Bajo el término genérico de «mareas», se dieron procesos de agrupaciones electorales con los nombres más dispares, según las ciudades o pueblos; pero lo toman de dos de las más importantes, la Marea Atlántica de A Coruña y la Marea Artabra de Ferrol, que junto a la de Compostela Aberta, fueron los grandes triunfadores de las elecciones. En Coruña y Compostela derrotaron al PP, y dejaron al PSOE en tercer lugar, mientras en Ferrol, aunque no ganaron tienen todos los boletos para hacerse con la alcadía. El BNG, por su parte, queda reducido a ser una fuerza testimonial en esas ciudades.

Por contra, en las tres ciudades del sur de Galiza los resultados son bien distintos. En Vigo, la capital obrera, el PSOE gana por mayoría absoluta, en Ourense repite el PP, y en Pontevedra es el BNG el que gana las elecciones, quien mantiene «vilas» importantes como Ribadeo o Carballo, además de su «mascaron de proa» Allariz. En Lugo, aunque gana, el PSOE está en minoría y depende del apoyo del BNG, de Lugonovo (la «marea») o de IU.

De conjunto, el PP retrocede en 200 mil votos, perdiendo las diputaciones de Coruña, que había recuperado del bipartito PSOE BNG de hace cuatro años, y la de Pontevedra, sumándose a la de Lugo, ya gobernada por un bipartido PSOE/BNG. El PSOE pierde 23 mil votos y el BNG pierde 70 mil, pero sobre todo cualitativamente pues desaparece de ayuntamientos clave como Vigo u Ourense. Todo esto con una abstención del 34%.

Fuera de los resultados más llamativos del triangulo Coruña-Santiago-Ferrol, y además de Vigo, Lugo, Ourense o Pontevedra, las «mareas» entran en decenas de ayuntamientos medianos (aquí conocidos como «vilas», que son más que un pueblo pero algo menos que una ciudad, pero que tienen un gran peso pues concentran mucha población y son capitales de comarca), como Teo, O Barco de Valdeorras, Noia, Viveiro, Monforte de Lemos, etc.

En todos los casos el eje fue el mismo, hartazgo hasta el agotamiento del PP y sus políticas de recortes, además de pasar factura al PSOE y al BNG por su fracaso en el bipartido; que cuando pudieron cambiar las cosas, se limitaron a una política continuista con matices.

Al no haberse dado elecciones gallegas, sino solo municipales, las políticas de pactos están siendo caóticas; mas el PP es el apestado. Nadie va a pactar con ellos. De la misma manera que las candidaturas se formaron sobre acuerdos locales, los pactos también van a ser locales puesto que no en todos los lugares apoyan las mismas organizaciones. En Lugo IU no apoya, presentó candidatura y sacó un concejal; en Coruña si apoyan todos, en Ourense la ANOVA de Beiras no apoyo, Podemos igual de disperso, y así sucesivamente.

Tras las elecciones, y ante la subida de las «mareas», por seguir con la imagen que se vende de ellas, los dos dirigentes de AGE Beiras y Yolanda Díaz -que no lo olvidemos, fue un fenómeno pre Podemos y Mareas en las autonómicas de hace tres años- ya están llamando a que una «marea gallega» eche al PP de la Xunta. Podemos ya ha contestado que ellos son la fuerza que lo va a hacer, desmarcándose de la propuesta de AGE. Beiras, yendo más lejos, propone una frente estatal contra la constitución del 78 y por su reforma.

Está claro que esta reorganización de las fuerzas electorales va a tener sus consecuencias, puesto que agudiza la crisis de la que hasta ahora era (y es todavía) la dirección política de la clase obrera gallega, el BNG. El retroceso en las municipales del Bloque se contrapesa con el avance de la CIG en las elecciones sindicales que se están produciendo paralelamente. Está claro que el comunicado oficial de la UPG -principal partido del BNG-, enrocándose en los resultados, no les ayuda a enfrentar lo que comienza a ser un clamor en su entorno: la exigencia de la refundación del BNG.

La cuestión para el futuro es de cómo va a afectar la reorganización electoral en la clase obrera, pues, de últimas, esta es la clase que, por la activa o por la pasiva, tiene la última palabra en cualquier proceso social, y de la que nunca podemos perder su estela.

Ahora la cuestión es que las «mareas» mantengan su independencia respecto al PSOE, y lleven su programa hasta el final, llamando a la población a enfrentar las limitaciones que el régimen impone a través de la Constitución y las leyes que atan a los concellos a las políticas de austeridad. Como decíamos en nuestro comunicado de las elecciones, «Corrente Vermella non fía nas eleccións como instrumentos para mudar, só fiamos na mobilización social, coa clase traballadora organizada á cabeza, para conquistar e defender as suas reivindicacións», para ello es preciso recoger las «tradiciones del 15M» de organizar asambleas populares en barrios, centros de estudio y de trabajo.