La madrugada del viernes 2 de julio, Samuel, un joven trabajador de 24 años, fue apalizado hasta la muerte por 12 hombres al grito de “maricón” en A Coruña. Este crimen de odio ha indignado a gran parte de la juventud de todo el Estado que, recién pasado el Orgullo LGTBI, no ha esperado para dar respuesta manifestándose masivamente en las principales ciudades del territorio. En ellas pudimos escuchar gritos cargados de rabia como «Fuera fascistas de nuestros barrios» y «Abascal es un criminal». 

Un cántico no se entiende sin el otro y se relacionan con el momento político en el que vivimos: ante la segunda crisis económica mundial en menos de 15 años los discursos de odio tienen mayor calado social, pues sitúan a las minorías como chivo expiatorio de las desgracias de las clases populares (recordemos el reciente asesinato en Murcia del marroquí Younes).

VOX no ha dejado de consolidarse como fuerza política en el Régimen Monárquico español, pero éste no es más que el ala derecha de un franquismo institucional que nunca se erradicó y que gana fuerza ante la inacción de la izquierda institucional, tal como explicábamos en nuestra declaración por el Orgullo LGTBI este año: 

“Los partidos que se autodenominan de izquierdas pero que en realidad gobiernan al servicio de las grandes empresas y bancos, y de los mandatos de la Unión Europea, lo único que hacen es poner frenos a la lucha social, dar falsas esperanzas para que no luchemos, y decepcionar a amplios sectores populares y de la clase obrera que dejan de confiar en ellos y son ganados por el discurso de la ultraderecha. Un discurso completamente reaccionario, encabezado por VOX, que ataca directamente y niega, los derechos más básicos del colectivo LGTBI.”

https://www.corrienteroja.net/orgullo-2021-leyes-trans-y-lgtbi-estatales-ya/

Además de los ataques al pueblo pobre por parte del «Gobierno Más Progresista de la Historia» y el consecuente espacio político que ofrece a la reacción de VOX, el repunte de agresiones LGTBIfóbicas que hoy vivimos, (más de 15 solo en el pasado mes, que podamos contar por haber sido denunciadas en los medios) tampoco se podría explicar sin la tortuosa negociación del gobierno por la «Ley Trans», la cual ha dado pie a llenar espacios televisivos con discursos LGTBIfóbicos desde los platós hasta el parlamento (con parte del PSOE a la cabeza). 

La LGTBIfobia es estructural al Estado español

La gran mercantilización del Orgullo en Madrid, ligada a la apuesta estatal por un modelo económico basado en el turismo, no cambia el hecho de que la LGTBIfobia es estructural al Estado español, no solo por el papel que cumple como ideología impuesta por la burguesía para dividir a la clase trabajadora y legitimar su mayor explotación, sino por la relación privilegiada que tiene con la Iglesia Católica, cuya prevalencia se explica porque el fundamentalismo católico fue la base del franquismo y este pervive gracias a una Transición que no acabó con él, sino que lo reconvirtió a una forma «democrática». 

 Históricamente, el gran negocio de la Iglesia ha sido la educación y hoy día sigue en sus manos, subvencionado por nuestros impuestos: el 60% de los centros concertados están regentados por ella y en 2017 recibió 29.678 millones, un 7’4% del gasto total en educación. En los últimos 15 años, la educación concertada ganó una media de 22.407 alumn@s por curso como consecuencia de la desinversión en Educación Pública: de 2007 a 2017 la financiación pública a la concertada creció un 24’4%, mientras que el crecimiento de la pública solo fue de un 2’3%

Este negocio no solo sirve a la Iglesia para hacer caja, sino que instaura el machismo y la LGTBIfobia desde las aulas, convirtiéndolas en un espacio de violencia correctiva al estilo de la Ley franquista «de vagos y maleantes» de la que ni siquiera los precarizados centros públicos se libran: acorde a los Acuerdos de la Santa Sede de 1979, la Iglesia Católica está presente en cada centro público a través de 34.658 profesor@s designados por ella, pero pagados por el Estado, por un coste de 700 millones anuales.

Según un estudio de la Agencia para los Derechos Fundamentales de la Unión Europea que encuestó a más de 3.000 español@s el 91% recuerda haber escuchado o visto comentarios o comportamientos negativos hacia un compañero de escuela LGBTI o percibido como tal. Aunque no hacen falta estudios para corroborar la LGTBIfobia en el ámbito escolar pues probablemente quien esté leyendo estas líneas haya sido víctima o testigo de este tipo de acoso en sus años escolares. 

Se suele decir que la LGTBIfobia es producto de la ignorancia, pero esta «ignorancia» es impartida y promovida en nuestras aulas, por ello necesitamos recursos para una Educación 100% Pública y Laica, que contemple una educación sexual en valores de igualdad para el alumnado y formación para capacitar a los docentes a combatir el acoso machista y LGTBIfóbico, imposible sin recursos para bajar los ratios por aula. 

 La negación de la homofobia es homofobia

A día de hoy, los responsables de la investigación, por el asesinato de Samuel, en complicidad con los medios de comunicación, siguen insistiendo en que no ven homofobia como motor del crimen, a pesar de que la principal testigo (la amiga con la que estaba la noche de la paliza) ha declarado que a Samuel se le amenazó de muerte como «maricón» y se le mató al grito de «maricón de mierda».

No es de extrañar que el aparato policial, también heredero del franquismo, pretenda negar la homofobia como motor de un crimen que ha despertado la indignación de decenas de miles de personas y que está señalando la raíz del problema. Este mismo 3 de julio se denunció una agresión homofóbica por parte de un policía municipal en Madrid y se produjeron cargas policiales en la manifestación por la muerte de Samuel, tanto en Madrid como en Barcelona. El avance de VOX en los Cuerpos de Seguridad del Estado es una realidad: Jusapol, el sindicato policial ligado a VOX, sacó un 58’4% de votos en las últimas elecciones al Consejo de la Policía. Debemos exigir desde ya la derogación de la Ley Mordaza y la disolución de las Unidades de Intervención Policial (antidisturbios) para que no se interpongan en nuestra lucha contra la LGTBIfobia.

Contra su LGTBIfobia nuestra solidaridad de clase 

Para combatir la LGTBIfobia y el racismo que promueve la ultraderecha, sólo hay una receta: ¡Unidad de clase! Pues esta lucha es, de fondo, contra el Régimen Monárquico en su totalidad. La victoria parcial que ha supuesto el derecho de autodeterminación de género nos muestra el camino: tenemos que empezar a trazar de forma unitaria, entre todas las organizaciones LGTBI, sindicatos alternativos y organizaciones anticapitalistas, un plan de lucha para conseguir garantías contra la LGTBIfobia a todos lo niveles. 

La libre decisión sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas es un derecho de toda la clase trabajadora, por lo que tenemos que incluir y llamar a todo el mundo a que se una a ella.