mis trabajos en estos meses, toma, ahí lo tienes”.

Los asalariados / as no tienen esta oportunidad, porque no tienen facturas que desgravar ante Hacienda; solo tienen nominas, y esas no desgravan el IVA, lo soportan. Por eso, que un bien de primera necesidad como la energía eléctrica soporte un IVA del 21%, no solo es injusto; sino que es un saqueo más que el capital, a través de sus gobiernos, hace de los salarios de la clase trabajadora.

La energía eléctrica es una mercancía con la que especulan

La energía eléctrica es una mercancía, es decir, un producto del trabajo humano que se mide en MW, Kw, etc. Hay tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción y distribución; en las centrales térmicas, sean tradicionales de carbón (quedan pocas en el Estado Español), de ciclo combinado (carbón y gas) o de gas, en las centrales nucleares, en los embalses, los centros eólicos o solares, es el criterio que debería determinar el precio real de la mercancía. Son las grandes generadoras de energía, las cinco mencionadas más arriba, las que se benefician de la explotación de los trabajadores y trabajadoras de esas centrales y la formación alambicada de los precios en el Estado Español lo que busca es, a partir de estos beneficios, elevarlos más a través de la especulación.

Cuando los vendedores de energía van al mercado mayorista diario establecen lo que ellos llaman, un precio de oportunidad; es decir, esas empresas tienen más opciones que vender energía cuando les convenga. Pueden, o bien revender el combustible a un tercero o los derechos de emisión de CO2 (negocio establecido en el supuestasmente ecológico Pacto de Kioto), en el caso de que sea un combustible consumible como el gas o el carbón, o bien esperar a que suba el precio de la energía, como el caso del agua de los embalses o el aire de los eólicos. De cualquiera de las maneras, las empresas generadoras tienen en sus manos especular con el precio, revendiendo, esperando, … para cuando los precios sean rentables. Que a la población trabajadora eso les suponga un esfuerzo en sus salarios, como dijo el jefe UNESA, que “san pedro se la bendiga”; y a esto le llaman “asignación eficiente de los recursos”.

Expropiación bajo control obrero, y precios justos

Ante la escalada especulativa de los precios de un bien básico y un sector estratégico para la economía de un estado, la única salida creíble es la exigencia de la nacionalización de las empresas generadoras y comercializadoras de energía. La distribución ya es semi estatal a través de la Red Eléctrica Española (REE). El sistema oligopólico que deja en manos de la empresa privada la generación de electricidad, no solo se ha demostrado un fracaso en la “asignación eficiente de recursos”, sino que es un lastre para el desarrollo de la sociedad: son estas empresas las que frenan sistemáticamente cualquier avance en la implantación de energías renovables o desarrollos tecnológicos como la pila Tesla. Supone, además, un aumento de los precios golpeando en los salarios y las rentas más bajas como pensionistas, parados, etc., y es un freno para sectores sociales como los autónomos y pequeñas empresas, que se ven obligados a hacer un desembolso suplementario a mayor gloria de grandes compañías y banqueros.

Por estos dos motivos, la única perspectiva posible es la expropiación de las compañías eléctricas, y ponerlas bajo control de los trabajadores / as de las centrales y de las organizaciones sociales, que rompa con la especulación, y a través de la planificación democrática de la economía, permita establecer unos precios justos; siguiendo el ejemplo que comenzaron a dar los trabajadores / as de la electricidad francesa, cuando en las huelgas del pasado año, le cortaron la luz a los ricos, y conectaban a los pobres que no podían pagarla. Demostraron que otra forma de “asignación de los recursos” es posible… La que ponga un sector basico para la sociedad como es la electricidad al servicio de las necesidades sociales y no de los beneficios empresariales.

Obviamente, ni los beneficiarios de las “puertas giratorias”, con Felipe González y Aznar a la cabeza, ni los gobernantes actuales, ni mucho menos los jefes de la industria, admitirían medidas de este tipo… Si queremos recorrer este camino, no sirven de nada protestas virtuales y simbólicas como los “apagones”, sino que es imprescindible la movilización en la calle de la población trabajadora contra esta flagrante transferencia de dinero a los bolsillos de banqueros y empresarios. Ante las nuevas subidas que se van a producir, la codicia de la industria no tiene fin, las organizaciones obreras y populares, comenzando por los propios trabajadores / as de la industria, tienen que ponerse a la tarea de organizar la respuesta.