Tenemos que ser capaces de imaginar el futuro. No basta con la mera descripción de lo que sucede, hay que profundizar, teorizar,… y para ello es imprescindible la capacidad de imaginar del ser humano, porque es más que obvio que el presente es de crisis social global; económica, institucional, política y de valores. El capitalismo no da más de si, que no sea abocar a la humanidad a cada vez más elementos de barbarie.

Tan obvio es que los medios de comunicación de masas se han convertido, en muchas ocasiones, en meros boletines de asuntos truculentos que ponen de manifiesto la violencia cotidiana; o bien, cuando entran en terreno de la ficción, lanzan mensajes de mundos pos apocalípticos. Los medios de propaganda de masas, como el cine, la TV o los juegos informáticos, están llenos de estos elementos, desde los Juegos del Hambre hasta Walking Dead

Estos mensajes apocalípticos tienen otro objetivo, subliminal; “meter miedo”… dicho de otra forma, lanzar el mensaje ultraconservador de “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Lo malo es el capitalismo actual; las promesas de un mundo mejor son populismo y falsas, como lo demuestra “la muerte del socialismo”, … a lo más que que podemos llegar es a esas sociedades postapocalipiticas. Ergo,… mejor nos quedamos como estamos.

La burguesía se abona a este mensaje, puesto que es la clase conservadora por excelencia; y cuando promociona algún producto que nos puede ofrecer otra sociedad, o son esos mensajes post apocalípticos o nos retrotrae al pasado, a un pasado intemporal pero básicamente irracional y feudal. La misma burguesía que derrotó a la aristocracia en nombre de la diosa Razón, de la Ilustración, ahora vende los elementos irracionales de esas sociedades: Juego de Tronos, el Señor de los Anillos, ….

Después se quejan amargamente de que amplios sectores de la juventud acepten ideologías irracionales -el 30% de los llamados “millenials” creen que la tierra es plana-, abriendo la puerta a las puertas al racismo y la xenofobia, elementos constitutivos de la ideología fascista; que es la expresión política de esta irracionalidad. La burguesía no necesita imaginar nada, le basta con defender lo que hay enfangando las mentes de la sociedad, comenzando por los más jóvenes.

Estos mismos limites están asumidos por los representantes de la “nueva” política, que son incapaces de imaginar otra sociedad que no sea la actual, solo que mejorada con ciertos elementos de progreso social. Se mueven en la contradicción entre las condiciones objetivas que abren las puertas de par en par a la socialización de la humanidad; y sus propios limites ideológicos, fruto de las condiciones históricas que les ha tocado vivir, marcadas a fuego por la caída del Muro de Berlín y la desaparición del imaginario colectivo (que no de la realidad social) de una perspectiva de transformación socialista de la sociedad.

Su supuesta imaginación tiene los limites que los que los medios de propaganda de masas establecen, “la democracia capitalista es el menos malo de los sistemas”, y si lo derrocamos, el mundo se hundirá en las sociedades post apocalípticas.

Al revés, la imaginación no es contradictoria con una política revolucionaria; sino que es su alimento. O mejor dicho, se alimenta de ella. Sin ser capaces de imaginar otra sociedad distinta, que no nos retrotraiga al pasado o a futuros apocalípticos, así sean presentados como intemporales, el programa revolucionario no pasa del empirismo; “sano” como decía Lenin, o no. Mas empirismo, que no tiene nada que ver con el marxismo revolucionario.

Hay momentos en la historia en que el empirismo sano de Lenin es imprescindible para la política; son aquellos en los que el trabajo de describir los males de la sociedad, de analizarlos y de tener una perspectiva de cambio social ya elaborada; … se hace necesario llevarlos a la sociedad para que como Anteo el gigante, cojan fuerza al tocar tierra. Cuando la filosofía engarce con el proletariado, se convertirá en un programa revolucionario.

Pero no estamos en esa fase; la restauración del capitalismo en los ex estados obreros y su desaparición trajo, como una herencia maldita, la caída de toda perspectiva de cambio social. “No hay alternativa al capitalismo”, llevan repitiendo desde los años 80. Cuando el capitalismo demuestra que no es una salida de progreso social, sino su freno real, como sucede desde el 2007; el vacío que provoca en la sociedad nos sitúa ante la tormenta perfecta para que se desarrollen todas estas fantasías post apocalípticas o neo feudales.

Una política puede morir por inanición; sus causas pueden ser muy variadas, pero están asociadas a las condiciones sociales e históricas en las que se da. Si la tarea es “bajar a tierra” el programa de transformación social, y no se encuentran las vías para esa bajada a la sociedad, se producirá una muerte por inanición, derivando en el intelectualismo y el academicismo; pero también puede darse el fenómeno contrario, que se “baje a tierra “ de manera empírica, sin saber muy bien qué se está llevando… pensando ingenuamente que con “bajar a tierra” llega. Esto también puede matar por inanición, pero inanición de ideas, de imaginación, de programa.

La cuestión es, a partir de los datos empíricos de la realidad, definir el momento en que se está; y es un hecho (más bien, muchos hechos sumados en uno) que absolutamente todas las luchas que la clase obrera y los pueblos del mundo, se están dando sin una perspectiva de cambio social de fondo. Desde Siria, hasta Palestina, desde Nicaragua hasta Francia… en absolutamente todos los casos, la falta total de una perspectiva socialista es su drama y tragedia.

Mientras no se resuelva esta contradicción, todos los movimientos sociales que se den, serán fuegos de artificio contra el sistema, que los reconducirá a falsas salidas (traducción politica del concepto “falsas ideologías”), bien sea hacia alternativas religiosas, bien a nuevas dictaduras o bien a salidas seudodemocráticas.

La situación actual de doble crisis, del sistema capitalista, y de alternativa social al mismo tiempo, abre un vacio que es imprescindible cubrir con mucha imaginación. No basta con repetir las fórmulas del pasado que en algunos casos tuvieron éxito (revolución de Octubre); sino que hay que actualizarlas a la crisis global que sufre el sistema en el siglo XXI para reconstruir en el imaginario colectivo la necesidad de una alternativa anticapitalista.

La imaginación nos permite transcender la realidad actual, de alguna manera salirnos de ella, situarnos a vista de pájaro y tener una visión global de la sociedad. A partir de esta perspectiva, y con el método racional del marxismo, analizar la realidad que hemos transcendido… para después volver a ella, pero ya no con la cabeza vacía, sino con las conclusiones de ese camino.

Los neoreformistas de hoy imaginan una nueva sociedad, sin romper con la sociedad capitalista. Como los “viejos” socialistas utópicos construyen mundos (decrecimiento, …) que se sitúan fuera del capitalismo, pero no “contra” el capitalismo; la ligazón stalinismo a socialismo, y no solo, el paso de los partidos socialistas al bando del capitalismo ha conducido a un gran desprestigio de este termino entre las masas. La política del castro chavismo de unir “socialismo” a lo que es capitalismo “nacional” como en Cuba o Venezuela, no hace más que echar más leña al fuego.

Las nuevas generaciones que llevan viviendo diez años de crisis capitalista, sufren en sus carnes en muchos países, las mismas políticas capitalistas bajo banderas rojas (China, Vietnam, Cuba…) o asociados a ellos (sandinismo, chavismo, lulismo,…); lógicamente se hace necesaria una gran campaña imaginativa, que parta de la realidad, pero la transcrezca; que polemice abiertamente con la utopía neo reformista de querer convertir el océano en limonada, a base de “vasos de limonada”, como decía Rosa Luxemburgo, para reconstruir la perspectiva de la transformación socialista de la sociedad.

Pero a condición de no abusar del pasado; el pasado, pasado está,… nos sirve para aprender, para entender el presente, pero no nos resuelve la construcción de la sociedad futura. Solo siendo capaces de imaginarla, superando los errores del pasado, seremos capaces de construir el programa revolucionario que permita avanzar en ese camino.